LA VISION DEL PRINCIPIO DE LA HISTORIA
PROVIDENCIAL DE LA SALVACION
Discurso dado por el reverendo SUN MYUNG
MOON en el banquete inaugural de la Fundación Washington Times.
Washington D.C., 16 de Abril de 1996.
Respetables invitados, miembros de la Federación de Familias
por la Paz Mundial, señoras y señores:
A las puertas del siglo XXI, nos
encontramos en un momento adecuado para reflexionar sobre nuestras vidas. Por
eso, es un gran honor poder compartir con todos ustedes unas palabras sobre la
Verdadera Familia. Como saben, la familia es el origen de la vida y la piedra angular
de un mundo de paz. Espero que este encuentro sirva para establecer familias
sanas y una verdadera paz.
Dios
es el ser absoluto, único, incambiable y eterno. Su voluntad tiene estas mismas
cualidades. Si los seres humanos, Adán y Eva hubieran llegado a formar un solo
cuerpo en el amor de Dios, todo se habría consumado, se habría alcanzado la
perfección. El origen, el propósito y el proceso de la creación, así como la
causa, el efecto y la dirección, son todos absolutos. Los antepasados humanos
Adán y Eva se sumieron en el caos tras su caída, fruto de la ignorancia. Esa
ignorancia y caos han crecido desde el nivel individual al familiar, nacional y
mundial.
La
tarea de la religión y de la providencia de la salvación ha sido liberarnos del
ámbito de la caída. En los Ultimos Días vendrá el Mesías y enseñará claramente
la causa, la dirección y el efecto absolutos, únicos, incambiables y eternos
desde el punto de vista de Dios. El Mesías limpiará el mundo de la ignorancia y
del caos y lo llevará de nuevo al seno original de Dios. Esto es el
cumplimiento de la voluntad de Dios. Si esto no ocurriera, en los Ultimos Días
todas las religiones, “ismos”, ideologías y naciones perecerán. La humanidad
está abordando el siglo XXI, entrando en los nuevos tiempos que anuncian el
tercer milenio. En este momento crítico, me gustaría hablar sobre “La Visión
del Principio de la Historia Providencial de la Salvación” y deseo que estas
palabras sirvan como preparación para verdaderas familias de una nueva era
ideal.
Para
poder alcanzar la perfección y la plenitud en la relación de verdadero amor
entre Dios y la humanidad, Dios desea que el hombre cumpla ciertas condiciones
de responsabilidad que le permitan unirse a El. Por esta razón, Dios dio un
mandamiento a los primeros antepasados humanos. Dios sabía que estaban en un
periodo de crecimiento, en el camino hacia la perfección, por eso les dio el
mandamiento, como una condición para que heredaran lo más valioso: el verdadero
amor. En un principio, el verdadero amor debía aprenderse con las experiencias
de la vida y hacerlo parte de uno mismo. El verdadero amor no se aprende con
palabras, libros de texto o en la escuela. Se siente plenamente cuando se vive.
Adán y Eva, creados como recién nacidos, debían crecer y perfeccionarse
gradualmente experimentando el corazón de verdaderos hijos, verdaderos
hermanos, verdaderos esposos y verdaderos padres a lo largo de sus vidas. Solo
cuando se experimenta el verdadero amor de Dios, se cumple perfectamente el
propósito de la creación y se llega a ser un ser humano ideal.
Todos
deseamos que nuestro objeto de amor sea millones de veces mejor que nosotros
mismos, si es posible, infinitamente mejor. De la misma manera, Dios desea que
la humanidad, Su objeto de amor, tenga un valor infinito. Si un ser humano
alcanza la perfección, llega a tener el mismo valor de Dios, alcanzando la
divinidad y la perfección de Dios. Aunque Dios es absoluto no puede realizar Su
ideal de amor verdadero por Sí mismo, ya que el amor siempre necesita de un
objeto, un ser al que amar. Debemos entender la relación entre el amor
verdadero de Dios y el amor verdadero del hombre, de qué forma surgen y cómo
alcanzan la perfección. ¿Qué habría ocurrido si Dios en vez de elegir a los
seres humanos como Sus objetos absolutos de verdadero amor, hubiera preferido
iniciar y perfeccionar el verdadero amor de otra manera?
En
tal caso, Dios y el hombre habrían buscado el ideal del verdadero amor con una
motivación, una dirección y un propósito distintos. Dios se vería obligado a realizar
Su ideal del amor con un objeto más elevado que el hombre y, de la misma
manera, el ideal del amor del hombre no tendría una relación directa con Dios.
