lunes, 9 de enero de 2017

LA VISION DEL PRINCIPIO DE LA HISTORIA PROVIDENCIAL DE LA SALVACION

LA VISION DEL PRINCIPIO DE LA HISTORIA
PROVIDENCIAL DE LA SALVACION

Discurso dado por el reverendo SUN MYUNG MOON en el banquete inaugural de la Fundación Washington Times.
Washington D.C., 16 de Abril de 1996.

Respetables invitados, miembros de la Federación de Familias por la Paz Mundial, señoras y señores:
A las puertas del siglo XXI, nos encontramos en un momento adecuado para reflexionar sobre nuestras vidas. Por eso, es un gran honor poder compartir con todos ustedes unas palabras sobre la Verdadera Familia. Como saben, la familia es el origen de la vida y la piedra angular de un mundo de paz. Espero que este encuentro sirva para establecer familias sanas y una verdadera paz.
Dios es el ser absoluto, único, incambiable y eterno. Su voluntad tiene estas mismas cualidades. Si los seres humanos, Adán y Eva hubieran llegado a formar un solo cuerpo en el amor de Dios, todo se habría consumado, se habría alcanzado la perfección. El origen, el propósito y el proceso de la creación, así como la causa, el efecto y la dirección, son todos absolutos. Los antepasados humanos Adán y Eva se sumieron en el caos tras su caída, fruto de la ignorancia. Esa ignorancia y caos han crecido desde el nivel individual al familiar, nacional y mundial.
La tarea de la religión y de la providencia de la salvación ha sido liberarnos del ámbito de la caída. En los Ultimos Días vendrá el Mesías y enseñará claramente la causa, la dirección y el efecto absolutos, únicos, incambiables y eternos desde el punto de vista de Dios. El Mesías limpiará el mundo de la ignorancia y del caos y lo llevará de nuevo al seno original de Dios. Esto es el cumplimiento de la voluntad de Dios. Si esto no ocurriera, en los Ultimos Días todas las religiones, “ismos”, ideologías y naciones perecerán. La humanidad está abordando el siglo XXI, entrando en los nuevos tiempos que anuncian el tercer milenio. En este momento crítico, me gustaría hablar sobre “La Visión del Principio de la Historia Providencial de la Salvación” y deseo que estas palabras sirvan como preparación para verdaderas familias de una nueva era ideal.
Para poder alcanzar la perfección y la plenitud en la relación de verdadero amor entre Dios y la humanidad, Dios desea que el hombre cumpla ciertas condiciones de responsabilidad que le permitan unirse a El. Por esta razón, Dios dio un mandamiento a los primeros antepasados humanos. Dios sabía que estaban en un periodo de crecimiento, en el camino hacia la perfección, por eso les dio el mandamiento, como una condición para que heredaran lo más valioso: el verdadero amor. En un principio, el verdadero amor debía aprenderse con las experiencias de la vida y hacerlo parte de uno mismo. El verdadero amor no se aprende con palabras, libros de texto o en la escuela. Se siente plenamente cuando se vive. Adán y Eva, creados como recién nacidos, debían crecer y perfeccionarse gradualmente experimentando el corazón de verdaderos hijos, verdaderos hermanos, verdaderos esposos y verdaderos padres a lo largo de sus vidas. Solo cuando se experimenta el verdadero amor de Dios, se cumple perfectamente el propósito de la creación y se llega a ser un ser humano ideal.
Todos deseamos que nuestro objeto de amor sea millones de veces mejor que nosotros mismos, si es posible, infinitamente mejor. De la misma manera, Dios desea que la humanidad, Su objeto de amor, tenga un valor infinito. Si un ser humano alcanza la perfección, llega a tener el mismo valor de Dios, alcanzando la divinidad y la perfección de Dios. Aunque Dios es absoluto no puede realizar Su ideal de amor verdadero por Sí mismo, ya que el amor siempre necesita de un objeto, un ser al que amar. Debemos entender la relación entre el amor verdadero de Dios y el amor verdadero del hombre, de qué forma surgen y cómo alcanzan la perfección. ¿Qué habría ocurrido si Dios en vez de elegir a los seres humanos como Sus objetos absolutos de verdadero amor, hubiera preferido iniciar y perfeccionar el verdadero amor de otra manera?
