domingo, 20 de noviembre de 2016

La Realización del Propósito de la Creación de Dios y la Caída del Hombre - El Principio Divino


SECCION I

La Realización del Propósito de la Creación de Dios y la Caída del Hombre

1. LA REALIZACION DEL PROPOSITO DE LA CREACION DE DIOS

Como ya se ha analizado detalladamente en «Los Principios de la Creación», el propósito por el cual Dios creó al hombre fue sentir alegría al verse en él. Por lo tanto, el propósito de la vida del hombre es devolver alegría a Dios. ¿De qué manera puede el hombre devolver alegría a Dios y manifestar perfectamente el valor original de su existencia?
El universo fue creado para ser el objeto de la alegría de Dios tal como está. Sin embargo, el hombre, como ha sido aclarado en «Los Principios de la Creación», fue creado para ser el objeto substancial de Dios, devolviéndole alegría por la acción de su propia libre voluntad. Por ello, el hombre no puede llegar a ser el objeto de la alegría de Dios a no ser que conozca la voluntad de Dios y viva de acuerdo a ella por su propio esfuerzo. Por esta razón, el hombre fue creado de tal forma que pudiera conocer la voluntad de Dios y vivir conforme a ella eternamente, experimentando el corazón de Dios como si fuera el suyo propio. A este estado del hombre le podemos llamar la «perfección de la individualidad». Adán y Eva antes de la caída y muchos profetas y santos también, han podido aunque sea parcialmente comunicarse con Dios directamente, debido a que el hombre fue creado con estas facultades.
La relación entre Dios y un hombre de individualidad perfecta puede ser comparada a la que existe en nuestra mente y nuestro cuerpo. Nuestro cuerpo, es el templo donde habita nuestra mente, obedece las órdenes de nuestra mente y actúa de acuerdo a ella. Dado que Dios habita en la mente de un hombre de individualidad perfecta, tal hombre llegará a ser el templo de Dios y vivirá de acuerdo con la voluntad de Dios. Un hombre de individualidad perfecta llega a formar un solo cuerpo en unidad con Dios, de igual manera que ocurre con nuestra mente y nuestro cuerpo. Por ello, 1 Corintios 3:16 dice, «¿No sabéis que sois santuario de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?», y Juan 14:20 dice, «Aquel día comprenderéis que yo estoy en mi Padre y vosotros en mí y yo en vosotros». El hombre que haya alcanzado la unidad con Dios, logrando que Su Espíritu more en él, al perfeccionar su individualidad y formar así un templo para Dios, tendrá entonces divinidad y no puede de ninguna manera cometer pecado; naturalmente, un hombre semejante no puede caer. Un hombre de individualidad perfecta es un cuerpo perfecto de bondad que realizó el propósito de la creación. Si un cuerpo perfecto de bondad cayera, daría el lógico resultado de contener la posibilidad de su propia destrucción. Por otra parte, si un hombre creado por el Dios omnipotente cayera después de la perfección, tendríamos que negar la omnipotencia de Dios. Por consiguiente, un hombre de individualidad perfecta nunca podría caer, porque, siendo el objeto de alegría de Dios, que es el sujeto eterno y absoluto, el hombre debería de igual manera poseer las cualidades de ser absoluto y eterno.
Si Adán y Eva con individualidades perfectas, sin posibilidad de pecar, hubieran establecido un hogar y una sociedad sin pecado, multiplicando hijos del bien conforme a la bendición de Dios (Gn. 1:28), se habría realizado justamente el Reino de los Cielos, que tendría la forma de una gran familia centralizada en los mismos padres. Como el Reino de los Cielos tiene justamente la forma de un hombre de individualidad perfecta, de igual manera que los miembros de un cuerpo trabajan con una relación horizontal entre sí de acuerdo a las órdenes verticales del cerebro, también la sociedad debería estar organizada de tal forma que los hombres vivieran en una relación horizontal entre sí conforme a las órdenes verticales de Dios. En una sociedad semejante la gente no podría realizar ningún acto que dañara a sus vecinos, porque toda la sociedad experimentaría la misma aflicción que Dios siente hacia quienes sufren.
Aunque los hombres de esta sociedad fueran totalmente puros y sin pecado, si tuvieran que vivir en una civilización subdesarrollada similar a los pueblos primitivos, este mundo no podría ser la clase de mundo que Dios y el hombre ansiosamente han esperado. Ya que Dios bendijo al hombre para que fuese el señor de todas las cosas (Gn. 1:28), los hombres de individualidad perfecta subyugarían al mundo natural mediante una ciencia altamente desarrollada, y establecerían un ambiente social extremadamente confortable sobre la tierra. Este sería el lugar donde el ideal de la creación se habría realizado. No sería otra cosa más que el Reino de los Cielos sobre la tierra.
Cuando el hombre perfecto, después de haber vivido en el Reino de los Cielos sobre la tierra, va al mundo espiritual, dejando su cuerpo físico, entonces el Reino de los Cielos se realizaría en el mundo espiritual. Por lo tanto, el propósito de la creación de Dios es establecer el Reino de los Cielos sobre la tierra.

2. LA CAIDA DEL HOMBRE

Como se explica en «Los Principios de la Creación», el hombre cayó mientras era inmaduro y estaba aún en el período de crecimiento. Preguntas como por qué era necesario un período de crecimiento para el hombre y la prueba de por qué solamente nos queda pensar que los primeros antepasados del hombre cayeron durante su inmadurez, fueron contestadas en aquel capítulo.
El hombre, debido a su caída, no pudo llegar a ser el templo de Dios; en su lugar, se convirtió en la morada de Satanás, formando una unidad con él. Naturalmente, el hombre adquirió una naturaleza mala en vez de poseer divinidad. Provocando así que los hombres de naturaleza mala, al multiplicar hijos del mal, establecieran hogares y sociedades malas y un mundo malo. Esto es el Infierno sobre la tierra, en el cual los hombres caídos han estado viviendo hasta ahora. Los hombres en el Infierno no han podido establecer buenas relaciones horizontales entre sí, debido a que su relación vertical con Dios fue interrumpida. Por ello, se complacieron en actos que injuriaban a sus vecinos, porque no podían sentir el sufrimiento y los problemas de sus vecinos como los suyos propios.
Los hombres que viven en el Infierno en la tierra pasan al Infierno en el mundo espiritual después de dejar sus cuerpos físicos. De esta manera, los hombres establecieron el mundo de la soberanía de Satanás en vez del mundo de la soberanía de Dios. Por esto, se designó a Satanás como «el príncipe de este mundo» (Jn. 12:31) o «el dios de este mundo» (2 Co. 4:4).

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