domingo, 20 de noviembre de 2016

Los Ultimos Días, la Nueva Verdad y Nuestra Actitud - El Principio Divino


SECCION V

Los Ultimos Días, la Nueva Verdad y Nuestra Actitud

1. LOS ULTIMOS DIAS Y LA NUEVA VERDAD

El hombre caído, despierta su espiritualidad y su intelectualidad con el espíritu y la verdad (Jn. 4:23) a través de la religión y así va superando su ignorancia interna. Pero en lo que respecta a la verdad, esta tiene dos aspectos: la interior que por medio de la religión va superando su ignorancia interna y la exterior que por medio de la ciencia va superando su ignorancia externa. Por lo tanto, también la intelectualidad, tiene dos aspectos: el interno que se va despertando por medio de la verdad interna y el externo que lo hace por medio de la verdad externa. Entonces, la intelectualidad interna busca la verdad interior y establece religiones, mientras que la intelectualidad externa busca la verdad externa y establece ciencias.
Las realidades del mundo invisible son percibidas espiritualmente por el cuerpo espiritual a través de los cinco sentidos espirituales, esto a su vez entra en resonancia con los cinco sentidos físicos, siendo así percibido fisiológicamente y la verdad es percibida por medio de los órganos sensoriales fisiológicos del hombre, directamente del mundo visible. La percepción pasa por un proceso espiritual-físico.
Dado que el hombre fue hecho de tal manera que pudiera ser completo solamente cuando su hombre espiritual y su hombre físico estuvieran unidos, el espíritu y la verdad deben estar en perfecta armonía, despertando el nivel espiritual e intelectual del hombre, con el fin de que las dos clases de cognición que vienen por el canal espiritual y el físico puedan coincidir completamente. Entonces, por vez primera el hombre llegará a tener una cognición perfecta de Dios y de todo el mundo de la creación.
De esta manera, Dios está conduciendo Su providencia para restaurar a los hombres a su estado original en la creación, elevando mediante el espíritu y la verdad, el nivel espiritual e intelectual de los hombres, que cayeron en la completa ignorancia debido a la caída. A medida que la historia progresa, el hombre, recibiendo el beneficio de la era de la providencia de la restauración de Dios, ha estado gradualmente restaurando su nivel espiritual e intelectual. Por lo tanto, ambos, el espíritu y la verdad, que son los medios para elevar el nivel espiritual e intelectual, deben también ser elevados gradualmente a niveles más altos. Aunque el espíritu y la verdad deben ser únicos, eternos e incambiables, la extensión, grado y método de enseñanza y expresión a los hombres, que están en el proceso de ser restaurados del estado de ignorancia, deberían variar de acuerdo a la era.
Por ejemplo, en la era anterior al Antiguo Testamento (de Adán a Moisés), Dios no dio al pueblo palabras de verdad, sino meramente les mandaba ofrecer sacrificios. Los hombres de aquella era, siendo ignorantes, no podían recibir la verdad directamente de El. Cuando el nivel espiritual e intelectual del pueblo se elevó, El les dio la Ley en el tiempo de Moisés, y el Evangelio en el tiempo de Jesús. Jesús no dijo que sus palabras eran la verdad, sino que él mismo era el camino, la verdad y la vida (Jn. 14:6). Esto es debido a que sus palabras eran solamente un medio de expresarse a sí mismo como la verdad; y la extensión, grado y método de expresión de la verdad variaban de acuerdo a quienes recibían las palabras.
Según esto, debemos darnos cuenta que las palabras bíblicas son un medio de expresar la verdad y no son la verdad en sí misma. Viendo esto según este punto de vista, podemos comprender que el Nuevo Testamento fue dado como un libro de texto gradual para la enseñanza de la verdad a la gente de hace 2.000 años, gente cuyo nivel espiritual e intelectual era muy bajo, comparado con el de hoy día. Es por ello definitivamente imposible satisfacer en forma completa el deseo del hombre por la verdad en esta moderna civilización científica, usando el mismo método de expresión de la verdad, en parábolas y símbolos, que fue usado para despertar a la gente de aquella época. Por consiguiente, hoy día debe aparecer la verdad con un contenido más elevado y de acuerdo con un método científico de expresión para que la pueda comprender el inteligente hombre moderno.
Llamamos a esto la nueva verdad. Esta nueva verdad, como estudiamos en la «Introducción General», debe ser capaz de resolver completamente los problemas de la religión y la ciencia conforme a un tema unificado, superando así la ignorancia interior y exterior del hombre.
Investiguemos, desde otro aspecto, otras razones por las cuales la nueva verdad debe aparecer.
Como se señaló, la Biblia no es la verdad en sí misma sino un libro de texto que nos enseñaría la verdad. En este libro de texto la mayoría de las partes importantes de la verdad están expresadas en parábolas y símbolos. Por ello, el método de interpretación puede diferir de acuerdo al lector. Las diferencias en interpretaciones han dado lugar a muchas denominaciones. Puesto que la causa principal de las divisiones denominacionales no es el hombre sino son las expresiones usadas en la Biblia, las divisiones y conflictos se incrementarán irremediablemente. Por lo tanto, no podemos esperar que las divisiones y conflictos entre denominaciones lleguen a acabar. Esto impedirá el cumplimiento de la providencia de la restauración de la unificación del Cristianismo, a menos que aparezca una nueva verdad que pueda desvelar los contenidos fundamentales de la Biblia tan claramente que todo el mundo pueda reconocerlo y estar de acuerdo con ella. Por consiguiente, Jesús prometió darnos nuevas palabras de verdad en los Ultimos Días. diciendo:
«Os he dicho todo esto en parábolas. se acerca la hora en que ya no os instruiré en parábolas, sino que con toda claridad os hablaré acerca del Padre». (Jn. 16 :25)
Jesús murió en la cruz sin poder decir todo lo que deseaba decir debido a la incredulidad del pueblo judío. El dijo, «Si al deciros cosas de la tierra, no creéis, ¿cómo vais a creer si os digo cosas del cielo?» (Jn. 3:12). Jesús también dijo a sus discípulos: «Mucho podría deciros aún, pero ahora no podéis con ello» (Jn. 16:12). Esto revela cuán apenado estaba, debido a que no podía decir ni incluso a sus propios discípulos lo que tenía en el fondo de su corazón.
Las palabras que Jesús no dijo, no permanecerán para siempre en secreto, sino tienen que ser reveladas algún día como una nueva verdad a través del Espíritu Santo, como Jesús nos dijo:
« Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa, pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, os anunciará lo que ha de venir» (Jn. 16 :13).
Además, leemos:
«Vi también en la mano derecha del que está sentado en el trono un libro escrito el anverso y el reverso, sellado con siete sellos» (Ap. 5:1).
Precisamente en este libro estaban las palabras que el Señor va a darnos en los Ultimos Días. Cuando Juan lloró debido a que no se había encontrado a nadie digno de abrir el libro ni de leerlo, ya que no había nadie en el cielo, en la tierra o bajo la tierra que fuera capaz de hacerlo, uno de los ancianos dijo:
«...el León de la tribu de Judá, el Retoño de David; él podrá abrir el libro y sus siete sellos» (Ap. 5 :3-5).
El León nacido del linaje de David, significa Cristo. Llegará el día en el que Cristo abrirá el libro sellado, que desde hace mucho tiempo ha permanecido como un secreto para la humanidad, y revelará la nueva verdad a todos los santos. Por ello se dice: «Tienes que profetizar otra vez contra muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes» (Ap. 10:11). De nuevo, se dijo:
«Sucederá en los últimos días, dice Dios: Derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán sus hijos y sus hijas; los jóvenes tendrán visiones, y los ancianos sueños. Y yo sobre mis siervos y sobre mis siervas derramaré mi Espíritu» (Hch 2:17-18).
Entonces según los diferentes puntos de vista la nueva verdad debe venir en los Ultimos Días.

