SECCION II
La Primera Energía Universal, la Acción de dar y recibir y el Fundamento de Cuatro Posiciones
1. LA PRIMERA ENERGIA UNIVERSAL
Dios,
creador de todas las cosas, es la realidad absoluta que existe
eternamente por Sí mismo y transciende el tiempo y el espacio. (Ex.
3:14). Por lo tanto, la energía fundamental de Su ser debe ser
también absoluta y eternamente existente por sí misma. Al mismo
tiempo, El es la fuente de energía que hace posible que todas las
cosas mantengan su existencia. Llamamos a esta energía la «Primera
Energía Universal».
2. LA ACCION DE DAR Y RECIBIR
Cuando
un sujeto y un objeto efectúan la acción de dar y recibir dentro de
un ser, después de haber establecido una relación recíproca entre
sí mediante la Primera Energía Universal, se genera la energía
necesaria para mantener la existencia de este ser. Esta energía
provee de la fuerza para la existencia, multiplicación y acción.
Este proceso que genera la energía necesaria se llama la «acción
de dar y recibir».
Por ello, la
Primera Energía Universal y la fuerza de la acción de dar y recibir
tienen una relación recíproca de causa y efecto, interior y
exterior y sujeto y objeto. Por consiguiente, podemos decir que la
Primera Energía Universal es vertical y la fuerza de la acción de
dar y recibir es horizontal.
Investiguemos
más profundamente a Dios y Su creación desde el punto de vista de
la Primera Energía Universal y la acción de dar y recibir.
Dios
contiene dentro de Sí mismo las características duales que existen
eternamente. Mediante la Primera Energía Universal, éstas dos
tienen una relación mutua o recíproca que da lugar a una acción de
dar y recibir eterna. La energía generada mediante este proceso es
la fuerza de la acción de dar y recibir. Mediante esta fuerza, las
características duales de Dios establecen una base recíproca. Esto
origina el «fundamento de la existencia» sobre el cual Dios mismo
existe eternamente.
En
cada creación se origina una acción de dar y recibir entre las
características duales que forman un ser individual cuando tienen
una relación recíproca por medio de la Primera Energía Universal.
Mediante la fuerza de la acción de dar y recibir, las
características duales producen una base recíproca que a su vez
construye el fundamento de la existencia del ser individual;
entonces, sobre este fundamento, el ser individual puede situarse en
la posición de objeto de Dios y recibir toda la fuerza necesaria
para su propia existencia.
Por
ejemplo, un átomo se origina mediante la acción de dar y recibir
entre un protón y un electrón. Esta es una acción de fusión. La
molécula aparece a través de la acción de dar y recibir entre un
ion positivo y un ion negativo, que da lugar a una reacción química.
La electricidad se produce por medio de una acción de dar y recibir
entre cargas eléctricas positivas y cargas eléctricas negativas,
que originan una corriente eléctrica. Todas las plantas se
multiplican a través de la acción de dar y recibir entre el
estambre y el pistilo.
Los
animales mantienen su existencia y se multiplican a través de la
acción de dar y recibir entre el macho y la hembra. La coexistencia
entre el reino animal y el reino vegetal es posible gracias a la
acción de dar y recibir. Las plantas dan oxígeno a los animales y
los animales devuelven dióxido de carbono a las plantas. Las flores
ofrecen néctar a las abejas y las abejas transportan el polen y
fertilizan las flores.
Cuando
estudiamos los cuerpos celestiales, vemos que el sistema solar existe
mediante la acción de dar y recibir entre el sol y los planetas. La
tierra y la luna pueden también mantener sus órbitas mediante la
acción de dar y recibir.
El
cuerpo humano mantiene su vida mediante la acción de dar y recibir
entre arterias y venas, inhalación y exhalación, sistema nervioso
simpático y parasimpático. Un individuo puede lograr el propósito
de su existencia mediante la acción de dar y recibir entre la mente
y el cuerpo.
Hay
una acción de dar y recibir entre el marido y la esposa en el hogar,
entre individuos en una sociedad, entre el gobierno y el pueblo en
una nación y entre naciones en el mundo. La acción de dar y recibir
gobierna todas las relaciones dentro del hombre y todas las
relaciones entre hombres.
A pesar de
que el hombre haya hecho mal en todas las eras y en todos los
lugares, al menos le queda en su más íntimo ser un resto de la
fuerza de la conciencia. La conciencia siempre actúa, induciéndole
a vivir justamente. Nadie puede impedir que esta fuerza actúe dentro
de sí mismo. Se sienten remordimientos de conciencia cuando se hacen
cosas malas. Si
no quedara ningún resto de conciencia en el hombre caído, la
providencia de la restauración de Dios sería imposible.
