COMPRENDIENDO LA VIDA Y LA MUERTE
Por
Reverendo Sun Myung Moon
Distinguido
presidente, líderes del mundo representando multitud de regiones y disciplinas,
distinguidos invitados, damas y caballeros, como fundador del Festival Mundial
de la Cultura y los Deportes, quiero expresarles mi más sincero agradecimiento,
respetados líderes venidos de 185 naciones, con ocasión del Festival 1999. Creo
profundamente que la humanidad, a las puertas de un nuevo milenio, debe avanzar
hacia la realización de una cultura basada en el amor, una cultura global
basada en el corazón, por el bien de la paz y la prosperidad. Teniendo en
cuenta esta visión, creo que la presente convocatoria, bajo el lema "Ética
Familiar y Paz Mundial", es de un gran valor. El conseguir una verdadera
cultura basada en el amor dependerá del éxito de muchos factores, pero lo
absolutamente necesario será la realización de la estabilidad y de la armonía
de la familia mediante la recuperación de valores espirituales y éticos. Y para
adquirir un estándar de vida ético como individuos o familias, o una sociedad
basada en valores absolutos, necesitamos adquirir una visión correcta del mundo
y del universo. Me gustaría, por tanto, aprovechar esta oportunidad para
hablarles sobre la vida y la muerte, un tema que todos los hombres han
intentado comprender desde los orígenes de la historia. Vivimos en el mundo
físico, pero sabemos que éste no es el único mundo que existe. También existe
un mundo espiritual. Este mundo es una realidad. Estos dos mundos, el mundo
físico y el mundo espiritual, no deberían estar separados el uno del otro, sino
unidos como si fueran un sólo mundo. Nosotros, seres humanos, procedemos del
mundo espiritual y volvemos finalmente a ese mundo. En Corea, se usa una
expresión interesante cuando nos referimos a la muerte. Cuando alguien muere,
decimos que ha regresado. ¿A dónde vuelve? No al cementerio. Queremos decir que
vuelve al origen de la vida. Volvemos atravesando los vastos territorios de la
historia. Y en ese proceso, nos desprendemos de nuestra nacionalidad. Volvemos
al mundo que dio a luz a los antepasados del hombre. Si existe un Creador,
entonces, volvemos al mundo de ese Creador. Ahí es donde fuimos creados y ahí
es donde debemos volver finalmente. El universo, en cualquier dirección, sigue
un movimiento circular. Por ejemplo, cuando la nieve se derrite en la montaña,
crea multitud de pequeño arroyos. Cuando éstos descienden, su volumen se
incrementa hasta formar ríos. Finalmente, éstos llegan al océano. Y en el
océano, mediante la evaporación, se completará el círculo llevando el agua a la
atmósfera.
LA ESCUELA DE LA
VIDA
Todos los seres,
mediante el movimiento circular, desean alcanzar una posición más elevada, un
lugar mejor. ¿Dónde está, pues, ese lugar superior en el que vamos a vivir
eternamente? En el mundo físico vivimos con nuestro cuerpo físico, pero nuestra
mente se encamina hacia un mundo eterno. Nacemos en este mundo y vamos por la
adolescencia, los veinte y los treinta años, la madurez y finalmente, la vejez.
Llegamos al final de nuestros días de la misma forma que el sol inevitablemente
se pone en el horizonte. Los que somos conscientes de la existencia de un mundo
espiritual sabemos muy bien que el tiempo del que disponemos de nuestro cuerpo
físico es relativamente corto y que el mundo al que estamos destinados después
de la muerte es eterno. Sabemos que la vida en la tierra es un periodo de
preparación para el mundo eterno. Somos como estudiantes que deben esforzarse
para lograr buenas notas en todas las asignaturas requeridas por la escuela. Y,
finalmente, es la escuela la que decide si el nivel alcanzado por un estudiante
es el deseado y si merece o no ser reconocido. Cuanto más bajas sean las notas
del alumno, más alejado se encontrará del nivel deseado por la escuela. De
igual manera, el valor de todas las cosas se mide de acuerdo a un patrón o
modelo. Nuestra vida en el mundo físico es un periodo de preparación comparable
al tiempo que el estudiante emplea en lograr buenas notas en sus estudios.
Empleamos toda nuestra vida en la tierra preparándonos y luchando para
conseguir buenas notas. Vivimos cada día de nuestra vida de acuerdo a una
cierta medida. Y esta medida sigue un cierto estándar. Seremos evaluados de
acuerdo a ese estándar durante toda nuestra vida en la tierra.
LA UNIDAD DEL
MUNDO ESPIRITUAL
La mayoría de las
personas en la sociedad desconocen completamente el mundo original al que
estamos destinados después de nuestra vida en la tierra. No saben si existe
vida después de la muerte o, incluso, si existe Dios o no. Sin embargo, tarde o
temprano todos vamos al mundo espiritual. Y este mundo es un único mundo. No
está dividido en países como le ocurre al mundo físico. ¿Cómo es entonces el
mundo espiritual? Podríamos compararlo al agua que sirve de ambiente para los
peces. El agua es un medio absolutamente necesario para que los peces puedan
vivir. Pero esto no significa que un pez viva toda su vida en el mismo sitio.
Un pez de agua dulce no puede desovar en su río. Tiene que abandonar el agua
dulce y entrar en contacto con el agua salada para poder desovar. El pez tiene
que ir por dos mundos. De la misma manera, nuestra mente, que es parte del
mundo espiritual, y nuestro cuerpo, como parte del mundo físico, deben estar
interconectados. En los orígenes de la historia humana, una unidad completa
debería haberse formado en honor al cumpleaños de Adán, al aniversario de su
santo matrimonio y al aniversario de su muerte. La humanidad debería haberse
unido como un solo pueblo mediante la celebración de esos días. En vez de
dividirse, la humanidad debería haber vivido en un único mundo. Y, si esto
hubiera ocurrido, la forma de vida de Adán y Eva habría sido transmitida de
generación en generación a lo largo de toda la historia. La cultura formada de
esta manera habría perdurado mientras vivieran los seres humanos.
