Corea, Octubre- Noviembre 2001
El país y el
mundo pacífico que Dios y la Humanidad procuran
Reverendo Sun Myung Moon
¡Respetables (¿distinguidos?) líderes (literal: de diferentes estratos de la sociedad)!
En este histórico punto de inflexión,
nos hemos reunido hoy en este lugar diferentes líderes preocupados por la
unificación de Corea y la paz mundial.
Las tragedias que el pasado 11 de
septiembre sacudieron Nueva York y Washington, han producido un tremendo
impacto en el mundo entero. Junto con una tremenda preocupación en cuanto a la
paz y la seguridad, han levantado nuevamente serias y fundamentales dudas con
respecto a la civilización moderna y el futuro de la humanidad.
Justamente desde el 19 al 22 de
octubre próximo pasado realizamos en Nueva York un congreso internacional muy
significativo.
Con el auspicio conjunto de la
Federación Interreligiosa en Internacional para la Paz Mundial, y AMONG
(Asociación mundial de Organizaciones No Gubernamentales), federaciones ambas
fundadas por quien les habla, y contando
con la presencia de 400 participantes de 101 naciones, incluyendo jefes de
estado en ejercicio y retirados, así como también importantes líderes de las
principales religiones, como el Confucianismo, el Cristianismo, el Budismo, el
Islamismo, personalidades de círculos académicos y representantes de ONG de
diferentes países, se reunieron a discutir honesta y seriamente propuestas
adecuadas (literal: esquemas, planes) para resolver pacíficamente la crisis que enfrenta
el mundo de hoy.
Juntamente con la región del Medio
Oriente, nuestra patria, la Península de Corea, es una de las regiones más
observadas de la Tierra, siendo una nación que permanece dividida de una forma
exclusiva.
En el discurso inicial ya les fueron
transmitidos cuáles son mis conceptos respecto de la cristalización de una paz
mundial permanente y fundamental. Ahora quiero
compartir con ustedes parte de mi visión. El discurso de hoy se titula:
“El País y el Mundo de Paz que Dios y la
Humanidad procuran”
La humanidad ha ansiado
constantemente, a lo largo de la historia, un mundo de paz. Pero ese sueño
nunca se cumplió. Mirando atrás recordaremos que ni bien terminó la guerra
fría, durante la cual la confrontación política y militar fue muy intensa,
mucha gente tenía la expectativa de que, sobre las bases de una civilización
científica avanzada, llegaría una nueva era de paz y estabilidad, esa era que
la humanidad tanto había anhelado.
Pero desde que los conflictos, el
odio y una ambición egoísta, viven intactos en nuestro interior, estamos
viviendo en carne propia que éstos han creado otra forma, mayor (¿superior,
peor?, de calamidades. Es evidente que los actos de violencia sobre
gente inocente son un crimen, y que este tipo de actos deben, indefectiblemente,
terminarse.
Pero, ¿cuál será la solución que
elimine desde sus raíces semejantes conflictos y odio? ¿Dónde fue sembrada la
semilla del odio, los conflictos y las luchas? Esa semilla fue sembrada en la
primer familia humana, y a partir de esa raíz, los conflictos y las luchas se
han sucedido generación tras generación.
¿Dónde debemos,
entonces, buscar el camino para diluir (resolver)los conflictos y
las disputas, y lograr la paz? Hasta
ahora, el camino para superar esos conflictos y disputas, y llegar a la paz, se
ha intentado encontrar por medio del poder político, por esfuerzos
diplomáticos, e incluso por medio del poder económico y/ o militar.
Pero estos
métodos no fueron ( no resultaron ser, no llegaron a ser, no
pudieron convertirse en)la solución
fundamental. El método (la manera) único y fundamental es
recuperar la primera familia humana; es decir, restaurar la familia ideal de
Dios. Me refiero a una familia en la cual se tenga (y se atienda)
a Dios como su centro, una familia que perfeccione vertical y horizontalmente
el amor verdadero.
Dios existe como
esencia del amor verdadero, y es el verdadero padre invisible de la humanidad.
El amor no puede alcanzarse por uno mismo, sino que indefectiblemente
fructifica por medio de un objeto (ser correspondiente). El
hombre es hijo de Dios, creado como objeto sustancial del verdadero amor
divino.