¿Dónde se origina esta fuerza de la conciencia? Ya que todas las
fuerzas vienen de la acción de dar y recibir, la conciencia no puede
ser una excepción. La
conciencia puede actuar porque se coloca en la posición de objeto
ante un cierto sujeto, efectuándose así la acción de dar y recibir
sobre una base recíproca formada entre los dos. Sabemos que el
sujeto de la conciencia es Dios.
La
caída humana significa que mediante algún acto, el hombre se apartó
de una relación de dar y recibir con Dios, fallando así en unirse y
formar un solo cuerpo con El. En vez de ello, el hombre inició una
relación de dar y recibir con Satanás, formando una base recíproca
con él. Jesús, que estaba unido a Dios a través de una relación
de dar y recibir, vino a este mundo como Su hijo. Por lo tanto,
siempre y cuando el hombre caído se una con Jesús en una perfecta
relación de dar y recibir, podrá restaurar su naturaleza original,
iniciando así de nuevo la relación de dar y recibir con Dios y
llegando a ser una unidad con El. Por eso se dice que Jesús es el
«mediador» para el hombre caído, siendo el camino, la verdad y la
vida.
El vino a servir a la humanidad con amor y sacrificio, dando incluso
su propia vida. Si nos acercamos a él con fe no pereceremos, sino
tendremos vida eterna. (Jn. 3:16).
El verdadero Cristianismo es
una religión de amor, mediante la cual los hombres pueden restaurar
el circuito de dar y recibir vertical con Dios al establecer, por
medio de amor y sacrificio, el circuito de dar y recibir horizontal
entre los hombres centralizado en Jesús. Las enseñanzas y obras de
Jesús tenían este único propósito, como lo expresó en numerosas
ocasiones:
«No juzguéis, para que no
seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzguéis seréis
juzgados, y con la medida con que midáis se os medirá a vosotros».
(Mt. 7:1-2)
«Por tanto, todo cuanto
queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros;
porque esta es la Ley y los Profetas». (Mt. 7:12)
«Por todo aquel que se declare
por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi
Padre que está en los cielos». (Mt. 10:32)
«Quien reciba a un profeta por
ser profeta, recompensa de profeta recibirá, y quien reciba a un
justo por ser justo, recompensa de justo recibirá». (Mt. 10:41)
«Y todo aquel que dé de beber
tan sólo un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños, por ser
discípulo, os aseguro que no perderá su recompensa». (Mt. 10:42)
3. EL FUNDAMENTO DE CUATRO POSICIONES: LOS TRES PROPOSITOS OBJETIVOS A TRAVES DE LA ACCION ORIGEN-DIVISION-UNION
(1) La acción origen-división-unión
Cuando, a
través de la Primera Energía Universal, las características duales
de Dios inician la acción de dar y recibir teniendo una relación
recíproca, la fuerza de la acción de dar y recibir causa provoca
una acción de multiplicación. Esta acción causa que las
características duales se separen en dos objetos substanciales
centralizados en Dios. La pareja sujeto y objeto substancial entonces
inician otra acción de dar y recibir al establecer una relación
recíproca, por medio de la Primera Energía Universal. Formando una
unidad llegan a ser un objeto de Dios. De esta forma, Dios,
como el origen, se divide en dos cuerpos substanciales separados,
después de lo cual estas dos se unen de nuevo para formar una
unidad. Llamamos a este proceso «acción de origen-división-unión».
(2) Los tres propósitos objetivos
Cuando,
conforme a la acción origen-división-unión (acción O-D-U), el
origen se ha dividido en dos cuerpos substanciales separados, sujeto
y objeto, que de nuevo se unen formando una unidad, entonces se
establecen cuatro posiciones. Una toma una posición subjetiva,
mientras que las tres restantes se sitúan como objetos, produciendo
así tres bases objetivas. Cuando efectúan la acción de dar y
recibir entre sí, una de las cuatro posiciones asume el papel de
sujeto, mientras que las otras tres cumplen sus propósitos objetivos
respectivamente.
(3) El fundamento de cuatro posiciones
Cuando,
por la acción O-D-U, el origen se divide en dos objetos
substanciales, éstos asumen el papel de sujeto y objeto
respectivamente y finalmente forman una unidad. Así se cumplen tres
posiciones objetivas. Ya que estas tres posiciones objetivas se
centralizan en el origen, todos juntos forman cuatro posiciones
respectivas. Esto crea el «fundamento de cuatro posiciones».
