Introducción General
Todo
ser humano rechaza el estado de infelicidad y se esfuerza por
alcanzar la felicidad.
Desde los pequeños asuntos individuales hasta los acontecimientos
mundiales que influyen en la historia humana, todo es una expresión
de vidas humanas, que están constantemente luchando por llegar a ser
más felices.
¿Cómo
puede ser alcanzada esta felicidad? Toda persona se siente feliz
cuando se cumplen sus deseos.
La
palabra «deseo», sin embargo, tiende a ser malinterpretada. Esto es
a causa de que el mundo está viviendo circunstancias que impulsan
nuestros deseos más en la dirección del mal, que en la dirección
del bien.
Los deseos que dan origen a injusticias, no vienen de la «mente
original del hombre»; es decir, nuestro ser interior que se complace
en la ley de Dios. El
camino de la felicidad se alcanza venciendo el deseo que dirige hacia
el mal y siguiendo el deseo que persigue el bien. La mente original
del hombre sabe que el deseo malo lo llevará sólo a la infelicidad
y a la miseria.
Esta es la realidad de la vida humana: el hombre busca a ciegas la
luz de la vida en la obscuridad de la muerte.
¿Ha
existido alguna vez un hombre, que persiguiendo el deseo malo, haya
experimentado una felicidad verdadera, que llevara alegría a su
mente original? La respuesta es no. Siempre que el hombre consigue el
objeto del deseo malo, siente remordimientos de conciencia.
¿Hay padres que enseñen a sus hijos a que hagan el mal o profesores
que eduquen a sus alumnos para que no sean honrados? De nuevo la
respuesta debe ser no. Repudiar el mal y exaltar el bien es una
manifestación de la mente original de todo ser humano.
Especialmente
en
la vida de los hombres religiosos podemos ver una intensa y amarga
lucha por perseguir el bien, esforzándose sólo en seguir el deseo
de la mente original. Sin embargo, desde el comienzo de la historia
ningún hombre ha logrado seguir completamente a su mente original.
Por esta razón la Biblia dice, «No hay quien sea justo, ni siquiera
uno solo, no hay un sensato, no hay quien busque a Dios» (Rm.
3:10-11).
El
apóstol Pablo, que experimentaba esta miseria del corazón, dijo
lamentándose: «Pues, según el hombre interior, me complazco en la
ley de Dios, pero advierto otra ley en mis miembros que lucha contra
la ley de mi razón y me esclaviza a la ley del pecado que está en
mis miembros. ¡pobre de mí!» (Rm. 7:22-24).
Hay
una gran contradicción en el hombre. Dentro del mismo individuo, el
poder de la mente original, que desea el bien, está en lucha contra
el poder de la mente mala, que desea el mal. Toda la materia se
destruiría si tuviera dentro de sí una contradicción semejante.
El
hombre vive al borde de la destrucción por tener esta contradicción
dentro de su ser.
¿Pudo
el hombre haber sido creado con esta contradicción? La respuesta de
nuevo es no.
Nada
pudo haber sido creado con semejante contradicción inherente. La
contradicción, por lo tanto, debe haber aparecido en el hombre
después de la creación.
En
el Cristianismo designamos a esto «La Caída del Hombre».
Debido a su
caída, el
hombre
está siempre al borde de la destrucción. Por esta razón hace
un esfuerzo desesperado por eliminar la contradicción, siguiendo el
deseo bueno de su mente original, rechazando al deseo malo de su
mente mala.
Por
desgracia para la humanidad, la solución última al problema del
bien y el mal aún no ha sido descubierta.
Considerando las doctrinas del teísmo y el ateísmo, si una de las
dos fuera juzgada buena, la otra debe ser mala. Sin embargo, no hemos
descubierto una teoría de un carácter absoluto referente al
problema del bien y el mal. Además, los hombres y las mujeres
permanecen enteramente en la ignorancia de las respuestas a muchas
preguntas fundamentales, tales como: ¿Qué es la mente original, la
fuente del deseo bueno? ¿Cuál fue el origen de la mente mala que
causó el deseo malo? ¿Cuál fue la causa fundamental de la caída,
que llevó al hombre a tal contradicción? Antes de poder llevar una
vida buena, siguiendo el deseo bueno de la mente original y
rechazando al deseo malo, es necesario vencer la ignorancia y ser
capaz de distinguir entre el bien y el mal.
