Centro de Nueva York, 1.5.1965
Apuntes de Marjorie Hill
Hasta ahora he hablado de la indemnización sobre la
base individual. La cantidad de indemnización aumentará cuando vayáis progresando
y será proporcional a las dimensiones de vuestra misión.
En la familia, el padre es el maestro. Si este hombre,
el padre, tiene la fe, incondicional que he descrito, si tiene esa confianza,
entonces puede manifestar su autoridad, puede incluso forzar a los hijos hasta
cierto grado. Puede decir: “¡Ven aquí niño!” Incluso puede usar la fuerza y
hasta el palo. Si de tal suerte puede llevar a sus hijos a Dios, cabrá decir
que se trata no de violencia, sino de piedad. Hasta ahora, no se ha conocido esta
clase de piedad, porque muy pocos padres tenían tal convicción. Si un padre
adopta una posición más débil, si se muestra condescendiente y dice: “Ve,
disfruta de la vida mundana”, no solo pierde a su familia: se pierde también a
sí mismo.
Como ya sabéis, en esta obra no sólo pagáis la
indemnización por vosotros mismos, sino también un tanto por vuestra familia.
Asumid la carga de vuestra familia. De esta manera, dais algo.
Cualquier predicador o pastor que hable así desde el
púlpito no gustará a los que le escuchan. Por ello, la iglesia ha quedado
indecisa, tibia. Esta no es la manera de entender la obra de Dios. Aunque no os
guste, debéis saber que se necesita más fuerza, poder, severidad. Las medicinas
son amargas a veces, pero siempre necesarias.
Si ampliamos el ámbito de la indemnización de la
familia a la nación, vemos que el principio es el mismo. El jefe de una nación,
si ama a su pueblo, debe ser riguroso, debe exigir: “Sanead vuestra vida.” Si
la gente escucha, se salvará. Los hombres de Dios tienen que pagar siempre la
indemnización por los demás si éstos no escuchan. Así ocurrió en el caso de
Jesús.
Un fracaso de esta índole no puede quedar en simple
fracaso, sino que ha de ser la base de otro esfuerzo. Ello es cierto hasta este
momento, en cuanto al cristianismo y a la verdad de hoy. La verdad alcanzará a
la humanidad como una vara de hierro. Si la humanidad la acepta, el mundo
quedará unido en seguida. Si la humanidad la acepta, el mundo quedará unido en
seguida. Si la gente se rebela, la vara de hierro tendrá que quebrantarla, como
se rompen las vasijas de alfarería.
Ello no significa que el Señor Venidero haya de
destruir a la humanidad entera si ésta le rechaza, sino que él mismo deberá
pagar más indemnización. Habrá más peso encima de sus hombros.
Ahora que ya lo sabéis, conocéis vuestra
responsabilidad. Alegraos de no vivir solo vuestra vida, de poder vivirla para
Dios. Vuestra vida tiene importancia universal.
Nuestro campo de acción, nuestro objetivo, nuestra
visión, son grandes; no se trata solamente de nuestra propia vida pequeña y sus
preocupaciones, sino que se trata de la vida de la humanidad. Para ello creó
Dios al hombre. Ello es el modelo original del hombre. Una vez lo hayáis
conocido, no importa la edad que tengáis, si sois jóvenes o ya maduros.
Preguntaos vosotros mismos: “¿Qué he hecho en mi vida para Dios, para el mundo,
para la humanidad?” La mayoría de nosotros se avergonzará de la pequeñez de
nuestros esfuerzos. Sin embargo, nunca es demasiado tarde para empezar.
Todos los seres del mundo espiritual nos envidian,
porque podemos vivir en la tierra en esta gran hora de la humanidad. ¡Qué
lástima vivir en esta gran hora y no saber nada de ello! El Señor viene, y será
el modelo del hombre verdadero. El va a producir muchos cientos y miles de
hombres verdaderos semejantes. Este es su objetivo; que algún día todos puedan
ser como él, como el Cristo. Ello es lo que Dios ha estado planeando durante
estos últimos 6.000 años, en pos de este tipo de persona. En el pasado, no pudo
encontrar a nadie así, y su corazón sentíase preocupado.
