domingo, 20 de noviembre de 2016

Jesús y el Hombre que ha Cumplido el Propósito de la Creación - El Principio divino


SECCION II

Jesús y el Hombre que ha Cumplido el Propósito de la Creación

1. JESUS Y ADAN PERFECTO SEGUN LA RESTAURACION DEL ARBOL DE LA VIDA

La historia humana es la historia de la providencia cuyo fin es establecer el Reino de los Cielos sobre la tierra, restaurando el Arbol de la Vida (Ap. 22 :14) que fue perdido en el Jardín del Edén (Gn. 3 :24). Podremos conocer la relación entre Jesús y Adán perfecto comprendiendo la relación que existe entre el Arbol de la Vida del Jardín del Edén (Gen. 2: 9) y el Arbol de la Vida que tiene que ser restaurado en la consumación de la historia (Ap. 22:14).
Como ya hemos estudiado en detalle en «La Caída del Hombre», si Adán hubiera realizado el ideal de la creación, se habría convertido en el Arbol de la Vida (Gen. 2:9); y todos sus descendientes también habrían llegado a ser árboles de la vida. Sin embargo, Adán cayó, anulando la voluntad (Gen. 3:24), y desde entonces, la esperanza de los hombres caídos ha sido siempre restaurarse como el Arbol de la Vida (Pr. 13 :12, Ap. 22 :14). Ya que el hombre caído no puede restaurarse como el Arbol de la Vida por su propio esfuerzo, debe venir un hombre que haya cumplido el ideal de la creación como el Arbol de la Vida, y todos los hombres deben injertarse en él. Cristo, simbolizado como el Arbol de la Vida (Ap. 22:14), es este hombre que tiene que venir.
Por consiguiente, el Adán perfecto, simbolizado por el Arbol de la Vida del Jardín del Edén, y Jesús, representado también por el Arbol de la Vida (Ap. 22:14), son idénticos desde el punto de vista de ser hombres que han realizado el ideal de la creación.

2. JESUS Y EL HOMBRE QUE HA CUMPLIDO EL PROPOSITO DE LA CREACION

Hemos ya explicado en la Sección I el valor del hombre perfecto. Consideremos ahora la diferencia entre Jesús y el hombre perfecto. Como ya conocemos de las explicaciones anteriores, un hombre perfecto, a la luz del propósito de la creación, debería ser perfecto, como Dios es perfecto (Mt. 5 :48). Así, el hombre perfecto es tan valioso que incluso posee divinidad. Dado que Dios es eterno, el hombre, que fue creado como Su objeto substancial, también debería ser eterno, después de su perfección.
Además, el valor de la existencia de todo el macrocosmos no puede ser completado sin el hombre perfecto, debido a que es un ser único y señor de toda la creación. Por consiguiente, el hombre tiene el mismo valor que todo el macrocosmos.
Jesús es verdaderamente un hombre de este valor. Por muy grande que sea su valor, no es posible asumir un valor más grande que el del hombre que ha cumplido el propósito de la creación. Por tanto, no podemos negar que Jesús era un hombre que ha cumplido el propósito de la creación.
El Principio no niega la actitud de fe mantenida por muchos cristianos de que Jesús es Dios, ya que es cierto que un hombre perfecto forma un solo cuerpo con Dios. Además, cuando el Principio afirma que Jesús es un hombre que ha cumplido el propósito de la creación, no significa disminuir su valor en lo más mínimo. Sin embargo, el Principio considera que el valor original del hombre perfecto es igual al de Jesús. Hemos explicado ahora que Jesús era un hombre que ha cumplido el propósito de la creación. Veamos entonces los versículos bíblicos que prueban esto.
En 1 Timoteo 2:5, está escrito: «Porque hay un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre también». Encontramos en Romanos 5 :19, «En efecto, así como por la desobediencia de un solo hombre (Adán), todos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno solo (Jesús), todos serán constituidos justos», además se explica (1 Co. 15:21), «Porque, habiendo venido por un hombre (Adán), la muerte, también por un hombre (Jesús) viene la resurrección de los muertos». La Biblia también dice (Hch. 17:31), «porque ha fijado el día en el que va a juzgar al mundo según justicia, por el hombre que ha destinado...». En Lucas 17:26, se dice: «Como sucedió en los días de Noé, así será también en los días del Hijo del hombre». Así, la Biblia demuestra muy claramente que Jesús es un hombre. Ante todo, él tenía que venir como un hombre con el fin de ser el Padre Verdadero de la humanidad, dando así al hombre un renacimiento.