2. LA ACTITUD QUE DEBEMOS TOMAR QUIENES ESTAMOS EN LOS ULTIMOS DIAS

Si observamos la progresión de la historia de la providencia de la restauración, vemos que lo nuevo siempre comienza cuando lo viejo está a punto de extinguirse. Por consiguiente, el período en el que lo viejo acaba es precisamente el período en el que lo nuevo comienza. El final de la historia vieja es el período inicial de la nueva historia.
La humanidad está ahora en el punto de intersección donde las dos soberanías del bien y el mal están enfrentándose entre sí. Estas dos soberanías, que comenzaron en el mismo punto, se han dirigido desde entonces en direcciones opuestas, y han producido sus propios frutos a una escala mundial respectivamente. La gente de esta era internamente caerá en la inseguridad, el terror y el caos debido a la carencia de sus ideales e ideologías. Externamente temblará en medio de las fricciones y las luchas armadas. En los Ultimos Días ocurrirán muchos fenómenos devastadores. como la Biblia lo indica:
«Pues se levantará nación contra nación y reino contra reino y habrá en diversos lugares hambre y terremotos» (Mt. 24:7).
Es inevitable que ocurra esta desgracia, con el fin de que el dominio del mal sea aniquilado y que el dominio del bien sea exaltado. Dios, sin lugar a dudas, establecerá el centro de la soberanía del bien para comenzar una nueva era que partirá del medio de esta situación miserable. Noé, Abraham, Moisés y Jesús eran las figuras centrales que Dios estableció en las respectivas eras. Por esta razón, en este período histórico de transición debemos encontrar a la figura central de la nueva historia, a quien Dios ha designado, para que así podamos ser participantes en la nueva era como Dios quiere que seamos.
La providencia de la nueva era no comienza después de la completa liquidación de la era antigua, sino que nace y crece en las circunstancias del período de la consumación de la era antigua, y siempre que aparece entra en conflicto con la era anterior. Por ello, esta providencia no es fácilmente comprendida por quienes están acostumbrados a los convencionalismos de la era antigua. Por esta razón, los sabios de la historia, que vinieron para hacerse cargo de la providencia de una nueva era, todos fueron víctimas de la era antigua. Podemos dar el ejemplo de Jesús, quien viniendo al término de la Era del Antiguo Testamento como el centro de la nueva providencia de la Era del Nuevo Testamento, fue considerado por los creyentes de la Ley Mosaica como un hereje a quien no podían comprender. Finalmente fue rechazado a causa de su incredulidad y luego fue crucificado. Por esta razón Jesús dijo: «sino que el vino nuevo debe echarse en pellejos nuevos» (Lc. 5:38).
Cristo volverá de nuevo al término de la Era del Nuevo Testamento como centro de la nueva providencia para establecer un nuevo cielo y tierra, y nos dará una nueva verdad para la construcción de la nueva era (Ap. 21:1-7). Por consiguiente, es muy posible que sea rechazado o perseguido por los cristianos en el tiempo de la Segunda Llegada, de igual manera que Jesús fue perseguido y ridiculizado por los judíos cuando vino, quienes decían que estaba poseído por Beelzebul, el príncipe de los demonios (Mt. 12:24). Por lo tanto, Jesús predijo que al principio el Señor debía sufrir muchas cosas y ser rechazado por la generación del tiempo de la Segunda Llegada (Lc. 17:25). Por ello, aquellos quienes, en el período transicional de la historia, estén tenazmente ligados a las circunstancias de la era antigua y confortablemente acomodados en ella serán juzgados junto con la era antigua.
Los hombres caídos, teniendo muy deteriorada su sensibilidad hacia las cosas espirituales, generalmente han dado más valor a la verdad antigua durante el curso de la providencia de la restauración. En otras palabras, aunque la providencia de la restauración esté en el comienzo de la nueva era, esta gente no responderá ni seguirá la providencia de la nueva era, debido a que en la mayoría de los casos están apegados a la visión de la verdad de la era antigua. El hecho de que los judíos, quienes estaban apegados a las escrituras del Antiguo Testamento no pudieron responder a la providencia de la Era del Nuevo Testamento de seguir a Jesús, es un buen ejemplo para demostrar esto. Aquellos que puedan percibir cosas espirituales por medio de la oración, no obstante, comprenderán la providencia de la nueva era espiritualmente, y corresponderán a ella, a pesar de que se enfrenten a discrepancias entre la nueva visión de la verdad y la antigua.
Por esta razón, los discípulos de Jesús no estaban completamente apegados al Antiguo Testamento. Más bien, ellos seguían lo que sentían espiritualmente en sus corazones. Esta es la razón por la cual los hombres de mucha oración y de buena conciencia no pueden evitar sentir una especie de extrema ansiedad y urgencia espiritual en los Ultimos Días, pues ellos sienten vagamente las cosas espirituales y están dispuestos a seguir la providencia de la nueva era en sus corazones, pero no han encontrado la nueva verdad que pueda dirigir su cuerpo en esta dirección. Por consiguiente, estos hombres si solamente escucharan la nueva verdad que les dirigiera hacia la providencia de la nueva era, el espíritu y la verdad despertarían simultáneamente su corazón e intelecto. Como ellos serán capaces de percibir completamente el llamado de la providencia de Dios para la nueva era, responderán entonces con una alegría indescriptible. Así pues, el hombre moderno debe tratar por sobre todas las cosas de percibir lo espiritual mediante oraciones humildes.
Por esta razón, no deberíamos estar ligados a ideas convencionales, sino que deberíamos a toda costa encontrar la nueva verdad que nos dirija a la providencia de la nueva era. Podemos hacer esto conduciendo nuestro ser exterior a corresponder al espíritu. Entonces debemos asegurarnos de que la verdad así encontrada llega a ser una unidad con nuestro espíritu, produciéndose una verdadera alegría celestial en lo profundo de nuestro corazón. Haciendo esto, los creyentes de los Ultimos Días podrán encontrar el camino de la verdadera salvación.

CAPITULO IV

La Llegada del Mesías

La palabra «Mesías» en hebreo significa el «ungido», queriendo decir concretamente el rey. Los israelitas creían en la Palabra de Dios que El les mandaría a un rey o Mesías para salvarlos; esta era precisamente la ideología mesiánica de los israelitas. Fue justamente Jesús Cristo quien vino como Mesías, «Cristo» significa «Mesías» en el lenguaje helénico.
El Mesías debe venir con el fin de cumplir el propósito de la providencia de la salvación de Dios. El hombre necesita la salvación a causa de la caída humana. Por lo tanto, primero debemos comprender la caída humana con el fin de resolver los problemas de la salvación. Pero como «La caída» significa que el propósito de la creación de Dios no pudo ser realizado, antes de discutir la caída humana debemos primero aclarar las cuestiones referentes al propósito de la creación.
El propósito de la creación de Dios tenía que cumplirse, en primer lugar, con la construcción del Reino de los Cielos sobre la tierra. Debido a la caída del hombre, se realizó un infierno en la tierra en lugar del Reino de los Cielos. Desde entonces, Dios ha venido repitiendo Su providencia con la intención de restaurar el Reino de los Cielos sobre la tierra. Por consiguiente, como la historia humana es la historia de la providencia de la restauración, el propósito de la historia es restaurar el Reino de los Cielos sobre la tierra. Estas cuestiones han sido ya explicadas en detalle (ref. Parte I. Cap. III. Sec. I-II).