Os enseñaré cómo debéis orar. Pensad primero que aquél
con el cual queréis poneros en contacto es Dios, y lo que El espera. Entonces,
decid: “Padre, estoy aquí. Estoy dispuesto y listo para llevar tu carga, para
vivir mi vida para toda la humanidad. Dame mi cruz. Es un honor participar.
También el mundo espiritual espera que venga tu gran día. Quisiera satisfacer
también algo de la indemnización por el mundo espiritual. Todo lo que quiero,
Padre, es que Tú descanses, porque yo deseo hacer mi parte de la obra”. Si
realmente deseáis aliviar a Dios, vuestras oraciones deben ser como la
mencionada. Decid: “Padre, envíame a las primeras líneas de la batalla”.
Entonces, Dios contestará: “Oh, hijo mío, te he oído. Ahora, ve”. Si realmente
aceptáis vuestra misión, aquel día quedaréis sellados por Dios, nunca podréis
ser olvidados por El.
Debido a que ninguna persona es todopoderosa o capaz
de todo, Dios nos llama a todos para que juntos actuemos como una persona
suprema, en una verdadera unidad. Una persona actúa como la mano de esta
humanidad, otra como una pierna, otra como un ojo, etc. Debido a que sois uno,
el esfuerzo de todos, los esfuerzos de los misioneros mundiales, todo es
vuestro esfuerzo. El día de la victoria nos elevaremos todos hasta el mismo
trono y celebraremos lo mismo.
Todas las misiones están hoy alineadas, desde las de
escala individual hasta la que abarca los extremos de la tierra. Todas se unen
en una sola. Ello es lo primero que debéis tener presente, sea cual fuere el
nivel o el área a que pertenecéis. Debéis sentir siempre que estáis en el monte
Calvario, con preocupaciones no de tipo personal, sino sólo mundiales. Debéis
tener siempre el sentido de la responsabilidad, y debéis presentar la verdad de
manera digna y oficial, sin prejuicios.
Tal unidad de esfuerzo y visión establecerá un
circuito, que sale del mundo y del cosmos y a ellos vuelve. La energía volverá
al individuo, y mediante esta fuerza el mundo se transformará.
El número no es importante, pero sí lo es este
tipo de persona. Deseamos serlo y crearlo. En diez años, tres hombres así en
cada una de las 120 naciones podrían transformar el mundo. Lo que importa es la
calidad de la dirección, no el número. Yo tengo que establecer el modelo.
Cuando salgo de aquí, de cualquier sitio, debo dejar detrás de mí tal
tipo de gente. Gracias a tales personalidades, mi obra tendrá éxito.
Ya sea un día lluvioso o de sol, debéis sentir que
todo os lleva más cerca de Dios. Entonces, ¿quién puede pararos? Cuando la
muerte llame a vuestra puerta y podáis decir en aquel momento: “Padre, he hecho
mi máximo, mi máximo del l0l %, entonces podréis estar seguros de que vais a
figurar entre los príncipes del Reino de los cielos. ¿Qué es el infierno? Para
vosotros, sería decir, al momento de la muerte: “¡Oh, quisiera haber hecho esto
o aquello! ¡Ojalá, hubiera hecho más!” Un sentimiento de frustración.
Cuanto mayor sea este sentimiento, más lejos de Dios estaréis, y más en el
infierno. Si no tenéis ningún pesar, estaréis con Dios.
Dios es todopoderoso, bueno y perfecto. Cuando Dios
crea a un hijo, desea tener realmente un hijo bueno. Así debe ser, porque si
empezara con un nivel bajo, Satán podría decirle: “¡Oh, Dios, no has hecho gran
cosa! Yo tengo un hijo mayor que el tuyo.”
Me acepten o rechacen los americanos, debía venir
aquí. Tal es mi responsabilidad, porque este país pertenece también a Dios.