En tal caso, Dios y el hombre habrían buscado el ideal del verdadero amor con una motivación, una dirección y un propósito distintos. Dios se vería obligado a realizar Su ideal del amor con un objeto más elevado que el hombre y, de la misma manera, el ideal del amor del hombre no tendría una relación directa con Dios.
Pero Dios como sujeto del verdadero amor, creó a la humanidad como objeto de Su amor. El ideal del amor de Dios solo puede completarse a través de la humanidad. La realización del propósito de la creación de Dios representa la creación de un mundo ideal donde Dios y los hombres vivan unidos por el amor absoluto. El ser humano ha sido creado para ser el receptor u objeto más grande del amor de Dios. Solo nosotros en toda la creación encarnamos la naturaleza de Dios.
Hemos nacido como los cuerpos visibles del invisible Dios. Si una persona alcanza la perfección, llega a ser el templo de Dios, un cuerpo substancial y visible en el que Dios puede morar en libertad y paz. El ideal global de Dios de un amor absoluto y verdadero se realiza y perfecciona en el ser humano mediante la relación vertical entre padre e hijo. Dios creó a Adán en primer lugar. Este debería haber sido el Hijo de Dios y al mismo tiempo el cuerpo substancial de Dios mismo.
Posteriormente, Dios creó a Eva como complemento de Adán para que Adán y Eva perfeccionaran el ideal del amor horizontal, el amor conyugal. Eva debería ser la hija de Dios y como novia debía perfeccionar substancialmente el ideal de Dios del amor horizontal.
El lugar en el que Adán y Eva hubieran alcanzado la perfección, consumando su primer amor al casarse con la bendición de Dios, sería precisamente el lugar donde Dios habría encontrado a Su novia substancial. Ya que el ideal de Dios de un amor absoluto descendería verticalmente y se uniría en el lugar donde el ideal del amor conyugal entre Adán y Eva se hiciera realidad horizontalmente, el verdadero amor de Dios y el verdadero amor del hombre se unirían y alcanzarían la perfección en el mismo punto, aunque hubieran llegado a él por direcciones distintas, uno de forma vertical y el otro horizontalmente. La creación de Dios era inevitable. Y no podemos imaginar la creación sin un propósito. Dios necesitaba a la creación por una sola razón: para completar el ideal del verdadero amor. Dios desarrolló la vida desde las formas inferiores y simples hasta el ser humano por medio de parejas, sujeto y objeto, positivo y negativo, para formar relaciones recíprocas siguiendo el ideal del amor. La perfección del ideal del amor de la creación y el ideal de Dios de un amor completo no son dos cosas distintas o diferentes. Este principio de la creación trabaja para perfeccionar el amor absoluto de Dios mediante la perfección del amor del hombre y de la mujer.
Por esta razón Dios creó en un principio a un hombre y a una mujer, Adán y Eva. El propósito de la creación de Dios era que Adán y a Eva se perfeccionaran por el verdadero amor obedeciendo el mandamiento de Dios, sujeto del verdadero amor. Además, debían convertirse en una verdadera pareja unida por el verdadero amor de Dios. Entonces, al tener hijos e hijas fruto de ese verdadero amor, habrían llegado a ser verdaderos padres y vivir felizmente. Si Adán y Eva se hubieran perfeccionado en el amor verdadero, habrían hecho realidad el deseo de Dios de encarnarse en ellos. Y al perfeccionarse a sí mismos como una pareja verdadera, el ideal del amor absoluto de Dios se habría cumplido.
Si Adán y Eva hubieran tenido buenos hijos y hubieran llegado a ser Verdaderos Padres, Dios habría llegado a ser substancialmente nuestro Padre eterno y se habría realizado Su ideal. En consecuencia, la ciudadanía del Reino de los Cielos crecería infinitamente en el más allá o mundo espiritual sobre la base de miles de generaciones de descendientes en el mundo físico.
Pero Adán y Eva, los antepasados del hombre se apartaron de Dios. En el momento de su expulsión del Edén todavía no habían tenido hijos. Dios después de echarlos, no podía ir tras ellos y bendecir su matrimonio. Por tanto la raza humana en su totalidad desciende de antepasados fracasados. La humanidad ha crecido sin ningún tipo de relación con el amor de Dios.
