domingo, 20 de noviembre de 2016

El Propósito de la Creación - El Principio Divino


SECCION III

El Propósito de la Creación

1. EL PROPOSITO DE LA CREACION DEL UNIVERSO

Cada vez que Dios hizo una nueva especie de la creación, El vio que «estaba bien». (Gn. 1:4-31). Esto indica que Dios deseaba que todas las cosas de Su creación fueran buenos objetos. Esto es porque Dios deseaba sentir felicidad al contemplar Su creación.
¿Cómo debería ser la creación para que Dios sienta la máxima felicidad? Después de haber creado el universo, Dios finalmente creó al hombre a Su imagen, según el modelo de Su propio carácter, con la capacidad para sentir alegría, enojo, tristeza y placer y Dios quiso deleitarse al verse reflejado en él. El hombre fue creado para que disfrutara y apreciara su posición como el objeto de Dios. Por esto, cuando Dios creó a Adán y Eva, les dio tres grandes bendiciones: creced y multiplicáos y llenad la tierra, y sometedla y tened dominio (Gn. 1:28). Si el hombre hubiera cumplido las palabras de esta bendición, llegando a ser feliz en el Reino Celestial de Dios, Dios también habría sentido mucha felicidad.
¿Cómo se hubieran cumplido las tres grandes bendiciones de Dios? Se habrían cumplido sólo cuando se hubiera realizado el fundamento de cuatro posiciones centralizado en Dios, el fundamento básico de la creación. El propósito de Dios al crear el universo era sentir felicidad cuando El viera el propósito del bien realizado en el Reino Celestial, que podría haber sido establecido por toda la creación incluyendo al hombre, después de completar el fundamento de cuatro posiciones centralizado en Dios y de cumplir Sus tres grandes bendiciones.
Por esta razón, el propósito de la existencia del universo centralizado en el hombre es devolver alegría a Dios, el Creador. Todos los seres tienen un propósito dual. Como ya fue explicado, cada existencia tiene carácter y forma; por eso, su propósito es doble, un propósito pertenece al carácter interno y el otro a la forma externa. La relación entre los dos es exactamente la misma que la que existe entre el carácter y la forma dentro de cualquier ser individual. El propósito del carácter interno es para el conjunto, mientras que el propósito de la forma externa es para el individuo. En otras palabras, el primero y el último se relacionan entre sí como causa y efecto, interior y exterior y sujeto y objeto. Por lo tanto, no puede haber ningún propósito para el individuo aparte del propósito del conjunto, ni ningún propósito del conjunto que no garantice el propósito del individuo. Todas las criaturas del universo forman un enorme organismo entrelazado entre sí por estos propósitos duales.