Cuando encuentro a un americano le trato como si tuviera la responsabilidad de
toda América. Le trato con honradez y sinceridad. Soy un pionero. Soy un
iniciador. En cierta manera, soy también un capataz de esclavos que os empuja
hacia una misión mundial.
Hay sólo un punto donde el corazón, el amor y el alma
pueden concentrarse: Dios. Si así estáis concentrados, no habrá entonces
ninguna dificultad.
Nos llamamos la Familia Unificada y estamos creando un
nuevo modelo. Llevarlo a la práctica requiere diez años, veinte años, vuestra
vida. Yo sigo este camino, y abro paso. Estoy un paso delante de vosotros. Yo
espero un 100 % de vosotros, pero de vosotros depende la correspondencia. Todo
mi corazón anhela a los verdaderos hijos de Dios en quienes pueda realmente
contar para heredar su bendición, su amor, su creación; son todos aquellos que
merecen tal bendición. Si hacéis todo lo que digo esta noche, no necesitáis
conocer los Principios desde el comienzo hasta el fin; en todo caso, estaríais
ciertamente en el reino de los cielos.
Si yo estuviera en vuestro lugar, hace mucho tiempo
que hubiera ido al Extremo Oriente; pero he de conquistar este territorio
occidental. ¡Oh! Si realmente comprendierais, no podríais continuar durmiendo
toda la noche y comiendo buenos manjares. Si comprendéis que debéis prepararos,
tenéis que moveros y obrar.
¿Cómo podéis pensar que yo puedo asumir la
responsabilidad de mil millones de personas en Asia? ¿Cómo es posible que no
sintáis la urgencia respecto a las 300.000 personas que mueren cada día y que
van al infierno porque no conocen a Dios? Si las consideráis como hijos
vuestros, ¿por qué no hacéis nada? Debéis sentir algo y hacer algo para
ayudarles, debéis daros cuenta de tal urgencia. Cada día aprovechado
significa 300.000 personas salvadas del infierno.
Tal vez se me considere una persona loca. Sin embargo,
al pensar en tal urgencia cuando me acuesto por la noche, la siento tan
intensamente que a veces me levanto y golpeo la pared. Debéis sentir esta
misma urgencia. He sentido esta dura vara de la verdad y de la urgencia. ¿La
sentís? Levantad la mano.
Si llegáis a ser personas así, preocupadas
urgentemente por el mundo, toda la gente os amará, salvo un ser: Satán.
Todo el mundo tiene necesidad de buscar algo o alguien mejor que sí
mismo. Todos deseamos tener un amigo. Cada uno necesita a un hombre que pueda
ser un amigo. Si llegáis a ser tal persona, un verdadero amigo de todos, ¿por
qué no podéis ser entonces un señor de la creación? Tal es la idea de los
Principios Divinos, cuyo objetivo general consiste en desarrollar a tales
hombres.
(El Maestro hablaba de todas estas cosas graves en un
tono ágil y con una amable sonrisa que luego fue intensificándose más y
más; sin embargo, aun cuando sonriente y ágil, aumentaba progresivamente
la gravedad del tema).
A veces siento lástima de vosotros. ¿Por qué? Si
seguís este camino, tendréis que aceptar cosas duras. Vuestra conciencia se
convertirá en un juez terriblemente riguroso de todas vuestras acciones. Os
veréis forzados a hacer cosas que habéis evitado hasta ahora. Así, en cierto
modo siento mucha lástima de vosotros.
Buscáis algo que la mayoría de la gente no busca en
absoluto: tratáis de encontrar a aquellos que pueden convertirse en hombres de
Dios, candidatos para el Reino de Dios. Si encontráis a alguien con este
potencial, le dais todo lo que tenéis: vuestro billetero y vuestro
corazón. Tal vez no obtendréis resultados palpables; pero no debéis
desanimaros. Comprenderéis cuál ha sido la posición de Dios durante estos
últimos 6.000 años.