Distinguidos líderes del mundo:
¿Pensáis que la Caída del Hombre pudo ocurrir por comer el fruto de un árbol? La caída de Adán y Eva fue un acto inmoral contra el ideal del verdadero amor de Dios. El hecho de que Adán y Eva necesitaban obedecer el mandamiento indica que eran inmaduros cuando cayeron y que se encontraban en un periodo de crecimiento. El arcángel, simbolizado por la serpiente, tentó a Eva para que comiera del fruto del bien y del mal, y ésta cayó espiritualmente. Más tarde, ella tentó a Adán (que era inmaduro también para comer del fruto) y ambos cayeron físicamente.
El único pecado posible que habría resultado fatal en el Jardín del Edén, en el que Adán y Eva vivían en comunicación con Dios y plenamente felices, era un pecado de amor ilícito. El primer amor de los antepasados humanos habría representado la perfección del amor de Dios mismo y significado el comienzo de una celebración sin límite que habría continuado a lo largo de la historia y colmado con una incesante explosión de alegría y bendiciones a Dios, Adán y Eva, y al universo.
Sería un momento de júbilo en que el amor, la vida y el linaje de Dios echarían raíces en la humanidad. Por el contrario, Adán y Eva cubrieron sus partes bajas y se escondieron entre los árboles, presos de pánico. Al desobedecer la ley celestial, tuvieron una relación inmoral que fue la base de un amor falso, una vida falsa y un linaje falso. Como descendientes de Adán y Eva, todos los seres humanos han nacido con el pecado original.
La Caída dio origen al conflicto entre la mente y el cuerpo dentro de cada persona y ha causado que nuestras sociedades estén llenas de un amor manchado, provocando que la gente haga cosas que contradicen el deseo de su mente original. En el ideal del amor, las relaciones de amor en los reinos animal y vegetal cumplen solo una función reproductora.
Los seres humanos son la única excepción. La humanidad disfruta de libertad en las relaciones conyugales. Este es el privilegio especial del ser humano como señor de toda la creación. Dios dio esa bendición y la infinita alegría del amor a Sus hijos e hijas. Sin embargo, la verdadera libertad concedida por Dios requiere de la responsabilidad humana. Si un individuo insiste en practicar la libertad en el amor pero sin responsabilidad, ¡cuánta confusión y destrucción llegará a causar! El ideal sublime del amor humano solo es posible cuando uno es responsable del amor.
Podemos ver esta responsabilidad de tres maneras. La primera responsabilidad sería llegar a ser un maestro del verdadero amor, de un amor auténticamente libre, sintiéndose agradecido a Dios por esa libertad, sabiendo como cultivarse y controlarse a uno mismo. Esta responsabilidad ante una relación de amor no debe tomarse simplemente como un acomodarse a cierta ley o norma social. Por el contrario,  una persona debe ser responsable de controlarse a sí misma y tener un compromiso personal por la relación vertical con Dios a lo largo de toda la vida.
En segundo lugar se encuentra la responsabilidad por el objeto de nuestro amor. Por naturaleza, la gente no quiere compartir el amor de su cónyuge con los demás. La relación de amor horizontal entre los cónyuges, a diferencia del amor vertical entre padres e hijos, pierde su potencial de perfección al ser dividido. Se debe a que el Principio de la Creación obliga a marido y mujer a formar una unidad dentro de un amor absoluto. Esposo y esposa tienen la responsabilidad dada por el amor de vivir absolutamente por el bien del otro.
La tercera responsabilidad en el amor es hacia los hijos. El amor de los padres es la base del orgullo y la felicidad de los hijos. A ellos les gustaría nacer fruto de una unidad total y armoniosa de sus padres dentro del verdadero amor, y les gustaría crecer con ese amor. La responsabilidad más valiosa de los padres no es educar a sus hijos externamente, sino ofrecerles los elementos de vida del verdadero amor que puedan perfeccionar su espiritualidad.
Por esta razón la familia es algo tan valioso. La experiencia diaria de un corazón de verdaderos hijos, verdaderos hermanos, verdaderos esposos y verdaderos padres solo se adquiere en la verdadera familia. Si Adán y Eva hubieran llegado a ser una pareja con un verdadero amor centrado en Dios, Este podría haber morado en Adán como su cuerpo substancial y amar entonces a Eva.
Además, Adán y Eva podrían haber llegado a ser Verdaderos Padres que substancialmente encarnan a Dios, y llegar a ser el origen de un amor, una vida y un linaje buenos. Debido a la Caída, sin embargo, Adán y Eva llegaron a ser una encarnación de Satán y terminaron siendo la primera pareja mala, los primeros padres malos y los antepasados malos. Su unión llegó a ser la raíz de un amor, una vida y un linaje de sangre malos. Los seres humanos, al proceder de esta raíz, heredan al nacer el linaje de aquellos padres malos, descendientes del adultero Satán y enemigos de Dios.