El
significado del número «cuatro» se deriva de éste fundamento. Y
puesto que es el resultado del cumplimiento de los tres propósitos
objetivos, el significado del número «tres» está también basado
en este fundamento. El
fundamento de cuatro posiciones queda expresado en Dios, el marido y
la esposa, y su descendencia. Se pueden ver tres etapas distintas,
Dios como el origen, el marido y la esposa como el sujeto y el objeto
manifestado, y su descendencia como el resultado de su unidad. Así
pues, el fundamento de cuatro posiciones es la base de las tres
etapas, debido a que se realiza en tres etapas de acuerdo con la
acción O-D-U. Es también el fundamento del significado del número
«doce», debido a que cada una de las cuatro posiciones tiene tres
objetos, sumando así un total de doce objetos. El fundamento de
cuatro posiciones es la base para la realización de la bondad de
Dios y es la meta última de Su creación. Es la base mediante la
cual la fuerza de Dios se canaliza para que pueda fluir dentro de
toda Su creación, con el fin de mantener su existencia. Por lo
tanto, el fundamento de cuatro posiciones es en definitiva el eterno
propósito de la creación de Dios.
(4) Los aspectos de la existencia del fundamento de cuatro posiciones
Siempre
que una creación forma un fundamento de cuatro posiciones,
cumpliendo sus tres propósitos objetivos a través de la acción
O-D-U, comienza a efectuar un movimiento esférico circular
tridimensional. Investiguemos la razón de ello.
Cuando
las características de Dios se dividen y se manifiestan en dos
objetos substanciales, uno sirviendo como sujeto y el otro como
objeto, inician una relación y dan lugar a una base recíproca. El
objeto efectúa la acción de dar y recibir centralizándose en el
sujeto a través de la fuerza centrípeta y la fuerza centrífuga.
Como consecuencia, el
objeto empieza a girar alrededor del sujeto, y de esta manera forman
una unidad. Conforme al mismo principio, el sujeto, en cambio, llega
a ser un objeto de Dios, girando a Su alrededor para formar una
unidad con El. Cuando el objeto forma una unidad con el sujeto, ambos
juntos llegan a ser el objeto substancial de Dios, debido a que
reflejan Sus características duales. Por esta razón, cualquier
objeto debe unirse antes con su sujeto para llegar a ser un objeto de
Dios.
Este
objeto substancial de Dios tiene dentro de sí las características
duales de sujeto y objeto que realizan un continuo movimiento
circular respectivamente, debido a la acción de dar y recibir que
existe entre los dos. Por consiguiente, este movimiento circular
forma una órbita específica en un nivel horizontal, conforme al
movimiento particular del sujeto y objeto. Sin embargo, ya que este
movimiento se realiza generalmente con órbitas de ángulos
constantemente variables, centralizados en el sujeto, este movimiento
circular se convierte en definitiva en un movimiento esférico. Por
ello, todos los seres que han completado el fundamento de cuatro
posiciones giran con un movimiento circular o esférico, dando lugar
al aspecto de existencia tridimensional.
Observemos
el ejemplo del sistema solar.
Siendo el sol el sujeto, todos los planetas actúan como sus objetos,
estableciendo una relación recíproca con el sol mediante la acción
de dar y recibir. A causa de la acción de la fuerza centrípeta y
centrífuga, cada planeta gira alrededor del sol. Durante este
proceso de revolución el sol y los planetas llegan a ser una unidad,
creando así el sistema solar. La tierra. aunque es por sí sola un
cuerpo complejo de características duales, no es el único cuerpo
que gira sobre su eje. El sol y los planetas circundantes, que
también son cuerpos complejos de características duales por sí
solos, también giran sobre sus propios ejes. El movimiento circular
del sistema solar, que está originado por la acción de dar y
recibir entre el sol y los planetas, no siempre ocurre en un mismo
plano, sino que cambia constantemente su ángulo de órbita alrededor
del sol. Así pues, el sistema solar llega a ser tridimensional. De
esta forma, todos los cuerpos celestiales existen en tres dimensiones
mediante el movimiento circular o esférico. Todo el universo, que se
compone de numerosos cuerpos celestiales, existe como una unidad a
través de la acción de dar y recibir y se mueve esféricamente
según el mismo principio, existiendo así en tres dimensiones.