Pero
Dios como sujeto del verdadero amor, creó a la humanidad como objeto de Su
amor. El ideal del amor de Dios solo puede completarse a través de la
humanidad. La realización del propósito de la creación de Dios representa la
creación de un mundo ideal donde Dios y los hombres vivan unidos por el amor
absoluto. El ser humano ha sido creado para ser el receptor u objeto más grande
del amor de Dios. Solo nosotros en toda la creación encarnamos la naturaleza de
Dios.
Hemos
nacido como los cuerpos visibles del invisible Dios. Si una persona alcanza la
perfección, llega a ser el templo de Dios, un cuerpo substancial y visible en
el que Dios puede morar en libertad y paz. El ideal global de Dios de un amor
absoluto y verdadero se realiza y perfecciona en el ser humano mediante la
relación vertical entre padre e hijo. Dios creó a Adán en primer lugar. Este debería
haber sido el Hijo de Dios y al mismo tiempo el cuerpo substancial de Dios
mismo.
Posteriormente,
Dios creó a Eva como complemento de Adán para que Adán y Eva perfeccionaran el
ideal del amor horizontal, el amor conyugal. Eva debería ser la hija de Dios y
como novia debía perfeccionar substancialmente el ideal de Dios del amor
horizontal.
El
lugar en el que Adán y Eva hubieran alcanzado la perfección, consumando su
primer amor al casarse con la bendición de Dios, sería precisamente el lugar
donde Dios habría encontrado a Su novia substancial. Ya que el ideal de Dios de
un amor absoluto descendería verticalmente y se uniría en el lugar donde el
ideal del amor conyugal entre Adán y Eva se hiciera realidad horizontalmente,
el verdadero amor de Dios y el verdadero amor del hombre se unirían y
alcanzarían la perfección en el mismo punto, aunque hubieran llegado a él por
direcciones distintas, uno de forma vertical y el otro horizontalmente. La
creación de Dios era inevitable. Y no podemos imaginar la creación sin un
propósito. Dios necesitaba a la creación por una sola razón: para completar el
ideal del verdadero amor. Dios desarrolló la vida desde las formas inferiores y
simples hasta el ser humano por medio de parejas, sujeto y objeto, positivo y
negativo, para formar relaciones recíprocas siguiendo el ideal del amor. La
perfección del ideal del amor de la creación y el ideal de Dios de un amor
completo no son dos cosas distintas o diferentes. Este principio de la creación
trabaja para perfeccionar el amor absoluto de Dios mediante la perfección del
amor del hombre y de la mujer.
Por
esta razón Dios creó en un principio a un hombre y a una mujer, Adán y Eva. El
propósito de la creación de Dios era que Adán y a Eva se perfeccionaran por el
verdadero amor obedeciendo el mandamiento de Dios, sujeto del verdadero amor.
Además, debían convertirse en una verdadera pareja unida por el verdadero amor
de Dios. Entonces, al tener hijos e hijas fruto de ese verdadero amor, habrían
llegado a ser verdaderos padres y vivir felizmente. Si Adán y Eva se hubieran
perfeccionado en el amor verdadero, habrían hecho realidad el deseo de Dios de
encarnarse en ellos. Y al perfeccionarse a sí mismos como una pareja verdadera,
el ideal del amor absoluto de Dios se habría cumplido.
Si
Adán y Eva hubieran tenido buenos hijos y hubieran llegado a ser Verdaderos
Padres, Dios habría llegado a ser substancialmente nuestro Padre eterno y se
habría realizado Su ideal. En consecuencia, la ciudadanía del Reino de los
Cielos crecería infinitamente en el más allá o mundo espiritual sobre la base
de miles de generaciones de descendientes en el mundo físico.
Pero
Adán y Eva, los antepasados del hombre se apartaron de Dios. En el momento de
su expulsión del Edén todavía no habían tenido hijos. Dios después de echarlos,
no podía ir tras ellos y bendecir su matrimonio. Por tanto la raza humana en su
totalidad desciende de antepasados fracasados. La humanidad ha crecido sin
ningún tipo de relación con el amor de Dios.
Distinguidos
líderes del mundo:
¿Pensáis
que la Caída del Hombre pudo ocurrir por comer el fruto de un árbol? La caída
de Adán y Eva fue un acto inmoral contra el ideal del verdadero amor de Dios.
El hecho de que Adán y Eva necesitaban obedecer el mandamiento indica que eran inmaduros
cuando cayeron y que se encontraban en un periodo de crecimiento. El arcángel,
simbolizado por la serpiente, tentó a Eva para que comiera del fruto del bien y
del mal, y ésta cayó espiritualmente. Más tarde, ella tentó a Adán (que era
inmaduro también para comer del fruto) y ambos cayeron físicamente.