EL VALOR DE LA
ESPERANZA
Vamos por la vida
ignorando el momento en que nos aguarda la muerte. Ese momento puede llegarnos
en un accidente de tráfico, ¿quién lo sabe? Creo que alguna gente morirá
diciendo, "¡oh, el reverendo Moon tenía razón!", arrepintiéndose en
ese momento. Debemos ser conscientes de que vamos por la vida siguiendo un
sendero con seriedad y deberíamos utilizar cada segundo del que disponemos para
prepararnos para el mundo eterno. Debemos ser plenamente conscientes de que nos
encontramos en un sendero inevitable. Las personas que van al mundo espiritual
podrían dividirse en dos grandes categorías. El primer grupo lo formarían
aquellos que han agotado su vida en este mundo de forma natural y el segundo
grupo, aquellos que han experimentado una muerte antes de tiempo. Entre los
últimos, habría quienes han muerto como consecuencia de algún tipo de castigo y
los que han muerto como indemnización por su nación o por el mundo. Imaginen
que Dios situara a una persona en una posición central con un valor equivalente
al de miles de personas. ¿Qué ocurriría si Dios hiciera que esa persona fuera
por el camino de la muerte en vez de esos miles de personas? En ese caso, la
gracia y la virtud alcanzada por la persona que dio su vida conmovería el
corazón de las demás personas. Estas se comprometerían a vivir de acuerdo a su
causa, cambiarían sus vidas para seguir su modelo y vivirían como ella había
vivido. Si hicieran esto, esos miles de personas alcanzarían la misma gracia
que la persona que había muerto por ellos. La razón por la que intentamos
seguir el modo de pensar de los patriotas y seguir el ejemplo de vida de las
personas sabias es porque deseamos compartir el mismo reino de gracia que estas
personas. Algunas personas viven con esperanza y otras, sin esperanza. Podemos
dividir las esperanzas y las aspiraciones de la gente en dos categorías
generales: aquellas esperanzas puestas en los seres humanos y aquellas puestas
en Dios. Un recién nacido piensa que el seno de su madre es el lugar más
maravilloso del mundo y, sin embargo, llega un momento en su desarrollo, en que
el niño lo abandona. A medida que crece establece amistades y sus momentos más
felices los experimenta con sus amigos. Aún así, también dejará a sus amigos. A
lo largo de la vida, llegamos a descubrir que ni unos buenos padres, ni un
esposo o esposa cariñosos, ni tan siquiera unos hijos maravillosos pueden
satisfacer completamente nuestras esperanzas. Los hombres tienen todo tipo de
esperanzas. Pero, finalmente, todas ellas se desvanecen. Tenemos puestas nuestras
esperanzas en la familia, en la nación y en el mundo. Pero, en realidad, a
medida que nos hacemos mayores, nuestras esperanzas se debilitan. Hay personas
que presumen de poseer una esperanza que representa la esperanza de la
humanidad, pero esas mismas personas no tienen la convicción necesaria para
hacerla realidad aún a coste de su propia vida. Las personas se apasionan con
distintas esperanzas a lo largo de sus vidas pero cuando se enfrentan a la
muerte, las abandonan. Desean seguir con vida aunque sea un solo día más. Día
tras día van buscando algo nuevo en lo que depositar sus esperanzas. Cuando
finalmente se enfrentan a la muerte, toda esperanza se desvanece y caen en la
desesperanza de tener que afrontar el último tramo de la vida. Todos sabemos que
ésta es una gran verdad. Desde un punto de vista estrictamente individual,
puede parecer que una cierta persona posee aspiraciones dignas. Pero ninguna
aspiración individual puede ir más allá de la muerte. Creo que es muy
importante que la humanidad de hoy en día piense seriamente sobre esta
cuestión. ¿Cómo podemos mantener una esperanza que no se hunda frente a la
muerte, sino que la transcienda? Todo lo que existe en este mundo desaparecerá
algún día. Nuestras familias, naciones e, incluso, el mundo mismo
desaparecerán. Las ideologías y las filosofías también lo harán. ¿Qué es lo que
quedará? Lo que quede, esa será la esperanza que podrá derrotar a la muerte.
Pensemos, por otro lado, en aquellas personas que poseen esperanzas o
aspiraciones que no pueden ser derrotadas en sus propias vidas. Hay gente que
desde su más tierna infancia ha rechazado todas las aspiraciones y esperanzas
del mundo secular, gente que ha abrazado aspiraciones que no pertenecen al
mundo de los hombres sino al del Cielo, esperanzas que son eternas. El Cielo
ayuda a esas personas. Una vida de fe no sigue aspiraciones que existen en la
tierra sino que abraza la esperanza de sobrepasar las puertas de la muerte.
Sueña con un mundo de esperanza eterna.
VENCIENDO EL MIEDO
A LA MUERTE
Algún día yo
también moriré. Cuando somos jóvenes no pensamos demasiado en la muerte. Pero,
a medida que nos hacemos mayores, nos preocupamos cada vez más sobre la muerte.
Esto se debe a que es una puerta que estamos irremediablemente destinados a
cruzar. Pero, ¿qué nos ocurre después de la muerte? ¿Sabéis por qué estoy
hablando de la muerte? Para enseñar mejor el significado de la vida. ¿Quién
comprende verdaderamente el valor de la vida? No son las personas que se
aferran a la vida por todos los medios. La persona que realmente conoce la vida
es aquella que se adentra en el valle de la muerte. Es la persona que da
testimonio del sentido de la vida clamando desesperadamente al Cielo en ese
cruce de caminos entre la vida y la muerte. ¿Por qué las personas temen la
muerte? Porque no conocen el propósito por el que han nacido. Si no sabemos el
porqué de nuestro nacimiento, tampoco sabremos el porqué de la muerte. Por esta
razón, las primeras preguntas que se hacen los filósofos son: ¿qué es la vida?