SECCION I

La Providencia de la Salvación a través de la Cruz

1. EL PROPOSITO DEL ADVENIMIENTO DE JESUS COMO MESIAS

El propósito del advenimiento de Jesús como Mesías era salvar completamente al hombre caído, es decir, cumplir la finalidad de la providencia de la restauración. Por consiguiente, el Reino de los Cielos sobre la tierra debería haber sido establecido por Jesús. Podemos comprobar esto por lo que Jesús dijo a sus discípulos: «Vosotros, pues, sed perfectos, como es perfecto vuestro Padre Celestial» (Mt. 5 :48). De acuerdo con los principios de la creación, ya que un hombre que ha cumplido el propósito de la creación forma un solo cuerpo con Dios y posee divinidad, no puede cometer pecados. Esta clase de hombre, considerado según el propósito de la creación, es perfecto como el Padre Celestial es perfecto. Por lo tanto, lo que Jesús dijo a sus discípulos fue que ellos debían llegar a ser ciudadanos del Reino Celestial, después de haber sido restaurados como hombres que han cumplido el propósito de la creación.
Como Jesús vino con el propósito de establecer el Reino de los Cielos sobre la tierra, restaurando a los hombres caídos como ciudadanos del Reino Celestial, le dijo a sus discípulos que orasen para que la voluntad de Dios fuera hecha en la tierra así como en el cielo (Mt. 6:10). El también exclamó a la gente que se arrepintiera, porque el Reino de los Cielos estaba cerca (Mt. 4:17). Por la misma razón, Juan el Bautista, que había venido para preparar el camino delante del Señor, también anunció la llegada inminente del Reino de los Cielos (Mt. 3:2).
¿Cómo sería, entonces, el hombre que llegara a ser perfecto como el Padre Celestial es perfecto, habiéndose restaurado como el hombre que ha cumplido el propósito de la creación? Semejante hombre formaría un solo cuerpo con Dios, no se separaría nunca de El y sintiendo como propio el corazón de Dios, poseería divinidad. Este hombre no necesita redención o un salvador, ni necesita llevar la vida de oración y fe requerida para los hombres caídos, debido a que no tiene pecado original. No sólo eso, sino que este hombre, estando libre del pecado original, multiplicaría hijos del bien sin pecado original; a consecuencia de esto, sus hijos no necesitarían un salvador para la redención de sus pecados.

2. ¿FUE REALIZADA LA PROVIDENCIA DE LA SALVACION A TRAVES DE LA REDENCION POR LA CRUZ?

¿Se habrá completado, entonces, la finalidad de la providencia de la salvación a través de la redención de Jesús en la cruz, estableciéndose el Reino de los Cielos en la tierra, por haber restaurado los creyentes su naturaleza original?
Desde que comenzó la historia humana no ha habido un solo hombre, a pesar de que haya habido santos muy fervientes, que haya vivido una vida en completa unidad con Dios. Ni una sola persona ha experimentado el corazón y los sentimientos de Dios, ni nadie ha poseído Su misma divinidad. Por consiguiente, no ha habido aún ningún santo que no necesitara de la redención del pecado y una vida de oración y fe. Incluso un hombre tan brillante como Pablo, estaba obligado a llevar una vida de fe y de oraciones con lágrimas (Rm. 7:18-25). Además, por más devotos que sean los padres. no pueden dar nacimiento a hijos sin pecado que pueda ir al Reino de los Cielos, sin la redención del Salvador. Según esto, vemos que los padres están todavía transmitiendo el pecado original a sus hijos.
¿Qué nos enseña la realidad de la vida de fe del cristiano? Nos indica claramente que la redención a través de la cruz no pudo eliminar completamente nuestro pecado original y que por lo tanto no pudo restaurar completamente al hombre a su posición original. Jesús prometió que el Señor volvería, debido a que Jesús sabía que no pudo cumplir el propósito de su venida como el Mesías a través de la redención por la cruz. Cristo tiene que venir de nuevo para cumplir perfectamente la voluntad de Dios, porque la predestinación de Dios de la restauración del Reino de los Cielos sobre la tierra es absoluta e incambiable.
¿Fue en vano, entonces, su sacrificio en la cruz? En absoluto (Jn. 3:16). Si hubiera sido así, no habría existido la historia cristiana. Aún por nuestras propias experiencias de la vida de fe, no podríamos nunca negar la magnitud de la gracia de la redención por la cruz. Si bien es cierto que nuestra fe en la cruz puede traernos la redención, es igualmente cierto que la redención por la cruz no ha podido eliminar nuestro pecado original y restaurarnos como hombres de naturaleza original que no pueden pecar; así, no ha sido posible establecer el Reino de los Cielos sobre la tierra.
Entonces surge la cuestión sobre qué grado de redención obtenemos a través de la cruz. La fe de los intelectuales hombres modernos no puede ser orientada a menos que resolvamos este problema. Para ello, primero hay que aclarar la cuestión de la muerte de Jesús Cristo en la cruz.