El
único pecado posible que habría resultado fatal en el Jardín del Edén, en el
que Adán y Eva vivían en comunicación con Dios y plenamente felices, era un
pecado de amor ilícito. El primer amor de los antepasados humanos habría
representado la perfección del amor de Dios mismo y significado el comienzo de
una celebración sin límite que habría continuado a lo largo de la historia y
colmado con una incesante explosión de alegría y bendiciones a Dios, Adán y
Eva, y al universo.
Sería un momento de júbilo en que el amor,
la vida y el linaje de Dios echarían raíces en la humanidad. Por el contrario,
Adán y Eva cubrieron sus partes bajas y se escondieron entre los árboles,
presos de pánico. Al desobedecer la ley celestial, tuvieron una relación
inmoral que fue la base de un amor falso, una vida falsa y un linaje falso.
Como descendientes de Adán y Eva, todos los seres humanos han nacido con el
pecado original.
La
Caída dio origen al conflicto entre la mente y el cuerpo dentro de cada persona
y ha causado que nuestras sociedades estén llenas de un amor manchado,
provocando que la gente haga cosas que contradicen el deseo de su mente
original. En el ideal del amor, las relaciones de amor en los reinos animal y
vegetal cumplen solo una función reproductora.
Los
seres humanos son la única excepción. La humanidad disfruta de libertad en las
relaciones conyugales. Este es el privilegio especial del ser humano como señor
de toda la creación. Dios dio esa bendición y la infinita alegría del amor a
Sus hijos e hijas. Sin embargo, la verdadera libertad concedida por Dios
requiere de la responsabilidad humana. Si un individuo insiste en practicar la
libertad en el amor pero sin responsabilidad, ¡cuánta confusión y destrucción
llegará a causar! El ideal sublime del amor humano solo es posible cuando uno
es responsable del amor.
Podemos
ver esta responsabilidad de tres maneras. La primera responsabilidad sería
llegar a ser un maestro del verdadero amor, de un amor auténticamente libre,
sintiéndose agradecido a Dios por esa libertad, sabiendo como cultivarse y
controlarse a uno mismo. Esta responsabilidad ante una relación de amor no debe
tomarse simplemente como un acomodarse a cierta ley o norma social. Por el
contrario, una persona debe ser
responsable de controlarse a sí misma y tener un compromiso personal por la
relación vertical con Dios a lo largo de toda la vida.
En
segundo lugar se encuentra la responsabilidad por el objeto de nuestro amor.
Por naturaleza, la gente no quiere compartir el amor de su cónyuge con los
demás. La relación de amor horizontal entre los cónyuges, a diferencia del amor
vertical entre padres e hijos, pierde su potencial de perfección al ser
dividido. Se debe a que el Principio de la Creación obliga a marido y mujer a
formar una unidad dentro de un amor absoluto. Esposo y esposa tienen la
responsabilidad dada por el amor de vivir absolutamente por el bien del otro.
La
tercera responsabilidad en el amor es hacia los hijos. El amor de los padres es
la base del orgullo y la felicidad de los hijos. A ellos les gustaría nacer
fruto de una unidad total y armoniosa de sus padres dentro del verdadero amor,
y les gustaría crecer con ese amor. La responsabilidad más valiosa de los
padres no es educar a sus hijos externamente, sino ofrecerles los elementos de
vida del verdadero amor que puedan perfeccionar su espiritualidad.
Por
esta razón la familia es algo tan valioso. La experiencia diaria de un corazón
de verdaderos hijos, verdaderos hermanos, verdaderos esposos y verdaderos
padres solo se adquiere en la verdadera familia. Si Adán y Eva hubieran llegado
a ser una pareja con un verdadero amor centrado en Dios, Este podría haber
morado en Adán como su cuerpo substancial y amar entonces a Eva.
Además,
Adán y Eva podrían haber llegado a ser Verdaderos Padres que substancialmente
encarnan a Dios, y llegar a ser el origen de un amor, una vida y un linaje
buenos. Debido a la Caída, sin embargo, Adán y Eva llegaron a ser una
encarnación de Satán y terminaron siendo la primera pareja mala, los primeros
padres malos y los antepasados malos. Su unión llegó a ser la raíz de un amor,
una vida y un linaje de sangre malos. Los seres humanos, al proceder de esta
raíz, heredan al nacer el linaje de aquellos padres malos, descendientes del
adultero Satán y enemigos de Dios.