¿por qué nacemos? Si pensamos en ello profundamente, nos daremos cuenta de que
la muerte nos hace renacer en el seno del amor de Dios. En el mundo la gente se
lamenta, "¡oh no, me muero!, ¿qué puedo hacer?" en medio de un gran
escándalo. ¿Se ríe Dios (¡ja, ja, ja!) cuando nos morimos? ¿O piensan que Dios
se lamenta también hundido por el dolor? La verdad es que es feliz y esto se
debe a que el momento de la muerte del cuerpo físico es el momento en que
experimentamos la alegría de abandonar una dimensión finita de amor para
adentrarnos en una dimensión infinita de amor. Es el momento de nuestro segundo
nacimiento. Entonces, ¿cuándo se siente Dios más contento, el día en que
nacemos en el mundo físico o el día en que lo dejamos? Ese es el instante en
que nacemos por segunda vez en una dimensión donde el amor se expande
infinitamente. Nos convertimos en Sus nuevos hijos mediante la muerte. Por
tanto, Dios es más feliz con nuestro segundo nacimiento. Les digo todo esto
porque necesitan saber que no pueden tener una relación con Dios a menos que
superen el miedo a la muerte.
NUESTROS DOS
NACIMIENTOS
Dios se siente
feliz al observar y participar directamente de nuestra vida. Mirad cómo nace un
bebé, cómo moja los pañales en sus primeros meses. Dios siente alegría al ver
al niño crecer ya que el impulso de amor que existe en Su corazón también
crece. Cuando Dios pusiera una cierta cara, el bebé Le imitaría y pondría la
misma cara. Cuando Dios sonriera, el bebé también lo haría, y cuando estuviera
triste, también éste estaría triste. De esta forma, cada bebé crecería
pareciéndose a Dios. A medida que crecieran, también empezarían a parecerse a
sus padres. De éstos aprenderían el lenguaje y las normas básicas de
convivencia. Por supuesto, todas estas cosas tendrían su origen último en Dios.
Si Dios hubiera vivido con nosotros en la tierra y de repente se fuera al otro
lado, ¿qué deberíamos hacer? Si Le dijéramos, "espérame, quiero ir
contigo". Respondería Dios, "¿Quién eres tu? No te conozco".
¿Creéis que sería capaz de abandonarnos o preferiría llevarnos con El? Por
supuesto que preferiría llevarnos con El. Pero si Dios nos dijera, "No os
puedo llevar conmigo ahora, os llevaré después de que hayáis crecido un poco
más. Quiero que trabajéis un poco más en vuestra perfección". Podríamos
responderle, "De acuerdo, no iremos ahora pero estamos seguros de que
llegará un día en que seremos capaces de ir". Entonces nos mantendríamos a
la espera de ese día. Con nuestro cuerpo físico seríamos incapaces de seguir a
Dios dondequiera que fuera. Es natural que queramos parecernos a Dios y que El,
por Su parte, quiera también que Sus hijos e hijas se Le parezcan. Por tanto,
debemos concluir que Dios nos tuvo que crear de tal manera que pudiéramos nacer
de nuevo con un cuerpo que nos permitiera parecernos a El. Tanto Dios como los
seres humanos anhelamos vivir ese día eterno en el que podamos surcar los
cielos juntos. El día en que nazcamos como seres que puedan alzar el vuelo
junto con Dios. El día en que podemos nacer con ese tipo de cuerpo es el día de
nuestra muerte física. En ese día abandonamos el cuerpo físico como si se
tratara de un abrigo viejo. ¿Debemos, por tanto, dar la bienvenida a la muerte
o tener miedo a la misma? La respuesta es, por supuesto, de que debemos dar la
bienvenida a la muerte. ¿Por qué debemos entonces morir? Para alcanzar el
verdadero amor de Dios. El tipo de amor que nos lleva a sacrificarnos por el
bien de los demás. Debemos concluir que la razón por la que nos desprendemos de
nuestro cuerpo físico es para poder participar en la dimensión de amor del
trabajo de Dios. Morimos para alcanzar el mundo del amor de Dios. ¿No les
gustaría nacer como auténticos hijos e hijas de Dios que pudieran recibir y
practicar el verdadero amor? Si pudiéramos estimar la riqueza de Dios, ¿cuánta
riqueza piensan ustedes que Dios posee? ¿Han pensado alguna vez en ello? Con
todas esas estrellas en el universo, ¿no creen que debe haber alguna que sea un
diamante puro? ¿O una estrella que sea de oro puro? Dios es realmente
omnisciente y todopoderoso. ¿No Le gustaría que Sus hijos lo tuvieran todo?
¿Qué piensan? Dios puede ir de un extremo del universo al otro en un instante.
¿Les gustaría hacer algo así? Para tener esa capacidad, ¿qué debemos hacer?
Debemos guardar las leyes que Dios nos ha dado. Sólo cuando seamos capaces de
hacerlo podremos estar con El. Es imposible que lo logremos si nos comportamos
de la manera que nos plazca. ¿Tienen confianza de que pueden evitar hacer
aquello que Dios no quiere que hagan? Los seres humanos tienen una estructura
dual. La mente es la parte subjetiva y el cuerpo, su contraparte objetiva. Es
necesario que los dos lleguen a unirse y que el cuerpo se subordine a la mente.
TRES ETAPAS DE LA
VIDA
Atravesamos tres
etapas que se corresponden a las etapas de formación, crecimiento y maduración.