3. LA CRUCIFIXION DE JESUS

Examinemos en primer lugar desde el punto de vista de las palabras y acciones de los discípulos, relatadas en la Biblia, si la crucifixión de Jesús fue legítima. Había un sentimiento común evidente entre los discípulos en relación con la muerte de Jesús. Estaban doloridos y angustiados por la muerte de Jesús. Estaban indignados por la ignorancia e incredulidad del pueblo judío que causó la crucifixión de Jesús (Hch. 7:51-53). No sólo ellos, sino que desde entonces los cristianos también han mantenido los mismos sentimientos. Si la muerte de Jesús hubiera sido la consecuencia natural de la predestinación de Dios, no habría motivo para que los discípulos la condenaran, aunque fuera inevitable que se apenaran por su muerte. Según esto, podemos asegurar que fue algo injusto e indebido que Jesús tuviera que tomar el sendero de la muerte.
A continuación, investiguemos según el punto de vista de la providencia de Dios, si la crucifixión de Jesús fue efectivamente un resultado natural de la predestinación de Dios. Dios llamó al pueblo escogido de Israel, los descendientes de Abraham; El los educó y los protegió, y a veces los conducía a través de la disciplina de pruebas y penalidades. El los consolaba mandando a profetas, prometiéndoles firmemente que en el futuro mandaría un Mesías. El hizo que el pueblo construyera tabernáculos y templos como preparación para el Mesías. El mandó a los Reyes Magos de Oriente, así como a Simón, Ana, Juan Bautista y a otros, para dar amplio testimonio del nacimiento y la aparición del Mesías.
Especialmente sobre el nacimiento de Juan Bautista, todos los judíos sabían que el ángel se apareció para anunciar su concepción (Lc. 1:13); y los signos que ocurrieron en el tiempo de su nacimiento conmovieron a toda Judea en expectación (Lc. 1:63-66). Además sus prácticas ascéticas en el desierto causaron una impresión tal que el pueblo judío se preguntaba en sus corazones si quizás él era el Cristo (Lc. 3:15). Demás está decir que Dios mandó a un hombre tan grande como Juan Bautista para dar testimonio de Jesús como el Mesías, para que así el pueblo judío creyera en Jesús. Ya que la voluntad de Dios era que los israelitas creyeran que Jesús era el Mesías, los israelitas, quienes debían vivir de acuerdo con la voluntad de Dios, deberían haber creído en él como el Mesías. Si hubieran creído en Jesús como el Mesías, conforme a la voluntad de Dios, ¿cómo podrían haberlo crucificado, después de haberle estado esperando durante tanto tiempo? Los israelitas lo crucificaron porque, en contra de la voluntad de Dios, no creyeron que Jesús era el Mesías. Por consiguiente, debemos darnos cuenta que Jesús no vino para ir por el camino de la muerte en la cruz.
A continuación, investiguemos más profundamente, de acuerdo a las propias palabras y obras de Jesús, si su crucifixión era verdaderamente el camino para cumplir el propósito completo de su llegada como el Mesías. Como la Biblia y toda la providencia de Dios claramente lo muestran, Jesús habló y obró para que la gente creyera que él era el Mesías. Cuando la gente le preguntó lo que debían hacer para cumplir las obras de Dios, Jesús les contestó: «La obra de Dios es que creáis en quien El ha enviado» (Jn. 6:29).
Jesús se entristeció por la traición del pueblo judío; y no teniendo a nadie a quien apelar, lloró sobre la ciudad de Jerusalén e incluso maldijo a la ciudad, diciendo que sería destruida totalmente hasta el punto de que no dejarían piedra sobre piedra, y no digamos los israelitas, la nación escogida, a quienes Dios había conducido con tanto amor y cuidados durante 2.000 años. Jesús indicó claramente su ignorancia, diciendo: «...porque no has conocido el tiempo de tu visita» (Lc. 19:44).
Jesús se lamentó de la incredulidad y terquedad del pueblo, diciendo:
«¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados! Cuántas veces he querido reunir a tus hijos como una gallina reúne a sus polluelos bajo las alas, y no habéis querido!» (Mt. 23:37).
Jesús les reprochaba su ignorancia que les impedía creer en él, aunque leían las Escrituras que daban testimonio de él, y les dijo con gran tristeza:
«Investigad las Escrituras, ya que creéis tener en ellas vida eterna; ellas son las que dan testimonio de mí; y vosotros no queréis venir a mí para tener vida» (Jn. 5:39-40).
