CAPITULO VI
La Predestinación
Las
controversias teológicas sobre la «Predestinación», han causado
una gran confusión en la vida religiosa de muchos cristianos.
Debemos comprender las causas que dieron lugar a esto.
En
la Biblia, hay muchos versículos que podrían ser interpretados como
dando a entender que la fortuna o desgracia y la felicidad o miseria
de cualquier individuo, así como la salvación o condenación de los
hombres caídos y el alzamiento y decadencia de las naciones, ocurre
todo conforme a la predestinación de Dios.
Por
ejemplo:
«y
a los que predestinó, a ésos también los llamó; y a los que
llamó, a ésos también los justificó; a los que justificó, a ésos
también los glorificó» (Rm. 8:30).
También
leemos:
«...seré
misericordioso con quien lo sea; me apiadaré de quien me apiade. Por
tanto, no se trata de querer o de correr, sino de que Dios tenga
misericordia» (Rm. 9:15-16).
De
nuevo se dice (Rm. 9:21): «O ¿es que el alfarero no es dueño de
hacer de una misma masa unas vasijas para usos nobles y otras para
usos despreciables?». También se dice (Rm. 9:11-13), que Dios amó
a Jacob y odió a Esaú desde que estaban en el vientre de su madre,
y luego dijo que el mayor serviría al menor.
Así hay
bastantes fundamentos bíblicos para justificar «la predestinación
absoluta». Pero no debemos olvidar que hay también muchos
versículos bíblicos que la niegan.
Por
ejemplo, cuando vemos que Dios advirtió a los primeros antepasados
humanos de que no comieran del fruto (Gn. 2:17), con el fin de
impedir que cayeran, es evidente que la caída del hombre no fue la
predestinación de Dios, sino el resultado de la desobediencia del
hombre al mandamiento de Dios. También leemos (Gn. 6:6), que a Dios
le pesó haber hecho al hombre en la tierra. Si el hombre hubiera
caído conforme a la predestinación de Dios, no habría razón para
que Dios se arrepintiera de haber creado al hombre, cuya caída ya
había sido predestinada.
Juan 3:16, dice que todo el que crea en Cristo no se perderá.
Cuando
leemos en Mateo 7:7: «Pedid y se os dará; buscad y hallaréis;
llamad y se os abrirá», podemos ver que nada se cumple meramente
por la predestinación de Dios, sino también influyen los esfuerzos
del hombre.
Si todas las cosas se realizaran solamente por la predestinación de
Dios, ¿por qué razón Dios resaltó los esfuerzos humanos? También,
cuando leemos que debemos orar por los hermanos enfermos (Stg. 5:14),
podemos comprender que el sufrimiento causado por la enfermedad no es
la predestinación de Dios.
Si todas las cosas fueran decididas inevitablemente por la
predestinación de Dios, no serían necesarias las oraciones llenas
de lágrimas del hombre.
Si aceptamos la creencia
tradicional de la predestinación, las oraciones del hombre, la
evangelización, la caridad y todos los demás esfuerzos humanos, no
ayudarían en nada a que se cumpliera la providencia de la
restauración de Dios; y cualquiera de estos esfuerzos sería en
definitiva inútil. Esto es así porque la predestinación de Dios,
quien es absoluto, debería ser también absoluta, sin dejar la
posibilidad de cambio alguno causado por los esfuerzos humanos.
Puesto que
hay
suficientes fundamentos bíblicos tanto para aceptar como para
rechazar la teoría de la predestinación, las controversias sobre la
doctrina de la predestinación son inevitables. ¿Cómo resuelve
estos problemas el Principio?
Investiguemos la cuestión de la predestinación.
SECCION I
La Predestinación de la Voluntad
Definamos
primero la «voluntad», antes de estudiar la predestinación de la
voluntad. Dios
no pudo cumplir Su propósito de la creación a causa de la caída
humana. Por tanto, la voluntad de Dios, al obrar en Su providencia
con los hombres caídos, será realizar Su propósito de la creación.
En otras palabras, «la voluntad» significa el cumplimiento del
propósito de la providencia de la restauración.
A continuación, debemos saber
que Dios primero determina la voluntad, y luego obra para realizarla.
Dios, para crear al hombre, estableció Su voluntad de cumplir el
propósito de la creación. Sin embargo, debido a la caída humana,
El no pudo realizarla. Con el fin de realizar la voluntad, El tiene
que determinarla por segunda vez, y emprender entonces la providencia
de la restauración.
Dios
predestina siempre la voluntad del bien, no del mal; luego El trabaja
para realizarla. Puesto que Dios es la esencia del bien, Su propósito
de la creación debe ser también un propósito de bondad.
Naturalmente, el propósito de Su providencia de la restauración
debe ser bueno, y Su voluntad para realizar este propósito debe ser
también buena. Dios no pudo haber predestinado algo que obstruyera o
fuera en contra del propósito de la creación. Así sabemos que El
no pudo haber predeterminado cosas tales como la caída humana, el
juicio de los hombres caídos o la destrucción del universo. Si
estos resultados malos hubieran sido algo necesario predestinado por
Dios, El no se habría lamentado de los resultados malos de Su propia
predestinación, y nosotros no podríamos creer en Dios como sujeto
del bien. Dios, mirando a los hombres caídos, se sentía apenado por
haber hecho al hombre en la tierra (Gn. 6:6); y, viendo la
infidelidad del Rey Saúl, se arrepintió de haber hecho rey a Saúl
(1 S. 15:11). Esto es una buena prueba de que estos hechos no fueron
el resultado de la predestinación de Dios. Estos resultados malos
ocurrieron debido al fracaso del hombre en cumplir su parte de
responsabilidad, y por estar del lado de Satanás.
¿En
qué medida Dios predetermina la voluntad para cumplir su propósito
de la creación? Dios es el ser absoluto, único, eterno e
incambiable; así que el propósito de la creación de Dios debe ser
igual. Por consiguiente, la voluntad de la providencia de la
restauración, que es cumplir el propósito de la creación, debe ser
única, incambiable y absoluta (Is. 46:11).
Dios
predetermina la voluntad absolutamente; así pues, cuando una persona
escogida para la voluntad falla en cumplirla, Dios debe seguir
adelante, estableciendo a otra persona en lugar de la que falló.
Por
ejemplo, cuando la voluntad de Dios de cumplir el propósito de la
creación centrada en Adán falló, El mandó a Jesús como el
segundo Adán, intentando cumplir la voluntad centrado en él, debido
a que Su predestinación de la voluntad es absoluta. Cuando esta
voluntad de nuevo fracasó, a causa de la incredulidad del pueblo
(ref. Parte I, Cap. IV, Sec. I, 2) Jesús prometió que el Señor
volvería y cumpliría la voluntad con toda seguridad (Mt. 16:27).
También, en la familia de Adán, Dios pensó establecer el
fundamento para recibir al Mesías mediante Su providencia centrada
en Caín y Abel.
Sin embargo, esta voluntad
acabó en un fracaso cuando Caín mató a Abel. Entonces, Dios pensó
cumplir Su voluntad a través de la familia de Noé. Cuando la
familia de Noé falló en realizar esta voluntad, Dios tuvo que
elegir a Abraham para cumplir la voluntad. En otros ejemplos, Dios
pensó cumplir a través de Set la voluntad que falló Abel en
cumplir (Gn. 4:25). También, El planeó cumplir la voluntad que
quedó incompleta con Moisés escogiendo a Josué en su lugar (Jos.
1:5) y, también, El trató de cumplir la voluntad no realizada
debido a la traición de Judas Iscariote eligiendo a Matías (Hch.
1:15).
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