Damas y caballeros:
¡Qué inmenso debió ser el dolor de Dios al ver Su ideal de verdadero amor destruido por la caída de nuestros antepasados humanos! La humanidad, creada para ser hijos e hijas de Dios, nunca llegó a conocer a Dios como a su Verdadero Padre. Sin embargo, a pesar de que Sus hijos e hijas han servido a Satán, Dios no ha cesado de trabajar en la providencia de la salvación.
Ya que Dios es un ser absoluto y Su ideal de la creación es también absoluto, El ha llevado a cabo la providencia de la salvación a pesar de su gran dolor. La providencia de la salvación de Dios es la providencia de la restauración, la providencia para recuperar el propósito de la creación perdido centrado en el verdadero amor. La providencia de la salvación, por tanto, es la providencia de la recreación. Por consiguiente, la raíz de la providencia de la salvación se encuentra en la recreación de la semilla del hijo original, la semilla del ser humano que cumpla el ideal de la creación.
Debe ser limpiado aquello que más aborrece Dios: la vida y el linaje de sangre iniciados por el amor falso del adúltero Satán. La esencia de la providencia se centra en la tarea de preparar el nacimiento de los Verdaderos Padres, que encarnan el verdadero amor, la verdadera vida y el verdadero linaje de Dios. Ya que los antepasados de la humanidad no cumplieron su responsabilidad, sino que heredaron el linaje inmoral de Satán y se sometieron a su dominio, Dios no ha podido intervenir directamente y llevar a los seres humanos a su posición original.
Dios no puede aceptar incondicionalmente a la humanidad tras ponerse del lado de Satán, ni puede castigarla. Por tanto Dios debe usar la estrategia de trabajar con una figura central que represente el lado bueno. Esta figura central empieza sufriendo una gran persecución para establecer finalmente la condición de indemnización que le permita recuperar lo que fue perdido. Satán ataca primero pero al final debe aceptar la posición perdedora. Las tres Guerras Mundiales (la Primera, la Segunda y la Tercera o Guerra Fría) son buenos ejemplos de este modelo. Aquellos que las iniciaron, perdieron. En la providencia de la restauración, el fundamento logrado por la cooperación entre madre e hijo fue algo muy importante. Así ocurrió en tiempos de Jacob, Moisés y Jesús.
Dios llevó a cabo Su providencia de separar al pueblo de la vida y el linaje satánico por medio de un fundamento de cooperación entre una madre, que debía cumplir la responsabilidad de Eva, iniciadora de la caída, y el segundo hijo de la familia. Dios no puede relacionarse directamente con el primer hijo, ya que está en la posición de tener una relación de sangre directa con Satán, quien por la caída fue el primero en dominar al hombre. Dios ha estado restaurando el linaje de sangre bueno haciendo que el segundo hijo, que representa el lado del bien, establezca una condición y el primer hijo, representando el mal, se someta al segundo hijo.
En la familia de Adán, Dios llevó a cabo la providencia de apoyar al segundo hijo, Abel, y hacer que éste sometiera al primer hijo, Caín. Aunque Eva hubiera caído, como madre debería haberse esforzado por fomentar la unidad entre los dos hermanos. Sin embargo, Caín mató a Abel (Génesis 4:8) y la providencia de la salvación, al no cumplirse, fue prolongada. También ocurrió este proceso de cooperación entre madre e hijo en los tiempos de Noé. Pero donde esta cooperación alcanzó un nivel significativo fue con Rebeca y Jacob.
La caída humana fue cometida por tres seres: Adán, Eva y el arcángel. El arcángel sedujo a Eva, provocando la caída espiritual, y a continuación Eva caída sedujo a Adán, causando la caída física. Todos le dieron la espalda a Dios, y el arcángel caído se convirtió en Satán. Dado que la providencia de la salvación es la providencia de la restauración, el principio de la restauración solo puede llevarse a cabo yendo por una dirección diametralmente opuesta a la que llevó a la caída. Dios, al perder a Adán que tenía la semilla del verdadero amor y la verdadera vida, tenía que encontrar a un hijo con una nueva semilla, libre de la acusación satánica.
