El nuevo futuro
del Cristianismo
18 de
Septiembre de 1974
Madison Square
Garden, New York
Reverendo Sun Myung Moon
Señoras y señores, estoy muy
contento de estar aquí esta noche. Muchas gracias por venir. Estamos reunidos esta
noche en este impresionante escenario del Madison Square Garden en el nombre de
Dios.
Mi tema esta noche es
"El Nuevo Futuro del Cristianismo". Pero antes de dar este mensaje
nocturno, me gustaría hacer una aclaración personal. No vine aquí a repetir lo
que ya conocéis. He venido a revelar algo nuevo. Quiero compartir con vosotros
una revelación de Dios.
Hay solamente un Dios, un
Cristo, una Biblia. Hoy, no obstante, solamente en el mundo cristiano hay más
de 400 denominaciones diferentes, todas mirando a la misma Biblia bajo puntos
de vista muy diferentes con muchas interpretaciones diferentes.
Lo que nos interesa no es la
interpretación humana de la Biblia, sino cómo interpreta Dios la Biblia, y cuál
es verdaderamente la voluntad de Dios. Por lo tanto, ningún hombre por sí mismo
es capaz de satisfacernos. Esa información debe venir de Dios, en la forma de
revelación.
Y quiero compartir esa
revelación con vosotros esta noche. Puesto que este mensaje vino de Dios, y ya
que está, bajo el punto de vista de Dios, naturalmente, el contenido puede ser
diferente según la mentalidad del hombre. Por lo tanto, puede ser muy nuevo
para vosotros. Pero lo que nosotros necesitamos son nuevas ideas ‑ideas de Dios‑
porque el hombre ya ha agotado todas sus propias ideas. Esa es la razón de mi
venida a hablaros esta noche.
Por lo tanto, os pido a cada
uno de vosotros, que abráis vuestra mente y abráis vuestro corazón, para que el
Espíritu de Dios pueda hablaros directamente.
Durante 2.000 años, los
Cristianos del mundo han estado esperando con ilusión un gran día último, como
se profetizó en la Biblia ‑el día de la Segunda Llegada del Señor‑. Ya que ésta
ha sido la promesa de Dios, la Segunda llegada de Cristo será cumplida
definitivamente.
¿Por qué viene el Señor por
segunda vez? Viene para consumar la voluntad de Dios. Entonces, ¿cuál es la
voluntad de Dios? ¿Conocemos claramente cuál es la voluntad de Dios?
Dios es eterno, incambiable
y absoluto. Y El tiene una sola voluntad, que es también eterna, incambiable y
absoluta. En un principio, Dios tuvo un propósito definido para crear el
universo y este mundo. Este propósito fue el motivo para la creación. Y Dios
comenzó la creación del universo y del hombre para cumplir ese propósito.
Según la Biblia, después de
crear al primer hombre y a la primera mujer ‑Adán y Eva‑ Dios les dio un
mandamiento. Ese mandamiento era, "Del árbol de la ciencia del bien y del
mal no comerás en modo alguno, porque, el día en que comieres, ciertamente
morirás". (Gen. 2 :17) .
Dios les pidió que obedecieran
su mandamiento. Dios daba a entender que mediante la obediencia de Adán y Eva a
la ley, Su propósito sería cumplido. Sin embargo Dios expuso muy claramente la
consecuencia de la desobediencia. Dijo: "El día en que comieres,
ciertamente morirás". El resultado de la desobediencia era la muerte.
No obstante, Adán y Eva
desobedecieron a Dios. El resultado fue la caída del hombre. La muerte
espiritual vino al hombre, y el propósito de Dios no fue realizado. La caída
del hombre significa su desviación del estado original que Dios deseaba. Adán y
Eva se apartaron del cumplimiento del propósito de su creación. Ellos eligieron
erróneamente, y el resultado fue lo contrario de lo que Dios pretendía
originalmente.
Después de su desobediencia,
Dios no tuvo otra opción sino expulsar a este hombre y a esta mujer del Jardín
del Edén. El Jardín del Edén es una expresión simbólica del Reino de Dios en la
Tierra. Adán y Eva no merecían permanecer por más tiempo en el Reino de Dios,
por lo tanto, fueron arrojados a los reinos impíos, al infierno viviente, que
era su propia creación.
El Reino de los Cielos en la
tierra
Si Adán y Eva hubieran
obedecido a Dios, habrían conseguido el Reino de los Cielos en la Tierra. ¿A
qué se parecería ese Reino? Adán y Eva fueron creados sin pecado con las
posibilidades de a alcanzar la perfección. Y ellos tenían que crecer a la
perfección obedeciendo la ley de Dios. Mientras ellos estaban creciendo para
ser hombre y mujer completamente perfectos, su relación tenía que ser la de
hermano y hermana. Ellos tenían que esperar para establecer la verdadera
tradición de hermandad.
¿Qué es la perfección?
Perfección es la unión total del hombre con Dios. Se supone que un hombre es el
templo de Dios, en el que habita el espíritu de Dios. Tal hombre es divino,
como Dios es divino; ese hombre es santo como Dios es santo.
Jesús fue tal primer hombre
perfecto. Esta perfección es el estado del que Jesús hablaba cuando decía,
"Creedme que yo estoy en el Padre y el Padre en mí". (Juan 14:11)
Cuando vosotros lleguéis a
ser uno con Dios, Su poder divino será vuestro y seréis perfectos como Dios es
perfecto. Por esto Jesús, fijó como meta del hombre el ser perfecto como Dios
es perfecto cuando dijo, "Vosotros, pues, sed perfectos, como vuestro
Padre Celestial es perfecto". (Mat. 5: 48 ).
Dios creó un varón y una
hembra. ¿Por qué? Después de alcanzar el estado de perfección, Dios deseaba
llevarlos juntos a formar una pareja celestial, por medio de la bendición del
matrimonio celestial. Dios trataba de empezar Su Reino con Adán y Eva como el
primer marido y la primera mujer.
Sí eso se hubiera realizado,
entonces la bendición de Dios de ser fecundos y de multiplicarse habría sido
cumplida. Les habría dado el poder de multiplicar hijos de Dios. Y esos hijos
habrían sido perfectos y no tendrían pecado. ¿Qué más podían ser? El pecado
nunca habría sido introducido en la raza humana. Al tener hijos, habrían
llegado a ser el Padre y la Madre Verdaderos centralizados en Dios, los
Verdaderos Padres de la humanidad.
Si Adán y Eva hubieran
formado esta primera familia centrada en Dios, entonces además de eso habrían
conseguido una tribu centrada en Dios, una nación centrada en Dios, y un mundo
centrado en Dios, en el cual solo Dios sería el gobernante. Entonces la
perfección habría reinado desde el comienzo hasta la eternidad.
¿Dónde creó Dios a Adán y
Eva? ¿En el aire, fuera en el espacio? No, justo aquí en la Tierra. Por tanto,
el desarrollo de la familia de Adán habría conseguido la realización del ideal
de Dios en la Tierra, y Dios habría llegado a ser el centro de la humanidad.
Este no habría sido otro sino el Reino de Dios en la Tierra, en el cual Dios
habría residido con el hombre.
Si esto se hubiera cumplido
en el principio, hoy no encontraríamos tantas razas e idiomas diferentes. Todos
nosotros perteneceríamos a la única raza de Adán, bajo la única tradición de
Adán. Y el único idioma de Adán sería nuestra lengua universal. Y
verdaderamente, todo el mundo sería una nación de Dios.
Por tanto, en el plan de
Dios, todos los hombres se suponen nacidos en el Reino de Dios en la Tierra.
Nosotros tenemos que disfrutar la vida Celestial en la Tierra. Y entonces
cuando nuestra vida física terrenal acabe, tenemos que ser elevados al Reino de
Dios, en el Cielo espiritual, donde viviremos eternamente. Ese era el plan
original de Dios.
No podía haber ningún Satán,
ningún mal, y ningún infierno en ese mundo. Por supuesto, Dios no creó el
infierno para Sus propios hijos. Ningún padre bueno construiría una prisión
para su hijo tan pronto como naciera, ¿Por qué necesitaría Dios un infierno
para sus propios hijos? Solamente el Cielo era el deseo original de Dios. A
causa del pecado, no obstante, el hombre perdió su valor original y se
convirtió en un desecho humano. El infierno es como un cubo de basura. Pero fue
necesario solamente después de la caída del hombre.
El reino del infierno,
paraíso perdido
Examinemos más ampliamente
el estado del hombre caído y del mundo caído. Leemos en Juan que Jesús dijo,
"Vosotros sois hijos del diablo". (Juan 8: 44)
Por la caída, el hombre fue
llevado a la falsa paternidad de Satán. El hombre cambió de padres. Abandonamos
a nuestro Verdadero Padre, Dios, y nos unimos con el falso padre, Satán. El
primer hombre y la primera mujer se convirtieron en los hijos de Satán.
Bajo la falsa paternidad de
Satán, Adán y Eva se unieron como pareja ilegal, sin la bendición ni el permiso
de Dios. Y cuando multiplicaron hijos, todos ellos sucumbieron al mismo falso
padre. Todos ellos nacieron como los hijos del pecado no como los hijos de
Dios. Por lo tanto, la multiplicación de hijos pecaminosos de una generación a
otra desde Adán, ha ocasionado por esta caída un mundo pecaminoso.
Ya, que no hemos tenido a
Dios como el centro, ha surgido por esto, un mundo de pecado, un mundo de
desconfianza, un mundo de crimen, un mundo de guerra. Y nosotros, las naciones
y sociedades de este mundo podemos destruirnos unos a otros sin sentir ningún
escrúpulo. Este es el Reino del Infierno en la Tierra.
Verdaderamente el amo de
este mundo, no es Dios, sino Satán. Esto es por lo que Juan indica en 12: 31
"Satán es el príncipe de este mundo". Sabemos que este universo fue
creado por Dios. Sabemos que Dios creó al hombre. Pero Dios no es el amo,
porque el hombre cambió de amo. El hombre traicionó a Dios y se unió con un
falso amo, Satán. Este Satán se convirtió en el padre de la humanidad.
La caída del hombre ha
traído gran pesar al Corazón del Padre Celestial, Dios perdió todo cuando el
hombre se volvió contra El. Eso es por lo que leemos en el Génesis, "El
Señor se arrepintió de haber creado al hombre sobre la. tierra y se afligió en
su Corazón". ( Gen. 6: 6)
Dios se afligió porque había
llegado a ser realidad exactamente lo contrario a Su Voluntad. Si la intención
de Dios hubiera sido cumplida, El habría estado alegre. Si las consecuencias de
la caída fueran el resultado del propio plan de Dios, ¿por qué debía estar
afligido Dios en Su Corazón? ¿Por qué habría estado arrepentido de haber hecho
al hombre?