3. ¿ES JESUS DIOS MISMO?

Cuando Felipe le pidió a Jesús que le mostrara a Dios, Jesús le contestó: «El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: muéstranos al Padre? ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí?» (Jn. 14:9-10). Además, la Biblia dice: «En el mundo estaba y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció» (Jn. 1 :10). Además, está escrito: «En verdad, en verdad os digo: antes que naciese Abraham, yo soy» (Jn. 8 :58). Basándose en todos estos versículos bíblicos, muchos cristianos han creído hasta ahora que Jesús es Dios mismo, el Creador.
Como demostramos anteriormente, Jesús, como un hombre que ha cumplido el propósito de la creación, es un solo cuerpo con Dios. Así, a la luz de su divinidad Jesús puede muy bien llamarse Dios. Sin embargo, no puede ser de ninguna manera Dios mismo. La relación entre Dios y Jesús puede ser comparada a la que existe entre la mente y el cuerpo. El cuerpo, como el objeto sustancial que refleja a la mente, forma un solo cuerpo con la mente. Así el cuerpo puede ser llamado la segunda mente (la imagen de la mente), pero el cuerpo de ningún modo puede ser la mente misma. De igual manera, Jesús, al ser un solo cuerpo con Dios, puede ser llamado el segundo Dios (la imagen de Dios), pero de ninguna forma puede ser Dios mismo. Es verdad que quien ha visto a Jesús ha visto a Dios (Jn. 14:9-10); pero Jesús no dijo esto para indicar que él era Dios mismo.
Está escrito (Jn. 1:14), que Jesús es la Palabra hecha carne. Esto significa que Jesús es la subtancialización de la Palabra; es decir, la encarnación de la Palabra. Luego, se escribe (Jn. 1:3) que todas las cosas fueron hechas por la Palabra, y de nuevo (Jn. 1:10) se dice que el mundo fue hecho por Jesús; naturalmente, Jesús puede ser llamado el Creador. De acuerdo con los principios de la creación, el mundo de la creación es el desarrollo substancial del carácter y la forma de un hombre con individualidad perfecta. Así, un hombre que haya cumplido el propósito de la creación es el resumen substancial de todo el cosmos y es también el centro de armonía de toda la creación. En este sentido, se puede decir también que el mundo fue creado por un hombre de perfección. Dios planeó que el hombre, después de alcanzar la perfección cumpliendo su propia parte de responsabilidad, se situara en la posición de ser el creador sobre todas las cosas, dándole incluso Su propia naturaleza creativa.
Visto según esta perspectiva, podemos comprender que la Biblia (Jn. 1:10) sólo aclara el hecho de que Jesús era un hombre que ha cumplido el propósito de la creación, lo cual no quiere decir que él era el Creador mismo.
Jesús era un descendiente de Abraham; pero ya que vino como el nuevo progenitor humano para dar renacimiento a toda la humanidad, a la luz de la providencia de la restauración, Jesús era el antepasado de Abraham. Por esta razón, Jesús dijo (Jn. 8:58): «...antes que naciese Abraham, yo soy».
Debemos comprender que esto no significa que Jesús fuera Dios mismo. Jesús en la tierra era un hombre que no se diferenciaba de nosotros excepto en el hecho de que no tenía pecado original. Incluso en el mundo espiritual después de su resurrección, él vive como un hombre espiritual con sus discípulos. La única diferencia entre ellos es que Jesús vive como un hombre espiritual en la etapa de espíritu divino, emitiendo una luz brillante, mientras que sus discípulos son los objetos que reflejan su luz.
Además, Jesús ha estado intercediendo por nosotros ante Dios incluso después de su resurrección en el mundo espiritual (Rm. 8:34), al igual que en la tierra. Si Jesús es Dios mismo, ¿cómo puede interceder por nosotros ante Dios? También, vemos que Jesús clamó a «Dios» o al «Padre» pidiéndole ayuda, lo cual es una buena prueba de que no era Dios mismo (Mt. 27:46, Jn. 17:1). Si Jesús fuera Dios mismo, ¿cómo podría haber sido tentado por Satanás y finalmente crucificado por las fuerzas del mal? Además, cuando leemos que Jesús dijo en la cruz: «¡Dios mío, Dios mío! ¿porqué me has abandonado?», ya no hay duda de que Jesús no es Dios mismo.

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