Considerada
desde un punto de vista intelectual, la caída humana significa el
descenso del hombre a la oscuridad de la ignorancia. Ya que el hombre
consiste de dos aspectos, el interior y el exterior, o el espiritual
y el físico, hay también dos aspectos del conocimiento, el interior
y el exterior; y dos aspectos de la ignorancia, la interior y la
exterior.
La
ignorancia interior, en el sentido religioso, significa la ignorancia
espiritual;
es decir, la ignorancia de las respuestas a preguntas tales como:
¿Cuál es el origen del hombre? ¿Cuál es el propósito de su vida?
¿Existe Dios y el mundo después de la muerte? ¿Qué son el bien y
el mal?
La
ignorancia exterior es la ignorancia de la realidad física; es
decir, la ignorancia referente al mundo natural,
incluido el cuerpo humano; también la ignorancia de preguntas tales
como: ¿Cuál es el fundamento del mundo material? ¿De acuerdo a qué
leyes naturales ocurren todos los fenómenos físicos?
Desde los
albores de la historia hasta el presente, los hombres han estado en
constante y ardiente búsqueda de la verdad con la cual vencer esta
ignorancia y restaurar la luz del conocimiento. El
hombre ha luchado para descubrir la verdad interior a través del
camino de la religión. La ciencia siguió el camino de descubrir la
verdad exterior.
La
religión y la ciencia han sido los métodos de buscar los dos
aspectos de la verdad, para vencer los dos aspectos de la ignorancia
y restaurar los dos aspectos del conocimiento. Debe llegar el día en
que la religión y la ciencia avancen por un único camino, para que
el hombre pueda disfrutar de la felicidad eterna, completamente
liberado de la ignorancia y en la dirección del bien, siguiendo el
deseo de su mente original. Entonces habrá una mutua relación entre
los dos aspectos de la verdad: la interior y la exterior.
El
hombre se ha estado aproximando a una solución de las preguntas
fundamentales de la vida, siguiendo dos caminos diferentes. El primer
camino es buscar la solución dentro del mundo material.
Aquellos
que toman esta ruta piensan que es el sublime camino. Ellos se
entregan a la ciencia, enorgulleciéndose de su omnipotencia, y
buscan la felicidad material. Sin embargo, ¿puede el hombre
disfrutar de una felicidad completa cuando se limita solamente a
estas condiciones materiales externas, centradas en el cuerpo físico?
La
ciencia puede crear un ambiente social confortable en el que se pueda
disfrutar al máximo de riquezas, pero ¿puede satisfacerse el deseo
espiritual del hombre interior en este ambiente?
Las alegrías pasajeras del
hombre que se deleita en los placeres de la carne no son nada
comparadas a la felicidad experimentada por un hombre de fe en Dios.
Gautama Buda, quien abandonó la gloria del palacio real, no fue el
único que ha tomado la larga jornada de la vida en búsqueda del
Camino. Su meta era el hogar perdido del hombre, su estado anterior a
la caída, su casa eterna, aunque no sabía dónde se hallaba. De
igual manera que un hombre llega a ser completo y sano cuando su
mente está en armonía con su cuerpo, así ocurre con la alegría.
La alegría del cuerpo llega a ser completa y sana cuando está en
armonía con la alegría de la mente.
¿Cuál es el destino de la
ciencia? Hasta ahora la búsqueda científica no ha abarcado el mundo
interior de la causa, sino sólo el mundo exterior del resultado; no
el mundo de la esencia, sino sólo el mundo del fenómeno. Hoy día
la ciencia está entrando en una dimensión más elevada; ya no se
preocupa exclusivamente del mundo exterior del resultado o del
fenómeno, sino que también ha empezado a examinar el mundo interior
de la causa y la esencia. Quienes han tomado el sendero de la ciencia
están llegando a la conclusión de que, sin la verdad que explique
el mundo espiritual de la causa, es decir, la verdad interior, el
hombre no podrá lograr el último propósito de la ciencia, es
decir, el descubrimiento de la verdad exterior, que pertenece al
mundo exterior del resultado.
