SECCION II
Jesús y el Hombre que ha Cumplido el Propósito de la Creación
1. JESUS Y ADAN PERFECTO SEGUN LA RESTAURACION DEL ARBOL DE LA VIDA
La
historia humana es la historia de la providencia cuyo fin es
establecer el Reino de los Cielos sobre la tierra, restaurando el
Arbol de la Vida (Ap. 22 :14) que fue perdido en el Jardín del Edén
(Gn. 3 :24). Podremos conocer la relación entre Jesús y Adán
perfecto comprendiendo la relación que existe entre el Arbol de la
Vida del Jardín del Edén (Gen. 2: 9) y el Arbol de la Vida que
tiene que ser restaurado en la consumación de la historia (Ap.
22:14).
Como
ya hemos estudiado en detalle en «La Caída del Hombre», si Adán
hubiera realizado el ideal de la creación, se habría convertido en
el Arbol de la Vida (Gen. 2:9); y todos sus descendientes también
habrían llegado a ser árboles de la vida. Sin embargo, Adán cayó,
anulando la voluntad (Gen. 3:24), y desde entonces, la esperanza de
los hombres caídos ha sido siempre restaurarse como el Arbol de la
Vida (Pr. 13 :12, Ap. 22 :14). Ya que el hombre caído no puede
restaurarse como el Arbol de la Vida por su propio esfuerzo, debe
venir un hombre que haya cumplido el ideal de la creación como el
Arbol de la Vida, y todos los hombres deben injertarse en él.
Cristo, simbolizado como el Arbol de la Vida (Ap. 22:14), es este
hombre que tiene que venir.
Por
consiguiente, el
Adán perfecto, simbolizado por el Arbol de la Vida del Jardín del
Edén, y Jesús, representado también por el Arbol de la Vida (Ap.
22:14), son idénticos desde el punto de vista de ser hombres que han
realizado el ideal de la creación.
2. JESUS Y EL HOMBRE QUE HA CUMPLIDO EL PROPOSITO DE LA CREACION
Hemos ya
explicado en la Sección I el valor del hombre perfecto. Consideremos
ahora la diferencia entre Jesús y el hombre perfecto.
Como ya conocemos de las explicaciones anteriores, un hombre
perfecto, a la luz del propósito de la creación, debería ser
perfecto, como Dios es perfecto (Mt. 5 :48). Así, el
hombre perfecto es tan valioso que incluso posee divinidad.
Dado que Dios es eterno, el hombre, que fue creado como Su objeto
substancial, también debería ser eterno, después de su perfección.
Además, el
valor de la existencia de todo el macrocosmos no puede ser completado
sin el hombre perfecto, debido a que es un ser único y señor de
toda la creación. Por consiguiente, el hombre tiene el mismo valor
que todo el macrocosmos.
Jesús
es verdaderamente un hombre de este valor. Por muy grande que sea su
valor, no es posible asumir un valor más grande que el del hombre
que ha cumplido el propósito de la creación. Por tanto, no podemos
negar que Jesús era un hombre que ha cumplido el propósito de la
creación.
El
Principio no niega
la actitud de fe mantenida por muchos cristianos de que
Jesús es Dios, ya que es cierto que un hombre perfecto forma un solo
cuerpo con Dios. Además, cuando el Principio afirma que Jesús es un
hombre que ha cumplido el propósito de la creación, no significa
disminuir su valor en lo más mínimo. Sin embargo, el Principio
considera que el valor original del hombre perfecto es igual al de
Jesús.
Hemos explicado ahora que Jesús era un hombre que ha cumplido el
propósito de la creación. Veamos entonces los versículos bíblicos
que prueban esto.
En
1 Timoteo 2:5, está escrito: «Porque hay un solo Dios, y también
un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre
también».
Encontramos
en Romanos 5 :19, «En efecto, así como por la desobediencia de un
solo hombre (Adán), todos fueron constituidos pecadores, así
también por la obediencia de uno solo (Jesús), todos serán
constituidos justos», además se explica (1 Co. 15:21), «Porque,
habiendo venido por un hombre (Adán), la muerte, también por un
hombre (Jesús) viene la resurrección de los muertos». La Biblia
también dice (Hch. 17:31), «porque ha fijado el día en el que va a
juzgar al mundo según justicia, por el hombre que ha destinado...».
En Lucas 17:26, se dice: «Como sucedió en los días de Noé, así
será también en los días del Hijo del hombre». Así, la Biblia
demuestra muy claramente que Jesús es un hombre. Ante todo, él
tenía que venir como un hombre con el fin de ser el Padre Verdadero
de la humanidad, dando así al hombre un renacimiento.