No os desaniméis, antes bien consolad a Dios. Así os
sentiréis desgraciados en sentido mundano: no podéis continuar buscando lo que
el mundo busca. (Se rió a gusto acerca de esta ironía y luego adopto un grave
semblante).
Pensad. Vuestra vida es sólo una chispa de un sueño, y
el sueño terminará algún día para vosotros. Pero este momento será de
vuestra victoria y durará eternamente. Algún día, todos nos reuniremos en el
Reino de los Cielos como ahora, juntos en esta sala. Entonces hablaremos de las
cosas que hacíamos en la tierra. El que tenga más cosas de las cuales pueda
hablar, disfrutará más. Los sueños monótonos, sin color, sin excitación, no
merecen ser tema de conversación; pero los sueños buenos o malos, sí. Por ello,
¡vivid! Vivid un sueño excitante. ¡Vivid!
El curso entero de la restauración se puede resumir en
tres adquisiciones que cada uno de vosotros debe
realizar.
Ello será vuestro certificado vuestra carta de
identidad. Primero, Satán debe testificar ante Dios: “Esta persona no me
pertenece.” Segundo, tres hijos espirituales mayores deben testificar
acerca de vosotros. Debéis tener tres discípulos propios. Jesús por desgracia,
no recibió a lo largo de su vida el testimonio de tres discípulos
mayores, hombres dispuestos a vivir y morir con él. El mayor de sus
apóstoles le abandonó y le negó tres veces. Jesús fracasó en este punto.
Vosotros debéis ser más y hacer más que Jesús. Tercero, debéis recibir el
testimonio de que sois del Verdadero Padre, y entonces tendréis el
derecho a vivir con vuestro Verdadero Padre y servir a Dios. Entonces os
encontraréis bajo el gobierno di recto de Dios. Pero en tanto no crezcáis hasta
el nivel verdadero del hombre, hasta la etapa de madurez y perfección, ni aun
Dios mismo puede deciros “ve” o “ven”.
(Refiriéndose a un nuevo miembro del grupo que tiene
mucho entusiasmo, el Maestro continuó) Si usted quiere una misión vital, una de
verdadera importancia, a fin de destacar, debe conocer más el corazón de su
Padre. Debe conocer su secreto. Ello le hará importante. No basta que usted
diga: “Yo iré a Rusia, al Vietnam, a cualquier sitio peligroso”. No. Usted debe
convertirse en una persona, en una persona verdadera a la cual Dios pueda
confiar su secreto. Usted debe sor como una caja de seguridad en la cual Dios
pueda poner su secreto y luego olvidarlo. El sabe que puede confiar en
usted y no ha de preocuparse. Cuando usted busque una misión importante, debe
considerar todo esto.
¡Sed alguien! Fijad vuestro propio objetivo personal
de perfección, vuestro propio nivel de realización. Decidid qué podéis hacer
mejor y qué necesitáis para alcanzar vuestro objetivo: necesidades físicas,
intelectuales, financieras. Entonces, realizadlo. Preparaos a vosotros mismos:
permaneced realmente a punto para una misión.
Si yo encargara una misión a alguien, y esta persona
dijera “lo siento, pero no estoy preparado”, entonces, yo, San Myung Mun,
debería pagar la indemnización por él. Cuanto mayor es la misión, tanto
mayor es el daño si la persona responsable desfallece. No podéis decir
fácilmente: “Yo seré un evangelista mundial”. Aquel que tiene tal misión es
alguien a quien Dios ha estado buscando durante miles de años. Dios ha
necesitado 6.000 años para encontrar a aquél que tiene aptitudes para tal
misión.
Si podéis cumplir vuestra misión junto con
vuestra esposa o vuestro marido como compañeros, obrando juntos como una sola
persona, una unidad, moviéndoos en armonía, ¡cuán benditos sois! Mucho más
puede realizarse. Dios busca algo más que la persona individual. Incluso más
que la familia. Busca la nación, el mundo, el universo. Si nosotros, este
grupo, nos extendemos rápidamente, el plan de restauración será breve.