Cuando un marinero emprende un
viaje por el mar del mundo material bajo la vela de la ciencia, en
búsqueda de los placeres de la carne, puede que alcance las costas
de su ideal, pero pronto se dará cuenta que estas son un cementerio
que aguardan para recoger su carne. Pero cuando el marinero, que ha
finalizado su viaje en búsqueda de la verdad exterior bajo la vela
de la ciencia, tome contacto con la ruta marina de la verdad
interior, bajo la vela de la religión, podrá acabar su viaje en el
mundo ideal, que es la meta del deseo de la mente original.
El
segundo camino del esfuerzo humano es el de la búsqueda de la
solución de las preguntas fundamentales de la vida en el mundo
esencial de la «causa».
La filosofía y la religión, que han seguido este camino, han hecho
muchas contribuciones substanciales. Pero por otro lado, también es
un hecho que nos están imponiendo muchas cargas espirituales. Todos
los filósofos y santos que han pasado por la historia, han sido en
sus respectivas épocas pioneros para abrirnos un camino a seguir en
la vida, pero todo lo que ellos realizaron hoy acabó siendo para
nosotros una carga aún más pesada.
Ahora,
considerémoslo fríamente. ¿Algún
filósofo resolvió nuestros conflictos?, ¿algún santo resolvió
las cuestiones fundamentales de la vida y del universo y nos mostró
claramente el camino a seguir. Los «ismos» y las ideologías que
presentaron, por el contrario, han provocado escepticismos y no pasan
de ser tareas que nosotros debemos resolver.
La luz de la reanimación espiritual, con la que las grandes
religiones iluminaron sus respectivas eras, se ha ido extinguiendo al
declinar sus eras, dejando sólo mechas consumidas que desprenden
luces débiles y vacilantes en la oscuridad reinante.
Estudiemos la historia del
Cristianismo. Aproximadamente durante 2000 años el Cristianismo se
ha desarrollado y ha profesado la salvación de la humanidad
estableciendo un dominio mundial. Pero ¿qué ha sido del espíritu
cristiano que arrojó un fuego tan vital que, incluso en los días de
la persecución bajo el Imperio Romano, hizo que los romanos se
pusieran de rodillas ante el Jesús crucificado? La sociedad feudal
medieval enterró vivo a este Cristianismo. Sin embargo, aún estando
en su fosa, la antorcha de la Reforma Religiosa cristiana brilló en
medio de la deprimente obscuridad de esa era.
No pudo, sin embargo, cambiar
la corriente de aquellos días tenebrosos. Cuando expiró el amor
eclesiástico, cuando el deseo creciente de riqueza material inundó
la sociedad europea y muchos millones de masas hambrientas gritaron
amargamente en los suburbios industriales, la promesa de la salvación
no vino del cielo, sino de la tierra. Su nombre era el comunismo. El
Cristianismo, aunque profesaba el amor de Dios, se había convertido
en realidad en una institución muerta de clérigos con una estela de
slogans vacíos. Fue entonces natural que una bandera de rebeldía se
levantara en contra de un Dios aparentemente despiadado. La sociedad
cristiana se convirtió en el semillero del materialismo. El
comunismo, la ideología materialista más avanzada, creció rápida
y libremente, debido a que encontró buenos fertilizantes en este
suelo.
El Cristianismo perdió su
capacidad de superar en la práctica al comunismo y no ha sido capaz
de presentar una verdad que venza a la teoría comunista. El
Cristianismo ve cómo el comunismo crece dentro de sus propias filas,
extendiendo su dominio sobre el mundo. Aunque enseñan y creen que
todos los hombres son descendientes de los mismos padres, a muchos
cristianos no les gusta sentarse con hermanos y hermanas de distinto
color de piel. Esto es un ejemplo representativo de que el
Cristianismo actual no tiene la fuerza vital necesaria para practicar
las palabras de Cristo.