Cuando un protón y un
electrón, al formar una base recíproca, efectúan la acción de dar
y recibir con el protón como el centro, se origina un movimiento
circular que hace que los dos formen una unidad, construyendo de esta
manera un átomo. El protón y el electrón tienen también
características duales que están enlazadas por un continuo
movimiento individual. Por lo tanto, el movimiento circular causado
por la acción de dar y recibir entre el protón y el electrón no
sólo ocurre en un nivel horizontal, sino que cambia constantemente
su ángulo de movimiento de manera que se convierte en un movimiento
esférico. Así pues, el átomo también existe en un nivel
tridimensional.
Las líneas de fuerza magnética
que se crean entre los polos positivo y negativo de la electricidad
también existe como un movimiento esférico por el mismo principio.
Tomemos
al hombre como ejemplo. El cuerpo es el objeto de la mente, que es el
sujeto. Cuando el cuerpo establece una relación recíproca con la
mente, realiza un movimiento circular centralizado en la mente,
formando así una unidad. El individuo llega a ser el objeto
substancial de Dios, siempre y cuando la mente llegue a ser el objeto
de Dios y gire alrededor de El, formando una unidad con El, y el
cuerpo se una con la mente, debido a que así refleja las
características duales de Dios. De esta manera, se convierte en un
hombre en el cual se realiza el propósito de la creación.
El cuerpo y la mente por separado contienen características duales
en continuo movimiento individual; y así, el movimiento circular que
ocurre por la acción de dar y recibir entre el cuerpo y la mente se
convierte finalmente en un movimiento esférico al girar alrededor de
Dios, cambiando constantemente su ángulo. Por lo tanto, el
hombre que ha realizado el propósito de la creación es un ser
tridimensional, viviendo siempre en una existencia esférica centrada
en Dios. De esta forma, podrá incluso dominar el mundo invisible del
espíritu
(ref. Parte I, Cap. I, Sec. VI).
Similarmente,
cuando el movimiento circular entre un sujeto y un objeto que empieza
en un nivel horizontal llega a ser esférico a través de una órbita
tridimensional, entonces se originan las maravillas de la creación.
Es decir, la belleza de las cosas de la creación existe en una
variedad infinita, y esto es debido a las variaciones de órbita,
forma, estado, dirección, ángulo y rapidez de la acción de dar y
recibir individual.
Cada
ser tiene su propio carácter interno y forma externa, y naturalmente
su movimiento esférico también contiene estos mismos aspectos de
carácter y forma. Por lo tanto, existe el centro del carácter y el
centro de la forma, incluso en el centro del movimiento. ¿Cuál será
el último centro de este movimiento esférico? El hombre es el
centro de toda la creación, que fue creada para ser el objeto
substancial simbólico de las características duales de Dios. Dios
es el centro de todos los hombres, quienes han sido creados para ser
Sus objetos substanciales a Su imagen. Por lo tanto, el último
centro del movimiento esférico de todo el universo es Dios.
Investiguemos
esto más profundamente. Cada
objeto substancial de Dios contiene un sujeto y un objeto dentro de
sí mismo, y el sujeto es el centro de su relación. Por ello, el
centro del cuerpo unificado de sujeto y objeto también se haya en el
sujeto. El último centro del sujeto es Dios y el último centro del
cuerpo unificado también es Dios. Por lo tanto, cuando los tres
objetos de Dios establecen sus respectivas bases reciprocas y sus
tres centros (sujetos) entran en una acción de dar y recibir
centrada en Dios en completa unidad con El, cumpliendo sus tres
propósitos objetivos, entonces se completa por vez primera el
fundamento de cuatro posiciones.
Por
ello, el último centro del fundamento de cuatro posiciones es Dios.
Toda creación individual que ha realizado de esta forma el
fundamento de cuatro posiciones es una encarnación individual de
verdad.
Como mencionamos antes, ésta existe de dos formas. La encarnación
de verdad en imagen (el hombre) y la encarnación de verdad simbólica
(toda la creación excepto el hombre).
El
universo se compone de innumerables encarnaciones individuales de la
verdad, relacionadas mutuamente en un buen orden, desde las criaturas
del grado más bajo al más alto, siendo el hombre la más alta
encarnación de verdad.
Además, cada encarnación individual de verdad se mueve
esféricamente, estando las encarnaciones individuales de verdad más
bajas en la posición de objeto con respecto a las más altas. El
centro del movimiento esférico de este objeto es la encarnación
individual de verdad que está en la posición de sujeto, en un nivel
más alto. De esta forma, los
centros de las infinitas encarnaciones individuales simbólicas de la
verdad están conectados los unos con los otros desde los más bajos
a los más altos. El hombre, la encarnación individual en imagen, es
el ser central y superior de la creación.