Vivimos primero en una dimensión acuosa dentro del vientre de nuestra madre,
continuamos en la dimensión del planeta Tierra, y finalmente llegamos a la
dimensión celestial en la que flotamos en el aire. Después del periodo acuoso del
vientre nacemos a este mundo. Vivimos en este mundo con nuestro cuerpo físico
alrededor de unos cien años hasta que entramos en el mundo en el que podemos
volar por el aire. Vamos a través de estas tres dimensiones. Cuando el feto se
encuentra en el vientre se resiste a cambiarlo por el mundo de fuera. Lucha con
toda su fuerza para mantenerse dentro del vientre porque cree que, al abandonar
el vientre materno, el hogar que el conoce quedará destruido. Todo aquello que
le alimentaba y le mantenía en el vientre se rompe y desaparece. También, su
cabeza y el cuerpo aumentan de tamaño durante el proceso de dar a luz. ¿A quién
le gustaría ir por algo así? Cada feto está llorando de alguna manera hasta el
momento del nacimiento. ¡No es así! Finalmente las aguas se rompen y el niño
comienza a salir. Cuando veis a una mujer dando a luz no os queda más remedio
que sentir pena por ella. Las mujeres que han tenido hijos saben de lo que
estoy hablando. Cuando la madre está empujando da igual su belleza. Su cara se
retuerce mostrando todo tipo de formas extrañas. Pone caras tan terribles que
incluso su marido no puede aguantar mirarlas y tiene que irse de la habitación.
Llega a poner las caras más inimaginables. Por tanto, la madre, también tiene
que ir por un tremendo dolor hasta el último momento para que el bebé pueda
nacer. Una vez nacido, ¿se debe dejar el cordón umbilical unido al ombligo del
bebé o se debe cortar sin contemplaciones? Quizás alguien podría protestar
diciendo, "ese cordón es vital para este ser, ¿cómo pueden cortar el
cordón que mantiene unidos a dos seres humanos? El recién nacido, por otra
parte, está llorando con todas sus fuerzas porque piensa que está a punto de
morir. Pero Dios, al ver la escena, no puede evitar el mostrar una sonrisa
feliz. Desde el punto de vista del nuevo ser que acaba de nacer, su mundo se ha
ido para siempre. A partir de ese momento se verá obligado a respirar el aire
de un nuevo mundo. Un niño es concebido en un medio líquido. El embarazo
representa un periodo de existencia dentro de un medio acuoso. Mientras el feto
está en el vientre de la madre flota en el agua. A simple vista, se podría
decir que ese periodo debe ser difícil ya que el feto no puede respirar. Se
podría pensar que necesita algún sistema para tragar y expulsar el agua. Pero
esta función la cumple algo parecido a una manguera conectada al vientre del
bebé. ¿Cómo puede nutrirse el feto dentro del vientre? A través del ombligo.
Para el bebé que se encuentra en el vientre, el ombligo funciona como si fuera
una boca. Por tanto, deberíamos apreciar mucho más nuestros ombligos. Deberían
frotar un poco sus ombligos y decirles, "¡Eh, ombligo, gracias por
trabajar tan duro en aquellos días!". Si dan palmaditas a sus ombligos de
vez en cuando es muy bueno para la salud. ¡De verdad! Es un buen ejercicio. Es
muy bueno para la salud hacer ejercicios con el ombligo. Por ejemplo, una
persona que duerme en un lugar frío puede evitar tener diarrea si mantiene su
ombligo siempre cubierto. EL
AMOR COMO AIRE
Podríamos decir
que nuestro ombligo es nuestra antigua boca. Alguien podría pensar, "¡qué
estúpido!, ¿qué es eso de una antigua boca?" Pero no se puede negar el
hecho de que nuestro ombligo una vez actuó como tal. Y también actuó como un
canal de respiración. Vuestra boca actual cumple esa función aquí en la tierra
aunque esa función esté localizada ahora en un punto más alto del cuerpo. Esa
función es tan necesaria para el yo espiritual como lo es para el feto que está
en el vientre. El yo espiritual está unido al cuerpo físico que vive en la
tierra respirando aire. Vive a expensas del cuerpo físico hasta que éste se
hace viejo. Entonces el yo espiritual se desprende del cuerpo e intenta
separarse. Si en ese momento el cuerpo protestara, "¡no, no quiero
morir!", ¿cómo respondería Dios? Sentiría pena por el cuerpo físico debido
al dolor que está sintiendo o sonreiría tranquilamente? El niño, a pesar del
dolor que ha experimentado para salir del vientre de su madre, crece hasta
llegar a ser el objeto del amor de sus padres. De la misma manera, nuestro yo
espiritual deja nuestro dolorido cuerpo físico para poder nacer de nuevo como
el objeto eterno de Dios, un ser espiritual. Esta es una conclusión basada en
el Principio. En la tierra, el bebé llega a familiarizarse con su padre y su madre
después de nacer debido a que puede compartir amor con su padre y su madre. Al
igual que el feto nada dentro del vientre de la madre, la vida en la tierra se
mantiene respirando y viviendo entre los pañales que forma el aire. Y sólo
cuando el bebé comparte amor con su madre y su padre tan fácilmente como
respira el aire que le rodea, podemos decir que está vivo. Así también,
podremos compartir el amor con Dios, nuestro Padre, que es un ser espiritual
eterno, después de que nazcamos de nuevo en el mundo espiritual. ¿Qué clase de
lugar es el mundo espiritual? Cuando entramos en el mundo espiritual empezamos
a respirar por un orificio situado en la parte superior de nuestra cabeza y a
través de las células. El aire en el mundo espiritual no es el que tenemos en
la tierra sino que es amor. Cuando una persona espiritual respira, inhala y
exhala los elementos vitales del amor. En la tierra, no basta con comer para
mantener la vida. Cuando comemos y bebemos lo que estamos haciendo es llenar
nuestro saco de comida y agua. Aún así, finalmente, morimos. El carácter que
adquirimos durante nuestra vida en la tierra constituye nuestra otra realidad.