Vendrá un
día, en el que estas tragedias sociales acabarán, pero hay
un vicio social que está fuera del control de muchos hombres y
mujeres de hoy día. Este vicio es precisamente el adulterio. A pesar
de que la doctrina cristiana sostiene que es el peor de todos los
pecados, es una tragedia que la sociedad cristiana actual no pueda
parar esta degradación en la que muchos contemporáneos están
precipitándose a ciegas.
Estas
realidades nos dan a entender que el Cristianismo actual está en un
estado de confusión. Hendido por la caótica ola de la presente
generación, es incapaz de hacer algo por la vida de la gente, que se
siente atraída hacia el torbellino de la inmoralidad de nuestros
días. ¿Puede
el Cristianismo cumplir la promesa de Dios de la salvación, en la
era presente de la humanidad.
¿Por qué los hombres religiosos no han podido cumplir sus misiones
aunque han luchado desesperada y ardientemente persiguiendo la verdad
interior?
La relación
entre el mundo esencial y el mundo del fenómeno es similar a la que
hay entre la mente y el cuerpo. Es la relación que existe entre la
causa y el resultado, el interior y el exterior, lo subjetivo y lo
objetivo. De
igual manera que el hombre puede alcanzar la personalidad perfecta
sólo cuando su mente y cuerpo estén armonizados en perfecta unidad,
así también el mundo ideal sólo puede ser realizado cuando los dos
mundos, el de la esencia y el del fenómeno, estén armonizados en
perfecta unidad.
De manera
semejante a la relación entre la mente y el cuerpo, el mundo del
fenómeno no puede existir aparte del mundo esencial, ni el mundo
esencial separado del mundo del fenómeno. Tampoco puede haber un
mundo espiritual separado del mundo físico, ni puede haber felicidad
espiritual aparte de una verdadera felicidad física. La religión
hasta ahora ha desestimado el valor de la realidad cotidiana; ha
negado el valor de la felicidad física para resaltar la meta de la
alegría espiritual. Sin
embargo, a pesar de que el hombre lo intente desesperadamente, no
puede separarse de la realidad, ni puede aniquilar el deseo por la
felicidad física que siempre le sigue como una sombra.
En
realidad, el deseo por la felicidad física debilita persistentemente
a los hombres religiosos, llevándoles a una profunda desesperación.
Esta contradicción existe incluso en las vidas de los líderes
espirituales. Muchos líderes espirituales, desgarrados por estas
contradicciones, han tenido un final triste.
Esta es la causa principal de la debilidad e inactividad de las
religiones actuales; la debilidad es porque las autocontradicciones
aún no han sido superadas.
Otro
factor ha condenado a la religión a declinar. Los hombres modernos,
cuya inteligencia se ha desarrollado al máximo grado, piden pruebas
científicas para todas las cosas. Sin embargo, las doctrinas
religiosas, que permanecen incambiables, no interpretan las cosas
científicamente. Es decir, la interpretación del hombre de la
verdad interior (religión) y su interpretación de la verdad
exterior (ciencia) no concuerdan.
El propósito
último de la religión sólo puede ser cumplido, primeramente,
creyendo en la verdad y luego practicándola. Pero hoy día la
verdadera creencia no puede existir sin conocimiento y comprensión.
Estudiamos la Biblia para confirmar nuestra creencia conociendo la
verdad. Los milagros de Jesús y sus revelaciones de signos eran para
dar a conocer al pueblo que él era el Mesías y pudieran así creer
en él. El
conocimiento viene de la comprensión y el hombre actual no puede
admitir nada que carezca de lógica y pruebas científicas. Para
aceptar algo, debe haber primero comprensión. Así pues, la verdad
interior también requiere pruebas lógicas. La religión se ha
estado dirigiendo, durante el largo curso de la historia, hacia la
era en la que debe ser explicada científicamente.
La
religión y la ciencia comenzaron con sus misiones respectivas de
disipar los dos aspectos de la ignorancia humana. Durante sus cursos,
éstas dos áreas del pensamiento y exploración han estado
enfrentadas en un conflicto aparentemente insuperable. Con el fin de
que el hombre logre el propósito bueno del deseo de la mente
original, debe llegar el tiempo en que haya una nueva expresión de
la verdad, que posibilite a la humanidad unir estos dos campos juntos
bajo un tema unificado. Estos dos campos son: la religión, que se ha
estado acercando a la ciencia, y la ciencia, que se ha estado
aproximando a la religión.