Damas
y caballeros:
¡Qué
inmenso debió ser el dolor de Dios al ver Su ideal de verdadero amor destruido
por la caída de nuestros antepasados humanos! La humanidad, creada para ser
hijos e hijas de Dios, nunca llegó a conocer a Dios como a su Verdadero Padre.
Sin embargo, a pesar de que Sus hijos e hijas han servido a Satán, Dios no ha
cesado de trabajar en la providencia de la salvación.
Ya que Dios es un ser absoluto y Su ideal
de la creación es también absoluto, El ha llevado a cabo la providencia de la
salvación a pesar de su gran dolor. La providencia de la salvación de Dios es
la providencia de la restauración, la providencia para recuperar el propósito
de la creación perdido centrado en el verdadero amor. La providencia de la
salvación, por tanto, es la providencia de la recreación. Por consiguiente, la
raíz de la providencia de la salvación se encuentra en la recreación de la
semilla del hijo original, la semilla del ser humano que cumpla el ideal de la
creación.
Debe
ser limpiado aquello que más aborrece Dios: la vida y el linaje de sangre
iniciados por el amor falso del adúltero Satán. La esencia de la providencia se
centra en la tarea de preparar el nacimiento de los Verdaderos Padres, que
encarnan el verdadero amor, la verdadera vida y el verdadero linaje de Dios. Ya
que los antepasados de la humanidad no cumplieron su responsabilidad, sino que
heredaron el linaje inmoral de Satán y se sometieron a su dominio, Dios no ha
podido intervenir directamente y llevar a los seres humanos a su posición
original.
Dios
no puede aceptar incondicionalmente a la humanidad tras ponerse del lado de
Satán, ni puede castigarla. Por tanto Dios debe usar la estrategia de trabajar
con una figura central que represente el lado bueno. Esta figura central
empieza sufriendo una gran persecución para establecer finalmente la condición
de indemnización que le permita recuperar lo que fue perdido. Satán ataca
primero pero al final debe aceptar la posición perdedora. Las tres Guerras
Mundiales (la Primera, la Segunda y la Tercera o Guerra Fría) son buenos
ejemplos de este modelo. Aquellos que las iniciaron, perdieron. En la
providencia de la restauración, el fundamento logrado por la cooperación entre
madre e hijo fue algo muy importante. Así ocurrió en tiempos de Jacob, Moisés y
Jesús.
Dios
llevó a cabo Su providencia de separar al pueblo de la vida y el linaje
satánico por medio de un fundamento de cooperación entre una madre, que debía
cumplir la responsabilidad de Eva, iniciadora de la caída, y el segundo hijo de
la familia. Dios no puede relacionarse directamente con el primer hijo, ya que
está en la posición de tener una relación de sangre directa con Satán, quien
por la caída fue el primero en dominar al hombre. Dios ha estado restaurando el
linaje de sangre bueno haciendo que el segundo hijo, que representa el lado del
bien, establezca una condición y el primer hijo, representando el mal, se
someta al segundo hijo.
En
la familia de Adán, Dios llevó a cabo la providencia de apoyar al segundo hijo,
Abel, y hacer que éste sometiera al primer hijo, Caín. Aunque Eva hubiera
caído, como madre debería haberse esforzado por fomentar la unidad entre los
dos hermanos. Sin embargo, Caín mató a Abel (Génesis 4:8) y la providencia de la
salvación, al no cumplirse, fue prolongada. También ocurrió este proceso de
cooperación entre madre e hijo en los tiempos de Noé. Pero donde esta
cooperación alcanzó un nivel significativo fue con Rebeca y Jacob.
La
caída humana fue cometida por tres seres: Adán, Eva y el arcángel. El arcángel
sedujo a Eva, provocando la caída espiritual, y a continuación Eva caída sedujo
a Adán, causando la caída física. Todos le dieron la espalda a Dios, y el
arcángel caído se convirtió en Satán. Dado que la providencia de la salvación
es la providencia de la restauración, el principio de la restauración solo
puede llevarse a cabo yendo por una dirección diametralmente opuesta a la que
llevó a la caída. Dios, al perder a Adán que tenía la semilla del verdadero
amor y la verdadera vida, tenía que encontrar a un hijo con una nueva semilla,
libre de la acusación satánica.
Al
igual que Dios creó primero a Adán, Dios tenía que recuperar primeramente a un
hijo que no guardase relación con la caída, siguiendo la providencia de la
restauración, que es una providencia de recreación. Esta es la idea básica que
explica la venida del Mesías. El Mesías rechaza la vida de la gente de un
linaje caído que vive bajo el dominio de Satán, y como el Verdadero Ser Humano
viene a darles la semilla de una nueva vida.