Mientras estamos en la tierra, necesitamos desarrollar un carácter basado en el
amor. En la tierra, por tanto, lo que más necesitamos es amor. ¿Qué es un
huérfano? ¿Por qué decimos que un niño que no puede recibir el amor de un padre
o una madre está huérfano? Porque le falta el amor que le permitirá conectarse
eternamente con el mundo espiritual. Si nos falta el amor nos sentimos solos.
Por esta razón, nos apena ver a una persona que vive sin esposo o esposa. La
muerte destruye nuestra capacidad de respirar tal y como lo hacemos en nuestra
segunda etapa y nos conecta con los elementos vitales del amor. Finalmente, no
nos quedará más remedio que dejar nuestro cuerpo. No podemos ver el amor pero
nuestra estructura interna se desarrolla centrada en el amor de los padres, del
marido o la esposa, y de los hijos. De la misma forma que se produce un
desarrollo natural del niño dentro del vientre de la madre, existe un curso
natural de desarrollo en la tierra. Podemos seguirlo si vivimos de acuerdo a
las leyes de Dios. No podemos lograrlo viviendo de la forma que nos plazca.
EL VUELO HUMANO
Si examinamos el
mundo natural, vemos que insectos insignificantes, semillas de árboles e
incluso bebés de pájaro pueden volar. ¿Tiene sentido que los seres humanos, la
creación más elevada, no pueda volar? Fíjense en la planta conocida como diente
de león. Está creada para que sus semillas vuelen cuando sople el viento. Los
pájaros, los insectos y las semillas de las plantas, todos vuelan. Seguramente,
los seres humanos también tienen que haber sido creados de forma que puedan
volar. Alguien podría quejarse a Dios diciéndole, "¿por qué nos creaste
sin la capacidad de poder volar cuando tantas cosas en la creación pueden
hacerlo?" Dios probablemente le respondería, "espera unas cuantas
décadas hasta que alcances la madurez y entonces podrás volar". ¿Qué
podemos hacer hasta entonces? Necesitamos prepararnos para poder adaptarnos al
mundo espiritual. Nos debemos preparar amando a nuestros padres, a nuestro
esposo o esposa y a nuestros hijos. Entonces, cuando el momento llegue,
entraremos en el mundo eterno y viviremos relacionándonos con Dios. Para hacer
esto, debemos abandonar este cuerpo físico y morir. Mirad el ciclo de vida de
la cigarra. Antes de que alce el vuelo, vive en forma de larva. ¿Qué ocurriría
si la cigarra dijera, "quiero continuar viviendo como una larva, no quiero
mudar mi piel, no me interesa la tierra o el aire"? Aunque intentara
resistir su transformación, al desprenderse de la piel empezaría a volar. Algo
parecido le ocurre a la libélula. Primero existe como una larva nadando en el
agua. Más tarde se arrastra por el suelo por un tiempo. Y después, muda la piel
y comienza a volar. Incluso, empieza a comer insectos que nunca hubiera
imaginado que pudiera comer mientras vivía en la tierra. Volando empieza a
sentir que el mundo entero es su hogar. Muchos insectos van por tres etapas parecidas.
Por esta razón los insectos tiene alas. Desarrollan las alas a través de vivir
en el agua, en la tierra y, finalmente, en el aire. Los seres humanos son los
seres más elevados de la creación pero, ¿tenemos alas? ¿Les satisface el vivir
solamente en la tierra? Los seres humanos tienen alas pero son alas de un nivel
superior. Puede que no quieran abandonar el cuerpo físico y morir. Pero una vez
que morimos y abandonamos nuestro cuerpo físico, nuestro yo espiritual cruza
las puertas benditas de nuestro segundo nacimiento y, de repente,... ¡estamos
volando!
CRUZANDO LA META
Como ya he dicho
antes, no podemos evitar la muerte. Tenemos que estar dispuestos a sufrir para
poder crear, con el bien que llevamos dentro, nuestro segundo yo en el mundo
eterno. Un feto en el vientre de la madre debe recibir el cuidado prenatal
necesario para que pueda nacer saludable y fuerte. De la misma manera, debemos
prepararnos adecuadamente mientras estamos en la tierra. Necesitamos crecer
moldeándonos de acuerdo a la imagen de Dios, al corazón de Dios y a la
divinidad de Dios. Una vez que hemos crecido, debemos esforzarnos para cruzar
esa línea de la vida y la muerte. Debemos cruzarla aunque sea enfrentándonos a
la más fiera tormenta. No es suficiente con ir bien casi todo el camino y
abandonar justo antes de la línea de meta. ¿Qué debemos hacer cuando nos
estamos acercando a la línea de meta de la vida? Aunque corramos con la mente
puesta en la meta, no debemos confiarnos hasta que lo logremos completamente.
Si empezamos a despistarnos cuando estamos cerca del final, estamos arruinados.
La victoria será nuestra cuando crucemos la línea de meta con toda nuestra
energía. Este es un esfuerzo que merece la pena para cualquiera que haya nacido
como un ser humano. Por mucha oposición que tengamos a nuestras espaldas, por
mucha persecución que nos venga por los costados, no nos queda más remedio que
ir adelante paso a paso. Este no es el momento para enzarzarse con la
oposición. Tenemos que continuar la marcha con prontitud, aunque sea paso a
paso, para poder terminar el sendero al que estamos destinados y finalmente
cruzar la línea de meta. Tenemos que ir hasta el final.
