Ante nuestro Padre
2 de marzo de 1973
(discurso llamado "Los hijos del Padre Celestial" en el primer
libro de 12 discursos de Nueva Esperanza)
Reverendo Sun Myung Moon
A causa de la caída humana, no hemos comprendido verdaderamente a Dios, en
una palabra, no hemos tenido al verdadero Dios, no hemos estado viviendo con el
verdadero Dios. Si nosotros, la humanidad, pudiésemos haber sido uno con Dios,
con Dios como nuestro Padre habitando en El, viviendo con El en el mayor amor,
¡qué felices habríamos sido! Y por su parte Dios. ¡Qué feliz se habría sentido
de vivir con sus verdaderos hijos! El, siendo el Altísimo en todos los
sentidos, no hubiera cabido en sí de contento, con felicidad inimaginable.
Habría vivido con nosotros en el último amor. ¿Os habéis parado a pensar alguna
vez como habría sonreído y bailado, y cómo se habría regocijado de vernos?
Nuestra mayor pérdida es no haber podido vivir con semejante Padre, de donde
comienza todo lo bueno y feliz. Pero nosotros nunca hemos experimentado tal sensación
en su más alto grado.
Experimentamos el amor de nuestros padres. Nuestros padres nos besan en las
mejillas, nos abrazan y nos consuelan en tiempos de tristeza. Hemos
experimentado estas cosas, pero no en su mayor extensión ni en su verdadero
sentido, porque cada sensación sólo puede venir en su más alto grado de Dios.
Lo que hemos experimentado en el mundo aparte de Dios no es de Dios, sino del
dominio de Satán. ¿Os habéis parado alguna vez a pensar quién sonrió por
primera vez en el mundo entero, quién rió por primera vez? Naturalmente, si
Adán y Eva no hubieran caído habrían estado gozosos, pero ¿quién estaba
contento al tiempo de la caída humana? Satán. No Dios. Satán fue feliz después
de arrebatarle a Dios la soberanía sobre el hombre, y fue capaz de tener a toda
la humanidad bajo su dominio. La sonrisa de Satán, su risa cuando tuvo el
control del hombre, fue horrible. Siguiendo a la caída, la historia continuó en
su mayor parte de acuerdo con la voluntad de Satán. Nuestros antepasados
trabajaron e hicieron cosas de tal forma que agradaban más frecuentemente a
Satán que a Dios.
Si realmente sintieseis esto, si consideraseis seriamente esta horrible
realidad, casi os quedaríais conmocionados. Querríais abandonar este mundo,
volar a otro mundo. ¿Tenemos una pulgada de tierra que podamos reclamar como
propiamente nuestra como hijos de Dios, donde podamos estar gozosos y felices?
No tenemos tal lugar. Aunque deseemos dejar esta tierra tenemos que restaurarla
a su condición original.
Si dejamos el mundo tal como está, tampoco podemos esperar que Dios venga y
habite en él con nosotros. Debierais sentiros como deteniéndolo en su venida a
este obscuro mundo. Si realmente sois los hijos de Dios, sentiréis de este
modo, pues todo se opone a Su deseo.
Sin embargo, Dios, por su parte, siempre querría venir y habitar con
nosotros, ayudarnos y salvarnos; pero nosotros, hombres de pecado, nosotros,
hijos de desobediencia, tenemos que impedirle a Dios que nos ame y que viva con
nosotros. ¡Qué triste ha estado el corazón de Dios! Si hubiese simplemente un
hombre que se sacrificase por toda la humanidad para salvar al mundo, para
borrar el pecado de los demás, deseando ser una víctima por Dios se complacería
Dios de el o no? En este caso ¿hubiera rechazado a este hombre o le diría:
"Eres uno de ellos, estás manchado, estás lleno de pecado. No me gusta
mirarte. No quiero que me ayudes de ningún modo"? ¿Habría dicho Dios algo
así? Por muy sublime y puro que sea Dios, necesita a alguien que le ayude a
restaurar el mundo. Entonces Dios estaría agradecido de haber encontrado esta
clase de hombre, y le pediría que hiciese ciertas cosas por El. Pero encontrar
un hombre así ha sido muy difícil.
¿Qué pasaría si este hombre dijese a Dios: "Me he sacrificado por tu
causa; debes reconocerme", insistiendo en que Dios se lo agradeciese?