Luego, él dijo dolorido: «Yo he venido en nombre de mi Padre y no me recibís», y siguió diciendo: «Porque si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque él escribió de mí» (Jn. 5 :43-46).
¡Cuántos milagros y señales realizó Jesús con la esperanza de restaurar la fe del pueblo! Sin embargo, cuando veían las maravillosas obras que Jesús hacía lo acusaron de estar poseído por Beelzebul. Viendo esta dolorosa situación, Jesús dijo: «...creed por las obras, aunque a mí no me creáis, y así sabréis y conoceréis que el Padre está en mi y yo en el Padre» (Jn. 10:38). En otra ocasión, Jesús incluso los maldijo con gran indignación, profetizando que tendrían que sufrir (Mt. 23 :13-36). El mismo Jesús, mediante sus palabras y obras, trató de hacerles creer en él, porque la voluntad de Dios era que ellos creyeran en él. Si el pueblo judío hubiera creído que él era el Mesías, como Dios y Jesús deseaban, ¿quién lo hubiera empujado hacia el camino de la muerte en la cruz.
Según lo anterior, podemos ver que la crucifixión de Jesús fue el resultado de la ignorancia e incredulidad del pueblo judío y no la predestinación de Dios para cumplir el propósito completo de la llegada de Jesús como el Mesías. 1 Corintios 2:8 dice: «desconocida de todos los príncipes de este mundo; pues de haberla conocido no hubieran crucificado al Señor de la Gloria», esta prueba debería ser más que suficiente.
Si la crucifixión de Jesús hubiera sido originalmente la predestinación de Dios, el camino por el que naturalmente debía ir, ¿cómo pudo orar tres veces que el cáliz de la muerte pasara de él? (Mt. 26:39). De hecho oró de esta manera tan desesperada porque sabía muy bien que la historia de aflicción sería prolongada hasta el tiempo de la Segunda Llegada, en el caso de que la incredulidad impidiera la realización del Reino de los Cielos sobre la tierra, que Dios durante cuatro mil años se había esforzado en establecer.
En Juan 3 :14, leemos: «Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre». Cuando los israelitas estaban en el camino de Egipto al país de Canaán, y ya no creían más en Moisés, aparecieron serpientes de fuego y empezaron a matar al pueblo; entonces Dios hizo elevar una serpiente de bronce en un palo, y aquellos que la miraban sobrevivían. Similarmente, debido a la falta de fe del pueblo judío en Jesús, todos fueron destinados al infierno; y Jesús dijo esto con un corazón profundamente apenado, previendo que después de su crucifixión como «la serpiente de bronce» solamente aquellos que le miraran y creyeran en él se salvarían.
Otra manera por la cual podemos saber que Jesús fue crucificado a causa de la incredulidad del pueblo es según el hecho, que tal como Jesús lo predijo, la nación escogida de Israel declinó después de su muerte (Lc. 19:44).
Isaías 9 :6-7, dice:
«Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado, el señorío reposará en su hombro, y le llamarán: `Admirable-Consejero', `Dios-Poderoso', `Siempre-Padre', `Príncipe de Paz'. Grande es su señorío y la paz no tendrá fin, sobre el trono de David y sobre su reino, para restaurarlo y consolidarlo por la equidad y la justicia. Desde ahora y hasta siempre, el celo de Yahvéh Sebaot hará eso».
Esta predicción indica que Jesús vendría en el trono de David y establecería un Reino por toda la eternidad. Por lo tanto, un ángel se apareció a María en el tiempo de la concepción de Jesús y le dijo:
«Vas a concebir en el seno y vas a dar a luz a un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. El será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin» (Lc. 1:31-33).
Según estos pasajes, podemos ver que Dios había llamado a los israelitas, la nación escogida, y les había dirigido a través de aflicciones y penalidades durante 2.000 años a partir de Abraham, con el fin de establecer el eterno Reino de Dios en la tierra mandando a Jesús como el Mesías. Jesús vino como el Mesías; pero, debido a la incredulidad y persecución del pueblo, fue crucificado. Desde entonces, los judíos han perdido la calificación para ser el pueblo escogido y han sido dispersados, sufriendo persecución hasta nuestros días.
Este fue el castigo por el crimen de haber asesinado al Mesías, a quien debían servir, impidiéndole realizar el propósito de la providencia de la salvación. No sólo eso, sino que como castigo por ese pecado colectivo después de Jesús muchos creyentes tuvieron que sufrir también la tribulación de la cruz.