3. ¿ES JESUS DIOS MISMO?
Cuando
Felipe le pidió a Jesús que le mostrara a Dios, Jesús le contestó:
«El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú:
muéstranos al Padre? ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre
está en mí?» (Jn. 14:9-10).
Además, la Biblia dice: «En el mundo estaba y el mundo fue hecho
por ella, y el mundo no la conoció» (Jn. 1 :10). Además, está
escrito: «En verdad, en verdad os digo: antes que naciese Abraham,
yo soy» (Jn. 8 :58). Basándose
en todos estos versículos bíblicos, muchos cristianos han creído
hasta ahora que Jesús es Dios mismo, el Creador.
Como
demostramos anteriormente, Jesús,
como un hombre que ha cumplido el propósito de la creación, es un
solo cuerpo con Dios. Así, a la luz de su divinidad Jesús puede muy
bien llamarse Dios. Sin embargo, no puede ser de ninguna manera Dios
mismo. La relación entre Dios y Jesús puede ser comparada a la que
existe entre la mente y el cuerpo. El cuerpo, como el objeto
sustancial que refleja a la mente, forma un solo cuerpo con la mente.
Así el cuerpo puede ser llamado la segunda mente (la imagen de la
mente), pero el cuerpo de ningún modo puede ser la mente misma.
De igual manera, Jesús,
al ser un solo cuerpo con Dios, puede ser llamado el segundo Dios (la
imagen de Dios), pero de ninguna forma puede ser Dios mismo.
Es verdad que quien ha visto a Jesús ha visto a Dios (Jn. 14:9-10);
pero Jesús no dijo esto para indicar que él era Dios mismo.
Está
escrito (Jn. 1:14), que Jesús es la Palabra hecha carne. Esto
significa que Jesús es la subtancialización de la Palabra; es
decir, la encarnación de la Palabra. Luego, se escribe (Jn. 1:3) que
todas las cosas fueron hechas por la Palabra, y de nuevo (Jn. 1:10)
se dice que el mundo fue hecho por Jesús; naturalmente, Jesús puede
ser llamado el Creador.
De acuerdo con los principios de la creación, el mundo de la
creación es el desarrollo substancial del carácter y la forma de un
hombre con individualidad perfecta. Así, un
hombre que haya cumplido el propósito de la creación es el resumen
substancial de todo el cosmos y es también el centro de armonía de
toda la creación. En este sentido, se puede decir también que el
mundo fue creado por un hombre de perfección. Dios planeó que el
hombre, después de alcanzar la perfección cumpliendo su propia
parte de responsabilidad, se situara en la posición de ser el
creador sobre todas las cosas, dándole incluso Su propia naturaleza
creativa.
Visto
según esta perspectiva, podemos comprender que la Biblia (Jn. 1:10)
sólo aclara el hecho de que Jesús era un hombre que ha cumplido el
propósito de la creación, lo cual no quiere decir que él era el
Creador mismo.
Jesús
era un descendiente de Abraham; pero ya que vino como el nuevo
progenitor humano para dar renacimiento a toda la humanidad, a la luz
de la providencia de la restauración, Jesús era el antepasado de
Abraham. Por esta razón, Jesús dijo (Jn. 8:58): «...antes que
naciese Abraham, yo soy».
Debemos
comprender que esto no significa que Jesús fuera Dios mismo. Jesús
en la tierra era un hombre que no se diferenciaba de nosotros excepto
en el hecho de que no tenía pecado original. Incluso en
el mundo espiritual después de su resurrección, él vive como un
hombre espiritual con sus discípulos. La única diferencia entre
ellos es que Jesús vive como un hombre espiritual en la etapa de
espíritu divino, emitiendo una luz brillante, mientras que sus
discípulos son los objetos que reflejan su luz.
Además,
Jesús
ha estado intercediendo por nosotros ante Dios incluso después de su
resurrección en el mundo espiritual (Rm. 8:34), al igual que en la
tierra. Si Jesús es Dios mismo, ¿cómo puede interceder por
nosotros ante Dios? También, vemos que Jesús clamó a «Dios» o al
«Padre» pidiéndole ayuda, lo cual es una buena prueba de que no
era Dios mismo (Mt. 27:46, Jn. 17:1). Si Jesús fuera Dios mismo,
¿cómo podría haber sido tentado por Satanás y finalmente
crucificado por las fuerzas del mal? Además, cuando leemos que Jesús
dijo en la cruz: «¡Dios mío, Dios mío! ¿porqué me has
abandonado?», ya no hay duda de que Jesús no es Dios mismo.
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