El
Mesías tiene sus raíces en Dios y viene como un segundo Adán para limpiar todo
lo que fue hecho por el primer Adán. Por esta razón Dios no puede enviar a un
Mesías superhombre que solo haga milagros.
Para
que un hijo nazca en la tierra con la semilla del amor y la vida de Dios, debe
haber en primer lugar una madre. Y esta madre no puede dar a luz a este hijo de
una forma normal. La concepción debe tener lugar siguiendo la fórmula de la
restauración.
Toda
la cooperación entre madres e hijos en la providencia de la restauración fue
una preparación y una condición para que el Hijo de Dios naciera con la semilla
de una nueva vida, libre de la acusación satánica. Madre e hijo deben restaurar
el amor, la vida y el linaje apropiados por Satán, estableciendo condiciones
para evitar sus ataques y sometiendo al primer hijo que representa el lado del
mal. La Biblia, como libro que refleja la labor providencial de Dios, contiene
muchos pasajes que son difíciles de entender.
Un
ejemplo lo tenemos en Rebeca que engaña a su marido Isaac y a su primer hijo
Esaú para ayudar a su segundo hijo Jacob a recibir la bendición. Dios está del
lado de esta madre y su hijo, y aunque logran sus propósitos por métodos
injustos a simple vista, Dios les bendice continuamente. En la familia de Adán,
Caín y Abel lucharon fuera del vientre materno, provocando finalmente la muerte
de Abel, el segundo hijo.
Jacob,
en cambio, gracias al mérito de muchos hombres justos que habían pagado
indemnización y se habían sacrificado desde los tiempos de Abel, alcanzó el
nivel espiritual en el que Satán hizo caer al hombre. Jacob tuvo entonces que
ocuparse de su hermano gemelo, Esaú. En el vado de Yabboq, Jacob consiguió la
victoria espiritual sobre el ángel. Y tras la victoria sobre Esaú, en la
posición de la encarnación substancial del arcángel, Jacob recibió la bendición
de ser el primer hombre victorioso de la historia, y por tanto, le fue dado el
nombre de “Israel”. Todo esto ocurrió cuando tenía cuarenta años. Satán plantó
la semilla del amor falso en el útero de Eva y esto originó una vida falsa. Por
eso, Dios necesitaba purificar el útero de una madre para que el Hijo del Cielo
pudiera nacer. Este periodo de purificación y de separación de Satán tenía que
iniciarse en la misma concepción y seguir hasta los cuarenta años de edad, ya
que Jacob, aunque logró la victoria, no pudo cumplir este requisito.
La
madre indicada para asumir la responsabilidad de establecer esta condición fue
Tamar. Ella estaba casada con Er, el hijo mayor de Judá, pero Er disgustó a
Dios y murió. De acuerdo a las costumbres de aquel tiempo, Judá dio su segundo
hijo, Onán, a Tamar, para que pudieran engendrar un hijo para Er. Pero Onán,
sabiendo que el hijo de Tamar no sería su propio hijo, derramó su semen en el
suelo. Esto fue un pecado a los ojos de Dios, y Onán murió.
Entonces
Tamar quería a Sela, el tercer hijo de Judá, por marido, pero Judá no se lo
dio. Judá pensó que sus dos hijos habían muerto a causa de Tamar, y tenía miedo
de que Sela también muriera y se acabara el linaje familiar. Pero Tamar estaba
convencida de que ella tenía que mantener el linaje del pueblo elegido. Y, para
hacerlo, se disfrazó de prostituta y yació con su suegro, Judá, quedando
embarazada de gemelos. En el parto, uno de los gemelos, Zara, sacó su mano del
vientre para nacer primero pero fue arrastrado al vientre de nuevo y el segundo
hijo, Peres, nació primero, tomando la posición de hermano mayor.
Dentro
del vientre de Tamar, lucharon el primero y el segundo hijo y la inversión de
sus posiciones les separó de Satán. Esto llegó a ser la condición para la
restauración del vientre materno. Sobre esta condición, el Mesías sería
concebido del linaje del pueblo elegido, con el fundamento que la nación de
Israel debía levantar en el Imperio Romano dos mil años más tarde.