4. EL LIMITE DE LA SALVACION A TRAVES DE LA REDENCION POR LA CRUZ Y EL PROPOSITO DE LA SEGUNDA LLEGADA DEL SEÑOR

¿Qué habría ocurrido si el Señor no hubiera sido crucificado? El habría cumplido la providencia de la salvación espiritual y física a la vez. El habría construido el Reino de los Cielos en la tierra que duraría para siempre, como está expresado en la profecía de Isaías (Is. 9:6-7), en la anunciación del ángel que se apareció a María (Lc. 1:31-33) y en las propias palabras de Jesús que anunciaba la inminencia del Reino de los Cielos (Mt. 4:17). Dios creó primero la carne del hombre con polvo de la tierra, y entonces le insufló en sus narices el aliento de vida y lo hizo un ser viviente (Gn. 2:7). El hombre fue creado con espíritu y cuerpo; su caída fue también espiritual y física. Por lo tanto, Jesús debía realizar la salvación tanto física como espiritual.
Creer en Jesús significa formar un solo cuerpo con él; por ello, Jesús se comparó a sí mismo con la verdadera vid, y a sus seguidores con los sarmientos (Jn. 15:5). El dijo: «...comprenderéis que yo estoy en mi Padre y vosotros en mí y yo en vosotros» (Jn. 14:20). Jesús dijo esto porque, viniendo como ser humano, deseaba salvar a los hombres caídos a la vez espiritual y físicamente. Si los hombres caídos hubieran creído, llegando a ser una unidad con él en espíritu y cuerpo, podrían haber sido salvados espiritual y físicamente. Debido a que el pueblo judío no creyó en Jesús y lo llevaron a la crucifixión, su cuerpo fue invadido por Satanás y finalmente fue asesinado. Por consiguiente, aunque los cristianos creen en Jesús y forman un solo cuerpo con él, sin embargo, dado que su cuerpo fue invadido por Satanás, los cuerpos de los cristianos están sujetos también a la invasión satánica.
Por esta razón, a pesar de lo ferviente que sea, un hombre de fe no puede alcanzar la salvación física solamente por la redención a través de la crucifixión de Jesús. Puesto que el pecado original transmitido por el linaje desde Adán no ha sido eliminado, cualquier santo, aunque sea muy ferviente, tiene todavía el pecado original y no puede impedir que sus hijos nazcan con pecado original. Para evitar la condición de invasión satánica que constantemente viene a través de la carne, debido al pecado original, tenemos que castigar y negar el cuerpo carnal, para poder vivir una vida religiosa. Debemos orar constantemente (1 Ts. 5:17), con el fin de impedir la condición de invasión satánica que viene a causa del pecado original, que no ha sido desarraigado aunque estemos redimidos por la cruz.
Jesús no pudo cumplir el propósito de la providencia de la salvación física debido a que su cuerpo fue invadido por Satanás. Sin embargo, pudo establecer la base para la salvación espiritual, formando un fundamento triunfante para la resurrección a través de la redención por la sangre en la cruz. Por lo tanto, todos los santos desde la resurrección de Jesús hasta nuestros días han recibido solamente el beneficio de la providencia de la salvación espiritual. La salvación a través de la redención por la cruz es sólo espiritual. Aún en los hombres de fe ardiente, el pecado original permanece en la carne y se transmite continuamente de generación en generación. Cuanto más profunda sea la fe de un santo, más severa es su lucha en contra del pecado. Entonces, Cristo debe venir de nuevo a la tierra para cumplir el propósito de la providencia de la salvación física, así como la salvación espiritual, redimiendo del pecado original que no ha sido eliminado ni siquiera por la cruz.
Como dijimos antes, incluso los santos redimidos por la cruz han tenido que continuar luchando en contra del pecado original. Por esta razón incluso Pablo, que era el centro de la fe entre los discípulos, se lamentaba de su incapacidad de impedir que el pecado invadiera su carne, diciendo: «...Así pues, soy yo mismo quien con la razón sirve a la ley de Dios, mas con la carne, a la ley del pecado» (Rm. 7:22-25). El dijo esto para expresar al mismo tiempo la alegría de haber alcanzado la salvación espiritual, y deplorar el fallo en cumplir la salvación física. De nuevo, en 1 Juan 1:8-10, Juan confesó, diciendo:
«Si decimos: `No tenemos pecado' nos engañamos y la verdad no está en nosotros... Si decimos: `No hemos pecado' le hacemos mentiroso y su Palabra no está en nosotros».
Aunque podemos alcanzar la salvación a través de la crucifixión de Jesús, no podemos dejar de ser pecadores, debido a que el pecado original obra aún en nosotros.

