SECCION IV
Los Días de Jesús y Nuestros Días desde el Punto de Vista de la Identidad de Tiempo
El
período de la Primera y el de la Segunda Llegada son los períodos
de la identidad de tiempo providencial. Por esto, todas las
situaciones que se desarrollan centradas en el Cristianismo de hoy
son similares a las que se desarrollaron centradas en el Judaísmo de
los días de Jesús.
Por
ejemplo: en primer lugar, tenemos el hecho de que el Cristianismo de
hoy día, al igual que el Judaísmo en el tiempo de Jesús, está
apegado a la autoridad y a los ritos de la iglesia, mientras que el
contenido interno está corrompido.
La clase dirigente del pueblo, los jefes de los sacerdotes y los
rabinos de los días de Jesús, esclavos de los principios
convencionales de la ley Mosaica, estaban todos corrompidos en sus
vidas espirituales. Por consiguiente, las personas cuanto más
conscientes eran en su fe más deseaban calmar su sed espiritual
siguiendo a Jesús, que era señalado como un hereje en aquel tiempo.
Del mismo modo, la
clase dirigente del Cristianismo de hoy día, incluyendo a sacerdotes
y ministros, es esclava de los ritos y autoridad tradicionales de la
iglesia y está volviéndose cada día más oscura espiritualmente.
Por ello, la situación actual de hoy día es que los fervientes
cristianos están vagando en las montañas y llanuras espirituales en
busca de nuevos líderes y verdaderos caminos para experimentar la
luz interior de la fe dejando a un lado las circunstancias externas.
Después,
como se ha visto previamente con detalle, los
cristianos de hoy serán los primeros en perseguir al Mesías al
tiempo de la Segunda Llegada,
como hicieron
los seguidores del Judaísmo en la Primera Llegada.
Jesús, que vino a cumplir las palabras del Antiguo Testamento de
acuerdo con los profetas, y sobre este fundamento establecer una
nueva era, no repitió simplemente las palabras del Antiguo
Testamento, sino que tuvo que dar necesariamente nuevas palabras para
la nueva era. Los jefes de los sacerdotes y rabinos, que criticaban
las palabras y la conducta de Jesús conforme a los límites de lo
que estaba permitido por las palabras del Antiguo Testamento,
acabaron entregando a Jesús en la cruz a causa de su modelo de
juicio equivocado.
Del mismo
modo, el propósito de la Segunda Llegada de Cristo es establecer un
cielo nuevo y una tierra nueva (Ap. 21:1-4) sobre el fundamento de la
salvación espiritual de la Era del Nuevo Testamento establecido por
los cristianos. Por consiguiente, al tiempo de la Segunda Llegada, el
Señor seguramente no repetirá simplemente las palabras del Nuevo
Testamento dadas hace 2.000 años, sino que dará nuevas palabras
necesarias para establecer un cielo nuevo y una tierra nueva. Sin
embargo, los
cristianos de hoy, que son esclavos de las palabras bíblicas,
seguramente criticarán las palabras y la conducta del Señor de la
Segunda Llegada conforme a lo que se afirma literalmente en las
palabras del Nuevo Testamento. Por lo tanto, está muy claro que
puede ser que le persigan y que le acusen de hereje.
Esta es la verdadera razón por la cual dijo Jesús que, en la
Segunda Llegada, el Señor primero sufriría mucho (Lc. 17:25).
Por
otro lado, sucederán las mismas cosas que en el tiempo de Jesús en
relación a la acogida de las revelaciones referentes a la Segunda
Llegada o a las palabras que el Señor nos dará.
Al tiempo de la venida de Jesús, Dios no dio el mensaje de la
llegada del Mesías a los jefes de los sacerdotes y rabinos, sino a
los astrólogos gentiles y a inocentes pastores. Es como el caso de
un padre, que debido a la ignorancia de su propio hijo, tiene que
confiar en su hijastro. Dios no puede revelar el mensaje de la
Segunda Llegada a los cristianos de hoy, que están manteniendo
ciegamente una actitud convencional de fe, sino más bien a los
seglares, a los paganos que son tenidos por gentiles o a los hombres
sin ninguna fe religiosa pero con buena conciencia. Los
que aceptaron el Evangelio de Jesús no fueron las clases dirigentes
del Judaísmo, que se llamaban a sí mismos los elegidos de Dios,
sino gente de las clases más bajas y gentiles. Similarmente, en la
Segunda Llegada, los seglares o no cristianos pueden ser los primeros
en aceptar las palabras del Señor, antes que las clases dirigentes
del Cristianismo, que se consideran a sí mismos el «pueblo
escogido».
Por esto, Jesús lamentándose dijo que aquellos que gozarían del
banquete de bodas que él prepararía no serían los invitados, sino
los llamados casualmente de la calle (Mt. 22:8-10).
Además, en
el tiempo de la Segunda Llegada, así como en el tiempo de Jesús,
habrá muchos creyentes, que encaminados hacia el Cielo, acabarán en
el Infierno.
Los jefes de los sacerdotes y los rabinos, que tenían la misión de
dirigir al pueblo de Dios, deberían haber sido los primeros en
conocer la llegada del Mesías y deberían haber tomado la iniciativa
de llevar al pueblo escogido ante él. Con el fin de que cumpliesen
su misión, Jesús visitó el templo en primer lugar y les enseñó
el Evangelio. Debido a que no hicieron caso de sus enseñanzas, se
vio forzado a deambular por las orillas del mar de Galilea, haciendo
discípulos suyos a los pescadores y relacionándose principalmente
con la gente del nivel más bajo, como pecadores, recaudadores de
impuestos y prostitutas. Finalmente, los jefes de los sacerdotes y
los rabinos entregaron a Jesús. Entonces, creyendo que habían hecho
algo justo castigando al traidor de Dios, siguieron dedicando su
lealtad al oficio sagrado, recitando pasajes de las escrituras,
aportando el diezmo y ofreciendo sacrificios por el resto de sus
vidas. Nunca se imaginaron que iban con rumbo al lugar donde fueron
después de su muerte física, que fue inesperadamente para ellos, el
Infierno. Desafortunadamente, se precipitaron al Infierno por el
camino que ellos creyeron que les llevaría al Reino de los Cielos.
Cuando
realmente comprendemos el hecho de que estos son los fenómenos que
podrían suceder de la mismísima forma en los Ultimos Días, todos y
cada uno de nosotros deberíamos considerar el asunto muy seriamente.
Innumerables cristianos de hoy día están precipitándose en el
camino que ellos piensan que les llevará al Reino de los Cielos. Sin
embargo, este mismo camino puede llevarlos al Infierno. Por
consiguiente, Jesús dijo una vez, que el Señor se vería obligado
en los Ultimos Días a rechazar a muchos santos a quienes, aún
teniendo una fe tan fuerte como para arrojar demonios y hacer grandes
obras en su nombre, les diría: « ¡Jamás os conocí; apartaos de
mí, agentes de iniquidad!» (Mt. 7:23). Reflexionando sobre el
asunto con una profunda comprensión, nadie está situado en una
posición tan peligrosa como lo creyentes que viven en este período
transicional de la historia como el de hoy. Si, como los líderes
judíos de los días de Jesús, tomasen la dirección equivocada en
su fe, todo se desvanecería a pesar de lo ferviente que haya sido su
vida de fe. Por esto Daniel dijo: «...sólo los doctos comprenderán»
(Dn. 12:10).
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