Dios, en su
primera bendición al hombre, le dijo “¡Fructificad!”. Esa primera bendición
significaba que el hombre debía llegar a ser un objeto perfecto de su amor
verdadero, es decir, que debía convertirse en una verdadera persona. Dios desea
que su objeto de amor sea mejor que Él mismo.
Dios, con
respecto al hombre como Su objeto de amor verdadero, es un verdadero Padre, que
quiere darse infinitamente: dar y olvidar, y volver a dar y volver a
olvidar...El punto de partida del amor está en el darse (deberse)
infinitamente al otro.
En su segunda
bendición al hombre, Dios le dijo: “¡Multiplicaos!”. Así, los antepasados del ser humano debían
crecer y perfeccionarse como hijos de Dios, y formar un matrimonio verdadero
bajo la esfera de un corazón unido a Dios. Además, se convertirían en
sustanciales padres verdaderos, transmitiéndole a sus hijos el amor, la vida y
el linaje verdaderos heredados de Dios.
De esta manera,
el ideal divino de la creación se realizaría alcanzando, vertical y
horizontalmente, la perfección del amor
verdadero a partir de la primera familia (humana).
Así como el amor
de Dios es absoluto, único, incambiable y eterno, una familia que atiende a
Dios se convierte en una familia
absoluta, única, incambiable y eterna, centralizada en el (de)
amor verdadero.
Allí el hombre
encarna la unidad en mente y cuerpo con Dios. En ese momento el ser humano se
hace el Señor de amor verdadero de la Creación, siendo bienvenido por
todo el universo.
Esta es la
tercera bendición dada por Dios al hombre, mediante la cual el ser humano,
ejerciendo su dominio sobre la creación, obtiene las condiciones para una vida
feliz. Esto incluye también la responsabilidad de gerente, de tener que
preservar, en la posición de verdadero dueño, el ecosistema y la naturaleza.
Pero los
antepasados del hombre no llegaron a formar una familia de amor verdadero bajo
la bendición de Dios; no llegaron a ser personas verdaderas, ni matrimonios
verdaderos, ni padres verdadero de verdadero amor.
Habiéndose
rebelado contra Dios y caído, y una vez expulsados del paraíso, formaron una
pareja de amor falso, sin tener ninguna relación con la bendición de Dios;
luego tuvieron hijos, y a la postre terminó constituyéndose el mundo humano de
hoy.
Desde los
albores de la historia al presente, nadie ha nacido en un esfera de amor
verdadero en servicio a Dios, y hemos vivido albergando una contradicción
conflictiva entre nuestra mente y nuestro cuerpo. Este conflicto nos está
mostrando que dentro de la primera familia humana se manifestó como una
tragedia de odio entre hermanos y fratricidio. Es la desdichada (miserable)
imagen real de una familia alejada de Dios.
El tipo de
familia centralizada en el hombre, basada únicamente en las relaciones humanas,
no es el tipo de familia ideal. El ideal de la familia original es una familia
centralizada en una verdadera persona, ligada en un eje perpendicular con Dios.
Las relaciones perfectamente armoniosas se logran recién entre hermanos que
poseen en común un eje vertical bajo verdaderos padres y verdadero amor.
El amor
verdadero se aprende por experiencia y fructifica en una familia ideal. La
familia es la única escuela de amor. El amor verdadero no puede extraerse,
jamás, ni a base de poder, ni a base de
conocimiento ni a base de fuerza.
¡Distinguidos
líderes!
¿Qué sienten
ustedes al contemplar el aspecto de la sociedad actual, o al tratar con adolescentes?
¿Perciben únicamente un futuro brillante de esperanza?
El incremento
diario del porcentaje de crímenes cometidos por jóvenes, la violencia y el
abuso de drogas, la inmoralidad y la perversión, el problema de las madres
solteras y la confusión de los valores, etcétera, les habrá presagiado
negativamente la sociedad del futuro y los habrá afligido muchas veces. ¿Por
qué nuestros jóvenes han llegado a esto?
Por supuesto que
una mejor educación escolar y un mejoramiento del sistema y el ambiente podrán
convertirse en una solución parcial. Pero la raíz principal no está allí. La
causa está en que la humanidad perdió la primera familia de amor verdadero, y
al entrar hoy en un período histórico culminante (¿decisivo?), la
familia pierde su seguridad (estabilidad) y se desmorona.