La salvación es la
restauración
Dios todopoderoso es un Dios
de amor, un Dios de misericordia. Su Corazón es compasivo y está afligido con
la vida de muerte de Sus hijos.
El sabe que ningún hombre es
capaz de romper sus cadenas y poder desembarazarse del pecado por sí mismo.
Sabe que hay solamente un poder que es capaz de llevar al hombre a la salvación
‑el Mismo Dios. Y Dios, en Su misericordia, se determinó a salvar este mundo.
¿Qué es la salvación? La
salvación es simplemente restauración. ¿Qué hace un médico para salvar a su
paciente? Restaura al paciente a su salud normal. Eso es una curación. ¿Qué
haríais para salvar a una persona que se está ahogando? La salvaríais sacándola
del agua y restaurándola a tierra firme. Eso es un rescate.
De igual modo la salvación
del hombre por Dios es simplemente restaurar el Reino del Infierno al Reino de
los Cielos.
Dios dejó clara Su
determinación en la Biblia: "Como lo digo lo hago, como lo planeo lo
ejecuto". (Isaías 46: l1).
Dios no dijo que puede
hacerlo. Dijo que lo ejecutará, mostrando Su determinación absoluta de
restaurar al hombre y al mundo a la idea original.
¿Cómo? Por el Mesías. Para
restaurar a la humanidad, Dios envió a Su único hijo, Jesucristo, a este mundo
como el Salvador - como el Mesías. Hace dos mil años, Jesucristo vino a nuestro
mundo como el Autor de la vida. Vino a transformar a todos los hombres de
pecado en hombres semejantes a Cristo. Vino a restaurar el Reino de los Cielos
en la Tierra.
Por esto, Jesucristo
proclamó como su primer evangelio, "Convertíos, porque el Reino de los
Cielos está cerca". (Mateo 4: 17).
Con la llegada de
Jesucristo, estaban verdaderamente en los umbrales del Reino de los Cielos.
Preparación para el Mesías
Sin embargo, antes de que
Dios pudiera enviar a Su Hijo para restaurar al mundo, tuvo que preparar el
camino paso por paso, comenzando con un individuo y extendiéndolo a una nación
para establecer un Fundamento de Fe sobre el que pudiera venir el Mesías.
Después de todo, este mundo
habría sido el mundo de Satán. Si el Mesías hubiera venido a esta Tierra sin un
fundamento de preparación, el mundo satánico le habría destruido. Por eso Dios
trabajó diligente y cuidadosamente para establecer una nación, una soberanía
sobre la cual pudiera tener control. La nación de Israel fue el resultado de
esa preparación para el Mesías.
Dios preparó a la nación de
Israel como el "campo de aterrizaje" para el Mesías. Sobre el
Fundamento de Fe de Israel, Dios pudo enviar Su último campeón, el Mesías.
Del mismo modo, el
Cristianismo es hoy el campo de aterrizaje similar, del Mesías, para su Segunda
Venida. Y los Cristianos se supone que forman un Fundamento de Fe para la
vuelta del Mesías en la última hora de cumplimiento.
Hoy, como siempre, en
nuestro trastornado mundo, nuestra esperanza es el Mesías! La misión del Mesías
es la restauración rescatar a la humanidad sufriente de este mundo de pecado y
restaurar al hombre a la perfección original y bondad de Dios. El va a destruir
la soberanía mala de Satán en este mundo y establecer la soberanía de Dios.
Jesucristo vino como el
Mesías hace 2.000 años para este propósito ‑a restaurar el Reino de Dios‑. Hoy
estamos esperando la Segunda Llegada de Cristo. El propósito de la Segunda
Llegada es precisamente el mismo ‑la restauración del Reino Original de Dios.
Ese es el único propósito y la única voluntad de Dios.
Nosotros los Cristianos
somos el pueblo escogido actual de Dios. Los Cristianos son los colaboradores
de Cristo. Así pues, estamos en una posición de preparar un fundamento para el
Señor, recibirle y aceptarle cuando venga, y participar en su misión de
destruir a Satán de la faz de la Tierra, y llevar a toda la humanidad a la
salvación.
Pero hoy los Cristianos no
están seguros de la voluntad de Dios. Estamos más interesados en nuestra propia
salvación personal, nuestro propio cielo donde quiera que esté y la garantía de
nuestro propio nicho en ese paraíso. Pero esa no es la conducta que Dios
pretendía que tuvieran los Cristianos.
¿Dónde estás, David?
Dios está buscando hoy a Sus
campeones entre los Cristianos del mundo. Y el trabajo de Dios necesita un
espíritu de sacrificio. ¿Cuántos Cristianos dicen ahora, "úsame como
cordero en Tu altar, y mediante mi sacrificio salva a este mundo"? Dios
busca a un espíritu que se niegue a sí mismo. Dios busca los portadores de la
cruz para el siglo XX. Y los Cristianos de hoy están sordos a esta llamada.
En cambio, hoy los
Cristianos piden a gritos "mi cielo", "mi salvación". ¿Y
Dios qué? ¿.Y el resto del mundo qué? ¿Creéis que podréis guardar vuestro
trocito de cielo cuando el resto del mundo se desmorona? No. Si de otro modo,
el mundo entero fuera salvado, ¿no estaría ya incluida vuestra propia
salvación?
Hoy, si las iglesias
Cristianas continúan yendo por el mismo camino individualista, el espíritu del
Cristianismo estará ligado a la decadencia. Antes de pedir a gritos nuestra
salvación, pidamos a gritos el cumplimiento de la voluntad de Dios. Debemos
liberar a Dios de la pena y Su dolor. Cuando hayamos solucionado el problema de
Dios, el problema del hombre se resolverá automáticamente. Entonces el fuego
Cristiano arderá verdaderamente con motivo del Corazón quebrantado de Dios, no
por nosotros mismos.
En 2.000 años de historia,
los Cristianos tuvieron muchas oportunidades de llevar el mundo entero a Dios.
Pero los Cristianos, simplemente, no conocieron la voluntad de Dios. No
actuaron cuando la oportunidad llamó.
Esa misma oportunidad está
llamando de nuevo, Esta vez la oportunidad ha venido a América. Si los Cristianos
americanos de hoy reconocen la voluntad de Dios en el día presente y actúan
según ella, podemos trasformar el mundo y enderezarlo, y bajar el Cielo sobre
la Tierra. La hora de la Segunda Llegada de Cristo está cerca, y aún no estamos
enterados de los signos de los tiempos.
En vez de continuar pidiendo
y orando, "Venga a nosotros Tu Reino, hágase Tu voluntad, así en la Tierra
como en el Cielo", (Mateo 6:10), podemos actuar según la voluntad de Dios,
y hacer ese cielo una realidad aquí mismo en Nueva York, porque ya hemos
llegado a la hora del cumplimiento del plan de Dios.
Cada uno de nosotros es
parte del cuerpo de Cristo, así cuando Cristo viene somos las prolongaciones de
su cuerpo vivo. Si cada uno de nosotros quiere y está dispuesto a clavar su
cuerpo en la cruz con el fin de tener vivo nuestro mundo, entonces de seguro
cambiaremos este mundo en el Reino de los Cielos. ¡Vivir y morir por Dios y
Cristo ‑ este es el privilegio de ser Cristiano!
Recordad, la voluntad de
Dios es salvar al mundo entero no solo a los Cristianos, ni solo a las
iglesias. Hay un versículo universalmente conocido en la Biblia, que todos
hemos aprendido los primeros días en la Escuela Dominical,
"Porque tanto amó Dios
al mundo que dio a Su único Hijo, para que todo el que crea en él no perezca,
sino que tenga vida eterna. (Juan 3:16).
El énfasis está en la
palabra "mundo". Tanto amó Dios al mundo, no solo a la iglesia, ni
solo a los Cristianos, ni solamente a una gente determinada, sino al mundo
entero. Por esta razón ‑ para salvar a este mundo ‑ es enviado el Mesías.
Si preguntarais a nuestro
Señor ¿"Eres el Salvador de los Cristianos solamente?", os
contestaría, "¡No!, Soy el Salvador de toda la humanidad".
Si preguntáis a Dios,
"¿Eres el Dios de los Cristianos?" Dios diría, “¡No! Soy el Dios del
universo, el Dios de toda creación, el Dios de todos los hombres".
Hace dos mil años, el pueblo
estaba esperando la llegada del Mesías, pero por razones muy egoístas. Pensaban
que el Mesías venía como una especie de conquistador militar para vengarles y
derrotar al Imperio Romano, y a premiar a Israel con gran gloria y poder en
sentido terreno. Y se equivocaron completamente.
Por el contrario el Mesías
venía al pueblo de Israel para usarle como instrumento o sacrificio para
esparcirse por el resto del mundo, para traer al mundo entero la
salvación de Dios.
Si, Dios determinó restaurar
el mundo entero, y traer a toda la humanidad a la bondad y perfección. Si Dios
no pudiera hacer eso, entonces actualmente Dios sería un Dios derrotado.
¿Derrotado por quien? ¡Por Satán! Entonces Dios no sería Dios.
Poneos en la posición de
Dios. Cuando Dios mira hoy sobre el mundo cristiano, no creo que esté
satisfecho. El ve que hay una gran batalla a la cabeza que debe ser librada, y
vencida. Dios debe tener un enfrentamiento con el formidable poder del enemigo,
el poder de Satán, el poder del pecado.
Por eso, Dios necesita un
David actual que se enfrente a este Goliat, Satán. ¿No oís el grito de Dios,
"dónde está mi David”? ¿Dónde estás, David? Y Dios espera que los
Cristianos de hoy respondan, "¡Si Señor! Yo soy Tu David. ¡Tu voluntad se
cumplirá!"
Pero los Cristianos de este
mundo parecen tener un profundo sueño. Y el puñado que están despiertos están
ocupados peleando entre ellos. El tiempo de cosecha ha llegado en el otoño
cósmico, pero Dios no tiene trabajadores para enviar a los campos.
Desde la caída del hombre,
Dios ha estado librando una guerra divina contra el poder de Satán. Esta guerra
no ha finalizado. La batalla final no ha llegado aún. Cristo viene por segunda
vez como el comandante en Jefe, para librar la batalla final. Y esa hora ha
llegado. Pero, todavía, ningún soldado celestial está preparado. Los Cristianos
están dormidos.