Consideremos
esto más detalladamente. La
ciencia de hoy ve a la partícula como la menor unidad de la materia
y afirma que está formada por energía.
Observando el propósito de la existencia de las encarnaciones
individuales de verdad en los diferentes grados, podemos comprender
que la
energía existe con el fin de formar partículas elementales. La
partícula elemental existe en cambio para formar un átomo, un átomo
para formar una molécula, una molécula para formar cualquier tipo
de materia y toda la materia para formar el universo entero. ¿Con
qué propósito existe entonces el universo y cuál es su centro? La
respuesta no es otra que para el hombre mismo. Por esto, Dios,
después de crear al hombre, le dijo que dominara la tierra (Gn.
1:28).
Si no hubiera hombres que vieran y apreciaran el universo, el
universo podría compararse a un museo sin visitantes. Los objetos
exhibidos en el museo pueden mostrar el valor de su existencia sólo
cuando hay un hombre que los aprecia, que los ama y siente alegría
al verlos. El hombre puede tener una relación estrecha con ellos, y
de esta forma tienen valor. Si no hubiera ningún hombre que los
apreciara, ¿tendrían algún significado?
Lo mismo se
aplica al caso de todo el universo con el hombre como su centro. Sólo
a través del hombre todos los seres pueden relacionarse mutuamente
con un propósito común. La relación es evidente cuando se ve que
el hombre descubre la fuente y la naturaleza de todos los materiales
que forman toda la creación. Sólo el hombre estudia y descubre las
características de todos los animales y plantas, incluyendo todo lo
que existe en la tierra y el mar, así como las constelaciones que
forman todo el universo. Como el centro y sujeto de la creación, el
hombre posibilita que todas las cosas de la creación tengan una
mutua relación orgánica las unas con las otras. Los materiales
absorbidos por el cuerpo humano se transforman en elementos que
mantienen las funciones fisiológicas del hombre, mientras que toda
la creación le proporciona materiales para construir unas
condiciones ambientales agradables.
Estas
son las relaciones del hombre con el universo sobre la base de la
forma externa, siendo el hombre el centro. Pero hay aún otra
relación, con el hombre como el centro, sobre la base del carácter
interno. Podemos llamar a la primera una «relación física»,
mientras que a la segunda una «relación espiritual».
Los
elementos fisiológicos del hombre que se componen de substancia
material, responden al intelecto, a la emoción y a la voluntad de su
mente. Esto indica que estos materiales tienen ciertos elementos
mediante los cuales pueden responder al intelecto, emoción y
voluntad del hombre. Tales elementos forman el carácter interno de
la materia. Así que toda creación está capacitada para responder
al intelecto, a la emoción y a la voluntad humanas, aunque el grado
de la respuesta pueda variar. Debido a que el hombre es el centro de
la creación él puede llegar a sentirse intoxicado por la belleza de
la naturaleza y experimentar el misterio de estar unido en armonía
con ella. El hombre fue, pues, creado para ser el centro de toda la
creación, y por ello el punto en donde Dios y el hombre forman una
unidad es el centro del macrocosmos.
Estudiemos
al hombre como el centro del macrocosmos desde un aspecto diferente.
Llamamos a los dos mundos, el visible y el invisible, el
«macrocosmos», siendo
el hombre el centro substancial de todo el macrocosmos.
Cada creación que forma este macrocosmos está dividida en un
elemento sujeto y un elemento objeto.
Llegamos a
la conclusión de que si
Adán, que fue el primer antepasado humano, hubiera alcanzado la
perfección, habría sido la representación substancial de todos los
elementos sujetos de la creación; y si Eva hubiera alcanzado la
perfección, habría sido la representación substancial de todos los
elementos objetos de la creación. Si Adán y Eva hubieran crecido
juntos saludablemente hasta la etapa de perfección - convirtiéndose
uno en el señor de todos los sujetos y el otro en el señor de todos
los objetos - y si hubieran formado un solo cuerpo como marido y
esposa, habrían llegado a ser un cuerpo central dominando todo el
universo, ya que Dios creó al hombre para que tuviera dominio sobre
la creación.