Al igual que Dios creó primero a Adán, Dios tenía que recuperar primeramente a un hijo que no guardase relación con la caída, siguiendo la providencia de la restauración, que es una providencia de recreación. Esta es la idea básica que explica la venida del Mesías. El Mesías rechaza la vida de la gente de un linaje caído que vive bajo el dominio de Satán, y como el Verdadero Ser Humano viene a darles la semilla de una nueva vida.
El Mesías tiene sus raíces en Dios y viene como un segundo Adán para limpiar todo lo que fue hecho por el primer Adán. Por esta razón Dios no puede enviar a un Mesías superhombre que solo haga milagros.
Para que un hijo nazca en la tierra con la semilla del amor y la vida de Dios, debe haber en primer lugar una madre. Y esta madre no puede dar a luz a este hijo de una forma normal. La concepción debe tener lugar siguiendo la fórmula de la restauración.
Toda la cooperación entre madres e hijos en la providencia de la restauración fue una preparación y una condición para que el Hijo de Dios naciera con la semilla de una nueva vida, libre de la acusación satánica. Madre e hijo deben restaurar el amor, la vida y el linaje apropiados por Satán, estableciendo condiciones para evitar sus ataques y sometiendo al primer hijo que representa el lado del mal. La Biblia, como libro que refleja la labor providencial de Dios, contiene muchos pasajes que son difíciles de entender.
Un ejemplo lo tenemos en Rebeca que engaña a su marido Isaac y a su primer hijo Esaú para ayudar a su segundo hijo Jacob a recibir la bendición. Dios está del lado de esta madre y su hijo, y aunque logran sus propósitos por métodos injustos a simple vista, Dios les bendice continuamente. En la familia de Adán, Caín y Abel lucharon fuera del vientre materno, provocando finalmente la muerte de Abel, el segundo hijo.
Jacob, en cambio, gracias al mérito de muchos hombres justos que habían pagado indemnización y se habían sacrificado desde los tiempos de Abel, alcanzó el nivel espiritual en el que Satán hizo caer al hombre. Jacob tuvo entonces que ocuparse de su hermano gemelo, Esaú. En el vado de Yabboq, Jacob consiguió la victoria espiritual sobre el ángel. Y tras la victoria sobre Esaú, en la posición de la encarnación substancial del arcángel, Jacob recibió la bendición de ser el primer hombre victorioso de la historia, y por tanto, le fue dado el nombre de “Israel”. Todo esto ocurrió cuando tenía cuarenta años. Satán plantó la semilla del amor falso en el útero de Eva y esto originó una vida falsa. Por eso, Dios necesitaba purificar el útero de una madre para que el Hijo del Cielo pudiera nacer. Este periodo de purificación y de separación de Satán tenía que iniciarse en la misma concepción y seguir hasta los cuarenta años de edad, ya que Jacob, aunque logró la victoria, no pudo cumplir este requisito.
La madre indicada para asumir la responsabilidad de establecer esta condición fue Tamar. Ella estaba casada con Er, el hijo mayor de Judá, pero Er disgustó a Dios y murió. De acuerdo a las costumbres de aquel tiempo, Judá dio su segundo hijo, Onán, a Tamar, para que pudieran engendrar un hijo para Er. Pero Onán, sabiendo que el hijo de Tamar no sería su propio hijo, derramó su semen en el suelo. Esto fue un pecado a los ojos de Dios, y Onán murió.
Entonces Tamar quería a Sela, el tercer hijo de Judá, por marido, pero Judá no se lo dio. Judá pensó que sus dos hijos habían muerto a causa de Tamar, y tenía miedo de que Sela también muriera y se acabara el linaje familiar. Pero Tamar estaba convencida de que ella tenía que mantener el linaje del pueblo elegido. Y, para hacerlo, se disfrazó de prostituta y yació con su suegro, Judá, quedando embarazada de gemelos. En el parto, uno de los gemelos, Zara, sacó su mano del vientre para nacer primero pero fue arrastrado al vientre de nuevo y el segundo hijo, Peres, nació primero, tomando la posición de hermano mayor.
Dentro del vientre de Tamar, lucharon el primero y el segundo hijo y la inversión de sus posiciones les separó de Satán. Esto llegó a ser la condición para la restauración del vientre materno. Sobre esta condición, el Mesías sería concebido del linaje del pueblo elegido, con el fundamento que la nación de Israel debía levantar en el Imperio Romano dos mil años más tarde.