El fundamento victorioso en el ámbito
nacional podría entonces llevarse a cabo en el vientre de una madre libre de la
acusación satánica, preparado para la semilla del Hijo de Dios. Sobre este
fundamento, la Santa Madre María pasó a formar parte de la corriente principal
de la providencia de Dios. Cuando estaba emparejada con José, María recibió del
arcángel Gabriel el sorprendente mensaje de que el Mesías nacería de ella
(Lucas 1:31). En aquellos días, si una mujer soltera quedaba embarazada debía
ser apedreada hasta morir. Pero María aceptó la voluntad de Dios con fe
absoluta, diciendo: “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí, según tu
palabra” (Lucas 1:38). María fue a pedir consejo al sumo sacerdote Zacarías que
era su pariente y una persona altamente respetada.
La esposa de Zacarías, Isabel, con la
ayuda de Dios, estaba entonces embarazada de Juan el Bautista y al encontrar a
María, la dijo “Bendita eres entre las mujeres y bendito el fruto de tu
vientre. ¿Por qué se me concede que la madre de mi Señor venga a mí?” (Lucas
1:42-43). Con estas palabras dio testimonio del nacimiento de Jesús. De esta
manera Dios reveló a María, a Zacarías y a Isabel el nacimiento del Mesías
antes que a nadie. Todos ellos tenían la misión absolutamente crucial de
cumplir la voluntad de Dios de servir a Jesús. La familia de Zacarías dejó a
María estar en su casa.
Jesús fue concebido en la casa de
Zacarías. Isabel y María eran primas por parte de madre. Pero de acuerdo a la
Providencia de Dios estaban en el papel de hermanas, con Isabel como hermana
mayor (Caín) y María como la menor (Abel). Isabel ayudó a María en presencia de
Zacarías. Mediante esta cooperación, la familia de Zacarías, al nivel nacional,
indemnizó la falta de unidad de Lía y Raquel en la familia de Jacob. Esto permitió que Jesús fuera concebido.
Por primera vez en la historia podía nacer
en la tierra, libre de la acusación satánica y de un vientre preparado, la
semilla del Hijo de Dios, la semilla del Verdadero Padre. De esta manera, el
unigénito amado de Dios, el poseedor del amor de Dios, nacía por primera vez en
la tierra.
María
tenía que hacer algo que podía resultar difícil de entender de acuerdo al
sentido común, algo duro de aceptar con la ley de aquellos tiempos. María,
Isabel y Zacarías se sintieron conmovidos espiritualmente y aceptaron la
revelación que venía de Dios, creyendo incondicionalmente que sus actos
respondían a la voluntad y el deseo de Dios. Aunque el Hijo de Dios podía ya
nacer en la tierra, necesitaba un muro de protección para crecer sin peligro en
el mundo satánico y cumplir así la voluntad de Dios. Dios esperaba que estas
tres personas en la familia de Zacarías establecieran un fundamento protector.
Podríamos preguntarnos con cuánta seriedad estas tres personas abordaron su
tarea de proteger y servir al Hijo de Dios y por cuánto tiempo deberían haber
permanecido unidos.
En
la Biblia se dice que, “María permaneció con ella alrededor de tres meses, y
volvió a su casa” (Lucas 1:56). Tras este hecho, no hay ninguna cita bíblica
que nos hable de la relación posterior entre María, Isabel y Zacarías. Al dejar
la casa de Zacarías, las dificultades empezaron para María y para Jesús. La
familia de Zacarías debería haber sido un muro de protección para Jesús durante
toda su vida. Pero muy pronto, José descubrió que María estaba embarazada.
¡Qué
grande debió ser su sorpresa! María, su querida prometida, con la que no había
tenido ninguna relación, estaba embarazada después de tres meses de estancia en
otro lugar. Era natural que José preguntara a María de quién era el hijo que
estaba en su vientre.
¿Qué
hubiera ocurrido si en aquel momento María se lo hubiera contado todo
cándidamente? Si lo hubiera hecho, habría significado el fin de un clan. Por
eso María respondió simplemente que estaba embarazada del Espíritu Santo. El
embarazo de María empezó a hacerse visible y la gente del pueblo comenzó a
darse cuenta. ¿Qué habría ocurrido si José hubiera dicho que él no sabía nada
de todo aquello? Pero José era un hombre justo. Creyó en la revelación de Dios
y defendió a María diciendo que el embarazo era su responsabilidad.
Puede
que María fuera ridiculizada por quedarse embarazada mientras estaba
comprometida, pero se libró de ser apedreada hasta la muerte. José, que amaba a
María, la protegió de esta manera en un principio. Sin embargo, existía una
enorme angustia en su corazón.
Al nacer Jesús, la inquietud de José sobre
quién era el padre de Jesús iba en aumento y sentía un gran dolor en su corazón.