5. DOS CLASES DE PROFECIAS REFERENTES A LA CRUZ

Si su crucifixión no fue el resultado inevitable de la predestinación de Dios para cumplir toda su finalidad de venir como Mesías, entonces ¿cuál debe ser la razón de que en Isaías 53 está profetizado el sufrimiento de Jesús en la cruz? Hasta ahora, habíamos pensado que las profecías en la Biblia acerca de Jesús sólo predecían su sufrimiento. Cuando leemos la Biblia de nuevo con el conocimiento del Principio, podemos comprender que, como Isaías predijo en la Era del Antiguo Testamento (Is. 9:60), y como el ángel de Dios profetizó a María, Jesús era esperado para ser el rey de los judíos en su vida y establecer sobre la tierra un reino eterno que «no tendrá fin» (Lc. 1:31-33). Investiguemos por qué hubo dos clases de profecías.
Dios creó al hombre para que pueda perfeccionarse sólo a través de cumplir su parte de responsabilidad (ref. Parte I, Cap. I, Sec. V, 2 [2]). Sin embargo, los primeros antepasados humanos cayeron sin cumplir su parte de responsabilidad. Así, el hombre podía cumplir su parte de responsabilidad conforme a la voluntad de Dios o, por el contrario, no cumplirla en contra de la voluntad de Dios.
Demos ejemplos de la Biblia. La parte de responsabilidad del hombre era no comer del fruto del Arbol de la Ciencia del Bien y del Mal, por eso Adán podía llegar a ser perfecto obedeciendo el mandamiento de Dios de no comer del fruto o por el contrario, podía morir si comía de el como ocurrió realmente. Dios dio los Diez Mandamientos a la gente de la Era del Antiguo Testamento como la parte de responsabilidad del hombre en la providencia de la salvación. Entonces, el hombre podía salvarse guardando los mandamientos, o perderse desobedeciéndolos. La parte de responsabilidad de los israelitas era obedecer las órdenes de Moisés en su camino de Egipto a la tierra prometida de Canaán. Ellos podían entrar en la tierra prometida de Canaán obedeciendo las órdenes de Moisés o, por el contrario, no entrar si desobedecían sus órdenes. De hecho, Dios quería que Moisés condujese a los israelitas a la tierra prometida de Canaán (Ex. 3:8) y le ordenó hacerlo así; pero, debido a su infidelidad, el pueblo pereció en el desierto, permitiendo que sólo sus descendientes llegaran a destino.
El hombre, tiene que cumplir su propia responsabilidad, y puede cumplirla de acuerdo con la voluntad de Dios o no cumplirla en contra de Su voluntad, dando lugar así a que sólo una de las dos posibilidades se haga realidad. Por consiguiente, fue inevitable que Dios diera dos clases de profecías sobre la realización de Su voluntad.
Mandar al Mesías es la parte de responsabilidad de Dios, pero creer en él o no corresponde a la parte de responsabilidad del hombre. Por lo tanto, el pueblo judío podía creer en el Mesías de acuerdo a la voluntad de Dios o no creer en él en contra de Su voluntad. Por ello, Dios tuvo que dar dos clases de profecías, previendo así los dos posibles resultados, que dependían del éxito o el fallo del hombre en cumplir su responsabilidad. Dios profetizó sobre lo que podría ocurrir si el pueblo judío fallaba en creer en el Mesías, como fue escrito en Isaías 53, y sobre lo que ocurriría si ellos cumplían Su voluntad gloriosamente creyendo y sirviendo al Mesías, como fue descrito en Isaías 9, 11 y 60, y en Lucas 1:30. Sin embargo, debido a la incredulidad del pueblo, Jesús murió en la cruz, y se cumplió la profecía de Isaías 53, quedando así las demás para que se cumplan en la Segunda Llegada del Señor.