El fundamento victorioso en el ámbito nacional podría entonces llevarse a cabo en el vientre de una madre libre de la acusación satánica, preparado para la semilla del Hijo de Dios. Sobre este fundamento, la Santa Madre María pasó a formar parte de la corriente principal de la providencia de Dios. Cuando estaba emparejada con José, María recibió del arcángel Gabriel el sorprendente mensaje de que el Mesías nacería de ella (Lucas 1:31). En aquellos días, si una mujer soltera quedaba embarazada debía ser apedreada hasta morir. Pero María aceptó la voluntad de Dios con fe absoluta, diciendo: “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí, según tu palabra” (Lucas 1:38). María fue a pedir consejo al sumo sacerdote Zacarías que era su pariente y una persona altamente respetada.
La esposa de Zacarías, Isabel, con la ayuda de Dios, estaba entonces embarazada de Juan el Bautista y al encontrar a María, la dijo “Bendita eres entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre. ¿Por qué se me concede que la madre de mi Señor venga a mí?” (Lucas 1:42-43). Con estas palabras dio testimonio del nacimiento de Jesús. De esta manera Dios reveló a María, a Zacarías y a Isabel el nacimiento del Mesías antes que a nadie. Todos ellos tenían la misión absolutamente crucial de cumplir la voluntad de Dios de servir a Jesús. La familia de Zacarías dejó a María estar en su casa.
Jesús fue concebido en la casa de Zacarías. Isabel y María eran primas por parte de madre. Pero de acuerdo a la Providencia de Dios estaban en el papel de hermanas, con Isabel como hermana mayor (Caín) y María como la menor (Abel). Isabel ayudó a María en presencia de Zacarías. Mediante esta cooperación, la familia de Zacarías, al nivel nacional, indemnizó la falta de unidad de Lía y Raquel en la familia de Jacob.  Esto permitió que Jesús fuera concebido.
Por primera vez en la historia podía nacer en la tierra, libre de la acusación satánica y de un vientre preparado, la semilla del Hijo de Dios, la semilla del Verdadero Padre. De esta manera, el unigénito amado de Dios, el poseedor del amor de Dios, nacía por primera vez en la tierra.
María tenía que hacer algo que podía resultar difícil de entender de acuerdo al sentido común, algo duro de aceptar con la ley de aquellos tiempos. María, Isabel y Zacarías se sintieron conmovidos espiritualmente y aceptaron la revelación que venía de Dios, creyendo incondicionalmente que sus actos respondían a la voluntad y el deseo de Dios. Aunque el Hijo de Dios podía ya nacer en la tierra, necesitaba un muro de protección para crecer sin peligro en el mundo satánico y cumplir así la voluntad de Dios. Dios esperaba que estas tres personas en la familia de Zacarías establecieran un fundamento protector. Podríamos preguntarnos con cuánta seriedad estas tres personas abordaron su tarea de proteger y servir al Hijo de Dios y por cuánto tiempo deberían haber permanecido unidos.
En la Biblia se dice que, “María permaneció con ella alrededor de tres meses, y volvió a su casa” (Lucas 1:56). Tras este hecho, no hay ninguna cita bíblica que nos hable de la relación posterior entre María, Isabel y Zacarías. Al dejar la casa de Zacarías, las dificultades empezaron para María y para Jesús. La familia de Zacarías debería haber sido un muro de protección para Jesús durante toda su vida. Pero muy pronto, José descubrió que María estaba embarazada.
¡Qué grande debió ser su sorpresa! María, su querida prometida, con la que no había tenido ninguna relación, estaba embarazada después de tres meses de estancia en otro lugar. Era natural que José preguntara a María de quién era el hijo que estaba en su vientre.
¿Qué hubiera ocurrido si en aquel momento María se lo hubiera contado todo cándidamente? Si lo hubiera hecho, habría significado el fin de un clan. Por eso María respondió simplemente que estaba embarazada del Espíritu Santo. El embarazo de María empezó a hacerse visible y la gente del pueblo comenzó a darse cuenta. ¿Qué habría ocurrido si José hubiera dicho que él no sabía nada de todo aquello? Pero José era un hombre justo. Creyó en la revelación de Dios y defendió a María diciendo que el embarazo era su responsabilidad.
Puede que María fuera ridiculizada por quedarse embarazada mientras estaba comprometida, pero se libró de ser apedreada hasta la muerte. José, que amaba a María, la protegió de esta manera en un principio. Sin embargo, existía una enorme angustia en su corazón.