Si realmente escucháis este mensaje, experimentaréis
alegría y miedo. Es la verdad. Nada se puede quitar de este mensaje. Os lo
advierto. Ahora, conocida ya la Verdad, no podéis alegar ninguna excusa cuando
entréis en el mundo espiritual. Lo sabéis. No podéis apoyaros sobre la
ignorancia y disculparos de no haber hecho nada. No tenéis ninguna
disculpa.
¿Cuanto espacio de vuestra vida podéis reservar para
vuestro Maestro? Del tamaño de ese espacio depende el poder de vuestro empuje.
El Dios que yo conozco y el Dios que vosotros conocéis: aquí hay diferencias.
Si hablo así lo hago porque mi necesidad respecto de Dios supera en más de cien
mil veces la vuestra. Yo conozco el corazón del Padre. Vosotros debéis
conocerlo también.
Hay tres clases de obediencia. Una consiste sólo en
obedecer lo que se os dice. La otra clase es obedecer y al mismo tiempo
procurar intensamente conocer a Dios, la Verdad y el por qué de las cosas. La
tercera clase es la obediencia una vez conocido el corazón del Padre.
Aunque pueda parecer una ironía, os diré que Dios
nunca muestra su corazón en la elegante sala de reuniones de un hotel de la
cadena Hilton, sino más bien en los niveles bajos y amargos de la
sociedad. Allí debéis ir para conocerlo. Según la opinión corriente,
podréis pasar por bastante locos al buscar a Dios. Este es el modelo de
formación para aquellos que desean conocer el corazón de Dios: bajar hasta el
fondo, hasta los ínfimos niveles del mundo para aprender a conocer el
corazón de Dios. Cuando lleguéis allí abajo y encontréis a un hombre
miserable, miradle con los ojos del Padre. Abrazadle y pensad como yo pienso de
él ahora: así me ha considerado a mí el Padre cuando yo estaba como
él, separado por el pecado. Sé cuán tristes y deprimidos os dejará ésta
formación, pero ella es vuestra aula de clase. Sin estos sentimientos, sin
lágrimas, vuestro curso de formación nunca podría quedar completo, porque el
camino seguido por el Padre ha sido un camino de lágrimas. Quienes conservan su
corazón, su sangre, sus lágrimas no son dignos de Dios.
Si sois personas verdaderas, si Dios os conoce, os
elevará, sea cual fuere la aparente miseria de vuestra derrota. Dios os
levantará. Sentís y obráis siempre de modo diametralmente opuesto a lo
que el mundo hace. Si os alaban, decís: “No soy yo quien realmente lo
merece”. Y lo encamináis hacia lo alto, hacia Dios. No debéis preocuparos de lo
que el mundo piense de vosotros. Si la gente os rechaza, recordad que el
cielo os prepara un gran honor. Si vestís humildemente, sois en verdad
príncipes del cielo. ¿Qué podéis perder, por más que el mundo haga
contra vosotros?
Mientras estáis aquí en la tierra, debéis dar todo
vuestro amor a Dios y al hombre. Sed honrados y francos como lo soy con
vosotros. Quienes me conocen profundamente quieren hacer cosas para mí, quieren
darme algo. Lo que hacéis para mí lo hacéis para Dios. Siempre he sentido
esta necesidad de dar, sólo de dar. Por ello yo no tengo nada.
Cuando sólo tenía un pantalón, deseaba darlo también, aunque era el último. Así
debéis sentir con respecto a vuestras posesiones. No mando que lo hagáis: os
muestro solamente como he sentido yo. Yo tenía que aprender mi modo de
conducta, y vosotros debéis encontrar el vuestro. Hasta que tuve 30 años, no
compré nunca ninguna prenda de vestir. Ningún día dejé de sentir hambre.
Ningún día dejé de verter lágrimas, amargas lágrimas por la humanidad.
Ahora, si me compráis un traje lo acepto. ¿La razón?