6. VERSICULOS BIBLICOS ESCRITOS COMO SI LA CRUCIFIXION DE JESUS FUERA INEVITABLE

En la Biblia encontramos muchos versículos escritos como si el sufrimiento de Jesús a través de la crucifixión fuera inevitable. Uno de los ejemplos representativos es cuando Jesús reprendió a Pedro, que había tratado de disuadirle de que sufriera cuando le profetizó su sufrimiento en la cruz, diciéndole: « ¡Quítate de mi vista, Satanás! » (Mt. 16 :23). Si no fuera así, ¿cómo pudo Jesús tratar a Pedro de esa manera? De hecho, Jesús estaba entonces resuelto a tomar la cruz como la condición de indemnización para pagar por la realización de sólo la salvación espiritual del hombre, cuando vio que no podía cumplir la providencia de la salvación a la vez espiritual y física (Lc. 9 :31). En esta situación, cuando Pedro le estaba disuadiendo de que tomara el camino de la cruz, actuaba en contra de la providencia de la salvación espiritual a través de la cruz; por ello Jesús lo reprendió.
En otro momento, cuando Jesús pronunció sus últimas palabras en la cruz, diciendo: «Todo está cumplido» (Jn. 19:30). no quiso decir que todo el propósito de la providencia de la salvación se lograba a través de la cruz. Sabiendo que la incredulidad del pueblo era en aquel punto un hecho incambiable, Jesús escogió el camino de la cruz con el fin de establecer el fundamento de la providencia de la salvación espiritual, dejando la providencia de la salvación física para el tiempo de la Segunda Llegada. Por consiguiente, Jesús, con sus palabras «todo está cumplido», quiso decir que cumplió su trabajo de establecer la base para la providencia de la salvación espiritual mediante la cruz, que era la providencia de salvación secundaria.
Para tener una fe correcta, debemos primeramente establecer una comunicación directa con Dios en espíritu mediante una oración ardiente y, luego, debemos comprender la verdad por una lectura correcta de la Biblia. Por esta razón, Jesús nos dijo que adorásemos a Dios en espíritu y en verdad (Jn. 4:24).
Desde el tiempo de Jesús hasta el presente, todos los cristianos han pensado que Jesús vino al mundo para morir. Esto es porque no conocieron el propósito fundamental de la llegada de Jesús como el Mesías, y sostuvieron la idea equivocada de que la salvación espiritual era la única misión con la cual Jesús vino al mundo. Jesús vino a cumplir la voluntad de Dios en vida, pero tuvo que morir a pesar suyo, debido a la incredulidad del pueblo. Antes de surgir en la tierra la novia que se ajuste a su voluntad, y alivie su corazón dolorido y triste ¡cómo puede volver si no tiene con quien realizar su voluntad! Jesús dijo: «Pero, cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará la fe sobre la tierra?» (Lc. 18: 8), lamentándose de antemano de la posible ignorancia de los cristianos.
Hemos aclarado aquí el hecho de que Jesús no vino a morir, pero si preguntamos a Jesús directamente a través de la comunicación espiritual, podremos verlo aún más claramente. Cuando es imposible la relación directa, deberíamos buscar el testimonio de alguien que tenga este don, con el fin de tener la clase de fe que nos calificará para ser la «novia» y poder recibir al Mesías.

SECCION II

La Segunda Llegada de Elías y Juan Bautista

El profeta Malaquías predijo que Elías volvería de nuevo (Mt. 3:23), y según el testimonio de Jesús, Juan Bautista era la segunda llegada de Elías (Mt. 11:14, 17:13). Sin embargo, el mismo Juan Bautista, así como el pueblo judío en general, no conocía el hecho de que Juan era la segunda llegada de Elías (Jn. 1:21). La duda de Juan sobre Jesús (Mt. 11:3), seguida por la creciente incredulidad del pueblo, obligó finalmente a Jesús a tomar el camino de la cruz.

1. LA TENDENCIA DEL PENSAMIENTO JUDIO CENTRALIZADO EN LA SEGUNDA LLEGADA DE ELIAS

Durante el período del Reino Unido, el «ideal del templo» fue invadido por Satanás debido a la caída del rey Salomón.
Dios pensó realizar el ideal del templo por segunda vez. Con el fin de preparar al pueblo para recibir al Mesías, el templo substancial, Dios mandó a cuatro profetas mayores y doce profetas menores para separar al pueblo de Satanás. Para impedir que Satanás frustrara la realización de este ideal, El mandó a su profeta especial Elías e hizo que se enfrentara con los profetas de Baal en el monte Carmelo. Sin embargo, Elías ascendió al cielo sin haber cumplido totalmente su misión divina (2 R. 2:11), y el poder de Satanás fue de nuevo en aumento.
Por consiguiente, con el fin de que el ideal del templo substancial, Jesús, se pudiera realizar, debería haber primeramente otro profeta que sucediera a Elías y cumpliera la misión de separación de Satanás, que Elías había dejado sin completar en la tierra. A causa de esta necesidad providencial, el profeta Malaquías predijo la segunda llegada de Elías (Ml. 3:23)(en otras Biblias: Ml. 4:23 o Ml. 4:5).
La ferviente esperanza del pueblo judío, que creía en estas profecías, era naturalmente la llegada del Mesías. Pero, debemos saber

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