Al nacer Jesús, la inquietud de José sobre quién era el padre de Jesús iba en aumento y sentía un gran dolor en su corazón. A medida que Jesús iba creciendo, los corazones de ambos se iban distanciando. Debido a esto, surgían disputas familiares frecuentemente. Jesús fue considerado como un hijo ilegítimo. Sin la protección de la familia de Zacarías y el cariño de José, Jesús creció con una indescriptible soledad en su corazón. Jesús era consciente de su camino como Mesías y se lamentaba de su situación solitaria y el serio obstáculo que esto representaba para cumplir la voluntad de Dios.
El Mesías viene para realizar el ideal de los Verdaderos Padres y para cumplir esta misión necesita tener una esposa real. Jesús tenía que restaurar de raíz el amor falso del arcángel que había causado la caída de Eva cuando crecía como hermana de Adán. Por esta razón, Jesús, en la posición de Adán, como Hijo de Dios, debía recibir como esposa a la hermana menor de alguien que estuviera en la posición de arcángel. Esa esposa no era otra sino la hija de Zacarías, la hermana menor de Juan el Bautista. Para lograr algo así en un mundo donde Satán es dueño y señor, Jesús necesitaba un fundamento de protección construido a base de una fe absoluta. Trágicamente todo el fundamento acabó desmoronándose a su alrededor.
Esto no habría ocurrido si Zacarías e Isabel, que habían recibido la revelación y el apoyo espiritual de Dios, hubieran mantenido una fe absoluta. Si ellos hubieran cumplido su responsabilidad, María se habría mantenido continuamente en contacto con ellos después de los tres meses que estuvo en su casa.
Dios eligió a la familia de Zacarías como la más valiosa representación del mundo entero, para que después del nacimiento de Jesús, le protegieran, le sirvieran y dieran testimonio de él como el Mesías. No solo debían servir a Jesús como el Hijo de Dios y Mesías con una total devoción, sino que además debían aprender a través de Jesús la voluntad de Dios y seguirle absolutamente.
Juan el Bautista nació para servir a Jesús y cumplir la responsabilidad de guiar a todos los que inspiraba al arrepentimiento a que creyeran en Jesús y recibieran la salvación. Pero desafortunadamente, a pesar de que Zacarías, Isabel y Juan Bautista en un principio dieron  testimonio de Jesús como el Hijo de Dios, no hay pruebas de que le sirvieran como tal.
El respetado sacerdote Zacarías fue un simple espectador. Juan Bautista se mantuvo separado de Jesús. Estas circunstancias impidieron que la gente pudiera seguir a Jesús e hicieron su camino más difícil. Una vez que la familia de Zacarías perdió la fe en Jesús y le vio desde un prisma meramente humano, se hizo imposible que le pudieran ayudar a tener una esposa. Además debemos tener en cuenta la influencia que ejerció en Jesús la relación entre María y José.
María tenía seguir un curso de indemnización para restaurar la posición de Eva y de Tamar, por lo tanto, debía mantenerse como la prometida de José. Providencialmente, no debían tener relaciones como marido y mujer. El deseo de Dios era que no tuviesen relaciones sexuales ni antes ni después del nacimiento de Jesús. Sin embargo, José amó a María aún después del nacimiento de Jesús. María debió mantenerse separada de José para dedicarse a educar a Jesús como el Hijo de Dios. Pero las circunstancias del día a día hacían que esto no fuera fácil de cumplir. Aunque la mente original de María le decía que no debía hacerlo, ella tuvo relaciones sexuales con José. Tuvieron hijos y esto fue una repetición del error de Eva.
Con esta condición, Satán les invadió. A excepción de Jesús, todos los que deberían haber protegido a Jesús llegaron a estar bajo el dominio de Satán: su padre, su madre, sus hermanos de tipo Abel (Juan Bautista y sus hermanos) y sus hermanos de tipo Caín (los hijos de José). Cuando alguien es invadido por Satán, pierde todo el apoyo espiritual y toda inspiración. La confianza  y la gratitud en Dios se pierden y todo se ve con ojos humanos.
María no ayudó a Jesús a lograr la boda que él deseaba e incluso se opuso a la misma. Esta fue la razón directa por la que Jesús no pudo tener su esposa y realizar el ideal de los Verdaderos Padres, forzándole finalmente a ir por el camino de la cruz. Las palabras de Jesús a María en la boda de Caná, “¿qué tengo yo contigo, mujer?” (Juan 2: 4) revelan el reproche a una madre que se preocupa por la boda de otros, pero se niega a ayudarle a tener su esposa, el requisito más importante en la providencia. Bajo esta perspectiva podemos entender la pregunta de Jesús “¿quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?” (Mateo 12:48).