Debo tener cierta dignidad ante el mundo, contra Satán. Ahora, el tiempo es
distinto. En el pasado, cuando ganaba algo, lo daba a otras personas. Cuando
alumno, daba a otros el dinero destinado a mis gastos escolares. No quiero
ver que pasáis por grandes necesidades, pero quisiera que conocierais y
apreciarais este corazón del Padre.
La bendición que os llevo es fruto de amargos
sufrimientos y, si no estimáis este regalo, Satán os lo quitará todo. Si no
sentís una fuerte atracción hacia mí, si no deseáis estar cerca de mí, incluso
tocar mis ropas o guardar algo mío, no me pertenecéis; siento tener que
decirlo. En tal caso, haced vuestras maletas y marchaos. Buscad a otra persona
hacia la cual podáis sentir así.
He comprobado todo lo que os he dicho, como un
científico. Siento cuán cerca estamos de Dios en este tiempo.
(De repente, se ríe) ¿No es algo chocante? Estáis
sentados aquí escuchándome, escuchando a un joven coreano. Pero ello es debido
a que yo tengo varias cosas que no podéis encontrar en ningún otro sitio.
Ello es lo que os ha atraído hacia mí. Os lo digo todo con la mayor
franqueza, sin ningún remordimiento. No me importa que pueda parecer
presuntuoso. Mi conciencia está clara y alegre. Vosotros me tenéis. Sin
mí, hay cierta distancia que no podéis salvar en vuestra búsqueda de Dios.
Debéis ir a El a través de mí. Estáis siguiendo el camino universal del cielo
que he trazado. Tal vez digáis que soy un blasfemo; pero no es así.
Amo más a los EE.UU. que vuestro Presidente. Siento mi
responsabilidad por esta nación. Quisiera formaros de suerte que seáis líderes
responsables para la prosperidad de los EE.UU. y del mundo. Debéis prestar más
atención a mí que a cualquiera de vuestros jefes, incluso los de la Casa
Blanca. Yo sé, y Dios lo sabe, y también el mundo espiritual que nadie ha
vertido más lágrimas y sudor ni trabajado más que yo para los EE.UU. y el mundo
de hoy. Os ruego que miréis hacia el futuro y tengáis esperanza respecto a los
EE.UU. Prometed a los EE.UU. que seréis verdaderos líderes. No necesitáis
formación política alguna para ello.
Cuando fui al Japón, sentía y decía las mismas cosas;
y cuando vaya a otros países ocurrirá lo mismo. Cuanto más la alegría y la
dedicación estimulen a la gente a la formación de una Familia, tanto más Dios
se sentirá estimulado. Este es el mundo de Dios. No hay limitación alguna.
¿Cómo se podría dividir el mundo actual? No es sino uno.
Debéis sentir así y llegar a ser personas universales.
Quisiera ordenar a las simpáticas señoritas de esta sala que se casaran con
negros de África. (Golpeó el suelo con sus pies). ¿Os choca que diga esto? ¿Son
negros, aquéllos, a la vista de Dios? Quisiera ver a los cinco colores
distintos de la humanidad viviendo bajo el mismo techo. ¿Lo creéis posible?
Debéis llegar a amar hasta el límite máximo. Si
vuestro amor hacia Dios llega tan lejos, ¿habrá entonces alguien o
algo que podáis rehusar? En caso contrario, Dios os procurará un novio bien
parecido. (Sonríe y luego adopta un aire grave). Los padres deben aceptar
como cosa natural la posibilidad de una boda mixta. El problema de la
segregación es muy serio, especialmente en los EE.UU. La única solución
es la de los brazos abiertos.
La trinidad es necesaria para salvar una vida humana.
En los Principios Divinos, tres familias trabajarán juntas a fin de
salvar una familia. De esta manera, las desarrollaremos. Estoy buscando a tres
naciones para elevar a las demás, según este modelo. Cuando Corea, el Japón y los
EE.UU. se unan en los Principios, no me preocupará el resto del mundo.
Todo vendrá ya fácilmente. Los EE.UU. son la Roma del Oeste. Japón es la Roma
del Este. Corea une el Este y el Oeste por medio de ellos, formando una
trinidad. Si ellos se unen, no habrá lugar para el comunismo.