El
hombre fue creado para ser el centro de armonía de todo el
macrocosmos. Así pues, si Adán y Eva hubieran llegado a ser marido
y esposa después de la perfección, formando así un solo cuerpo
como el centro substancial de las características duales contenidas
en cada criatura, el macrocosmos, que fue creado también con
características duales como un ser individual, se movería en
armonía con Adán y Eva como el núcleo. De igual manera, el punto
donde Adán y Eva forman una unidad como marido y esposa es también
el punto donde Dios, el sujeto de amor, y el hombre, el objeto de
belleza, forman una unidad, estableciendo así el centro de la
bondad. Cumpliéndose así por primera vez el propósito de la
creación. Dios, nuestro Padre, puede morar con los hombres perfectos
como Sus hijos y vivir en paz por la eternidad.
En aquel tiempo, este centro habría llegado a ser el objeto del amor
eterno de Dios mediante el cual Dios se sentiría estimulado con
felicidad por la eternidad. Por primera vez en la historia humana la
Palabra (Verbo) de Dios se habría encarnado físicamente. Por
consiguiente, este punto habría llegado a ser el centro de la verdad
y también el centro de la mente original del hombre, la cual ha
estado dirigiendo al hombre a lograr su propósito de la creación.
Por ello, cuando un hombre y una mujer perfectos se convierten en
marido y esposa, con Dios en el centro, todo el universo realiza un
movimiento esférico con un propósito unificado, centralizado en el
fundamento de cuatro posiciones. Sin embargo, cuando
el hombre cayó, el universo perdió este centro; por ello, toda la
creación ha estado gimiendo en dolores de parto suspirando que los
hijos de Dios - es decir, los hombres que hayan restaurado su
naturaleza original - aparezcan y tomen su posición como el centro
del macrocosmos. (Rm. 8:19-22).
4. LA OMNIPRESENCIA DE DIOS
Nuestra
comprensión aumenta y ahora sabemos que el
fundamento de cuatro posiciones, habiéndose cumplido los tres
propósitos objetivos a través de la acción O-D-U, forma una unidad
con Dios por medio del movimiento esférico centralizado en El. Esto
crea el fundamento básico de la fuerza que existe dentro de cada
ser, a través de la cual Dios puede obrar, y de la fuerza que
posibilita a todos los seres de la creación mantener su existencia.
De esta forma, Dios es omnipresente en la creación.
5. LA MULTIPLICACION DE LOS CUERPOS FISIOLOGICOS
Con el fin de continuar su
existencia, los cuerpos físicos deben multiplicarse y esta
multiplicación ocurre mediante la acción O-D-U causada por la
acción de dar y recibir. Por ejemplo, las semillas de las plantas se
producen a través de la acción de dar y recibir entre el estambre y
el pistilo. Las semillas se multiplican de nuevo repitiendo el mismo
proceso. En el mundo animal también, el macho y la hembra crecen y
tienen una relación de dar y recibir entre sí, reproduciéndose y
multiplicándose. La división de las células de animales y plantas
también ocurre a través de la acción de dar y recibir.
Si el cuerpo
obedece a los deseos de la mente, de acuerdo a un cierto propósito,
entonces inicia una acción de dar y recibir con ésta, y surge así
afinidad (camaradería). Siempre que los amigos tengan una hermosa
acción de dar y recibir entre ellos, su amistad se incrementará.
Visto desde este aspecto, el
universo es la manifestación substancial del Dios invisible
originado a través de la acción de dar y recibir entre Su carácter
original y Su forma original, centralizándose en el propósito de la
creación.
6. LA RAZON POR LA CUAL TODOS LOS SERES CONSISTEN DE CARACTERISTICAS DUALES
Todas
las cosas necesitan energía para existir y ésta viene de la acción
de dar y recibir. Sin embargo, ningún ser puede de efectuar la
acción de dar y recibir por sí mismo. Por lo tanto, con el fin de
generar la energía para la existencia debe haber un sujeto y un
objeto que puedan realizar la acción de dar y recibir.
Cualquier
movimiento que vaya en línea recta llegará finalmente a acabar, y
ningún ser que realice un movimiento semejante podrá existir
eternamente. Por tanto, con el fin de existir eternamente, todas las
cosas se mueven en un movimiento circular. Para que ocurra un
movimiento circular, debe tener lugar la acción de dar y recibir.
Por ello, Dios tiene características duales en orden a existir
eternamente. Si Su creación tiene que ser un objeto eterno, debe ser
un reflejo de las características duales de Dios. De la misma forma,
el «tiempo» también mantiene su perpetuidad pasando por períodos
cíclicos.
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