Hasta aquí, Dios solo ha
sido capaz de enfrentarse contra Satán en "guerra de guerrillas", no
en guerra total. Sin embargo, Dios se ha estado preparando para un gran día, un
"Día‑D" celestial, como el Día‑D del desembarco de Normandía, cuando
Dios pueda lanzar una ofensiva en todos los frentes. Ese día es el día de la
vuelta de Cristo.¡Ese Día‑D de Dios es inminente! La Biblia es el documento de
la preparación paciente de Dios conduciendo a la humanidad hacia la batalla
final. El cumplimiento de la Biblia es la llegada del Señor ‑ la vuelta de
Cristo para este Día‑D.
La Biblia es un mensaje en
clave
¿Qué es la Biblia,
concretamente? La Biblia ha sido un libro misterioso. Sin embargo, la Biblia
contiene el mensaje de Dios al hombre.
La Biblia no usa un lenguaje
llano, sino está escrita en símbolos y parábolas. ¿Sabéis por qué ha presentado
Dios la Biblia en símbolos y parábolas? ¿Por qué no expresa la verdad
claramente?
Dios ha tenido que tratar
con el mundo del pecado. A través de las generaciones, Dios ha recobrado a Sus
trabajadores, o campeones de este mundo pecaminoso. Si Dios revelara Su
estrategia demasiado abiertamente o llanamente, esa información habría sido
usada por el enemigo contra Sus propios campeones. Eso es por lo que la Biblia
está escrita como un mensaje en clave, así que solo los agentes de Dios o campeones
pudieran descifrarla y no el enemigo.
Permitidme poner una
analogía. Para proteger su seguridad América envía muchos agentes al exterior
para recoger información vital concerniente a los posibles enemigos. Cuando el
cuartel general se comunica con esos agentes en el exterior, particularmente en
territorio enemigo, ¿se comunicarían abierta y llanamente? No. Nadie sería tan
ingenuo. Se comunicarían con mensajes en clave ‑mensajes secretos‑ y así el
enemigo no podía descifrarlos.
A través de la historia, la
gente justa nunca tomó la iniciativa sino que sufrió en esta Tierra, debido
simplemente a que estaban en territorio enemigo, y Satán no quería que los
agentes de Dios prosperaran. Siempre que las fuerzas de Satán descubrían a los
representantes de Dios, trataron de destruirlos.
Debemos darnos cuenta que
Dios ha tenido que dar sus instrucciones en mensajes en clave. Así, la Biblia
está escrita en símbolos y parábolas. Hasta cierto punto, se intenta que la
Biblia sea misteriosa. ¿Entonces cómo podemos conocer el verdadero significado
de esos símbolos y parábolas?
Es simple, hasta cierto
punto. Si sois un agente enviado por vuestro cuartel general, y tenéis que
descifrar un mensaje en clave, entonces debéis tener o bien un libro de claves,
o comunicaros directamente con el cuartel general.
Del mismo modo, el
significado de los símbolos y parábolas de la Biblia sólo puede estar claro
cuando nos comuniquemos con nuestro "cuartel general" ‑ Dios. Este es
verdaderamente el único modo seguro para conocer el significado esencial de la
Biblia.
Hace dos mil años nuestro
Señor Jesucristo trajo el esbozo para el Reino de los Cielos en la Tierra. Sin
embargo, no pudo hablar claramente sobre su plan ni a sus propios discípulos.
Jesús habló con figuras y parábolas. ¿Por qué?
Jesús conocía las adversas
circunstancias en las que tenía que trabajar. Había presión política del
Imperio Romano. Había un gobernante monárquico que se oponía a cualquier
cambio. Y había un fuerte sistema y tradición religiosas. Todos podían ser dirigidos
contra la construcción del Reino de Dios.
Jesús venía a encender el
fuego de la Revolución en el hombre, que habría cambiado a su debido tiempo la
estructura y la vida de la nación entera.. Pero no pudo hablar llanamente de
algo de esto ni a sus propios discípulos. Por el contrario, tenía que hablar
con figuras y parábolas, diciendo, "el que tenga oídos, que oiga".
(Lucas 14: 35).
Si intentáis interpretar la
Biblia literalmente, palabra por palabra, letra por letra, sin entender la naturaleza
del mensaje en clave de la Biblia, estáis expuestos a cometer un gran error.
Por lo tanto, en este día,
en esta hora, lo que el mundo Cristiano necesita es una revelación de Dios.
Dios debe revelarnos Su plan; debe contarnos Su horario, y darnos instrucciones
de que hacer en este tiempo. Dios en realidad prometió esto diciendo, en Amós,
"no, no hace nada el Señor Yahvé sin revelar su secreto a sus siervos los
profetas". (Amós 3:7).
Hoy estoy aquí de pie en el
Madison Square Garden no por mi propia voluntad, sino en obediencia a la Divina
Voluntad de Dios. Dios me ha llamado como Su instrumento, para revelar el
mensaje para su dispensa en los días actuales, por ello puede que haya un
pueblo preparado para el día del Señor.
Esta noche me voy a centrar
en la revelación divina concerniente a la venida del Señor de la Segunda
Llegada ‑la cuestión más importante de nuestro tiempo. Y con el propósito de
comprender esto claramente, primeramente debemos conocer las circunstancias de
la venida de Jesucristo hace 2.000 años.
Jesús no vino a morir
Hay un enigma histórico que
no ha sido resuelto. Durante 4.000 años antes de la venida de Jesucristo, Dios
había preparado al pueblo para el Mesías, como expliqué anteriormente. A través
de sus profetas, Dios había prevenido al pueblo de estar preparado para el
Mesías. Dios estuvo trabajando para promover expectación, y verdaderamente
había gran fervor Mesiánico en Israel. Y en la hora señalada, Dios cumplió Su
promesa. El Hijo de Dios, Jesucristo, llegó a tiempo a su propio pueblo.
Entonces ¿qué ocurrió? La
historia es testigo, No le conocimos. Le rechazamos, nos rebelamos contra él y
finalmente le crucificamos en la cruz. ¿Por qué?
Las iglesias Cristianas
dicen, "Bien, la respuesta a esta pregunta es, sencillamente, que Dios
envió a Jesucristo a morir en la cruz. La crucifixión era la voluntad
predestinada de Dios desde el principio”.
Entonces, permitidme
preguntar a esos "Cristianos, ¿qué haréis cuando Jesucristo vuelva hoy a
vosotros?” Todos los Cristianos indudablemente responderán, "¡le
recibiremos! ¡Le daremos la. bienvenida! ¡Nos uniremos con él! ¡Le
seguiremos!" Permitidme preguntar de nuevo, ¿Crucificaréis a Cristo cuando
aparezca?" Vuestra respuesta debe ser, ¡No!
Sí eso es así, entonces,
¿cómo era la gente hace 2.000 años? ¿Si hubieran aceptado a Jesús ‑como
vosotros haríais hoy‑ aún tendrían que haberle crucificado? ¡No! ¡Fue un error!
Fue por ignorancia por lo que crucificamos a Jesús.
Era la voluntad de Dios que
Su pueblo aceptase al Mesías. En lugar de ello, le crucificamos. Y entonces los
Cristianos se desentendieron diciendo que era la voluntad de Dios; ¡ridículo!
Eso no es aceptable a nuestra lógica. Debió haber alguna terrible equivocación.
¿Cuál fue?
La ignorancia mató a Jesús
La gente no conocía quien era
Jesús de Nazaret. Ellos no le conocieron como el Hijo de Dios. Si hubieran
sabido claramente que Jesús era el Mesías, el Hijo de Dios, no le habrían
crucificado.
"Vino a su casa., y los
suyos no le recibieron" (Juan: 1:11)
Y escuchando el testimonio
de San Pablo: "Sabiduría desconocida de todos los príncipes de este mundo
pues de haberla conocido no hubieran crucificado al Señor de la Gloria. (I
Corintios 2:8).
Si tan solo hubieran
conocido quien era, no habrían crucificado al Señor de la gloria. Fue un.
error. ¡Fue la ignorancia y la ceguera, quienes mataron a Jesucristo!
Los Cristianos del mundo no
se han dado cuenta de la verdad que aconteció en el tiempo de Jesús. Si el
único propósito de Dios enviando a Su Hijo era tenerle clavado en la cruz,
entonces ¿por qué perdió Dios el tiempo antes para preparar al pueblo? Habría
sido mucho más fácil para Dios enviar a Su Hijo entre incrédulos, o incluso
entre salvajes. Ellos le habrían matado más rápidamente, y la salvación se
habría anticipado.
Esclavos de la letra del
Antiguo Testamento
Entonces la pregunta es,
¿por qué la gente no conocía quién era Jesús? Lo creáis o no, la principal
razón por la que el pueblo de Dios no reconoció a Jesús como el Mesías fue por
el Antiguo Testamento. Esto puede sorprenderos. Pero la gente interpretaba el
Antiguo Testamento literalmente. No se dieron cuenta de que la Biblia estaba en
clave. Ellos no buscaron un libro de claves. En cambio, tomaron la Biblia
literalmente, palabra por palabra, letra por letra. En otras palabras, ellos
llegaron a ser esclavos de la letra del Antiguo Testamento.
Permitid que os lo
demuestre. El libro de Malaquías en el Antiguo Testamento tiene un propósito
paralelo al del Apocalipsis en el Nuevo Testamento. Muestra claramente el
horario y la descripción del último minuto de cómo vendría el Mesías. En
Malaquías, encontráis estas palabras:
"Yo os envío al profeta
Elías antes de que llegue el Día de Yahvé, grande y terrible. El hará volver el
corazón de los padres a los hijos, y el corazón de los hijos a los
padres". (Mal. 3:23‑24) .
¿Quién era Elías? Era un
profeta mayor de Israel que había vivido aproximadamente 900 años antes de
Jesucristo, y había ascendido al cielo en un carro de fuego en un torbellino,
según el Antiguo Testamento. Por eso la gente creía que Elías volvería
literalmente desde el firmamento en un carro de fuego y anunciaría al Hijo de
Dios. Esto es lo que la gente esperaba.
Pero ¿vino Elías? El
problema consiste en que Elías no volvió de la forma que la gente esperaba. La
gente nunca oyó nada sobre su vuelta milagrosa. Sin embargo, un día ellos
oyeron una declaración extraordinaria. Un joven de Nazaret, que se llamaba
Jesús era proclamado por sus seguidores como el Mesías, el Hijo de Dios. Por
supuesto eso era un anuncio increíble.
Y ¿cuál fue la reacción
inmediata de la gente? "¡Imposible!, dijeron. "¿Cómo puede ser Jesús
de Nazaret el Hijo de Dios? No hemos oído nada sobre Elías." Si no hay
Elías no puede haber Mesías.
