domingo, 20 de noviembre de 2016

La Predestinación - El Principio Divino


CAPITULO VI

La Predestinación

Las controversias teológicas sobre la «Predestinación», han causado una gran confusión en la vida religiosa de muchos cristianos. Debemos comprender las causas que dieron lugar a esto.
En la Biblia, hay muchos versículos que podrían ser interpretados como dando a entender que la fortuna o desgracia y la felicidad o miseria de cualquier individuo, así como la salvación o condenación de los hombres caídos y el alzamiento y decadencia de las naciones, ocurre todo conforme a la predestinación de Dios. Por ejemplo:
«y a los que predestinó, a ésos también los llamó; y a los que llamó, a ésos también los justificó; a los que justificó, a ésos también los glorificó» (Rm. 8:30).
También leemos:
«...seré misericordioso con quien lo sea; me apiadaré de quien me apiade. Por tanto, no se trata de querer o de correr, sino de que Dios tenga misericordia» (Rm. 9:15-16).
De nuevo se dice (Rm. 9:21): «O ¿es que el alfarero no es dueño de hacer de una misma masa unas vasijas para usos nobles y otras para usos despreciables?». También se dice (Rm. 9:11-13), que Dios amó a Jacob y odió a Esaú desde que estaban en el vientre de su madre, y luego dijo que el mayor serviría al menor.
Así hay bastantes fundamentos bíblicos para justificar «la predestinación absoluta». Pero no debemos olvidar que hay también muchos versículos bíblicos que la niegan. Por ejemplo, cuando vemos que Dios advirtió a los primeros antepasados humanos de que no comieran del fruto (Gn. 2:17), con el fin de impedir que cayeran, es evidente que la caída del hombre no fue la predestinación de Dios, sino el resultado de la desobediencia del hombre al mandamiento de Dios. También leemos (Gn. 6:6), que a Dios le pesó haber hecho al hombre en la tierra. Si el hombre hubiera caído conforme a la predestinación de Dios, no habría razón para que Dios se arrepintiera de haber creado al hombre, cuya caída ya había sido predestinada. Juan 3:16, dice que todo el que crea en Cristo no se perderá.
Cuando leemos en Mateo 7:7: «Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá», podemos ver que nada se cumple meramente por la predestinación de Dios, sino también influyen los esfuerzos del hombre. Si todas las cosas se realizaran solamente por la predestinación de Dios, ¿por qué razón Dios resaltó los esfuerzos humanos? También, cuando leemos que debemos orar por los hermanos enfermos (Stg. 5:14), podemos comprender que el sufrimiento causado por la enfermedad no es la predestinación de Dios. Si todas las cosas fueran decididas inevitablemente por la predestinación de Dios, no serían necesarias las oraciones llenas de lágrimas del hombre.
Si aceptamos la creencia tradicional de la predestinación, las oraciones del hombre, la evangelización, la caridad y todos los demás esfuerzos humanos, no ayudarían en nada a que se cumpliera la providencia de la restauración de Dios; y cualquiera de estos esfuerzos sería en definitiva inútil. Esto es así porque la predestinación de Dios, quien es absoluto, debería ser también absoluta, sin dejar la posibilidad de cambio alguno causado por los esfuerzos humanos.
Puesto que hay suficientes fundamentos bíblicos tanto para aceptar como para rechazar la teoría de la predestinación, las controversias sobre la doctrina de la predestinación son inevitables. ¿Cómo resuelve estos problemas el Principio? Investiguemos la cuestión de la predestinación.

SECCION I

La Predestinación de la Voluntad

Definamos primero la «voluntad», antes de estudiar la predestinación de la voluntad. Dios no pudo cumplir Su propósito de la creación a causa de la caída humana. Por tanto, la voluntad de Dios, al obrar en Su providencia con los hombres caídos, será realizar Su propósito de la creación. En otras palabras, «la voluntad» significa el cumplimiento del propósito de la providencia de la restauración.
A continuación, debemos saber que Dios primero determina la voluntad, y luego obra para realizarla. Dios, para crear al hombre, estableció Su voluntad de cumplir el propósito de la creación. Sin embargo, debido a la caída humana, El no pudo realizarla. Con el fin de realizar la voluntad, El tiene que determinarla por segunda vez, y emprender entonces la providencia de la restauración.
Dios predestina siempre la voluntad del bien, no del mal; luego El trabaja para realizarla. Puesto que Dios es la esencia del bien, Su propósito de la creación debe ser también un propósito de bondad. Naturalmente, el propósito de Su providencia de la restauración debe ser bueno, y Su voluntad para realizar este propósito debe ser también buena. Dios no pudo haber predestinado algo que obstruyera o fuera en contra del propósito de la creación. Así sabemos que El no pudo haber predeterminado cosas tales como la caída humana, el juicio de los hombres caídos o la destrucción del universo. Si estos resultados malos hubieran sido algo necesario predestinado por Dios, El no se habría lamentado de los resultados malos de Su propia predestinación, y nosotros no podríamos creer en Dios como sujeto del bien. Dios, mirando a los hombres caídos, se sentía apenado por haber hecho al hombre en la tierra (Gn. 6:6); y, viendo la infidelidad del Rey Saúl, se arrepintió de haber hecho rey a Saúl (1 S. 15:11). Esto es una buena prueba de que estos hechos no fueron el resultado de la predestinación de Dios. Estos resultados malos ocurrieron debido al fracaso del hombre en cumplir su parte de responsabilidad, y por estar del lado de Satanás.
¿En qué medida Dios predetermina la voluntad para cumplir su propósito de la creación? Dios es el ser absoluto, único, eterno e incambiable; así que el propósito de la creación de Dios debe ser igual. Por consiguiente, la voluntad de la providencia de la restauración, que es cumplir el propósito de la creación, debe ser única, incambiable y absoluta (Is. 46:11). Dios predetermina la voluntad absolutamente; así pues, cuando una persona escogida para la voluntad falla en cumplirla, Dios debe seguir adelante, estableciendo a otra persona en lugar de la que falló.
Por ejemplo, cuando la voluntad de Dios de cumplir el propósito de la creación centrada en Adán falló, El mandó a Jesús como el segundo Adán, intentando cumplir la voluntad centrado en él, debido a que Su predestinación de la voluntad es absoluta. Cuando esta voluntad de nuevo fracasó, a causa de la incredulidad del pueblo (ref. Parte I, Cap. IV, Sec. I, 2) Jesús prometió que el Señor volvería y cumpliría la voluntad con toda seguridad (Mt. 16:27). También, en la familia de Adán, Dios pensó establecer el fundamento para recibir al Mesías mediante Su providencia centrada en Caín y Abel.
Sin embargo, esta voluntad acabó en un fracaso cuando Caín mató a Abel. Entonces, Dios pensó cumplir Su voluntad a través de la familia de Noé. Cuando la familia de Noé falló en realizar esta voluntad, Dios tuvo que elegir a Abraham para cumplir la voluntad. En otros ejemplos, Dios pensó cumplir a través de Set la voluntad que falló Abel en cumplir (Gn. 4:25). También, El planeó cumplir la voluntad que quedó incompleta con Moisés escogiendo a Josué en su lugar (Jos. 1:5) y, también, El trató de cumplir la voluntad no realizada debido a la traición de Judas Iscariote eligiendo a Matías (Hch. 1:15).

No hay comentarios:

Publicar un comentario