EL VALOR DE LA
RECTITUD
Se suele decir que
el corazón de una persona debe ser recto. ¿Qué queremos decir? Cuando el corazón
mantiene una línea completamente vertical, ese corazón es recto. No decimos lo
mismo, por ejemplo, de un árbol tumbado en la tierra. Cuando nos referimos al
corazón como algo que debe ser recto nos estamos refiriendo a que el corazón
debe situarse en una línea vertical. Por esta razón los seres humanos caminan
derechos. Un objeto debe ser vertical para mantenerse derecho. Debemos guiar
nuestros corazones a una posición completamente vertical. Entonces el cuerpo
mantendrá una posición horizontal en relación con el corazón. Cuando lo
vertical y lo horizontal estén determinados dentro de nosotros, el poder de
tracción de lo vertical y el poder de propulsión de lo horizontal estarán en
equilibrio. Así surgirán fuerzas centrípetas y centrífugas. Por tanto,
necesitamos encontrarnos a nosotros mismos. Cuando nos apreciemos
adecuadamente, debemos repetirnos que Dios y los verdaderos padres también son
de esa manera. Sobre este fundamento, podremos ensanchar nuestra esfera de vida
a los parientes, al clan y a la nación. Los médicos exigen a los pacientes que
sufren enfermedades contagiosas peligrosas que sigan un periodo de cuarentena.
De la misma manera, se acerca el día en que tendremos que aislar en zonas del
Polo Norte o del Artico a aquellos que conocen la Voluntad de Dios pero
continúan pecando. Las personas que tengan que ir a esos lugares puede que no
tengan ni un lugar donde dormir ni comida que comer. Quizás tengan que ir por
un inmenso sufrimiento hasta que sean capaces de arrepentirse verdaderamente.
Hay algo que me entristece mucho. Dios me ha dado la responsabilidad de cumplir
Su Voluntad y, durante mi vida en la tierra, tengo que cumplirla hasta el nivel
que El pueda encontrar aceptable. Hasta que lo haya hecho, no puedo morir. Por
esta razón, aunque me encuentre en el valle tenebroso de la muerte, Dios me
saca del peligro. Ya sea comiendo o ayunando, dormido o despierto, siempre pido
a Dios por el mundo y la humanidad. No estoy sufriendo para beneficiar a un
país o a un pueblo en particular. Mi objetivo es la salvación del mundo. He
trabajado por ello hasta este día y estoy dispuesto a morir por ello si fuera
necesario. He sacrificado mi vida para alcanzar este objetivo. Ustedes,
también, deben vivir y morir por el bien del mundo. Por la salvación del mundo
deben estar dispuestos a morir con su esposa, su familia, su clan e, incluso,
con todo su pueblo.
CARA A CARA CON LA
MUERTE
Algún día morirán
y cuando estén frente a frente con la muerte, reflexionarán sobre su vida
pasada. En ese momento, deben medir las últimas palabras que van a pronunciar.
En el camino hacia la muerte no estarán sus amigos ni sus queridos padres, ni
tan siquiera sus hermanos y hermanas. Su esposa o esposo y sus hijos, a los que
quieren tanto, tampoco estarán allí con ustedes. Es un sendero por el que deben
ir solos. Nadie puede ir por ese camino dos veces. Una vez que se cruza, no hay
vuelta atrás. Una vez que se inicia no se puede volver en toda la eternidad. Es
muy importante tener en cuenta el corazón con el que caminamos por ese sendero.
Cuando ese momento llegue, cara a cara con la muerte, si no poseen la esperanza
que les permita transcender la muerte, es el fin. En la historia ha habido
mucha gente que ha luchado por establecer la Voluntad de Dios. Estas personas
no huyeron al enfrentarse a la muerte. Por el contrario, se rieron ante la
muerte y, valientemente, fueron más allá de ella. Somos conscientes de que esas
personas han preparado nuestro camino al Cielo. ¿Qué clase de persona puede
sentirse feliz incluso cuando está atravesando la cima de la muerte, el mismo
momento que, a la gran mayoría, nos produce el más profundo dolor? Esa clase de
persona tiene profundamente arraigadas sus esperanzas y aspiraciones en el
Cielo. Por esta razón, no debemos reprochar al mundo y lamentarnos cuando nos
enfrentamos a la muerte. En vez de ello, debemos sentir la alegría de
presentarnos ante el Cielo con orgullo, conscientes del valor de nuestra
muerte. ¿Qué ocurre cuando morimos? Hasta ese momento nos pertenecemos a
nosotros mismos pero tan pronto como morimos, pertenecemos a Dios. Esto se debe
a que hemos nacido de un linaje caído. Hasta la muerte no tenemos la capacidad
para cortar nuestros lazos con Satán. Después de la muerte, sin embargo,
establecemos lazos con Dios. No existe resurrección sin muerte. Es imposible
entrar en un nuevo periodo sin pasar primero por el periodo que le precede. ¿A
qué tipo de muerte se refiere la Biblia cuando dice que aquellos que busquen la
muerte vivirán y aquellos que busquen la vida morirán? (Lucas 17:33, Juan
12:25) No quiere decir que debamos perder la vida eterna dada por el Cielo sino
que perdamos la vida que nos une al mundo satánico, la vida que hemos heredado
mediante nuestro linaje caído. Por esta razón, aquellos que mueran por causa de
Dios, vivirán. Parece algo paradójico. Pero teniendo en cuenta la Caída, éste
es el único camino que nos puede llevar a la restauración. Es el estándar para
poder dialogar sobre la posibilidad de restauración.
SABIDURÍA O
NECEDAD
El éxito o el
fracaso en la vida no se decide en un periodo largo de tiempo. Por el
contrario, se determina en un instante. Si se fijan en el ciclo completo de una
vida, un bebé no necesita mucho tiempo para nacer. Por supuesto que hay todo un
proceso que lleva al nacimiento dentro del vientre. Esos diez meses son un
tiempo de preparación. Pero el nacimiento se produce en un instante. Quizás,
por diez meses, todos los preparativos han ido muy bien pero, de repente, algo
sale mal en el momento decisivo del nacimiento y el niño debe afrontar un final
trágico. Después de vivir nuestra vida en la tierra estamos frente a frente
ante nuestro destino. Veremos nuestra vida pasar ante nuestros ojos en un
instante. Aquel que pueda decir, "he vivido de acuerdo a la verdad y dejo
tras mí algo que es más valioso que mi propia vida", es una persona que ha
vivido su vida de una manera loable. Por otro lado, aquel que, recordando su
pasado, empiece a menear la cabeza al ver cosas que no le gustaría recordar, es
una persona trágica. Algunas personas, cuanto más recuerdan, mayor es la
expresión de alegría en sus caras. Si el ideal puede absorber todos sus
problemas, la muerte, en efecto, será un momento de descanso. El recordar el
pasado no será un momento dominado por el miedo. Si hemos dejado algo digno detrás,
ese recuerdo pasado no morirá y la realidad que éste conlleva, no morirá. En
este caso, todo lo que hemos hecho saldrá a la luz. Las personas cuyo pasado
les permita lograr algo así, serán sin duda personas seguidas por su nación.