Para aceptar a Jesucristo
como el Hijo de Dios, ellos habrían tenido que prescindir de sus 4.000 años de
tradición y tirar la Biblia. Pero nadie estaba dispuesto a hacerlo. En ese
tiempo la gente entendía verdaderamente mal a Jesús, el Hijo de Dios. Decían de
él,
"No queremos apedrearte
por ninguna obra buena, sino por una blasfemia; porque tú, siendo hombre, te
haces a ti mismo Dios". (Juan 10:33).
Y cogieron piedras,
dispuestos a apedrear a Jesucristo, el Mesías.
Más tarde, cuando Jesús
realizó muchas obras poderosas y milagros, la gente no honró a Jesús. En cambio
decían, "Este no expulsa los demonios mas que por Beelzebul, príncipe de
los demonios". (Mat. 12:24).
¡Qué tragedia! ¡Jesucristo,
el Hijo de Dios, el Príncipe de la Paz, fue rebajado y relegado al príncipe de
los demonios!
Poncio Pilatos, el
gobernador Romano, no quería crucificar a Jesús, porque no podía encontrar
ninguna falta en él.‑ Sin embargo, la propia gente de Jesús eran los que
estaban gritando, "¡Sea crucificado! ¡Sea crucificado!”
El pueblo que Dios había
preparado para recibirle quería que Jesús fuera matado, y en su lugar fuera
liberado el criminal Barrabas. ¿Era esa la voluntad de Dios? ¡No! Jesucristo
fue la víctima de la ignorancia y ceguera de su propio pueblo. Y ellos leyeron
erróneamente la profecía ‑leyeron erróneamente el Antiguo Testamento.
Imaginad que Elías hubiera
venido de manera sobrenatural, en un carro de fuego desde el cielo, como
esperaba la gente. Ello habría creado una gran sensación. E imaginad a Elías
apareciendo ante las multitudes y proclamando, "Este hombre, Jesús de Nazaret,
es verdaderamente el Hijo de Dios". Entonces estoy seguro que cada uno se
habría arrodillado y le habría adorado allí mismo. ¿Entonces quien se habría
atrevido a crucificar a Jesucristo?
Sin embargo esa clase de
milagro no era el significado de la profecía. La profecía de Malaquías sobre la
venida de Elías era sin duda un obstáculo para el ministerio afortunado de
Jesús. Cuando los discípulos de Jesús marchaban a todo Israel predicando el
Evangelio y proclamando a Jesús como el Hijo de Dios, la gente repudiaba sus
palabras, diciendo, "Si vuestro maestro es el Hijo de Dios, ¿dónde está
Elías? El libro dice que Elías debe venir primero".
Juan Bautista era Elías
Los discípulos de Jesús no
estaban preparados para contestar esa pregunta. En realidad ellos no eran
eruditos del Antiguo Testamento. Después de todo, eran humildes pescadores de
Galilea, recaudadores de impuestos, y rameras. Por eso, confundidos los
discípulos decidieron un día ir a Jesús a pedirle ayuda en este asunto. Un
relato aparece en Mateo.
Preguntáronle entonces sus
discípulos: "¿Por qué, pues, dicen los escribas que Elías debe venir
primero?" Respondió él: "Ciertamente, Elías ha de venir a restaurarlo
todo. Os digo, sin embargo que Elías ha venido ya,..." Entonces los discípulos
comprendieron que se refería a Juan el Bautista. (Mateo 17:10‑13).
Esto era una auténtica
sorpresa para los discípulos. Y entonces comprendieron, según la Biblia que
Jesús se refería a Juan el Bautista.
¿Era Juan el Bautista Elías?
Sí, Jesús lo dijo. Pero la gente nunca se convenció. Dijeron,
"¡Atroz!"
Imaginemos que podemos
traspasar esos acontecimientos a nuestro tiempo. Juan el Bautista hace 2.000
años era una persona de tremenda influencia, gozando de gran prestigio en todo
Israel como un hombre sobresaliente de Dios, ‑ exactamente igual que hoy Billy
Graham, un sobresaliente líder cristiano,
Digamos que un joven
desconocido aparece de repente y empieza a proclamar al mundo que es el Hijo de
Dios. Como estudiante de las Escrituras, tú le preguntarías:"Si eres el Hijo
de Dios ¿dónde está el Elías prometido?" Si ese hombre dijera,"¿No
sabes que Billy Graham es Elías?", ¿cual sería tu reacción? Dirías
indudablemente "¡imposible!" ¿Cómo puede ser Billy Graham, Elías? El
no salió del cielo azul. Todos sabemos que es de Carolina del Norte!"
Vosotros no podríais aceptar
eso, ¿verdad? Precisamente la misma clase de incredulidad hubo contra nuestro
Señor Jesucristo. La gente no podía aceptar a Juan el Bautista como Elías
simplemente porque él no vino del cielo. La gente de hace 2.000 años estaba
obstinada en su creencia de que la profecía del regreso de Elías tenía que ser
cumplida literalmente, que él, debería volver desde el cielo. Ellos fueron las
víctimas de la letra del Antiguo Testamento.
Juan Bautista, hombre
fracasado
Sin embargo, Jesucristo
continuaba predicando con poder y autoridad a pesar del desprecio de la opinión
pública. La gente no podía destituir cómodamente a un hombre así. Necesitaban
estar seguros de sí mismos. Por ello decidieron ir a preguntar al mismo Juan el
Bautista y plantearle sus preguntas de una vez por todas. Ellos preguntaron a
Juan.
“¿Quién eres tú? El confesó
y no negó; confesó: Yo no soy el Cristo. Y le preguntaron: ¿Qué pues? ¿Eres tú
Elías? El dijo: No lo soy, ¿eres tú el profeta? Respondió: No” (Juan 1: 19‑21).
Juan el Bautista negó todo.
Dijo "Yo no soy Elías". Incluso negó el título de profeta. Todos le
conocían y consideraban como un profeta de Dios, pero dijo, "No soy
profeta" ¿Por qué? El evaluó la situación y sabía que Jesucristo estaba
considerado por su propia sociedad como un marginado. Jesús parecía estar
perdido, y Juan decidió no seguir a Jesús. El pensaba que sería mucho mejor
negarlo todo.
Al hacer eso, Juan el
Bautista empujó a Jesús a un rincón, haciéndole parecer un gran impostor sin
defensa. Después de la negación de Juan, Jesús no tenía ningún nuevo recurso
sobre este punto.
Entonces, ¿por qué fue
crucificado Jesucristo? Primeramente fue víctima de la interpretación literal
del Antiguo Testamento. En segundo lugar, Jesús fue rechazado y finalmente
crucificado debido al fracaso de la misión de Juan el Bautista. Podemos leer en
Mateo que Juan el Bautista, esperando en prisión ser degollado envió a dos de
sus discípulos a Jesús a preguntarle la siguiente cuestión: "¿Eres tú el
que ha de venir, o debemos esperar a otro?" (Mat. 11:3).
¿Es esta la pregunta de un
hombre que tiene fe en Jesús como el Hijo de Dios? Juan el Bautista
anteriormente había testificado a Jesús en el Río Jordán.
"Y yo le he visto y doy
testimonio de que este es el Elegido de Dios." (Juan 1:34).
Sin embargo, esta mismísima
persona, con la mismísima lengua estaba ahora enfrentada a Jesús al
preguntarle, "¿Eres realmente el Mesías, o debemos esperar a algún
otro?" Qué descorazonadora debió ser esta pregunta para Jesús! ¡Qué hombre
de poca fe era Juan!
La misión de Juan el
Bautista era muy importante para el cumplimiento de la misión del Mesías. Dios
envió a Juan específicamente "a preparar el camino del Señor, a tener
dispuesto un pueblo preparado." Esa era la responsabilidad de Juan como el
precursor de Cristo.
Jesús confiaba mucho en el
éxito de la misión de Juan el Bautista. Cuando el mismo Juan el Bautista fue a
Jesús y dijo: ¿Eres realmente el Mesías?, eso fue más penoso para Jesús que si
le hubiera apuñalado con un cuchillo. La ira le abrumó. Jesús rehusó contestar
"si" o "no" a esa imposible pregunta. Jesús dijo,
"Dichoso aquel que no se escandalice de mí". ( Mat. 11:6).
Este fue el consuelo de
Jesús a Juan cuando vio que Juan había fracasado. Jesús, realmente, estaba
diciendo: "Pobre Juan, hombre fracasado. No tienes gran fe en mí. Estás
ofendiendo al Hijo de Dios. Estoy triste por ti, Juan.”
Y entonces Jesús habló de
Juan indignado a la gente, diciendo, "¿Qué salisteis a ver en el desierto?
¿Una caña agitada por el viento? ¿Qué salisteis a ver, si no? ¿Un hombre
elegantemente vestido? ¡No! Los que visten con elegancia están en los palacios
de los reyes. Entonces ¿a qué salisteis? ¿A ver un profeta? Si, os lo aseguro,
y más que profeta." (Mat. 11:7‑9).
Juan era más que profeta,
porque vino para dar testimonio directamente de Jesucristo, el Hijo de Dios. El
nació para una misión extraordinaria. Dios confió esa gloriosa responsabilidad
a Juan. ¡Qué honor para un hombre ser llamado "más que profeta" por
Jesús! Sin embargo, Juan fracasó en cumplir ese honor. Por esa razón, Jesús
dijo en Mateo, "En verdad os digo que no ha surgido entre los nacidos de
mujer uno mayor que Juan el Bautista, sin embargo, el más pequeño en el Reino
de los Cielos es mayor que él." (Mat. 11:11).
Juan había caído hasta el
punto donde incluso el más pequeño en el Reino de los Cielos era mayor que él.
El significado de la declaración de Jesús ha sido misterioso. Los Cristianos no
han comprendido su verdadero significado porque no se han dado cuenta de que
Juan el Bautista era un hombre que fracasó en su misión. Esta noche podemos
conocer el verdadero significado.
Juan el Bautista era el
mayor entre los nacidos de mujer debido a su misión, que era testificar del
Hijo de Dios. Todos los profetas en el pasado habían tenido la misma misión.
Pero los profetas que vinieron antes que Juan habían dado testimonio del Mesías
con la distancia de tiempo entre ellos y el Señor.
Juan
nació como contemporáneo de Jesucristo, así pues tenía el privilegio de dar
testimonio del Cristo vivo cuando apareció en persona. En cuanto a su misión,
Juan el Bautista tenía la mayor, la más gloriosa de todas. Por eso, Jesús dijo
que era el mayor entre los nacidos de mujer.