Soy un hombre que piensa poco en el éxito mundano. No
me preocupa lo que he de comer o ponerme, o dónde voy a dormir. Os digo esto
porque lo que he hecho a través de la verdadera confianza en Dios también
podéis hacerlo vosotros. Si, por ejemplo, estuviera aislado en un extremo
del África, no tendría temor alguno respecto de mi bienestar; pasados
tres meses, cualquier circunstancia quedaría superada, y cualquier
problema resuelto.
Cuando estaba en la cárcel comunista -la palabra
exacta sería infierno-, Dios me envió lo que yo necesitaba; un camarada, aunque
nunca hablábamos. Era un joven de los Principios Divinos. Me dio comida y una
cama. Bajo tales circunstancias, las peores posibles, Dios cuidaba de mí. Todos
los días me ocurrían muchas cosas misteriosas en la cárcel; nunca hubo momentos
aburridos. Los antepasados de los prisioneros, no éstos ni los guardias, sabían
lo que yo necesitaba. Lo mismo os sucederá también si tenéis un corazón igual.
Aquellos que recientemente envié a Italia e Inglaterra tienen un corazón no del
todo estable; por ello experimentarán algunas inquietudes y dificultades. Si
tenéis simplemente una fe sublime, todo se os procurará. El secreto consiste en
esta clase de fe. Nosotros, los de los Principios Divinos, vamos a crear
hombres así, los héroes mayores, más valientes y verdaderos del mundo. Son
ellos también, realmente, los más ricos. Tales personas serán líderes, y nunca
jamás tolerarán la injusticia ante Dios. Sed así. Si veis a alguien perseguido
sin razón en la calle, debéis sentir la ira de Dios. Encolerizaos a veces. Si
vuestro sentimiento de ira es en favor de Dios, de la justicia, no será pecado.
Esta es la clase de hombres que los Principios Divinos van a crear.
Desde que he recorrido las calles de la ciudad de Nueva
York tengo muchas ideas. Sin duda, soy solo una persona entre siete millones,
pero en mi pensamiento soy mucho mayor que esto, aunque no tengo más que un
cuerpo. En esta ciudad sentí de nuevo el corazón quebrantado de Dios. Esta
ciudad debe ser reconducida; de lo contrario, algo terrible va a ocurrirle. Si
habéis oído decir que estuve orando en lo alto del Empire State Building, sabed
que tal era el tema de mi oración. ¿A dónde va toda la riqueza de esta ciudad?
¿De qué sirven sus facilidades? El destino de esta ciudad no ha sido decidido
todavía; no está claro aún si va o no en pos de Satán. Vacila. No acaba de
decidirse. Tan pronto como se decidiera en favor de Satán, algo drástico
vendría. Esta nación se halla en su conjunto cerca del desastre; se dirige
también hacia el mismo destino. Debemos trabajar mucho. No es el comunismo lo
que debe causar miedo, sino el hecho de que el mundo de Dios se haya convertido
en el de Satán. Admitido este punto de vista, debéis decidir vuestro propio
rumbo.
¿Cuánto tiempo deseáis que me quede en los EE.UU.? No
es fácil venir aquí. Hay que pasar por muchos trámites, muchas formalidades,
¡más que para ir al cielo! Es más fácil para vosotros ir a Corea que para
nosotros venir aquí. ¿Habéis pensado en que el Este y el Oeste se acercan
mutuamente a causa de mí? Desde hace unos tres años, puede advertirse mejor mi
mediación.
Es posible que los negros de África me amen más que
nadie, que les sigan los orientales, y luego los EE.UU. en tercer lugar.
¿Os gusta esta posición? Vuestra posición depende de
la intensidad de vuestro amor. ¿He lesionado vuestros sentimientos
diciendo esto? No. Sois diferentes de la mayoría de los americanos. Si los
hermanos de la Familia quieren ser amados por el Padre, deben amar primeramente
al hermanito desgraciado, así como los padres aman más al hijo lastimado o
lisiado.
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