¿cómo se sentiría Dios? El hombre es tan codicioso. Queremos tener más de lo
que merecemos. Pero si esta persona con misión central pensase de este modo,
diciendo a Dios estas cosas, si yo fuese Dios le diría: "Oh, ahora has
probado que tu también eres de la tribu satánica. No quiero tenerte". Dios
debe haberse sentido así hacia gente semejante.
¿No recordáis cuando Jesús oró en Getsemaní: "Si es posible, si es
posible, que pase este amargo cáliz de mi. Más no se haga mi voluntad, sino la
tuya." Si Jesús no hubiese incluido en su oración: "No se haga mi
voluntad, sino la tuya", Dios nunca podría haberlo aceptado. Este es el
secreto de ser Su hijo. Es ser totalmente obediente a Su voluntad. Solamente de
esta forma podéis hacerle feliz.
En el mundo del mal Dios solamente puede seguir un camino. Es el camino de
sacrificio trazado por el hombre de pecado que está dispuesto a deshacerse de
todo lo que tenga para recibir a Dios. ¿Cómo os sentís después de escuchar
esto?, ¿tristes, serios? Estáis aquí dispuestos a recibir a Dios, pero Dios
quiere que os sacrifiquéis incluso antes de que se os lo diga. Esta es la clase
de persona que Dios quisiera que fueseis, porque quiere que sobrepaséis el
modelo del hombre caído. A causa de ello está triste Su corazón. Si no estáis
dispuestos a sacrificaros antes de que se os lo diga, Dios no puede venir a
vosotros. Si vivís así, Dios estará orgulloso de vosotros ante Satán. Sin hacer
esto no hay forma de que restauremos la autoridad y dignidad de Dios como Sus
hijos. Debéis hacer una oración esperanzada a Dios: "Oh, Padre, no quiero
ser un hijo necio, imprudente. Quiero conocer tu corazón. Estoy aquí dispuesto
a sacrificarme, entonces, ¿por qué no vienes y habitas conmigo?" Dios
estará orgulloso de vosotros por esta oración.
E incluso podéis orar esto: "Padre, seré responsable de restaurar este
mundo y puedo hacerlo, créeme. No tienes que venir a ayudarme. No deseo que
vengas a este mundo de sufrimiento para ayudarme. Estate ahí y obsérvame."
Con esta clase de oración podéis consolar el corazón de Dios. Entonces, ¿cómo
respondería Dios? El os diría: "Voy. Debo ir y ayudarte. Aunque tu quieras
impedirme que vaya, tengo que estar contigo. Quiero estar contigo en medio de
la obscuridad". Dios os diría esto. Entonces cuando estéis ejerciendo
vuestra misión, dispuestos a luchar en vuestro camino contra todas las
dificultades encontraréis de repente que Dios ya está ahí ante vosotros,
habiendo preparado todo y habiendo pavimentado el camino ante vosotros.
Dios es el Dios del amor, del corazón paternal. En el caso que fueseis Dios
¿no haríais lo mismo por vuestros hijos? Si vivís con Dios así, seréis el más
grande de Sus hijos, puesto que habéis conmovido el corazón de vuestro Padre.
Habréis restaurado la dignidad de Dios, y El estará orgulloso de vosotros.
Yo he pensado y pensado, y finalmente encontré que este es el único camino
para que los hijos con piedad filial agraden a Dios. Estaréis agradecidos de
que Dios haya venido a la tierra por nuestra causa. Seréis capaces de hacer que
Dios se sienta feliz, afectuoso y orgulloso. Y vosotros estaréis orgullosos de
los demás y satisfechos de vosotros mismos.
Imagino que todos vosotros oráis con fuerza. Hambrientos o llenos,
satisfechos o insatisfechos, siempre oráis duramente a Dios. Pero el grado de
vuestro fervor decidirá en cuanto serán contestadas vuestras oraciones. También
al orar, vuestras actitudes diferirán unas de otras.
Estoy seguro de que cuando oráis a Dios hay algunos que confían en que sus
oraciones serán respondidas. Pero algunos de vosotros piensan: ''Quiero hacer
tanto por El, pero primero tiene que responder a mi oración". Dios no
querría que cambiaseis la forma de orar para convenir con El. No obstante
querría que oraseis con más fuerza y más ardientemente. Cuando oráis, es algo
así: Suponed que Dios está mirando en esta dirección, y vuestra voz viene
orando muy fuerte y diligentemente. Su interés será atraído a responder vuestra
oración. Dios está mirando atentamente a cada uno de vosotros y encontrará que
alguno incluso sin orar está haciendo cosas de tal modo que su oración ya está
contestada. Entonces, la atención de Dios será dirigida hacia esa persona. Si
El tiene dos hijos, y uno está orando muy fuerte aunque no se le dijo que
orase, y el otro está orando de mala gana sólo después de habérselo dicho, ¿por
quién será atraído Dios? No creo que haya nadie entre vosotros que no sepa la
respuesta.