Sin
embargo, en el cumplimiento de su misión, Juan fue el último de todos; él fue
el fracaso más miserable de todos. Todos los profetas que habían vivido antes
que él estaban en el Reino de los Cielos en el mundo espiritual. Ellos conocían
quién era Jesucristo. Pero Juan no. El dudó. Se volvió escéptico y finalmente
ciego a la identidad de Jesús. Por último, falló en mantener su propio
testimonio del hijo de Dios. Llegó a ser un hombre fracasado, y por
consiguiente el más pequeño de todos en el Reino de los Cielos.
Os
daré otra prueba evidente del fracaso de la misión de Juan el Bautista. La
gente dijo a Juan, "Rabí, el que estaba contigo al otro lado del Jordán,
aquel de quien diste testimonio, mira, está bautizando y todos se van a
él". (Juan 3:26) .
Entonces
Juan contestó, "Es preciso que él crezca y que yo disminuya”. (Juan 3:30).
Los
Cristianos han interpretado esto queriendo decir que Juan era verdaderamente un
hombre humilde y un gran profeta. Ellos creen que él vio en su humildad que
Jesús debía crecer, mientras que él mismo debía disminuir.
Por
el contrario, esto es un prueba de la arrogancia de Juan el Bautista. Si Juan
hubiera tomado a Jesucristo seriamente como el Hijo de Dios, no habría tenido
otra alternativa sino unirse con Jesús y seguirle apasionadamente, en cualquier
circunstancia. El habría crecido o caído junto con Jesús, unidos al mismo
destino. Este pasaje muestra que de hecho Juan no siguió a Jesús.
Tomó
un curso independiente y abandonó a Jesús. En realidad no tomó a Jesús con
seriedad.
Juan
el Bautista fue finalmente decapitado. Podría haber sido un mártir glorioso si
hubiera sido decapitado por estar llevando a cabo su misión encomendada, dando
testimonio y proclamando al mundo que Jesucristo era el Hijo de Dios! Pero fue
decapitado solo porque se vio envuelto en el escándalo amoroso de la familia
del Rey Herodes. Este asunto no concernía al trabajo de Juan. Su única
responsabilidad era atender al Hijo de Dios. Pero Juan desertó de esta misión
divina y padeció una muerte absurda e incluso vergonzosa. Esta verdad debe ser
contada, aunque sea penosa.
Por
último, Jesús dijo de Juan, en Mateo: "Desde los días de Juan el Bautista
hasta ahora, el Reino de los Cielos sufre violencia, y los violentos lo
conquistan." (Mat. 11:12).
Esto
significa que a causa del fracaso de la misión de Juan el Bautista, el Reino
que Jesucristo traía sufrió y fue abierto en competencia. Cuando un campeón de
Dios falla en su misión, algún otro debe tomar esta misión de acuerdo con sus
méritos. Por eso, hombres de fe violenta ‑ como Pedro‑ tomaron la posición de
Juan por la fuerza de sus méritos.
Sin
embargo, ¿cuál habría sido el resultado si Juan el Bautista hubiera sido un
hombre de gran fe? Habría llegado a ser indudablemente el principal discípulo
del Hijo de Dios, Jesucristo. Si Jesús hubiera sido Rey, Juan habría sido
primer ministro. Esta era la posición que Dios planeó para Juan.
En
ese caso, por consiguiente, los 12 apóstoles, los 70 discípulos y los 120 que
Jesús escogió ‑todos habrían venido de las filas de los propios seguidores de
Juan. Juan habría servido como mediador para lograr unidad y armonía entre el
pueblo escogido de Israel y el Hijo de Dios. Entonces, ¿quién se habría
atrevido a crucificar a Jesús bajo estas circunstancias? ¡Nadie! La crucifixión
nunca habría tenido lugar.
Estoy
seguro de que mucha gente que lee la Biblia debe haberse preguntado sobre Juan,
"¿Si era un hombre tan grande, por qué no llegó a ser el principal
discípulo del Hijo de Dios?" El mismo Jesús indicó la misión que Juan el
Bautista venía a cumplir: "Pues todos los profetas, lo mismo que la ley,
hasta Juan profetizaron. Y, si queréis admitirlo, él es Elías, el que iba a
venir." (Mat. 11:13‑14).
Juan
el Bautista representaba la consumación del Antiguo Testamento, la Ley y los
Profetas. El era el príncipe de la antigua era. Jesucristo vino como el
Príncipe de la nueva era. Si hubiera sido sostenido por Juan el Bautista,
habría estado erecto sobre el firme fundamento de la Era del Antiguo
Testamento. Entonces la nueva era podría haber florecido en el fértil terreno
de los méritos de la antigua era. El Hijo de Dios podría haber establecido su
glorioso Reino inmediatamente. Y Juan el Bautista habría sido la piedra angular
de ese Reino.
Si
Juan el Bautista hubiera seguido a Jesús, entonces los líderes distinguidos de
aquella sociedad habrían sido los primeros en aceptar a Jesucristo como el Hijo
de Dios. Entonces, ¿quién habría crucificado al Señor de la Gloria?
Cuando
Dios envió a Su único Hijo a este mundo a establecer Su Reino sobre la Tierra,
¿pensáis que no querría que fuera seguido por toda la gente más capacitada de
su tiempo? ¿Pensáis que Dios quería que siguieran a Jesús solamente los
marginados de la sociedad? ¡De ningún modo! Unicamente a causa de
fracaso de Juan el Bautista fue roto el enlace entre el Hijo de Dios y el
pueblo.
Y
como resultado, solamente pescadores, recaudadores de impuestos, rameras y
leprosos siguieron a Jesucristo. Esto ocasionó gran aflicción al corazón de
Dios.
Si
el Señor vuelve hoy al mundo ¿no es lo más lógico que todos los líderes del
Cristianismo ‑los obispos, los cardenales, el Papa y todos los evangelistas y
los grandes ministros del mundo‑ se convirtieran en el primer grupo para dar la
bienvenida a Cristo? Si ellos siguieran al Señor y llegaran a ser sus primeros
discípulos, el establecimiento de Su Reino sería infinitamente más fácil.
Podéis
decir, "Rev. Moon, ¿con qué autoridad está hablando? ¿Qué le hace estar
tan seguro?" Yo tengo la autoridad para decir estas cosas. Dios me mostró
la verdad. Estuve con Jesús. Jesús mismo me mostró estas verdades. Y estuve
incluso con Juan el Bautista en el mundo espiritual. El mismo confirmó la
verdad de este testimonio. Después de estas extraordinarias experiencias
espirituales volví a la realidad de este mundo, la misma Biblia que había estado
leyendo tomó un significado completamente nuevo.
Aunque
no podáis aceptar ahora estas cosas como la verdad, por lo menos debéis
suspender vuestro juicio. Un día todos nosotros conoceremos la verdad. Al final
todos vamos a morir. Cada uno de nosotros terminará en el cielo espiritual,
donde la verdad es como la luz del sol. Allí, ninguno puede escaparse de ella.
Aquel día todos veremos la verdad completa.
Sin
embargo, dichoso aquel que pueda ser suficientemente humilde para aceptar la
verdad mientras tiene la oportunidad aquí en la Tierra. Vuestro conocimiento de
la verdad y de Dios aquí en la Tierra determinará vuestra vida eterna.
Jesús
esperado sobre las nubes del cielo
Hay
una tercera razón vital por la que Jesús no fue aceptado como el Mesías. Hace dos
mil años la gente esperaba que el Hijo de Dios vendría sobre las nubes del
cielo, según la profecía de Daniel. "Yo seguía contemplando en las
visiones de la noche: y he aquí que en las nubes del cielo venía como un Hijo
de Hombre." (Dan. 7:13).
Pero
Jesucristo no apareció milagrosamente sobre las nubes del cielo. El nació de la
mujer María, la esposa de José. La gente decía: ''Bueno, ¿cómo puede ser este
Jesús el Hijo de Dios? No es más que un hombre como tu y yo". Esta fue
otra abrumadora razón por la que la gente rechazó a Jesús.
Algunas
tendencias dicen que esta profecía de Daniel no era para la primera venida de
Jesucristo, sino pensada para el Señor de la Segunda Llegada. Pero yo digo que
esto no es cierto porque Jesús testificó que todos los profetas estaban
consumados en Juan el Bautista. Todas las profecías y la ley dadas antes que
Juan el Bautista estaban pensadas para ser cumplidas en el tiempo de
Jesucristo.
Así
pues, la profecía de la venida del Hijo del Hombre sobre las nubes del cielo
estaba pensada para la venida de Jesucristo hace 2.000 años. En aquellos días
no había Nuevo Testamento, y el pensamiento de la Segunda Llegada del Señor no
estaba aún en la mente de Dios.
Esta
profecía causó mucha dificultad para el ministerio de Jesús. Podemos ver esto
en el Nuevo Testamento, donde el apóstol Juan advierte, “Muchos seductores han
salido al mundo, que no confiesan que Jesucristo ha venido en carne. Ese es el
seductor y el anticristo." (II Juan 7).
Esto
es lo que Juan decía hace 2.000 años a los incrédulos de Jesucristo, que le
rechazaban simplemente porque era un hombre en la carne. No aceptaban a Jesús
porque estaban esperando algo sobrenatural que apareciera sobre las nubes. Juan
condenó a esta gente con los peores términos diciendo, "ese es el anticristo".
Estas
verdades históricas han sido encubiertas por el mundo cristiano. Hoy, por
primera vez todas estas circunstancias del ministerio de Jesús han irrumpido al
exterior.
Si,
nuestro Señor Jesucristo vino a cumplir la misión de traer el Reino de Dios a
la Tierra. Pero no le comprendimos. Cometimos el gran crimen de clavarle en la
cruz. Fue una gran tragedia. Sin embargo más tarde decimos que era la voluntad
de Dios. ¡Qué irónico!
ha
creencia de qué Jesús vino a morir en la cruz ha llegado a ser la base del
Cristianismo. Pero esta errónea creencia ha estado desgarrando el corazón de
Dios una y otra vez durante los últimos 2.000 años. El corazón de Dios se
rompió cuando Adán se rebeló contra El, y de nuevo cuando Su Hijo fue
crucificado en la cruz en el Monte Calvario. Hemos tristemente malentendido a
ambos, a Dios y a Cristo.
¿Por
qué, entonces, ha sido revelada esta verdad en este preciso momento? Porque el
tiempo de la Segunda Llegada de Cristo está cerca. Y Dios no quiere que los
Cristianos cometan el mismo fallo que cometió la gente del tiempo de Jesús.