Puede
ser poco agradable a los creyentes religiosos, especialmente a los
cristianos, oír que una nueva expresión de la verdad debe aparecer.
Ellos creen que la Biblia, que tienen ahora, es perfecta y absoluta
de por sí. La verdad, naturalmente, es única, eterna, incambiable y
absoluta. La Biblia, sin embargo, no es la verdad misma, sino un
libro de texto de enseñanzas de la verdad. Naturalmente, la calidad
de las enseñanzas y el método y extensión de dar la verdad debe
variar de acuerdo a cada era, pues la verdad ha sido dada a personas
de diferentes eras, que estaban en diferentes niveles espirituales e
intelectuales. Por consiguiente, no debemos considerar al libro de
texto como absoluto en todos los detalles
(ref. Parte I, Cap. III, Sec. V).
La
religión surgió como el medio para cumplir el propósito del bien,
siguiendo el camino de Dios conforme a los deseos de la mente
original.
La necesidad originada por los diferentes niveles de comprensión
obligó a la aparición de varias religiones. Las escrituras de estas
religiones variaban de acuerdo con la misión de la religión, las
personas que las recibían y la era en la cual apareció. Las
escrituras pueden ser comparadas a una lámpara que ilumina la
verdad. Su misión es derramar la luz de la verdad. Cuando aparece
una lámpara más brillante, la misión de la antigua declina. Las
religiones actuales han fracasado en sacar a la generación presente
del oscuro valle de la muerte y llevarla al resplandor de la vida;
así pues, ahora debe aparecer una nueva verdad que pueda derramar
una nueva luz.
Muchos
pasajes en la Biblia dicen que estas nuevas palabras de verdad serán
dadas a la humanidad en los «Ultimos Días»
(ref. Parte I, Cap. III, Sec. V). ¿Cuál
será la misión de la nueva verdad.
Su
misión será presentar la verdad interior, que la religión ha
perseguido, y la verdad exterior buscada por la ciencia bajo un solo
tema unificado. Debería también enseñar cómo superar la
ignorancia interior y la exterior del hombre ofreciéndole
conocimiento interior y exterior. Debe eliminar la contradicción
dentro del hombre, que es receptivo hacia el bien y hacia el mal,
ayudando al hombre caído a luchar contra el camino del mal y a
conseguir el propósito del bien.
Para el hombre caído, el conocimiento es la luz de la vida y posee
el poder de la reanimación espiritual; la ignorancia es la sombra de
la muerte y también un elemento esencial de destrucción. Ningún
sentimiento o emoción verdaderos pueden derivarse de la ignorancia,
ningún acto de voluntad puede surgir de la ignorancia. Así pues, si
el conocimiento, la emoción y la voluntad no funcionan adecuadamente
en el hombre, la vida no es digna de ser vivida.
Si el hombre
ha sido creado para vivir siempre junto con Dios, ¡cuán miserable
debe ser su vida cuando no se conoce a Dios! Sin embargo, ¿conoce el
hombre a Dios claramente, incluso consultando diligentemente la
Biblia? Además, ¿cómo puede el hombre conocer el corazón de Dios?
La
nueva verdad debería ser capaz de mostrarnos a Dios como una
realidad. Debería también ser capaz de revelar Su corazón y
sentimientos de alegría en el tiempo de la creación, y Su corazón
roto y Sus sentimientos de pena cuando El luchaba por salvar al
hombre caído, que siempre se rebela en Su contra.
La historia humana, tejida por
las vidas de los hombres que están inclinados hacia el bien y el
mal, está llena de historias de luchas. Estas luchas externas han
sido para quitarse riquezas, tierras y personas. Hoy día tales
luchas gradualmente están acabando. La gente de diferentes naciones
vive junta sin racismo. Se intenta constituir un gobierno mundial.