Suponed un hijo que después de decirle su padre que hiciese algo, dijese que
sí con la cabeza. Pero que otro por propia iniciativa ya hubiera averiguado
algo, y viniera a su padre y le preguntase si lo que ha descubierto es o no
cierto. ¿Cuál de los dos agradaría más al padre? Nuevamente un hijo puede estar
enterado de lo que está sucediendo alrededor de su padre, pero otro hijo está
tan ansioso de llegar a estar metido en el mundo de su padre que lo primero que
pensaría por la mañana seria: "¿Estará levantado mi padre? ¿Cuáles serán
sus planes para hoy?" ¿Por cuál estaría atraído el corazón del padre?
Aún puede haber otro hijo que no puede por menos sino despertar a su padre
porque tiene ideas de algunos planes maravillosos. El llamaría a la puerta, o
simplemente entraría precipitadamente en la habitación de su padre y lo despertaría.
Pero el padre, sin embargo, amaría a este hijo.
Si estuvieseis en la posición del padre ¿amaríais a un hijo que estuviese
pegado a vosotros las 24 horas del día, incluso sin dejaros dormir? Si amáis y
os preocupáis por vuestro padre, incluso si lo azuzáis e incluso si le impedís
que haga alguna otra cosa, el estará forzado a preocuparse por vosotros y
amaros en respuesta. Lo mismo sucede con Dios, nuestro Padre Celestial.
Voy a contaros una anécdota de mi hijo Hyojin. El es un niño muy activo.
Corre tanto que tropieza con todo. Un día cayó y se despellejó las rodillas y
yo se las vi inflamadas y sangrando. Era un niño pequeño. Le pregunté:
"¿Te duele?" El estaba sangrando, pero me dijo: "No me duele.
Estoy bien". Nunca he olvidado esta escena. En vez de llorar, el niño
confortó a su padre.
Entre los hijos de Dios que trabajan más duramente hay dos clases. Algunas
querrían servir a Dios porque están ansiosos de ser amados por El. Están
contentos y satisfechos de disfrutar el amor de Dios. Pero otros hijos están
preocupados por la causa de su Padre y saben que El está impaciente por lograr
y encontrar otros hijos. Tal persona diría a Dios que ya que El ha perdido
tanto hijos, quiere devolvérselos. ¿Diríais: "Padre espérame. Aunque esté
ausente de ti haciendo este trabajo durante un tiempo, no te preocupes de mí'?
Si salieseis en busca de vuestros hermanos perdidos y trabajaseis muy duro y no
volvieseis a vuestro Padre por un largo periodo, ¿estará vuestro Padre
descontento con vosotros? Está claro que Dios os amaría más si fueseis el hijo
que querría salir en busca de sus hermanos y hermanas perdidos y traerlos a
casa.
Suponed que el hijo que trabaja para restaurar a los hijos perdidos incluso
muriese en el frente. ¿Estaría enojado el Padre porque su hijo le ha
desobedecido? Estará orgulloso de él. Estimaría el corazón de ese hijo, tanto
más le amaría. Por tanto, deberíais hacer cosas sin que se os lo diga y sin
quejaros. Debéis estar más preocupados que El, al llevar a cabo lo que El tiene
en mente.
El amor y la paciencia del Padre están con el hijo que está siempre
dispuesto a ayudarle de cualquier forma posible y que iría a cualquier parte
para que la gran tarea sea llevada a cabo. Anhelaría tener a este hijo a su
alrededor para cuidar a sus hijos y nietos. De este modo Su amor sería
multiplicado a través de esta persona.
Hay varios tipos de corazón. Algunos padres dirían a sus hijos: "Debéis
amarme a mí y a nadie más, servirme a mí y a nadie más, porque yo soy vuestro
padre". Pero hay otros padres que dirían a sus hijos: "En vez de
amarme a mí y hacer cosas así por mí, ¿por qué no vais y hacéis cosas por los
demás?, porque yo los amo tanto como a vosotros". Esta clase de padre es
el padre real. Cuando estáis poco dispuestos a sacrificaros, si este padre os
guiase incluso hacia la muerte por sus muchos otros hijos, este es el verdadero
padre.