Solamente
con la revelación de la verdad clara del Padre Celestial todas las iglesias
Cristianas llegarán a ser una. Sí, la verdad nos une. Si conocemos la verdad,
esa verdad nos hará libres de nuestras erróneas y desunidas creencias. Y la
verdad llana de Dios ha sido revelada ahora.
La
crucifixión como misión secundaria de Jesús
La
crucifixión no fue de ninguna manera la misión original del Hijo de Dios, sino
representó una alteración de su curso previsto. Fue una misión
secundaria.. Se decidió en el Monte de la Transfiguración. Un relato de ésta
aparece en Lucas, "Y he aquí que conversaban con él dos varones, que eran
Moisés y Elías; los cuales aparecían en gloria, y hablaban de su partida, que
estaba para cumplirse en Jerusalén." (Lucas 9:30‑31
Cuando Pedro, primer
discípulo de Jesús fue informado por Jesús de que sufriría en Jerusalén y tenía
que ser crucificado, Pedro protestó violentamente, como leemos en Mateo, "¡Lejos
de ti, Señor! ¡De ningún modo te sucederá eso!" (Mat. 16:22) .
Entonces Jesús le echó
diciendo, "Quítate de mi vista, Satanás! ¡Tropiezo eres para mí, porque
tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres" (Mat.
16:23).
Los cristianos citan a
menudo este pasaje particular como prueba de que Jesús vino a morir en la cruz.
"Muchos dicen, “Mira lo que dijo Jesús. Dijo que venía a morir. Es por lo
que reprendió a Pedro y le llamó Satanás, porque Pedro se oponía a que Jesús
fuera a la cruz."
Pero esa interpretación
falla en un punto vital. Jesús reprendió a Pedro después de conocer que Dios
había cambiado Su plan y alterado la misión de Jesús. A causa del rechazo del
pueblo, Dios sabía que Jesús no podía proseguir con su misión primaria, el establecimiento
del Reino sobre la Tierra, porque ello requería la cooperación del pueblo.
En este último punto de su
ministerio, Dios pidió a Jesús que cumpliera solamente el objetivo de la
salvación espiritual.
No obstante Jesús estaba
preparado para esta meta secundaria. Y el pobre Pedro no sabía nada sobre este
cambio en la misión de Jesucristo.
Jesús llamó a Pedro
"Satanás" porque las palabras aparentemente confortantes de Pedro no
tenían ninguna aplicación a la voluntad de Dios en ese punto. Pedro habló con
ignorancia y ceguera. Pero Jesús no podía permitirse olvidar esta misión
secundaria ‑porque entonces su venida habría sido completamente en vano.
La aceptación de Jesús
habría traído el Reino de Dios
Consideremos qué habría
ocurrido actualmente si Jesús hubiera sido aceptado por el pueblo de Israel. En
realidad, habría llegado a ser el rey de esa nación. Entonces, como Rey de
Israel, habría unido a sus discípulos con todos los descendientes de Abraham,
incluyendo las doce tribus de Jacob y todas las tribus árabes. Todos ellos
habrían formado una familia del Hijo de Dios.
Jesucristo habría erigido
una soberanía celestial centrada sobre la nación de Israel. La constitución del
Reino de Dios habría sido promulgada en su tiempo. Habría sido establecida una
nación invencible, en la que la soberanía de Dios habría llegado a ser
realidad. Esa nación bajo Dios, que el primer Adán tenía que haber comenzado,
finalmente se habría realizado con el último Adán ‑Jesucristo‑ como Rey.
Incluso el Imperio Romano se humillaría ante el Reino de Dios. Esta es la
predicción de Isaías.
Grande es su señoría y la
paz no tendrá fin sobre el trono de David y sobre su reino, para restaurarlo y
consolidarlo por la equidad y la justicia. Desde ahora y hasta siempre, el celo
de Yahvé Sebaot hará eso. (Isaías 9:6).
Incluso después de la muerte
de Jesús, sus discípulos marcharon hacia Roma con las manos vacías, sufriendo y
derramando sangre. Pero durante 400 años, el Imperio Romano se hundió ante este
ejército desarmado. Si Jesucristo no hubiera sido crucificado, sino hubiera
sido el comandante vivo de esta armada santa, entonces todo el Imperio Romano
habría sucumbido bajo la soberanía de Dios en la propia vida de Jesús.
En aquel tiempo, el gran
Imperio Romano era el centro del mundo. El plan de salvación de Dios era
restaurar el mundo entero. Por eso Dios había preparado a Roma para ser el
centro de todas las naciones, por tanto una vez que el Reino hubiera llegado a
Roma, podría haber sido llevado fácilmente al mundo entero. Si Jesús hubiera
sido capaz de establecer su Reino en el Imperio Romano, entonces, mediante el
poder e influencia de Roma, cada rincón del mundo habría oído el evangelio de
Jesucristo durante su vida en la tierra.
Entonces Jesús en su propio
tiempo habría establecido el Reino de los Cielos en la tierra de forma real. La
nación de Israel habría sido el glorioso centro de su Reino. Hoy no habría
Cristianismo ‑ni Catolicismo Romano, ni Iglesia Presbiteriana, ni Metodismo, ni
Iglesia de Cristo. Ninguna de ellas habría sido necesaria. Vosotros no
necesitáis un vehículo cuando habéis llegado bien a vuestro destino.
Ya seríamos ciudadanos del
Reino de los Cielos. No habría ninguna matanza en la historia del Cristianismo ‑ningún
mártir. Y no habría ninguna cruz en las agujas de las iglesias.
Entonces no habría ninguna
razón para la Segunda Llegada de Cristo, porque la misión del Mesías ya habría
sido consumada. Hoy no habría ni Satán, ni pecado sobre la tierra. Hasta el
espíritu más pequeño habría sido restaurado o habría nacido a la bondad de Dios
en la perfección. ¿Por qué habría de venir Cristo de nuevo? No habría ninguna
razón para la Segunda Llegada. No se necesita a un doctor cuando no hay
pacientes que curar.
La triste realidad, sin
embargo, es que Jesucristo se encontró con una rebelión. Sin la obediencia de
Adán y Eva, Dios no pudo cumplir Su ideal en el Jardín del Edén. Y sin la
cooperación del pueblo, Jesucristo no pudo establecer su Reino en la Tierra.
La crucifixión trajo
solamente la salvación espiritual
Por eso Jesús cambió a su
misión secundaria, la salvación espiritual. Dios permitió que Su Hijo fuera
sacrificado, como hecho necesario, a causa del pecado y la ceguera del pueblo.
Ese fue el significado de la crucifixión. Dios permitió que Jesús muriera en la
cruz como un rescate pagado a Satán. A cambio, mediante la resurrección de
Jesús, Dios pudo reclamar las almas de los hombres, aunque no pudiera dar
redención al cuerpo.
Por consiguiente, la
victoria de Dios no estaba en la cruz sino en la Resurrección. Esto es lo que
permitió la salvación de las ofrendas del Cristianismo.
En la crucifixión de Jesús,
el Cristianismo fue también crucificado. A la hora de la tribulación del Señor,
nadie le permaneció fiel. Todos le traicionaron. Incluso Pedro negó a Cristo.
Pero con la Resurrección, el
Cristianismo también revivió. Entonces, durante 40 días, Jesús cementó las
piezas fragmentadas del Cristianismo. Ese fue el comienzo del Cristianismo de
hoy.
Sí, nuestra salvación viene desde
la victoriosa Resurrección. Esta es la victoria de Cristo, sobre la que el
poder de Satán no tiene ninguna influencia. Pero el cuerpo de Jesucristo fue
entrenado como sacrificio y como rescate. Y cuando entregó su cuerpo, estaba
entregando también el cuerpo de la humanidad. Por lo tanto, nuestra salvación
es limitada, al traer solo redención espiritual, porque la redención del cuerpo
no pudo ser cumplida hace 2.000 años. Y nuestro mundo sufre todavía bajo el
poder de Satán. El pecado aún es violento y domina este mundo mediante nuestros
cuerpos.
San Pablo exclamaba con
angustia, en Romanos, "¡Pobre de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo que
me lleva a la muerte? ¡Gracias sean dadas
a Dios por Jesucristo nuestro Señor! Así pues, soy yo mismo quien con la razón
sirve a la ley de Dios, mas con la carne, a la ley del pecado. (Romanos 7:24‑25).
San
Pablo vivía en la gracia del Señor. Pero todavía confesaba que solamente podía
servir a Dios con la razón, y con la carne servía a la ley del pecado. Su
cuerpo todavía tenía que ser redimido; él aún estaba angustiado en pecado.
Y
del mismo modo sucede con nosotros. Al aceptar a Cristo, tenemos la salvación
espiritual. Pero nuestros cuerpos sirven a la ley del pecado en dominio de
Satán ‑hasta que vuelva de nuevo y nos libere de la esclavitud del pecado. El
Señor de la Segunda Llegada es el único que puede darnos la salvación completa:
la salvación espiritual y también la redención de nuestros cuerpos.
Hoy,
el Cristianismo tiene facultad solamente para dar la salvación espiritual. De
otro modo que la nación de Israel, el Cristianismo no tiene una base física.
Por consiguiente, el dominio de Dios en el Cristianismo es solamente sobre un
reino espiritual.
Por
lo tanto, la gran esperanza de la humanidad es la Segunda Venida del Mesías.
Esta es la esperanza de América, la esperanza del mundo. América ‑esta
excepcional nación cristiana‑ debe ahora despertar y prepararse para el día de
la venida del Mesías.
El
Cristianismo americano esta hoy en la posición de Israel hace 2.000 años.
América está destinada a servir como el lugar de llegada del Mesías en el siglo
XX. Dios desea extenderse por el mundo. Pero para hacer eso, Dios debe
extenderse primero por América.
El
papel de América es paralelo al del Imperio Romano hace 2.000 años. Así como
Roma fue el centro del mundo en aquellos días, América es el centro del mundo
en los tiempos modernos.
Jesús
puso sus ojos en Roma. Y cuando Cristo vuelva, pondrá sus ojos en América.
La
oración en el huerto de Getsemaní
Debido
a todo esto, nosotros los Cristianos no hemos comprendido el verdadero espíritu
de la oración de Jesucristo en el Huerto de Getsemaní. En el Huerto, Jesús dijo
a sus discípulos, "Mi alma está triste hasta el punto de morir, quedaos
aquí y velad conmigo." Y adelantándose un poco, cayó en tierra, y
suplicaba así: "Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz, pero
no sea como yo quiero sino como quieras tú" (Mat. 26:38‑39).