Dado que el
fenómeno del desmoronamiento de la familia es equivalente a la destrucción de
la única escuela de amor, su negativo efecto expansivo es tremendo (considerable).
Además de ser la causa principal de varios tipos de inseguridad social, origina
concurrentemente numerosos problemas a nivel nacional y mundial. Provoca inseguridad emocional especialmente
en los adolescentes, les hace cambiar las coordenadas de sus vidas y se convierte
en la causante directa de una vida de desvíos y de vagabundeo.
Podemos decir
que la realidad de la rápida destrucción de las bases de la familia, como los
síntomas de evasión del matrimonio o el incremento en el porcentaje de
divorcios, etcétera, es la tarea a ser forzosamente resuelta por los líderes
que se preocupan por el mañana .
La humanidad, al
haberse perdido la primera y la segunda bendición de Dios, desconoce la
importancia del perfeccionamiento del individuo en el amor verdadero y de poder
compartir el sagrado y eterno amor conyugal.
La mayoría de
los adolescentes no recibe una completa educación sobre la importancia de la
abstinencia antes del matrimonio, ni (la educación) sobre una personalidad de
amor verdadero (¿¿??). Desconocen el valor del verdadero amor, base de
la alegría, la felicidad y nuestros ideales.
Sumergida en una
tendencia a restarle importancia a la confianza y fidelidad conyugal e ignorar
el carácter divino del matrimonio, la sociedad humana ha venido acumulando internamente tremendas tragedias y calamidades.
Dentro de una
cultura secular y en la que para el llamado sexo libre, el amor entre un
hombre y una mujer no es más que algo pasajero, carnal y hedonista, el
verdadero amor ha perdido su lugar. Con un incremento acelerado del SIDA y de
enfermedades transmitidas sexualmente (ETS), la supervivencia misma de la
humanidad está siendo amenazada. Se dice que no hay zona de seguridad contra el
SIDA.
Significa que
está muy cerca de todos nosotros una amenaza más temible que el terrorismo que
está haciendo temblar hoy al mundo. ¿Cómo podremos llamarnos a nosotros mismos
líderes de esta era, si no podemos resolver esta tremenda calamidad global, que
una vez contagiados hay que desistir de toda felicidad, de todo ideal y de toda
vida?
Es que ante la
tercera bendición de Dios : “Dominad por sobre toda la creación”, el
hombre tampoco está cumpliendo su responsabilidad de administrarla con amor
verdadero. ¿Qué sucedería si la naturaleza se rebelase y rechazara al hombre
por sus maltratos (abusos)? ¿Acaso esos indicios no se están ya
manifestando?
Antes que el
ecosistema y el ambiente natural castiguen la arrogancia del hombre, éste debe
manifestarse ante la creación habiendo restaurado su personalidad de verdadero
amor.
¡Distinguidos
líderes!
Con el fin de
incursionar de una manera más fundamental en los problemas de hoy, pensemos en
verdaderas relaciones entre “yo” y
“nosotros”, centralizados en el ideal de la divina creación.
Dado que por
culpa de la caída el hombre no pudo encontrar su verdadero “yo”, Dios
tampoco pudo utilizar la expresión “nosotros”. Dios mismo no consiguió
establecer relaciones como para poder decir “esto es mío” o “son mis hijos”.
Así, nuestros
conceptos del “yo” no guardan ninguna relación con el ideal de la
creación divina, por lo que debemos negarnos completamente a nosotros mismos.
Dios obra su
Providencia para encontrar a sus
verdaderos hijos, es decir, a un verdadero hombre y una verdadera mujer, a
los que pueda incluirse y llamarlos tranquilamente “nosotros”.
En la medida en
que Dios es el sujeto del amor, de la vida y del linaje, ha venido buscando
aquellos verdaderos hijos que puedan pararse en un estándar de unidad
eternamente inseparable. En primer lugar tenemos que llegar a la perfección
individual, con la unificación de la mente y el cuerpo, y sobre esa base
establecer una relación vertical de padre e hijos con Dios.