Después de que hayáis terminado vuestro trabajo aquí en la tierra, cuando
vayáis al otro mundo, si decís a Dios que no querríais ir al Cielo sino estar
en el infierno para allí ayudar a la gente, entonces Dios bajaría el Cielo a
vosotros para que vivieseis en él. ¿No creéis que lo haría? Entonces si
insistieseis en que os dejase vivir en la sociedad más baja, sonreiría y os
diría: "Hijo, eres un muchacho muy bueno". En ese caso, aunque no
fueseis obedientes a Dios, El, sin embargo, estaría orgulloso de vosotros.
Seríais un ejemplo de bondad absoluta.
El os diría algún día: "No tienes que salir a la sociedad. ¿Cuándo te
dije que tenías que ir y dar testimonio a la gente? ¿Por qué no te quedas aquí
y descansas?" Si pusieseis reparos, y protestaseis y finalmente salieseis
a la sociedad ¿os castigaría? Dios al tratar de salvar a toda la humanidad,
querría que tuvieseis esta actitud, El querría que deseaseis ser esta clase de
cristianos.
Por esto en la Biblia leemos muchas cosas paradójicas. En un sitio se os
enseña que améis a vuestro Padre con todo vuestro corazón, con toda vuestra
fuerza, con toda vuestra sinceridad. Este es el primer mandamiento de Dios.
Después se nos dice que amemos a nuestro prójimo como a nosotros mismos.
Tomados juntos estos mandamientos parecen paradójicos, pero si ambos son
cumplidos podéis conquistar al mundo entero.
Cuando Dios os dice que lo améis más que a nadie significa que quiere que
hagáis su voluntad a toda costa. Entonces es natural para vosotros amar a
vuestro prójimo y amar a vuestros hermanos y hermanas como a vosotros mismos.
Si debéis asemejaros a vuestro Padre ¿amaríais a una persona que satisficiera
vuestras ambiciones personales o amaríais a toda la gente del mundo por El?
Dios ama la enorme combinación de todas las gentes, incluyendo las gentes del
pasado y generaciones futuras. Cuanto más amplia es la extensión de vuestra
lucha, más amados sois por el Padre celestial.
Si queréis llegar a la posición de ser amados por vuestro Padre, vuestra
relación con el mundo cambiará. Suponed que pasáis por la escena de un
accidente en el que alguien ha sido herido. Os sentiríais como si esa persona
fuese alguien muy próximo a vosotros y os gustaría ayudarla de cualquier modo
posible. Querríais decir a la gente que estuviese alrededor que tuviesen
también compasión. Si los otros espectadores estuviesen solamente mirando y sin
hacer nada, os sentiríais tan ansiosos, como si esa persona fuera vuestro
propio hijo. La pondríais en vuestro coche y la llevaríais precipitadamente al
hospital vosotros mismos.
O podéis encontrar a una persona maravillosa que está realizando grandes
cosas en el mundo. Querríais hablar con ella y alentarla. Estaríais agradecidos
a Dios por haber encontrado una persona tan buena y querríais asociaros con
ella y llegar a conocerla corazón a corazón. Os sentiríais en la posición de un
padre hacia esa persona y querríais sufrir por ella; pediríais a Dios que lo
que ella hiciese fuese recibido por El, que sus pecados y los pecados de sus
antepasados fuesen perdonados. Os sentiríais uno con ella de corazón, en las
alegrías y en las penas.
Amaríais al mundo de tal forma que pediríais a Dios que bendijese a un
próspero país lo máximo, y que lo guiase para llegar a ser la nación conductora
del mundo: "Quiero veros alegres de este próspero país después de haber
sido derramadas tantas bendiciones aquí". Por otro lado si veis un pueblo
pobre en una nación subdesarrollada y desvalida, debéis sentir crecer el
entusiasmo en vuestro corazón para hacer que esta nación vea la luz del sol
algún día. Querríais elevar el nivel de vida en esa nación, porque odiaríais
ver a vuestro Padre acongojado por el sufrimiento de ella. Estaríais anhelantes
de hacerla igual a otras naciones. Desearíais estas cosas sin reserva.
Entonces, ¿cuál debe ser nuestro deseo? Nuestro deseo es llegar a ser los
hijos de Dios, haciendo todo en su lugar antes de sus órdenes. Nuestro deseo es
llegar a ser la clase de gente que la historia pecaminosa de la humanidad nunca
ha visto antes.