Enfrentado a la oposición de María, de Zacarías, de Isabel y, finalmente, de Juan Bautista, Jesús perdió la esperanza de poder recibir su protección mientras se afanaba en cumplir su misión. Por tanto, Jesús abandonó su casa para buscar un nuevo fundamento espiritual con el que reiniciar la providencia de la salvación. Sin una familia y sin hogar, Jesús se lamentaba diciendo, “los zorros tienen madrigueras y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar la cabeza” (Mateo 8: 20).
Una vez perdido su fundamento en el ámbito familiar, Jesús intentó reconstruirlo. Este fue el objetivo de su curso de tres años. Finalmente, al no creer la gente en él y debilitarse la fe de sus discípulos, Jesús tuvo que aguantar la embestida de Satán. Y al derrumbarse su fundamento, tuvo que ir por el camino de la cruz. En un principio Jesús vino a la tierra como el Mesías para bendecir a sus discípulos  y a toda la humanidad. El vino a construir un Reino de los Cielos sin pecado. Pero debido a la incredulidad que encontró, no pudo recibir una esposa, no pudo realizar el ideal de los Verdaderos Padres y no pudo cumplir su misión. Por eso prometió volver.
La Biblia dice, “todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desatéis en la tierra, quedará desatado en el cielo” (Mateo 16:19). Hoy, por tanto, estoy revelando abiertamente esta verdad sobre Jesús y María para poder liberarles aunque reciba la oposición de las iglesias establecidas, tanto de la Iglesia Católica como de las Iglesias Protestantes. El Señor de la Segunda Venida viene a completar el fundamento de la providencia de Dios de la restauración que quedó inacabado por Jesús.
Es decir, viene como la semilla del verdadero hijo original para cumplir el ideal de la creación. Viene a cumplir el ideal de los Verdaderos Padres que son el origen del verdadero amor, la verdadera vida y el verdadero linaje de Dios. Viene sobre el fundamento victorioso de la providencia de Dios desde los tiempos de Jesús.
Está sobre el fundamento victorioso de la vida de Jesús y debe encontrar la esposa que Jesús no tuvo, y así llegar a establecer los Verdaderos Padres que puedan salvar a la humanidad. Mediante la bendición de nuevos matrimonios que hereden el linaje de sangre original, los Verdaderos Padres serán capaces de salvar a toda la humanidad y lograr que todos los hombres y mujeres lleguen a ser verdaderas personas injertándose en el verdadero amor, la verdadera vida y el verdadero linaje de Dios. Además, los Verdaderos Padres establecerán una verdadera familia, construyendo el Reino de los Cielos en la tierra.
Así, las ceremonias de bodas internacionales son el vehículo para establecer este nuevo linaje de sangre cuando el Señor de la Segunda Llegada venga en la carne. Al nivel de la gran familia mundial, el Señor indemniza lo que fue perdido en la familia de Adán, y restaura la verdadera primogenitura, la verdadera paternidad y la verdadera soberanía que deberían haberse establecido en la familia de Adán. El transformará este mundo en el Reino de los Cielos en la tierra bajo el dominio de Dios e iniciará la ciudadanía en el Reino de los Cielos en el mundo espiritual. La humanidad entrará en la era de la soberanía centrada en Dios tanto en una dimensión espiritual como física. Se establecerá un mundo de victoria, libertad, felicidad y unidad, y se creará el Reino de los Cielos en la tierra y en el mundo espiritual, el ideal de la creación de Dios.
Esta es “La Visión del Principio de la Historia Providencial de la Restauración”. Espero que participen en la próxima ceremonia de matrimonio internacional y que su familia reciba la bendición de ser ciudadanos del Reino de los Cielos en la tierra y en el mundo espiritual que es la gran esperanza de Dios y de la humanidad.
¡Queridos líderes y distinguidos invitados!
Me gustaría darles las gracias de nuevo por haber asistido a esta importante reunión. Espero que hayan entendido claramente la dirección por la que va la historia providencial para que sean verdaderos líderes, hombres y mujeres, que puedan establecer un mundo de paz. Que Dios les bendiga, que Dios bendiga a sus familias.

Gracias.

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