Serán personas que podrán ser seguidas por todo el mundo. ¿Podemos presentarnos
solos ante Dios? La verdad y la bondad empiezan en un individuo pero no
terminan en ese individuo. Una vez que la verdad y la bondad empiezan en una
persona en particular deben dar fruto en otra persona. O empezar en otra
persona y dar fruto en mí. Si una persona ha vivido dándose a los demás, no
tendrá miedo en el sendero de la muerte. Si lo ha dado todo y se ha sacrificado
por los demás, habrá vivido una vida que estará cercana a la verdad, habrá
derramado lágrimas y dado su vida por los demás seres humanos. Si las
aspiraciones del hombre se encuentran en vivir por los demás, toda la fuerza
vital que surge de ese impulso se centra y se invierte por el bien de los
demás. Si es así, el pasado de esta persona será un pasado glorioso. El sendero
que toma el sabio es diferente al sendero que toma el necio. Una persona sabia
intenta vivir de acuerdo a la historia, al mundo presente y al futuro. Un
necio, en cambio, vive para si mismo e intenta que el mundo viva para él. El
mundo espiritual es un mundo de dimensiones globales y en él hay naciones,
clanes, familias e individuos. Un individuo no puede entrar en el Cielo sin un
carácter, forjado por si mismo, que le haga absolutamente indispensable como
individuo. La familia o el clan, de la misma manera, no pueden entrar en el
Cielo a menos que posean el tipo de carácter que les haga indispensables a un
nivel familiar o de clan.
¿COMO IR AL CIELO?
La Tierra
comparada con el mundo espiritual es como una mota de polvo. El mundo
espiritual es un mundo eterno, que transciende tiempo y espacio. Si un persona
espiritual pide que, "¡la persona que vivió en tal y tal tiempo con tal y
tal corazón que venga aquí!", entonces esta persona aparece en un instante.
Es un mundo en el que los sentimientos y las intuiciones se hacen realidad. No
hay empresas que produzcan comida, ni fábricas que hagan automóviles. No hay
nada comparable. Para inscribirse en el mundo espiritual necesitan un
certificado basado en su vida en la tierra. ¿Cómo se consigue? Me refiero a un
certificado que diga: "Esto es lo que llegue a ser, esto es lo que
hice". No lo pueden hacer ustedes mismos. Primero, Satán debe hacerles
uno. Después, deben recibir otro de Jesús y, finalmente, deben recibir otro de
Dios. Van a necesitar tres certificados. Cuando vayan al mundo espiritual,
descubrirán que está dividido en tres grandes reinos. Aquellos que vivieron por
los demás van al nivel más alto. Los que vivieron para ellos mismos, sin
embargo, están en el nivel más bajo. En ese nivel, se enfrentarán al rechazo de
todos. Mientras que, en el otro nivel, recibirán la bienvenida de todos
aquellos que han vivido por los demás. Cuando vayan al mundo espiritual, sus
padres o su esposo o esposa, no podrán ayudarles. Las personas que viven en los
niveles más altos son aquellas que han vivido por los demás. En lo más alto de
esa escala estarían los que viajan por el mundo ayudando a los demás con un
corazón que proyecta y amplía el amor que han sentido por su madre y su familia.
Con ese corazón santo están siempre buscando formas de salvar a la gente que se
encuentra en el mundo del mal. El que vive para si mismo va al infierno y el
que vive para los demás va al Cielo. La gente se separa en esos dos mundos
después de morir. Por tanto, debemos vivir por el bien del conjunto, por una
causa más elevada. ¡Vivan por el mundo, por Dios y por la liberación del
hombre! Algún día habrá concursos para saber quién ha vivido más por los demás.
En el mundo celestial, la persona que ha vivido por el bien de los demás
alcanza la posición más elevada. Podrán unirse a la posición más elevada
viviendo por alguien que es más elevado que ustedes. Vivir por esa persona será
como repetir la acción de Dios de buscar un objeto en el hombre a través de Su
acto creativo. Por tanto, esa persona llegará a ser una contraparte en la
posición de objeto de amor.