¿Querría Dios que rieseis y fueseis felices antes de que El os hiciese
felices? Si habéis tenido la experiencia de criar hijos, conoceréis bien la
respuesta. Suponed un padre y una madre reñidos el uno con el otro y que son
muy infelices, sin reír ni sonreír nunca. Están de un humor terrible, pero sus
hijos, inocentes, vendrían a ellos sonriendo, riendo y bailando, intentando
hacer reír a sus padres. ¿No reirían? Aunque queráis estar de mal humor,
permanecer enfadados, cuando veis a vuestros hijos intentando haceros felices,
vuestro corazón reventará de risa.
¿Qué es mejor tener a vuestros hijos infelices e intentar aliviar sus corazones,
aun cuando están tristes porque saben que tenéis una carga, o tener a vuestros
hijos queriendo haceros felices? ¿No os gustaría tener a vuestros hijos
intentando animaros? Nuestro deseo es llegar a ser esta clase de hijos de Dios.
Para ser así, primero debéis hacer cosas antes de que os lo ordenen.
Segundo, debéis ser tan emprendedores que queráis actuar por vosotros mismos,
incluso sin la ayuda de vuestro Padre. Le diréis: "Padre, por favor,
quédate donde estás. Yo seré responsable. Haré mi parte. Por favor, espera
hasta que pueda devolverte estos resultados. Lo hago por ti y por mis hermanos
y hermanas a quienes amas tiernamente". La tercera cosa es, como ya dije,
que debéis desear hacer cosas por vuestros hermanos y hermanas de todas partes del
mundo porque ellos son igualmente amados por Dios. Si sentís de este modo,
vosotros sois Sus hijos restaurados a quienes Dios ama lo máximo. El os
alabaría y le gustaría daros todo. Estaría orgulloso de vosotros.
Cuando El os da alabanza y todo lo bueno, podéis decir: "Padre, ahora
que me has dado toda esta felicidad y estas bendiciones, son mías, ¿no es
verdad?" El os diría: "Desde luego son tuyas". Entonces podéis
hacer todo lo que queráis con ellas. Querríais dar todas vuestras bendiciones a
otra gente, pensando: "Pertenezca todo lo que he recibido a mis
hermanos". Dios sería feliz con vosotros.
Si hacéis esto, seréis los hijos e hijas de piedad filial hacia Dios. El
perdió Su amor, Su felicidad, Su paz y Su creación entera a causa de la caída
humana. Por consiguiente, desearéis devolverle a través de los demás la
felicidad, el amor y los ideales. absolutos que El os ha dado.
Si tomáis esta posición, podéis atraer el corazón del Padre Celestial.
Podéis tener el verdadero amor de Dios en vuestra posesión y esto es la esencia
de todo. Si El encontrase esta clase de hijo con las manos vacías después de
haber dado todo lo que tenia, el Padre le diría: "Soy tuyo. Puedes
tenerme". Con esto en la mente, podéis interpretar toda la Biblia.
Si caminaseis vuestro sendero de esta manera, Dios iría con vosotros para
estar con vosotros. Podéis encontrarle estéis donde que estéis. Por muy bajo
que sea el lugar en que os halléis, la atención de vuestro Padre estará
enfocada en vosotros. El Reino de Dios en el cual se complace, estará allí en
tu corazón dondequiera que estés.
Debéis ser ardientemente conscientes del hecho de que no nacéis para
vosotros mismos. Nacéis en provecho de todo el mundo, estáis viviendo para todo
el mundo, estáis dispuestos a morir por el mundo entero. Si vivís esta idea en
su mayor extensión, entonces ya estaréis llevando a cabo lo que vuestro Padre
quiere que hagáis. Entonces, la creación entera querrá perteneceros y Dios
mismo será vuestro. Incluso si no la quisieseis, todas las cosas vendrían voluntariamente
a vosotros y os pertenecerían.
Cuando sentís: "He nacido de mi Padre y ya soy una parte de El, quiero
estar con El y hacer todo por El por siempre". Entonces ya estáis en la
posición de ser amados por El y heredar de El. Incluso cuando muráis, sabéis
que viviréis en el otro mundo en espíritu y tanto más El os amará.
Entonces de qué careceríais?
Si estáis en esta posición de estar siempre con vuestro Padre en espíritu,
entonces vais a vivir en El dondequiera que estéis, por toda la eternidad.
Entonces, dormidos o despiertos, sea lo que sea lo que estéis haciendo, nunca
penséis que estáis solos. Estáis siempre con vuestro Padre, y vuestro Padre
está siempre con vosotros.
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