A medida que Jesús iba creciendo, los corazones de ambos se iban distanciando.
Debido a esto, surgían disputas familiares frecuentemente. Jesús fue
considerado como un hijo ilegítimo. Sin la protección de la familia de Zacarías
y el cariño de José, Jesús creció con una indescriptible soledad en su corazón.
Jesús era consciente de su camino como Mesías y se lamentaba de su situación
solitaria y el serio obstáculo que esto representaba para cumplir la voluntad
de Dios.
El Mesías viene para realizar el ideal de
los Verdaderos Padres y para cumplir esta misión necesita tener una esposa
real. Jesús tenía que restaurar de raíz el amor falso del arcángel que había
causado la caída de Eva cuando crecía como hermana de Adán. Por esta razón,
Jesús, en la posición de Adán, como Hijo de Dios, debía recibir como esposa a
la hermana menor de alguien que estuviera en la posición de arcángel. Esa
esposa no era otra sino la hija de Zacarías, la hermana menor de Juan el
Bautista. Para lograr algo así en un mundo donde Satán es dueño y señor, Jesús
necesitaba un fundamento de protección construido a base de una fe absoluta.
Trágicamente todo el fundamento acabó desmoronándose a su alrededor.
Esto
no habría ocurrido si Zacarías e Isabel, que habían recibido la revelación y el
apoyo espiritual de Dios, hubieran mantenido una fe absoluta. Si ellos hubieran
cumplido su responsabilidad, María se habría mantenido continuamente en
contacto con ellos después de los tres meses que estuvo en su casa.
Dios
eligió a la familia de Zacarías como la más valiosa representación del mundo
entero, para que después del nacimiento de Jesús, le protegieran, le sirvieran
y dieran testimonio de él como el Mesías. No solo debían servir a Jesús como el
Hijo de Dios y Mesías con una total devoción, sino que además debían aprender a
través de Jesús la voluntad de Dios y seguirle absolutamente.
Juan
el Bautista nació para servir a Jesús y cumplir la responsabilidad de guiar a
todos los que inspiraba al arrepentimiento a que creyeran en Jesús y recibieran
la salvación. Pero desafortunadamente, a pesar de que Zacarías, Isabel y Juan
Bautista en un principio dieron
testimonio de Jesús como el Hijo de Dios, no hay pruebas de que le
sirvieran como tal.
El
respetado sacerdote Zacarías fue un simple espectador. Juan Bautista se mantuvo
separado de Jesús. Estas circunstancias impidieron que la gente pudiera seguir
a Jesús e hicieron su camino más difícil. Una vez que la familia de Zacarías
perdió la fe en Jesús y le vio desde un prisma meramente humano, se hizo imposible
que le pudieran ayudar a tener una esposa. Además debemos tener en cuenta la
influencia que ejerció en Jesús la relación entre María y José.
María
tenía seguir un curso de indemnización para restaurar la posición de Eva y de
Tamar, por lo tanto, debía mantenerse como la prometida de José.
Providencialmente, no debían tener relaciones como marido y mujer. El deseo de
Dios era que no tuviesen relaciones sexuales ni antes ni después del nacimiento
de Jesús. Sin embargo, José amó a María aún después del nacimiento de Jesús.
María debió mantenerse separada de José para dedicarse a educar a Jesús como el
Hijo de Dios. Pero las circunstancias del día a día hacían que esto no fuera
fácil de cumplir. Aunque la mente original de María le decía que no debía hacerlo,
ella tuvo relaciones sexuales con José. Tuvieron hijos y esto fue una
repetición del error de Eva.
Con esta condición, Satán les invadió. A
excepción de Jesús, todos los que deberían haber protegido a Jesús llegaron a
estar bajo el dominio de Satán: su padre, su madre, sus hermanos de tipo Abel
(Juan Bautista y sus hermanos) y sus hermanos de tipo Caín (los hijos de José).
Cuando alguien es invadido por Satán, pierde todo el apoyo espiritual y toda
inspiración. La confianza y la gratitud
en Dios se pierden y todo se ve con ojos humanos.
María
no ayudó a Jesús a lograr la boda que él deseaba e incluso se opuso a la misma.
Esta fue la razón directa por la que Jesús no pudo tener su esposa y realizar
el ideal de los Verdaderos Padres, forzándole finalmente a ir por el camino de
la cruz. Las palabras de Jesús a María en la boda de Caná, “¿qué tengo yo
contigo, mujer?” (Juan 2: 4) revelan el reproche a una madre que se preocupa
por la boda de otros, pero se niega a ayudarle a tener su esposa, el requisito
más importante en la providencia. Bajo esta perspectiva podemos entender la
pregunta de Jesús “¿quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?” (Mateo
12:48).