Los vencedores de la guerra liberaron a sus colonias, dándoles
igualdad de derechos ante las grandes potencias. Las relaciones
internacionales que antes eran hostiles y desarmoniosas están ahora
armonizándose alrededor de problemas económicos similares, mientras
que las naciones se dirigen hacia la formación de un sistema de
mercado común para todo el mundo. Además, la cultura circula
libremente, el aislamiento de las naciones está siendo superado y la
distancia cultural entre el Este y Oeste está siendo acortada.
Aún
queda una guerra final ante nosotros; es decir, la guerra inevitable
entre las ideologías de la democracia y el comunismo. Estas
ideologías en conflicto interno están ahora preparándose para otra
guerra externa, y ambos lados están equipándose con armas temibles.
Las preparaciones exteriores están en realidad dirigidas hacia una
guerra interior (espiritual) final y decisiva. ¿Quién triunfará?
Quien crea en la realidad de Dios, contestará la «democracia». Sin
embargo, la democracia actual no está equipada con una teoría o una
práctica suficientemente poderosa para conquistar al comunismo.
Por consiguiente, con
el fin de que la providencia de la salvación de Dios pueda ser
completamente cumplida, la nueva verdad debe llevar a toda la
humanidad a un nuevo mundo de bondad absoluta, elevando el
espiritualismo defendido en el mundo democrático a una nueva y más
alta dimensión, que absorba finalmente incluso al materialismo. De
esta manera, la nueva verdad debería ser capaz de unir en un único
camino absoluto todas las religiones existentes así como todos los
«ismos» e ideas que han existido desde el comienzo de la historia
humana.
Algunas
personas se niegan a creer en la religión, debido a que no conocen
la realidad de Dios y del mundo después de la muerte. Pero, a pesar
de que ellos nieguen la realidad espiritual, el hombre por naturaleza
acepta y cree en lo que está probado de una manera científica.
Además el hecho de que quien ponga el propósito último de su vida
en el mundo actual, no pueda sino sentirse vacío, es también una
manifestación inevitable de la naturaleza humana. Cuando alguien
llegue a conocer a Dios a través de la nueva verdad, se dará cuenta
de la realidad espiritual y comprenderá que el propósito
fundamental de la vida no se encuentra en el mundo exterior de la
materia, sino en el mundo interior del espíritu. Todas las personas
del mundo, al recorrer este único camino se encontrarán un día
como hermanos y hermanas.
¿Cómo
sería
el mundo si gracias a esta nueva verdad, toda la humanidad se
encontrase en un único destino y como
una sola familia?
El
propósito de la verdad es la realización del bien, y el origen del
bien es Dios mismo. Por lo tanto, el mundo logrado a través de esta
verdad sería el mundo en el cual todos los hombres vivirían juntos
en un maravilloso amor fraternal bajo Dios como nuestro Padre.
Cuando
el hombre se dé cuenta de que, al hacer daño a su prójimo por
conseguir un beneficio propio, su sufrimiento por los remordimientos
de conciencia es mayor que el beneficio que consigue injustamente,
entonces, le será imposible dañar a su prójimo. Por consiguiente,
cuando el verdadero amor fraternal se despierte de lo profundo del
corazón del hombre, no podrá hacer nada que cause sufrimiento a sus
vecinos. ¿Cuánto más grande sería el amor fraternal si los
hombres experimentaran el sentimiento real de que Dios es su propio
Padre, que trasciende el tiempo y el espacio, que observa cada una de
sus acciones y que este Padre desea que nos amemos los unos a los
otros? El nuevo mundo, que será establecido por la nueva verdad,
dará lugar a una nueva era cuando la historia llena de pecado de la
humanidad se haya terminado. Debe ser un mundo en el cual no exista
el pecado. Durante la historia humana, incluso aquellos que han
creído en Dios han cometido pecados. Su fe en Dios se ha convertido
en un concepto, más bien que en una experiencia viva. Si el hombre
pudiera sentir la presencia de Dios y conociera la ley celestial de
que los pecadores son mandados al infierno ¿quién se atrevería a
cometer pecados?
El
mundo sin pecado podría ser llamado el «Reino de los Cielos», el
mundo que el hombre caído ha anhelado durante mucho tiempo. Puesto
que este mundo será establecido como una realidad sobre la tierra,
puede muy bien ser llamado el «Reino de Dios sobre la tierra».
