SECCION III
El Propósito de la Creación
1. EL PROPOSITO DE LA CREACION DEL UNIVERSO
Cada
vez que Dios hizo una nueva especie de la creación, El vio que
«estaba bien». (Gn. 1:4-31). Esto indica que Dios deseaba que todas
las cosas de Su creación fueran buenos objetos. Esto es porque Dios
deseaba sentir felicidad al contemplar Su creación.
¿Cómo
debería ser la creación para que Dios sienta la máxima felicidad?
Después de haber creado el universo, Dios finalmente creó al hombre
a Su imagen, según el modelo de Su propio carácter, con la
capacidad para sentir alegría, enojo, tristeza y placer y Dios quiso
deleitarse al verse reflejado en él. El hombre fue creado para que
disfrutara y apreciara su posición como el objeto de Dios. Por esto,
cuando Dios creó a Adán y Eva, les dio tres grandes bendiciones:
creced y multiplicáos y llenad la tierra, y sometedla y tened
dominio (Gn. 1:28). Si el hombre hubiera cumplido las palabras de
esta bendición, llegando a ser feliz en el Reino Celestial de Dios,
Dios también habría sentido mucha felicidad.
¿Cómo
se hubieran cumplido las tres grandes bendiciones de Dios? Se habrían
cumplido sólo cuando se hubiera realizado el fundamento de cuatro
posiciones centralizado en Dios, el fundamento básico de la
creación.
El propósito de Dios al crear el universo era sentir felicidad
cuando El viera el propósito del bien realizado en el Reino
Celestial, que podría haber sido establecido por toda la creación
incluyendo al hombre, después de completar el fundamento de cuatro
posiciones centralizado en Dios y de cumplir Sus tres grandes
bendiciones.
Por esta
razón, el propósito de la existencia del universo centralizado en
el hombre es devolver alegría a Dios, el Creador. Todos
los seres tienen un propósito dual.
Como ya fue explicado, cada existencia tiene carácter y forma; por
eso, su propósito es doble, un propósito pertenece al carácter
interno y el otro a la forma externa. La relación entre los dos es
exactamente la misma que la que existe entre el carácter y la forma
dentro de cualquier ser individual. El
propósito del carácter interno es para el conjunto, mientras que el
propósito de la forma externa es para el individuo.
En
otras palabras, el primero y el último se relacionan entre sí como
causa y efecto, interior y exterior y sujeto y objeto. Por lo tanto,
no puede haber ningún propósito para el individuo aparte del
propósito del conjunto, ni ningún propósito del conjunto que no
garantice el propósito del individuo. Todas las criaturas del
universo forman un enorme organismo entrelazado entre sí por estos
propósitos duales.
2. LOS OBJETOS DE BONDAD PARA LA ALEGRIA DE DIOS
Con el fin
de comprender más precisamente las preguntas referentes al propósito
de la creación de Dios, examinemos primero cómo se produce la
alegría. La
alegría no puede ser creada por un individuo solo. La alegría viene
cuando tenemos un objeto, visible o invisible, que sea una proyección
y reflejo de nuestro propio carácter y forma, haciéndonos sentir
así nuestro propio carácter y forma a través del estímulo que
recibimos del objeto.
Por
ejemplo, el hombre siente alegría como creador sólo cuando tiene un
objeto; es decir, cuando ve el fruto de su trabajo, ya sea una
pintura o escultura, en el cual esté plasmado substancialmente su
plan. De esta forma, puede sentir objetivamente su propio carácter y
forma a través del estímulo que recibe del fruto de su trabajo.
Cuando sólo la idea permanece en la posición objetiva, el estímulo
que se recibe de ella no es substancial; por lo tanto, la alegría
que se origina de la idea no puede ser tampoco substancial. La
alegría de Dios se produce de la misma manera que la alegría del
hombre. Por consiguiente, Dios siente alegría cuando percibe
objetivamente Su carácter y forma original a través del estímulo
que recibe de Su objeto substancial.
Hemos
explicado que cuando
se realice el Reino de los Cielos, mediante el cumplimiento de las
tres grandes bendiciones
basándose en el fundamento de cuatro posiciones, entonces se
forma el objeto perfecto mediante el cual Dios puede sentir alegría.
Estudiemos cómo se forma este objeto perfecto para la alegría de
Dios.
La
primera bendición de Dios para el hombre era la perfección de su
individualidad. Para que el hombre perfeccione su individualidad, su
mente y su cuerpo, que son la expresión dividida de las
características duales de Dios, deben llegar a unirse mediante la
acción de dar y recibir entre sí. Se forma así un fundamento
individual de cuatro posiciones centralizado en Dios.
El
hombre cuya mente y cuerpo ha formado un fundamento de cuatro
posiciones original centrado en Dios, se convierte en el templo de
Dios (1 Co. 3:16) y forma un solo cuerpo con El (Jn. 14:20). Esto
significa que el hombre adquiere divinidad. Sintiendo exactamente lo
que Dios siente y conociendo la voluntad de Dios, viviría según el
deseo de Dios. Un hombre que hubiera perfeccionado así su
individualidad tendría un perfecto dar y recibir entre su mente y su
cuerpo. Ambos en unidad, su mente y su cuerpo, formarían un objeto
substancial para Dios. En este caso, Dios sería feliz porque podría
sentir Su propio carácter y forma objetivamente a través del
estímulo proveniente de este objeto substancial. La mente del hombre
como sujeto siente lo mismo en relación con su cuerpo. Por lo tanto,
cuando el hombre ha realizado la primera bendición de Dios, llega a
ser un buen objeto para la alegría de Dios. Un hombre con una
individualidad perfecta siente todo lo que Dios siente, como si los
sentimientos de Dios fueran los suyos propios. Por ello, no podría
hacer nada que causara aflicción a Dios. Esto significa que tal
hombre nunca podría caer.