Enfrentado
a la oposición de María, de Zacarías, de Isabel y, finalmente, de Juan
Bautista, Jesús perdió la esperanza de poder recibir su protección mientras se
afanaba en cumplir su misión. Por tanto, Jesús abandonó su casa para buscar un
nuevo fundamento espiritual con el que reiniciar la providencia de la
salvación. Sin una familia y sin hogar, Jesús se lamentaba diciendo, “los
zorros tienen madrigueras y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del Hombre
no tiene donde reclinar la cabeza” (Mateo 8: 20).
Una
vez perdido su fundamento en el ámbito familiar, Jesús intentó reconstruirlo.
Este fue el objetivo de su curso de tres años. Finalmente, al no creer la gente
en él y debilitarse la fe de sus discípulos, Jesús tuvo que aguantar la
embestida de Satán. Y al derrumbarse su fundamento, tuvo que ir por el camino
de la cruz. En un principio Jesús vino a la tierra como el Mesías para bendecir
a sus discípulos y a toda la humanidad.
El vino a construir un Reino de los Cielos sin pecado. Pero debido a la
incredulidad que encontró, no pudo recibir una esposa, no pudo realizar el
ideal de los Verdaderos Padres y no pudo cumplir su misión. Por eso prometió
volver.
La Biblia dice, “todo lo que atéis en la
tierra quedará atado en el cielo, y lo que desatéis en la tierra, quedará
desatado en el cielo” (Mateo 16:19). Hoy, por tanto, estoy revelando
abiertamente esta verdad sobre Jesús y María para poder liberarles aunque
reciba la oposición de las iglesias establecidas, tanto de la Iglesia Católica
como de las Iglesias Protestantes. El Señor de la Segunda Venida viene a
completar el fundamento de la providencia de Dios de la restauración que quedó
inacabado por Jesús.
Es
decir, viene como la semilla del verdadero hijo original para cumplir el ideal
de la creación. Viene a cumplir el ideal de los Verdaderos Padres que son el
origen del verdadero amor, la verdadera vida y el verdadero linaje de Dios.
Viene sobre el fundamento victorioso de la providencia de Dios desde los
tiempos de Jesús.
Está
sobre el fundamento victorioso de la vida de Jesús y debe encontrar la esposa
que Jesús no tuvo, y así llegar a establecer los Verdaderos Padres que puedan
salvar a la humanidad. Mediante la bendición de nuevos matrimonios que hereden
el linaje de sangre original, los Verdaderos Padres serán capaces de salvar a
toda la humanidad y lograr que todos los hombres y mujeres lleguen a ser
verdaderas personas injertándose en el verdadero amor, la verdadera vida y el
verdadero linaje de Dios. Además, los Verdaderos Padres establecerán una
verdadera familia, construyendo el Reino de los Cielos en la tierra.
Así,
las ceremonias de bodas internacionales son el vehículo para establecer este
nuevo linaje de sangre cuando el Señor de la Segunda Llegada venga en la carne.
Al nivel de la gran familia mundial, el Señor indemniza lo que fue perdido en
la familia de Adán, y restaura la verdadera primogenitura, la verdadera
paternidad y la verdadera soberanía que deberían haberse establecido en la
familia de Adán. El transformará este mundo en el Reino de los Cielos en la
tierra bajo el dominio de Dios e iniciará la ciudadanía en el Reino de los
Cielos en el mundo espiritual. La humanidad entrará en la era de la soberanía
centrada en Dios tanto en una dimensión espiritual como física. Se establecerá
un mundo de victoria, libertad, felicidad y unidad, y se creará el Reino de los
Cielos en la tierra y en el mundo espiritual, el ideal de la creación de Dios.
Esta
es “La Visión del Principio de la Historia Providencial de la Restauración”.
Espero que participen en la próxima ceremonia de matrimonio internacional y que
su familia reciba la bendición de ser ciudadanos del Reino de los Cielos en la
tierra y en el mundo espiritual que es la gran esperanza de Dios y de la
humanidad.
¡Queridos
líderes y distinguidos invitados!
Me
gustaría darles las gracias de nuevo por haber asistido a esta importante
reunión. Espero que hayan entendido claramente la dirección por la que va la
historia providencial para que sean verdaderos líderes, hombres y mujeres, que
puedan establecer un mundo de paz. Que Dios les bendiga, que Dios bendiga a sus
familias.
Gracias.
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