Así pues,
podemos
comprender que el último propósito de la providencia de la
salvación de Dios es establecer el Reino de Dios sobre la tierra.
Ya ha sido aclarado en las explicaciones anteriores que el hombre
cayó de la gracia, y que la caída humana ocurrió después de la
creación del hombre. Según el punto de vista de la realidad de
Dios, la respuesta a la cuestión acerca del mundo que Dios planeó
originalmente, en el tiempo de la creación, es evidente (ref. Parte
II, Cap. III). Podemos decir en este punto, que este mundo original
es el Reino de Dios sobre la tierra en el cual se ha cumplido el
propósito de la creación de Dios.
Sin embargo,
la humanidad debido a la caída no ha sido capaz de realizar este
mundo. En vez de ello, el hombre ha dado origen a un mundo de pecado
y ha caído en la ignorancia. Por ello, el hombre caído ha luchado
incesantemente para restaurar el Reino de Dios sobre la tierra, que
Dios planeó originalmente. Ha hecho esto tratando de vencer la
ignorancia interior y exterior y persiguiendo el bien último durante
todos los períodos de historia humana. La historia de la humanidad
es por lo tanto la historia de la providencia de Dios, mediante la
cual Dios planea restaurar el mundo en el que Su propósito de la
creación se cumpla. Para
restaurar al hombre caído a su estado original, la nueva verdad
debería ser capaz de revelarle su último destino en el curso de la
restauración, enseñándole el propósito original por el cual Dios
creó al hombre y al universo. Deben ser contestadas muchas preguntas
en esta nueva verdad.
¿Cayó el hombre comiendo del
fruto del Arbol de la Ciencia del Bien y del Mal como dice la Biblia
literalmente? Si no es así, entonces, ¿cuál fue la causa real de
la caída humana? ¿Cómo es posible que el Dios de perfección y
belleza cree al hombre con una posibilidad de caída? ¿Cuál es la
razón por la cual Dios no impidió que el hombre cayera aunque El,
siendo omnipotente y omnisciente, debió haber sabido lo que iba a
ocurrir? ¿Por qué Dios no pudo salvar al hombre caído en un
instante con su fuerza todopoderosa? Estas y muchas otras cuestiones
han preocupado a profundos pensadores y deberán ser resueltas por la
nueva verdad.
Cuando se observa la naturaleza
científica del mundo, se puede concluir que Dios, el Creador, es
precisamente el origen de la ciencia. Si la historia humana es la
providencia divina de la restauración del mundo de Su propósito
original de la creación, Dios, el Maestro de todas las leyes, debe
haber obrado de acuerdo a un plan y a un orden. Por consiguiente,
nuestra más urgente tarea es descubrir cómo empezó la historia
llena de mal de la humanidad, qué curso debió seguir, de qué
manera concluirá y a qué tipo de mundo la Providencia guiará
definitivamente al hombre. La nueva verdad, entonces, debería ser
capaz de resolver todas las preguntas fundamentales de la vida. Si
todas estas preguntas son aclaradas, la realidad de Dios como un ser
absoluto que planea y guía la historia no podrá ser negada. Cuando
la verdad sea conocida, todos llegarán a comprender que los
acontecimientos históricos que el hombre ha visto y experimentado,
son el reflejo del corazón de Dios luchando por salvar al hombre
caído.
Además, la nueva verdad
debería ser capaz de explicar lúcidamente todos los problemas
difíciles del Cristianismo, debido a que el Cristianismo juega el
papel principal en la formación de una sola esfera cultural mundial.