Oró
de tal forma no una, sino tres veces. Estaba triste hasta el punto de morir. En
el mundo cristiano muchos piensan que oró de tal forma debido a su debilidad
humana, incluso aunque su misión fuera morir en la cruz. ¡Nada más lejos de la
verdad!
Durante
el reinado de los Emperadores romanos, cientos de miles de Cristianos fueron
martirizados. Ellos no decían, "Por favor, que pase de mí este
cáliz."
Simón
Pedro, cuando iba a ser crucificado, dijo a sus perseguidores, "No soy
digno de morir del mismo modo que mi Señor. ¡Hacedme el favor! Crucificadme
cabeza abajo." El no dijo, "Por favor, que pase de mí este
cáliz."
Cuando
Esteban, el primer mártir cristiano, fue lapidado, no dijo, "Que pase de
mí este cáliz." La Biblia indica que murió lleno de paz, orando por sus
ejecutores.
Incluso,
aparte de la Biblia, Nathan Hale, un joven oficial en la Guerra de Revolución
Americana, cuando fue capturado y antes de ser ahorcado, dijo, "Solamente
lamento no tener más que una vida para darla por mi patria”. El no dijo, “Por
favor, que pase de mí este cáliz."
¿Pensáis
que el Mesías, Jesucristo, el Hijo de Dios, sería más débil que toda esta gente
‑especialmente si viniera para el único propósito de morir en la cruz para la
salvación del mundo? ¡ No ¡ Si ese fuera el caso, él no estaría calificado para
ser el Mesías. No hemos comprendido al Señor Jesús.
la
oración en el Huerto de Getsemaní no fue hecha por algún motivo individual, ni
porque Jesús temiera a la muerte. Jesucristo, nuestro Señor, estaba dispuesto a
morir mil veces si ese fuera el único modo de conseguir la salvación de la
humanidad.
El
estaba preocupado a causa de su misión. Estaba preocupado por el sufrimiento de
su Padre Celestial. Estaba preocupado porque podía prever las terribles
consecuencias de su crucifixión. Jesús sabía que su crucifixión no era la
última voluntad de Dios. Sabía que su muerte pospondría la realización del
Reino de los Cielos otros 2.000 años, y que mientras tanto la humanidad
sufriría terriblemente.
Sabía
que millones de seguidores que vendrían después de él tendrían que sufrir,
derramando su sangre y siendo martirizados como él. Sabía que Israel sería
abandonada y saqueada. Y sobre todo tenía el deseo de llevar la victoria y el
cumplimiento glorioso al trono del Padre en el Cielo, y no volver solo a través
de la crucifixión. No quería volver a Dios de ese modo, sino tener una
triunfante bienvenida.
Por
eso, en el Huerto de Getsemaní, Jesús hizo su último y desesperado ruego a
Dios, preguntándole, "Aún en este último momento, ¿hay alguna posibilidad
de que pueda permanecer en la tierra, para cumplir mi misión?” Si vamos a ser verdaderos
seguidores de Cristo debemos comprender la pena y angustia que sufrió
Jesucristo.
Además,
si la crucifixión era la voluntad completa de Dios, entonces Judas ‑el
discípulo que traicionó a Jesús‑ habría sido considerado como un héroe y se le
habría dado una medalla celestial, porque, si tenía que ser crucificado el Hijo
de Dios, alguien le tenía que entregar al enemigo. Sin embargo, Jesús dijo de
Judas, "¡Ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado! Más le
valdría a ese hombre no haber nacido!" (Mat. 26:24).
¿Y
por qué exclamaría Jesús en la cruz?, "¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me
has abandonado? (Mat. 27:46).
Si
su crucifixión era la voluntad de Dios, Jesús habría estado más que feliz en
aquel momento. El habría exclamado, “Dios mío, cuánta honra! ¡Alégrate, Padre,
he vencido!"
El
Cristianismo tiene hoy la visión tradicional de que Jesús vino simplemente a
morir en la cruz. ¡Este es el modo como los cristianos han justificado el
asesinato del Hijo de Dios!
Como
se cumplirá la Segunda Venida
Hoy,
no podemos creer nada sin lógica. Dios es la verdad, y la verdad es lógica. No
puede haber ninguna perfección en ignorancia.
Tan
solo la oración cristiana no pudo poner a Neil Armstrong sobre la Luna. Fue
necesaria la verdad científica. Yo mismo fui estudiante de ciencia y sé que
Dios es también el Dios de la ciencia. Por lo tanto Su mensaje tiene que ser
científico, lógico, y convincente para los hombres del siglo XX.
Permitidme
llegar ahora a la cúspide de esta charla nocturna discutiendo cómo se va a
cumplir la Segunda Llegada de Cristo.
Leemos
en la Biblia, en Mateo, "Verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes
del cielo con gran poder y gloria" (Mat. 24:30) .
Y en el Apocalipsis, leemos,
"Mirad, viene acompañado de nubes. (Apocalipsis 1:7) .
Pero por otra parte en I
Tesalonicenses, leemos, “El Día del Señor ha de venir como un ladrón en la
noche." ( I Tes. 5:2).
Una profecía dice que el
Señor viene acompañado de nubes del cielo, mientras que la otra dice que viene
como un ladrón por la noche. Estas dos profecías hasta cierto punto están en
conflicto. Si viene como un ladrón, no puedo al mismo tiempo aparecer en las
nubes. ¿Escogeremos una profecía y dejaremos la otra?
La gente de hace 2.000 años
no conocía que el mensaje de Dios está en símbolos. Interpretaban el mensaje de
Dios literalmente y cometieron un grave error. Y cuando nosotros los Cristianos
leamos el Nuevo Testamento, no debemos cometer el mismo error. Debemos leer la
Biblia en el espíritu de Dios, y conocer el verdadero significado de los
símbolos y parábolas.
Hace dos mil años todos
esperaban que Elías apareciera desde el cielo azul, pero no vino de esa forma.
Y esperaban que el Mesías viniera acompañado de nubes del cielo, pero no vino
de esa forma. Hoy, los Cristianos esperan que el Señor de la Segunda Llegada
venga sobre las nubes. ¿Pero tenéis alguna garantía de que esta, vez tales
esperanzas no serán defraudadas?
Seamos suficientemente
humildes y abiertos de mente para aceptar ambas posibilidades ‑su venida sobre
las nubes del cielo, y su venida como un ladrón por la noche. Si pensáis
solamente en la venida del Señor sobre las nubes, y luego vuestra esperanza no
se cumple debido a su venida como el Hijo del hombre en la carne, entonces
estaréis más propensos a cometer el mismo crimen que la gente cometió hace
2.000 años.
Sin embargo, si sois
humildes y capaces de aceptar al Señor como el Hijo del hombre en la carne ‑que
es el único modo de que pueda venir como un ladrón‑ entonces no tenéis nada que
perder. Estaréis seguros de encontrar al Señor de cualquier forma que venga.
Si de algún modo podéis
extrañar al Señor, sería solamente si viene como un ladrón. Si viene sobre las
nubes, no tenéis por qué preocuparos. Entonces todos le verían. Las redes de
televisión lo harían posible.
Pero debo deciros que Dios
no enviará a Su Hijo acompañado literalmente de nubes. Si os quedáis mirando al
cielo esperando la Segunda Llegada del Señor, seréis defraudados. El vendrá, de
nuevo, como un hombre en la carne.
Esto es revelación de Dios.
Permitidme testificarlo leyendo las profecías significativas de la Biblia. En
Lucas, leemos, “habiéndole preguntado los fariseos cuándo llegaría el Reino de
Dios, les respondió (Jesús): El Reino de Dios viene sin dejarse sentir"
(Lucas 17:20).
Todos verían las nubes del
cielo. Pero Jesús dijo que no sentiríamos la venida del Reino. ¿Vio la gente la
llegada del Mesías hace 2.000 años? No, no la vieron, porque vino como el Hijo
del hombre en la carne.
Leamos ahora una declaración
de Jesús aún más extraordinaria. Mucha gente pregunta, "¿De verdad dice
eso la Biblia?" Ved en Lucas, cuando dice Jesús, “pero, antes, le es
preciso (al Señor de la Segunda Llegada) padecer mucho y ser reprobado por esta
generación." (Lucas 17:25).
Si el Señor viniera
acompañado de nubes del cielo, con gran poder y gloria, al son de las trompetas
de los ángeles, ¿quién podría osar reprobarle o hacerle padecer? ¿Vosotros?
Esas son las palabras de Jesús. Padecerá y será reprobado, porque viene como el
Hijo del hombre en la carne. Al principio la gente tendrá un tiempo difícil
para reconocerle como el Cristo.
Todas las iglesias
Cristianas y todos los Cristianos devotos están esperando la venida del Señor
en las nubes del cielo. Todos están mirando arriba, esperando que aparezca.
Pero si esa esperanza no se realiza, y el Señor aparece inesperadamente como el
Hijo del hombre en la carne ‑como vino Jesús a este mundo la primera vez‑
entonces qué sucederá?
Al principio la gente le
reprobará y le hará padecer. No habrá fe sobre la tierra. Nadie le aceptará
como Cristo al principio. Muchos Cristianos cogerán piedras para arrojárselas.
Muchos Cristianos le llamarán blasfemo, hereje, y le acusarán de estar poseído
por demonios. Estos eran los mismos cargos en contra de Jesús hace 2.000 años.
En Lucas, leemos, "Como
sucedió en los días de Noé, así será también en los días del Hijo del hombre.
Comían, bebían, tomaban mujer o marido, hasta el día en que entró Noé en el
arca; vino el diluvio y los hizo perecer a todos." (Lucas 17:26‑27 ).
Esta es la descripción de
los días del Hijo del hombre. Y sucederán cuando el Señor venga como el Hijo
del hombre en la carne.
Como hombre, el Jesús
venidero anunciará el Reino de los Cielos. Pero nadie le prestará atención. De
hecho, la gente se reirá de él, le ridiculizará, le perseguirá, y harán toda
clase de maldades en contra suya.
Y mientras tanto, el mundo
continuará en su forma habitual, en negocios carnales ‑comiendo, bebiendo,
casándose‑ hasta el día en el que el Señor sea alzado al trono del juicio.
¡Cuando el mundo le reconozca como el Señor del Juicio, será demasiado tarde!
El arca estará cerrada. El juicio será ya inminente.
Ahora quiero leeros este
pasaje, donde Jesús dijo, "Os digo que les hará justicia pronto. Pero,
cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará la fe sobre la Tierra?"
(Lucas 18:8).
Jesús preguntó si habría fe
sobre la Tierra cuando volviera Cristo. ¿Por qué?
La historia puede repetirse.