2. LOS OBJETOS DE BONDAD PARA LA ALEGRIA DE DIOS

Con el fin de comprender más precisamente las preguntas referentes al propósito de la creación de Dios, examinemos primero cómo se produce la alegría. La alegría no puede ser creada por un individuo solo. La alegría viene cuando tenemos un objeto, visible o invisible, que sea una proyección y reflejo de nuestro propio carácter y forma, haciéndonos sentir así nuestro propio carácter y forma a través del estímulo que recibimos del objeto.
Por ejemplo, el hombre siente alegría como creador sólo cuando tiene un objeto; es decir, cuando ve el fruto de su trabajo, ya sea una pintura o escultura, en el cual esté plasmado substancialmente su plan. De esta forma, puede sentir objetivamente su propio carácter y forma a través del estímulo que recibe del fruto de su trabajo. Cuando sólo la idea permanece en la posición objetiva, el estímulo que se recibe de ella no es substancial; por lo tanto, la alegría que se origina de la idea no puede ser tampoco substancial. La alegría de Dios se produce de la misma manera que la alegría del hombre. Por consiguiente, Dios siente alegría cuando percibe objetivamente Su carácter y forma original a través del estímulo que recibe de Su objeto substancial.
Hemos explicado que cuando se realice el Reino de los Cielos, mediante el cumplimiento de las tres grandes bendiciones basándose en el fundamento de cuatro posiciones, entonces se forma el objeto perfecto mediante el cual Dios puede sentir alegría. Estudiemos cómo se forma este objeto perfecto para la alegría de Dios.
La primera bendición de Dios para el hombre era la perfección de su individualidad. Para que el hombre perfeccione su individualidad, su mente y su cuerpo, que son la expresión dividida de las características duales de Dios, deben llegar a unirse mediante la acción de dar y recibir entre sí. Se forma así un fundamento individual de cuatro posiciones centralizado en Dios. El hombre cuya mente y cuerpo ha formado un fundamento de cuatro posiciones original centrado en Dios, se convierte en el templo de Dios (1 Co. 3:16) y forma un solo cuerpo con El (Jn. 14:20). Esto significa que el hombre adquiere divinidad. Sintiendo exactamente lo que Dios siente y conociendo la voluntad de Dios, viviría según el deseo de Dios. Un hombre que hubiera perfeccionado así su individualidad tendría un perfecto dar y recibir entre su mente y su cuerpo. Ambos en unidad, su mente y su cuerpo, formarían un objeto substancial para Dios. En este caso, Dios sería feliz porque podría sentir Su propio carácter y forma objetivamente a través del estímulo proveniente de este objeto substancial. La mente del hombre como sujeto siente lo mismo en relación con su cuerpo. Por lo tanto, cuando el hombre ha realizado la primera bendición de Dios, llega a ser un buen objeto para la alegría de Dios. Un hombre con una individualidad perfecta siente todo lo que Dios siente, como si los sentimientos de Dios fueran los suyos propios. Por ello, no podría hacer nada que causara aflicción a Dios. Esto significa que tal hombre nunca podría caer.
Preparados para realizar la segunda bendición de Dios y después de haber perfeccionado sus respectivas individualidades reflejando así completamente las características duales de Dios, Adán y Eva, los objetos substanciales divididos de Dios, deberían haberse convertido en marido y esposa, formando una unidad, multiplicar hijos y establecer el fundamento de cuatro posiciones a nivel familiar centralizado en Dios. Cualquier familia o sociedad que estableciera este fundamento de cuatro posiciones centralizado en Dios, se asemejaría a un hombre de individualidad perfecta. Así pues, la familia o la sociedad sería el objeto substancial del hombre centralizado en Dios, y el hombre y su objeto juntos serían el objeto substancial de Dios. Dios y el hombre serían felices, pues sentirían sus propias características duales reflejadas en semejante familia o sociedad. Cuando el hombre realiza la segunda bendición, ésta también llega a ser un buen objeto para la alegría de Dios.
Estudiemos ahora por qué el hombre será un buen objeto para la alegría de Dios cuando realice la tercera bendición de Dios. Primeramente, debemos explicar la relación entre el hombre y el universo desde el punto de vista del «carácter y forma».
Antes de crear al hombre, Dios hizo todas las cosas manifestando en imagen el Sung Sang y el Hyung Sang del hombre que crearía posteriormente. Por ello, el hombre es la encapsulación substancial de todas las cosas. Esta es la razón por la cual lo llamamos el «microcosmos».
Dios comenzó Su creación con animales de un orden inferior, luego creó animales con funciones más complicadas; y finalmente creó al hombre, quien tiene la función más elevada. Por esta razón, el hombre contiene la estructura, elementos y cualidades esenciales de los animales. Por ejemplo, las cuerdas vocales del hombre están tan perfeccionadas que pueden imitar los sonidos de todos los animales. La línea y figura humana es la más delicada y elegante, por ello se usa a menudo como un tema difícil de dibujo para los artistas estudiantes.
Cuando observamos al hombre y a las plantas, vemos que existe una diferencia en sus estructuras y funciones, pero son semejantes en que ambos consisten de células. El hombre contiene todas las estructuras, elementos y cualidades esenciales de las plantas. Para ser más exactos, la hoja de una planta, vista según su forma y función, corresponde al pulmón humano. De igual manera que la hoja absorbe dióxido de carbono del aire, el pulmón humano absorbe oxígeno. El tronco, tallo o ramas de una planta se corresponde al corazón humano en suministrar alimento a todo el cuerpo. La raíz de una planta se corresponde al estómago e intestinos de un hombre, que absorbe alimentos. También, el diseño y función de los vasos liberianos y leñosos de una planta se corresponde al de las arterias y venas en el hombre.
El hombre se compone también de tierra, agua y aire; así pues, contiene elementos minerales. Además, la estructura de la tierra es similar a la del cuerpo humano. La corteza terrestre está cubierta de plantas, existen ríos subterráneos en el subsuelo, y debajo de todo esto se encuentra lava fundida rodeada de rocas. Esto se corresponde paralelamente a la estructura del cuerpo humano; la piel está cubierta de pelos, existen los vasos sanguíneos en la musculatura, y más profundo se encuentra la médula dentro de los huesos.
La tercera bendición de Dios para el hombre significa la perfección del dominio del hombre sobre la creación. Con el fin de realizar esta bendición, el hombre debe establecer el fundamento de cuatro posiciones con el universo como su objeto, centralizado en Dios. Entonces, siendo el hombre el objeto visible hecho a imagen de Dios y la creación el objeto simbólico como Su imagen indirecta, el amor del hombre y la belleza de la creación realizan la acción de dar y recibir para formar un solo cuerpo en unidad centralizado en Dios (ref. Parte I, Cap. I, Sec. V, 2 [3]).
El universo es el objeto en el cual el carácter y la forma del hombre están manifestados en substancia. Por lo tanto, el hombre cuyo centro está fijado en Dios, siente una alegría inmensa cuando percibe objetivamente su propio carácter y forma a través de todas las cosas como sus objetos substanciales. De igual manera, Dios disfrutaría de la máxima felicidad sintiendo Su carácter y forma esencial a través del mundo de Su creación, compuesto del hombre y todas las cosas en armoniosa unidad. Cuando el hombre realiza así la tercera bendición de Dios, ésta llega a ser también un objeto de bondad para la alegría de Dios. Si el propósito de la creación se hubiera llevado a cabo de esta forma, se habría establecido en la tierra un mundo ideal en el que no habría ni rastro de pecado. Podemos designar a este mundo el Reino de los Cielos en la tierra. El hombre fue originalmente creado para vivir en el Reino de los Cielos en la tierra. En el momento de su muerte física, transmigraría al mundo espiritual donde podría disfrutar de una vida eterna en el Reino de los Cielos espiritual.
Según todo lo que hemos explicado, podemos comprender que el Reino de los Cielos es el mundo semejante a un hombre de individualidad perfeccionada según el modelo del carácter y la forma esencial de Dios. Así como en el hombre las órdenes de la mente se transmiten a todo el cuerpo mediante el sistema nervioso central, logrando que el cuerpo se mueva con un sólo propósito, así también en el Reino de los Cielos, las órdenes de Dios son transmitidas a todos sus hijos a través de los Padres Verdaderos, haciendo posible que todos obren según un solo propósito.

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