Las personas intelectuales no pueden satisfacerse simplemente oyendo
que Jesús es el Hijo de Dios y el Salvador de la humanidad. Se han
originado muchas controversias en los círculos teológicos en un
esfuerzo por comprender el profundo significado de las doctrinas
cristianas. Así pues, la nueva verdad debe ser capaz de aclarar la
relación entre Dios, Jesús y el hombre a la luz de los principios
de la creación. Además deberían ser reveladas las preguntas
difíciles sobre la Trinidad. Debe ser contestada la cuestión de por
qué la salvación de Dios para la humanidad ha sido posible
solamente a través de la crucifixión de Su hijo. Cuando se observa
que ningún padre ha podido dar nacimiento a un hijo sin pecado que
tuviera derecho al Reino Celestial sin necesidad de salvación, ¿no
es ésta una prueba clara de que los padres aún transmiten el pecado
original a sus hijos, incluso después de su nuevo nacimiento en
Cristo? Esta pregunta nos lleva a otra cuestión: ¿cuál es la
extensión de la salvación por la cruz?
Un gran
número de cristianos a lo largo de los 2000 años de historia
cristiana han tenido completa confianza de que habían sido
totalmente salvados por la sangre de la crucifixión de Jesús. Sin
embargo, ningún individuo, hogar o sociedad ha estado libre del
pecado. El espíritu cristiano ha seguido realmente el sendero de la
decadencia día tras día. Por lo tanto, aún existen muchos
problemas difíciles que nos conducen a una contradicción entre la
presente realidad del Cristianismo y la creencia en la completa
redención por el precio de la cruz. La nueva verdad que estamos
buscando debería ser capaz de explicar todas estas cuestiones clara
y completamente. Hay más cuestiones, tales como: ¿Por qué volverá
Cristo de nuevo? ¿cuándo, dónde y cómo volverá? ¿de qué manera
ocurrirá la resurrección de los hombres caídos? ¿cuál es el
significado de la profecía bíblica de que el cielo y la tierra
serán destruidos por el fuego y otras catástrofes naturales? La
nueva verdad deberá proveer la clave de todos estos difíciles
misterios bíblicos, que están escritos en parábolas y símbolos, y
expresarlos en lenguaje claro que todo el mundo lo pueda comprender,
como Jesús lo prometió en Juan 16:25.
Solamente
mediante estas respuestas y verdades claras serán unidas todas las
denominaciones, de igual manera serán derribadas las divisiones
causadas por las diferentes interpretaciones de los versículos
bíblicos.
Esta
nueva, última y definitiva verdad, sin embargo, no puede venir de
ningún hombre que haga una búsqueda sintética en las escrituras y
en la literatura, ni de ningún cerebro humano. Como dice la Biblia,
«tienes que profetizar otra vez contra muchos pueblos, naciones,
lenguas y reyes» (Ap. 10:11), esta verdad debe aparecer como una
revelación de Dios mismo. ¡Esta nueva verdad ya ha aparecido!
A
su debido tiempo, Dios ha mandado a Su mensajero para resolver las
preguntas fundamentales de la vida y del universo. Su nombre es Sun
Myung Moon.
Por
muchas décadas, él exploró el vasto mundo espiritual en búsqueda
de la última verdad. En este sendero, él soportó un sufrimiento
inimaginable para nadie en la historia humana. Sólo Dios lo
recordará. Sabiendo que no se puede encontrar la verdad última para
salvar a la humanidad sin antes pasar por las más amargas pruebas.
él
luchó solo contra miríadas de fuerzas satánicas en el mundo
espiritual y físico, y finalmente triunfó sobre todas ellas. De
esta forma, llegó a tomar contacto con muchos santos en el Paraíso
y con Jesús, sacando así a la luz todos los secretos Celestiales
mediante su comunión con Dios.
El Principio Divino revelado en
este libro es sólo una parte de la nueva verdad. Hemos recogido aquí
lo que los discípulos de Sun Myung Moon han oído y testificado
hasta ahora. Creemos con feliz expectativa que con el transcurso el
tiempo serán reveladas continuamente partes más profundas de la
verdad. Oramos fervientemente para que la luz de la verdad llene
rápidamente la tierra.
EL
PRINCIPIO DIVINO
--------
PARTE
I
(4)
Los hombres de la tierra serán arrebatados para encontrarse con el
Señor en el aire (1 Ts. 4:17)
PARTE
II
1.
¿POR QUE DIOS ESTABLECIO EL CURSO DE JACOB Y EL DE MOISES COMO EL
MODELO PARA DEL CURSO DE JESUS?
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