Hace dos mil años había una fe tremenda. La gente oraba en las sinagogas por la
mañana, a mediodía y por la noche. Constantemente leían las Escrituras,
escribiendo en las solapas, y recitándolas todos los días. Guardaban los Diez
Mandamientos y todas las leyes. Llevaban sus diezmos al templo. Ayunaban una
vez tras otra.
Sin embargo, cuando apareció
el Hijo de Dios, fracasaron en reconocerle y le pusieron en la cruz. ¿Encontró
Jesús alguna fe? A la vista de Jesucristo, no había absolutamente ninguna fe
sobre la Tierra.
Así, cuando aparezca de
nuevo como el Hijo del Hombre en la carne, puede ser también que no haya
ninguna fe sobre la Tierra.
Millones de Cristianos y
miles de iglesias puede que nunca vean venir al Hijo del hombre, porque viene
en la carne.
Ahora, leamos finalmente a
Mateo, "Muchos me dirán aquel Día: “Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu
nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos
milagros?” Y entonces les declararé: Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes
de iniquidad!" (Mat. 7: 22‑23).
¿Qué significa esto? ¿Por
qué serán condenados como agentes de iniquidad estos devotos cristianos que
invocan en el nombre del Señor? ¿Qué clase de mal habrían cometido?
A lo largo de la historia,
muchos crímenes y pecados han sido cometidos en el nombre del Señor, en el
nombre de Dios.
No hay mejor ejemplo que el
que ocurrió en el tiempo de Jesús. La gente que conspiró para matar a
Jesucristo ‑y finalmente lograron crucificarle en la cruz‑ era la misma gente
que había seguido la palabra de Dios día y noche. Pero cuando el Hijo de Dios
vino a ellos, cometieron el peor crimen de la historia. Ellos mataron al único
Hijo de Dios, ¡y lo hicieron en el nombre del Señor!
Del mismo modo, cuando
Cristo venga a nosotros de nuevo como un hombre en la carne, ¿cómo podemos
estar seguros de que los Cristianos de hoy no serán los primeros en tirar
piedras al Cristo de retorno? Tenemos hoy la misma responsabilidad que la gente
de hace 2.000 años. Por muy buenas que sean nuestras obras o nuestras
oraciones, cuando Dios Envía a Su Hijo, si no le reconocemos y nos unimos a él,
nos dirá, "Apartaos, agentes de iniquidad".
Si es cierto que la historia
siempre se repite, entonces los Cristianos de hoy podrían convertirse en los
peores enemigos del Cristo de retorno.
Sin embargo, aunque el
rechazo y persecución iniciales pueden ser muy severos, Cristo no vuelve para
ser crucificado de
nuevo.
El Señor de la Segunda Llegada será victorioso y finalmente será elevado al
trono del Juicio, y juzgará al mundo como el Señor del Juicio.
Cuando sea levantado al
trono, entonces todos le verán. Será inconfundiblemente claro para todos quién
es él. Y aquellos que ya le hayan acusado y rechazado gemirán y se lamentarán a
causa del mal que le hayan hecho. Pero será demasiado tarde. El Señor les dirá:
"Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes de iniquidad".
El Señor viene ya. Y viene
como un hombre. Sin embargo también viene con el poder y la gloria de Dios. Y
juzgará al mundo. Solo serán bendecidos los humildes. Los arrogantes verán el
fuego inextinguible.
El significado de las nubes
del cielo
¿Entonces cuál es el
verdadero significado de las "nubes del cielo"? Recalquemos de nuevo
que la Biblia está escrita en símbolos. Jesús decía, "Yo soy la vid,
vosotros los sarmientos". Esta es una expresión simbólica.
Del mismo modo, las
"nubes del cielo" tienen un significado espiritual, no físico. Leemos
en el Apocalipsis, "las aguas que has visto, donde está sentada la Ramera,
son pueblos, muchedumbres, naciones y lenguas." (Apocalipsis 17:15).
La Biblia indica que el agua
es un símbolo de las multitudes de la humanidad caída.
¿Qué son las nubes? Son agua
evaporada. Pero el agua a menudo está impura, sucia, con muchos elementos
extraños en ella. Pero cuando tal agua se evapora en nubes, abandona sus
impurezas. Así, esa gente que está evaporada y purificada de las aguas de la
humanidad están simbólicamente en la posición de las nubes del cielo.
Jesús viene entre esa gente
preparada, la gente de Dios. Viene entre los consagrados, los Cristianos
revividos, entre los que están purificados, elevados, limpios del pecado. Ellos
formarán la base del Reino de Dios cuando Jesús vuelva a la Tierra. Este es el
verdadero significado de las nubes del cielo.
El propósito de Dios
cumplido
Primeros Adán y Eva: Sabéis
que Dios intentaba comenzar el Reino de Dios en la Tierra con los primeros Adán
y Eva. Si hubieran sido verdaderamente obedientes a Dios, entonces habrían
alcanzado la perfección, y Dios les habría unido en matrimonio celestial y
establecido la primera familia en la Tierra conforme a Su voluntad. Esta
familia habría llegado a ser la piedra angular del Reino de Dios en la Tierra.
Adán y Eva habrían sido el Verdadero Padre y la Verdadera Madre de la humanidad.
El "Jardín del Edén" es la expresión simbólica para ese Reino. Y este
mundo habría sido el mundo de alegría para Dios.
Segundos Adán y Eva: Pero
los primeros Adán y Eva fracasaron. No obstante, el ideal de Dios permaneció
siendo el mismo. Dios decidió realizar ese Reino original y completar el mundo
de alegría. Y 4.000 años más tarde en historia Bíblica, Dios intentó restaurar
ese Reino de Dios en la Tierra mediante otro Adán perfecto, Jesucristo era ese
Adán perfecto.
Leemos en la Biblia, en I
Corintios. 15:45, que Jesús era el "último Adán", o el segundo Adán.
Vino como Adán perfecto hace 2.000 años en el lugar del primer Adán que había
fracasado.
Solo con la restauración de
Adán no podía haber ningún Reino. Tenía que haber una novia, una Madre ‑otra
Eva‑. Por eso Dios pensaba restaurar la novia, la perfecta Eva para este Adán
perfecto ‑Jesucristo‑. Esto habría sido la restauración de la primera familia
que había sido perdida en el Jardín del Edén.
Terceros Adán y Eva: Sin
embargo, a causa de la rebelión del pueblo escogido de Israel, esto no pudo ser
realizado. No obstante, Dios está decidido a completar Su voluntad. Por eso, El
ha prometido la vuelta de Cristo.
Han pasado aproximadamente
2.000 años desde la muerte de Jesucristo. Y ahora, Dios está dispuesto de nuevo
a enviar a Su Hijo ‑con la facultad de tercer Adán‑. Durante toda la historia,
Dios siempre ha cumplido Su objetivo a Su tercer intento. Es cierto que el
número tres es el número de la perfección. Esta vez, Dios cumplirá
definitivamente Su antiguo ideal bendiciendo a Adán y Eva perfectos en
matrimonio celestial, poniendo por tanto la base del Reino de Dios en la
Tierra.
Esta culminación final está
profetizada en el Apocalipsis como el banquete de las bodas del Cordero. Y el
Señor de la Segunda Llegada es ese Cordero, ese Adán Perfecto. El Señor viene
como Adán. perfecto y restaurará a Eva perfecta. Entonces serán elevados y
llegarán a ser los primeros Verdaderos Padres de la humanidad. Por último, la
alegría de Dios será completa.
Poco antes de su
crucifixión, Jesús dijo a Pedro, "a ti te daré las llaves del Reino de los
Cielos: y lo que antes en la Tierra quedará atado en los Cielos, y lo que
desates en la Tierra quedará desatado en los Cielos." (Mateo 16:19).
El error fue hecho aquí en
la Tierra. El pecado fue cometido aquí en la Tierra. Por eso el error debe ser
remediado y la erradicación del pecado debe ser cumplida aquí en la Tierra.
Jesús dijo que orásemos, "Venga a nosotros tu Reino, hágase tu voluntad,
así en la Tierra como en el Cielo." La Tierra es el problema. Eso es por
lo que Cristo debe volver a esta Tierra.
Muchos Cristianos creen que
cuando venga el fin del mundo, Dios destruirá todo. El sol se oscurecerá y las
estrellas caerán, y la tierra será consumida. Entonces solo un puñado de
Cristianos serán elevados en el aire, para empezar el milenio con Cristo.
Si Dios hiciera eso,
entonces sería un Dios fracasado, porque Su voluntad original nunca sería
cumplida aquí en la Tierra. El habría entregado esta Tierra a causa de Satán.
Entonces Satán llevaría a ser verdaderamente el vencedor, y Dios sería
derrotado ¡Esto nunca sucederá! Dios es todopoderoso. El no entregará esta
Tierra. Estaba previsto que fuera Su Reino y lo será. Incluso, la misma Nueva
York será Su Reino.
Podéis ser los ciudadanos
del Reino de los Cielos si encontráis al Mesías. El es vuestra esperanza, mi
esperanza, y la única esperanza de América y de este mundo.
No obstante si fracasamos al
verle, entonces el Cristianismo no tendrá ninguna esperanza. El Cristianismo declinará.
Su fuego espiritual será extinguido, las iglesias se convertirán en las tumbas
de las viejas herencias. Nuestro mundo será pues condenado.
Señoras y señores, he venido
aquí al Madison Square Garden esta noche en obediencia al mandamiento de Dios. La
Biblia dice en Hechos, "Sucederá en los últimos días, dice Dios: Derramaré
mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán sus hijos y sus hijas; los jóvenes
tendrán visiones y los ancianos sueños," (Hechos, 2:17).
Vivimos en tal tiempo
extraordinario, ¡el nacimiento de una nueva era! El cielo está muy cerca. Y si
llamáis a Dios seriamente, El os contestará.
Debéis preguntarle
urgentemente, "¿Cómo puedo saber si el Rev. Moon está diciendo la
verdad?" No me dejéis a mí ni a ningún otro contestar a esta pregunta.
Dejad que Dios os conteste directamente.
Id en paz, pues, y por
favor, preguntad a Dios seriamente, sinceramente. Confrontaros con Dios en
oración, Dios os revelará la respuesta.
La nueva esperanza para la
humanidad es el Mesías. Y ese "día grande y terrible del Señor" está
cercano. Es cosa vuestra si ese día será grande o terrible. Si encontráis al
Mesías, ese día será grande para vosotros, pero si fracasáis en encontrarle,
entonces ese día será verdaderamente terrible para vosotros.
Dios os bendiga. Gracias por
escuchar atentamente.
¡Kamsa hamnida! Gracias, y
buenas noches.
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