EL VALOR DE VIVIR
PARA LOS DEMAS
En el mundo
espiritual vivimos por los demás centrados en el verdadero amor. Si encuentran
una persona que ha dedicado el cien por cien de su vida por los demás tienen
que decirla, "Por favor, le ruego que vaya delante de mí". No importa
lo grande que pueda parecer los Estados Unidos, una persona que dedique su vida
con mayor intensidad al pueblo de América que el Presidente, podrá situarse
delante del Presidente y ser bienvenido. Cuando a una persona sólo le preocupa
sus propios intereses, se vuelve el enemigo de todos. Lo mismo es en el mundo
espiritual. Cuando alguien dice que va a vivir por una dimensión más elevada,
es natural que aventaje a otros. El que vive por el mundo no tiene porque
preocuparse de vivir por América, ya que ésta forma parte del mundo. Todos lo
países forman parte del mundo. Podemos llegar a la única conclusión posible de
que es el verdadero amor, el amor que busca vivir por los demás, el único
elemento y objetivo digno de ser recibido por todos. Cuando morimos, debemos
haber conseguido tres cosas. La primera, haber amado a Dios. La segunda,
habernos amado y haber trabajado duro para construir nuestro verdadero yo. Y la
tercera, haber trabajado duro para expandir el amor que sienten hacia su esposa
y su familia al mundo entero. El amor que sienten por la humanidad y por Dios
permanecerá para siempre. Será lo que determinará su derecho a poseer algo en
el mundo venidero. Cuando entren en el mundo espiritual, el número de personas
al que hayan evangelizado determinará su derecho a tener algo. En el mundo
espiritual, nuestro orgullo crece de acuerdo a cuánto hemos añorado a la gente
a lo largo de nuestra vida. No necesitan otra cosa en el mundo espiritual. Lo
único que necesitan es el certificado de que amaron a Dios más que al mundo, más
que a su país, más que a su esposo o esposa y más que a sus hijos. Si una
esposa desea que su marido la ame con un amor divino del más alto nivel,
entonces debe decirle, "te ruego que ames a Dios más que a mí y, entonces,
ámame".
LA FAMILIA Y EL
MUNDO ESPIRITUAL
A menudo predico
sobre el mundo del corazón. El fundamento para este reino del corazón es el
amor de los verdaderos padres, el amor de los verdaderos hermanos y hermanas y
el amor de los verdaderos hijos. El mundo del corazón es de tal envergadura que
nos permite volver universales estos tipos de amor. En este mundo original, una
persona puede vivir siguiendo un estándar de amor entre marido y esposa, pero
debe ser un amor conyugal que dé prioridad al cielo, a la tierra y al cosmos.
¿Dónde podemos establecer un fundamento que nos haga aptos para ese mundo?
Tenemos que establecerlo en el mundo físico. No podemos perder nuestro tiempo
en cosas que son valoradas sólo por este mundo. Debemos prepararnos para el
siguiente mundo. Ese es el fundamento que nos permitirá vivir como familias en
el mundo espiritual. ¿Por qué necesitamos tener hijos? El amor vertical de Dios
y el amor horizontal de los padres traen descendientes a este mundo. Es una
mezcla vertical y horizontal de la sangre de Dios y de los padres. Por tanto,
aquellos que no hayan sido capaces de tener descendientes en la tierra serán
incapaces de armonizar el cielo y la tierra en el mundo espiritual. Serán
incapaces de seguir el paso que marca los ritmos norte, sur, este y oeste. Una
persona que no tenga descendientes no tendrá un lugar donde descansar o
disfrutar en el siguiente mundo.
LAS RELIGIONES Y
LAS NACIONES EN EL MUNDO ESPIRITUAL
En el mundo
espiritual no hay necesidad de religiones y mucho menos de denominaciones. No
hay necesidad de entidades como la Iglesia Presbiteriana o la Iglesia Católica.
La gente allí vive en un dominio de vida con Dios. En ese reino están las
personas que amaron el mundo, los patriotas y súbditos leales, mujeres
virtuosas y santos. Pero, por lo que yo sé, no ha habido nadie todavía que haya
podido vivir una vida de acuerdo al amor original de Dios, siguiendo la
tradición de este mundo del corazón. Cuando comiencen algo, deben hacerlo
centrados en Dios. Ir al infierno, al mundo espiritual intermedio, al paraíso o
al Reino de los Cielos, depende de cuánto se hayan armonizado con este
principio. El sendero más valioso en la tierra es aquel en el que se soporta el
mayor sufrimiento y se derrama la mayor cantidad de lágrimas por el Cielo. Ese
es el sendero que les garantizará la libertad de entrar en el mundo venidero.
En el siguiente mundo, gente de diferentes nacionalidades no pueden vivir
juntos, pero los auténticos seguidores de las diferentes religiones podrán
vivir juntos. La esfera religiosa es la que más desea ver un sólo mundo y la
que mantiene la creencia en un sólo Dios. Por lo tanto, la gente de verdadera
piedad podrán vivir juntas. Lo que hace únicos a los hombres de fe es que han
basado su vida en un estándar acorde al mundo espiritual. La religión nos enseña
cómo relacionarnos unos con otros centrados en el mundo eterno, el mundo
transcendente, la morada del Ser Divino, tanto si Le llamamos Dios o cualquier
otro nombre.
LA LLAMADA DE DIOS
A LOS LIDERES DEL MUNDO
¡Respetables
líderes! Los seres humanos han intentado con toda su fuerza fomentar la
prosperidad y la paz mundial a nivel nacional y mediante organizaciones
internacionales. Pero la realidad nos muestra que sólo esfuerzos políticos,
económicos y tecnológicos no han servido para lograr estas metas. Sólo si estos
esfuerzos se ven complementados con otros esfuerzos más internos en los campos
de la religión, la educación y la cultura, se podrán alcanzar resultados
ideales. Esto es debido a que la verdadera felicidad de la humanidad no se
consigue mediante una prosperidad exterior, física y material, o por la
búsqueda del bienestar. Los verdaderos ideales de la humanidad se realizan
mediante una perfección y satisfacción interior, espiritual y mental. Y esto es
sólo posible dentro del mundo de las enseñanzas religiosas, y la cooperación y
la acción conjunta entre todas las religiones del mundo. Por esta razón,
aprovechando esta ocasión, me gustaría abogar por el establecimiento, en
conexión con las Naciones Unidas, de una estructura que fuera como unas Naciones
Unidas de las religiones del mundo, cuyos delegados representaran a las
creencias principales y a sus líderes. En este momento, por el bien del futuro
del mundo y de la humanidad, sinceramente les estoy pidiendo a todos (a los
líderes del mundo en cada campo) que seriamente fomenten, a partir de este
punto, el establecimiento de unas Naciones Unidas de religiones del mundo y
apoyen el papel de esta organización. Muchas gracias. Volver a la Página
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