Preparados
para realizar la segunda bendición de Dios y después de haber
perfeccionado sus respectivas individualidades reflejando así
completamente las características duales de Dios, Adán y Eva, los
objetos substanciales divididos de Dios, deberían haberse convertido
en marido y esposa, formando una unidad, multiplicar hijos y
establecer el fundamento de cuatro posiciones a nivel familiar
centralizado en Dios.
Cualquier familia o sociedad que estableciera este fundamento de
cuatro posiciones centralizado en Dios, se asemejaría a un hombre de
individualidad perfecta. Así pues, la familia o la sociedad sería
el objeto substancial del hombre centralizado en Dios, y el hombre y
su objeto juntos serían el objeto substancial de Dios. Dios y el
hombre serían felices, pues sentirían sus propias características
duales reflejadas en semejante familia o sociedad. Cuando
el hombre realiza la segunda bendición, ésta también llega a ser
un buen objeto para la alegría de Dios.
Estudiemos
ahora por qué el hombre será un buen objeto para la alegría de
Dios cuando realice la tercera bendición de Dios. Primeramente,
debemos explicar la relación entre el hombre y el universo desde el
punto de vista del «carácter y forma».
Antes
de crear al hombre, Dios hizo todas las cosas manifestando en imagen
el Sung Sang y el Hyung Sang del hombre que crearía posteriormente.
Por ello, el hombre es la encapsulación substancial de todas las
cosas. Esta es la razón por la cual lo llamamos el «microcosmos».
Dios
comenzó Su creación con animales de un orden inferior, luego creó
animales con funciones más complicadas; y finalmente creó al
hombre, quien tiene la función más elevada.
Por esta razón, el hombre contiene la estructura, elementos y
cualidades esenciales de los animales. Por ejemplo, las cuerdas
vocales del hombre están tan perfeccionadas que pueden imitar los
sonidos de todos los animales. La línea y figura humana es la más
delicada y elegante, por ello se usa a menudo como un tema difícil
de dibujo para los artistas estudiantes.
Cuando
observamos al hombre y a las plantas, vemos que existe una diferencia
en sus estructuras y funciones, pero son semejantes en que ambos
consisten de células. El
hombre contiene todas las estructuras, elementos y cualidades
esenciales de las plantas.
Para ser más exactos, la hoja de una planta, vista según su forma y
función, corresponde al pulmón humano. De igual manera que la hoja
absorbe dióxido de carbono del aire, el pulmón humano absorbe
oxígeno. El tronco, tallo o ramas de una planta se corresponde al
corazón humano en suministrar alimento a todo el cuerpo. La raíz de
una planta se corresponde al estómago e intestinos de un hombre, que
absorbe alimentos. También, el diseño y función de los vasos
liberianos y leñosos de una planta se corresponde al de las arterias
y venas en el hombre.
El
hombre se compone también de tierra, agua y aire; así pues,
contiene elementos minerales. Además, la estructura de la tierra es
similar a la del cuerpo humano.
La corteza terrestre está cubierta de plantas, existen ríos
subterráneos en el subsuelo, y debajo de todo esto se encuentra lava
fundida rodeada de rocas. Esto se corresponde paralelamente a la
estructura del cuerpo humano; la piel está cubierta de pelos,
existen los vasos sanguíneos en la musculatura, y más profundo se
encuentra la médula dentro de los huesos.
La
tercera bendición de Dios para el hombre significa la perfección
del dominio del hombre sobre la creación. Con el fin de realizar
esta bendición, el hombre debe establecer el fundamento de cuatro
posiciones con el universo como su objeto, centralizado en Dios.
Entonces, siendo el hombre el objeto visible hecho a imagen de Dios y
la creación el objeto simbólico como Su imagen indirecta, el amor
del hombre y la belleza de la creación realizan la acción de dar y
recibir para formar un solo cuerpo en unidad centralizado en Dios
(ref. Parte I, Cap. I, Sec. V, 2 [3]).
El universo
es el objeto en el cual el carácter y la forma del hombre están
manifestados en substancia. Por lo tanto, el
hombre cuyo centro está fijado en Dios, siente una alegría inmensa
cuando percibe objetivamente su propio carácter y forma a través de
todas las cosas como sus objetos substanciales. De igual manera, Dios
disfrutaría de la máxima felicidad sintiendo Su carácter y forma
esencial a través del mundo de Su creación, compuesto del hombre y
todas las cosas en armoniosa unidad. Cuando el hombre realiza así la
tercera bendición de Dios, ésta llega a ser también un objeto de
bondad para la alegría de Dios.
Si
el propósito de la creación se hubiera llevado a cabo de esta
forma, se habría establecido en la tierra un mundo ideal en el que
no habría ni rastro de pecado. Podemos designar a este mundo el
Reino de los Cielos en la tierra. El hombre fue originalmente creado
para vivir en el Reino de los Cielos en la tierra. En el momento de
su muerte física, transmigraría al mundo espiritual donde podría
disfrutar de una vida eterna en el Reino de los Cielos espiritual.
Según todo
lo que hemos explicado, podemos
comprender que el Reino de los Cielos es el mundo semejante a un
hombre de individualidad perfeccionada según el modelo del carácter
y la forma esencial de Dios.
Así como en el hombre las órdenes de la mente se transmiten a todo
el cuerpo mediante el sistema nervioso central, logrando que el
cuerpo se mueva con un sólo propósito, así también en el
Reino de los Cielos, las órdenes de Dios son transmitidas a todos
sus hijos a través de los Padres Verdaderos, haciendo posible que
todos obren según un solo propósito.
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