SECCION I
La Realización del Propósito de la Creación de Dios y la Caída del Hombre
1. LA REALIZACION DEL PROPOSITO DE LA CREACION DE DIOS
Como ya se ha analizado
detalladamente en «Los Principios de la Creación», el propósito
por el cual Dios creó al hombre fue sentir alegría al verse en él.
Por lo tanto, el propósito de la vida del hombre es devolver alegría
a Dios. ¿De qué manera puede el hombre devolver alegría a Dios y
manifestar perfectamente el valor original de su existencia?
El universo
fue creado para ser el objeto de la alegría de Dios tal como está.
Sin embargo, el hombre, como ha sido aclarado en «Los Principios de
la Creación», fue creado para ser el objeto substancial de Dios,
devolviéndole alegría por la acción de su propia libre voluntad.
Por ello, el hombre no puede llegar a ser el objeto de la alegría de
Dios a no ser que conozca la voluntad de Dios y viva de acuerdo a
ella por su propio esfuerzo. Por esta razón, el
hombre fue creado de tal forma que pudiera conocer la voluntad de
Dios y vivir conforme a ella eternamente, experimentando el corazón
de Dios como si fuera el suyo propio. A este estado del hombre le
podemos llamar la «perfección de la individualidad».
Adán y Eva antes de la caída y muchos profetas y santos también,
han podido aunque sea parcialmente comunicarse con Dios directamente,
debido a que el hombre fue creado con estas facultades.
La relación
entre Dios y un hombre de individualidad perfecta puede ser comparada
a la que existe en nuestra mente y nuestro cuerpo. Nuestro cuerpo, es
el templo donde habita nuestra mente, obedece las órdenes de nuestra
mente y actúa de acuerdo a ella. Dado
que Dios habita en la mente de un hombre de individualidad perfecta,
tal hombre llegará a ser el templo de Dios y vivirá de acuerdo con
la voluntad de Dios. Un hombre de individualidad perfecta llega a
formar un solo cuerpo en unidad con Dios, de igual manera que ocurre
con nuestra mente y nuestro cuerpo.
Por ello, 1
Corintios 3:16 dice, «¿No sabéis que sois santuario de Dios y que
el Espíritu de Dios habita en vosotros?», y Juan 14:20 dice, «Aquel
día comprenderéis que yo estoy en mi Padre y vosotros en mí y yo
en vosotros». El hombre que haya alcanzado la unidad con Dios,
logrando que Su Espíritu more en él, al perfeccionar su
individualidad y formar así un templo para Dios, tendrá entonces
divinidad y no puede de ninguna manera cometer pecado; naturalmente,
un hombre semejante no puede caer.
Un hombre de individualidad perfecta es un cuerpo perfecto de bondad
que realizó el propósito de la creación. Si un cuerpo perfecto de
bondad cayera, daría el lógico resultado de contener la posibilidad
de su propia destrucción. Por otra parte, si un hombre creado por el
Dios omnipotente cayera después de la perfección, tendríamos que
negar la omnipotencia de Dios. Por consiguiente, un hombre de
individualidad perfecta nunca podría caer, porque, siendo el objeto
de alegría de Dios, que es el sujeto eterno y absoluto, el hombre
debería de igual manera poseer las cualidades de ser absoluto y
eterno.
Si
Adán y Eva con individualidades perfectas, sin posibilidad de pecar,
hubieran establecido un hogar y una sociedad sin pecado,
multiplicando hijos del bien conforme a la bendición de Dios (Gn.
1:28), se habría realizado justamente el Reino de los Cielos, que
tendría la forma de una gran familia centralizada en los mismos
padres.
Como
el Reino de los Cielos tiene justamente la forma de un hombre de
individualidad perfecta, de igual manera que los miembros de un
cuerpo trabajan con una relación horizontal entre sí de acuerdo a
las órdenes verticales del cerebro, también la sociedad debería
estar organizada de tal forma que los hombres vivieran en una
relación horizontal entre sí conforme a las órdenes verticales de
Dios. En una sociedad semejante la gente no podría realizar ningún
acto que dañara a sus vecinos, porque toda la sociedad
experimentaría la misma aflicción que Dios siente hacia quienes
sufren.
Aunque los
hombres de esta sociedad fueran totalmente puros y sin pecado, si
tuvieran que vivir en una civilización subdesarrollada similar a los
pueblos primitivos, este mundo no podría ser la clase de mundo que
Dios y el hombre ansiosamente han esperado. Ya que Dios
bendijo al hombre para que fuese el señor de todas las cosas (Gn.
1:28), los hombres de individualidad perfecta subyugarían al mundo
natural mediante una ciencia altamente desarrollada, y establecerían
un ambiente social extremadamente confortable sobre la tierra. Este
sería el lugar donde el ideal de la creación se habría realizado.
No sería otra cosa más que el Reino de los Cielos sobre la tierra.
Cuando el
hombre perfecto, después de haber vivido en el Reino de los Cielos
sobre la tierra, va al mundo espiritual, dejando su cuerpo físico,
entonces el Reino de los Cielos se realizaría en el mundo
espiritual. Por lo tanto, el
propósito de la creación de Dios es establecer el Reino de los
Cielos sobre la tierra.
2. LA CAIDA DEL HOMBRE
Como se explica en «Los
Principios de la Creación», el hombre cayó mientras era inmaduro y
estaba aún en el período de crecimiento. Preguntas como por qué
era necesario un período de crecimiento para el hombre y la prueba
de por qué solamente nos queda pensar que los primeros antepasados
del hombre cayeron durante su inmadurez, fueron contestadas en aquel
capítulo.
El
hombre, debido a su caída, no pudo llegar a ser el templo de Dios;
en su lugar, se convirtió en la morada de Satanás, formando una
unidad con él. Naturalmente, el hombre adquirió una naturaleza mala
en vez de poseer divinidad. Provocando así que los hombres de
naturaleza mala, al multiplicar hijos del mal, establecieran hogares
y sociedades malas y un mundo malo. Esto es el Infierno sobre la
tierra, en el cual los hombres caídos han estado viviendo hasta
ahora.
Los
hombres en el Infierno no han podido establecer buenas relaciones
horizontales entre sí, debido a que su relación vertical con Dios
fue interrumpida. Por ello, se complacieron en actos que injuriaban a
sus vecinos, porque no podían sentir el sufrimiento y los problemas
de sus vecinos como los suyos propios.
Los
hombres que viven en el Infierno en la tierra pasan al Infierno en el
mundo espiritual después de dejar sus cuerpos físicos. De esta
manera, los hombres establecieron el mundo de la soberanía de
Satanás en vez del mundo de la soberanía de Dios.
Por
esto, se designó a Satanás como «el príncipe de este mundo» (Jn.
12:31) o «el dios de este mundo» (2 Co. 4:4).
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