Pero con la sola
relación vertical no se apuntala el término “nosotros”; con ella deben,
inevitablemente, lograr una armonía conjunta las relaciones horizontales. Así,
el hombre y la mujer, por un verdadero matrimonio bendecido, deben establecer
una relación conyugal verdadera, tener hijos, formar una verdadera familia y
lograr una base de cuatro posiciones con tres generaciones para que entonces
sí, por primera vez, el Cielo pueda llamarlos, como unidad familiar, “nosotros”.
¿Cómo podemos
hacer para llegar a esa posición? Dios creó todas las cosas desde una posición
en la que su mente y su cuerpo eran completamente uno. Él invistió
absolutamente con amor absoluto y con fe absoluta.
Allí no podía
haber margen para pensar en su propio beneficio o en sus propias
circunstancias. Aquí está precisamente el origen del amor que se debe a los
demás, que se da ciento por ciento y se vuelve a dar una y otra vez.
Lo mismo se aplica
a nuestra familia. Visto desde la lógica del principio de
origen-división-unión, los padres - en la posición de Dios, invistiéndose total
y absolutamente- dan a luz hijos y los crían en la posición de origen y
tienen que establecer ese eje vertical denominado
“nosotros”.
Y si la pareja,
en la posición de división, se une completamente con verdadero amor estableciendo un eje horizontal,
entonces los hijos, en posición de unión, se ajustan automáticamente a
los ejes vertical y horizontal, estableciéndose otro eje de relaciones
anterior-posterior. En ese momento se desarrolla sustancialmente, por primera
vez, el concepto perfecto de “nosotros”,en las direcciones vertical,
horizontal, anterior y posterior.
Por eso la
familia es tan valiosa. De hecho la familia no puede sino ser el regalo más
precioso que nos ha dado el Cielo (Dios). Si no existiese el
ambiente familiar, ¿cómo podríamos encontrar nuestro “yo” en tal
absoluto estándar? ¿cómo podríamos atrevernos a pensar en un perfecto “nosotros”,
tanto vertical como horizontalmente, así como en relaciones anteriores y
posteriores?
La familia es
efectivamente la cuna del amor, la paz y la felicidad.
¿Dónde podemos
encontrar nuestro verdadero “yo”? Eso es posible en una vida de puesta en
práctica del verdadero amor; un amor que se debe a otros. Si uno se niega
completamente al punto cero y vive debiéndose a su familia, a su país, a la
humanidad y a Dios, automáticamente encontrará su verdadero “yo”.
Nadie debería
decir “yo” proponiéndose a sí mismo irreflexivamente. Si comprendiésemos un
poco el corazón de Dios, quien ha obrado Su providencia, entretejida de
amarguras, buscando en los callejones traseros de una larga historia, un
hijo verdadero que pueda decir “yo”, no querríamos imponer un “yo” imprudentemente.
Dormidos o despiertos, tenemos que vivir para perfeccionar (lograr)
una familia ideal.
Si Dios consigue
la familia ideal que ha esperado por miles de años, allí será precisamente el
lugar de inicio del reino de los cielos terrenal, el mundo de paz original de
la divina creación.
¡Señores!
Encontremos nuestro verdadero “yo”, de modo que podamos mirar el sol sin sentir
ninguna vergüenza, contemplar honrosos las aguas del mar, sin tener nada que
esconder ante la creación, y constituyamos una familia a la que Dios llame: “¡nosotros!”.
Hay que edificar
una verdadera relación de padre e hijo entre Dios y el ser humano. Es más,
Dios, el verdadero padre de la humanidad y raíz del amor, la vida y el linaje,
es el antepasado de la humanidad y, como Señor de la Creación, es un
verdadero rey.
Con la caída de
los antepasados humanos, Dios perdió todas esas posiciones en el jardín del
Edén.
Conforme a los
avances de la Providencia, y sobre el fundamento de haber proclamado la
restauración de la esfera del corazón del Cuarto Adán-juntamente con el
retorno al océano, el retorno a la tierra y el retorno al cosmos- el pasado 13
de enero realizamos en Corea la histórica Ceremonia de Coronación del Reinado
de Dios, la cual recupera para Dios su reino perdido.
En un principio,
por ser (de) la primera familia, Adán es el
antepasado de la humanidad y el sostén de la familia. Originalmente, el rey de
la familia heredaría más adelante la posición de rey nación y, lo que es más,
la posición de rey del cosmos. No hay otra manera en la que (la humanidad) pueda conectarse al reino de los
cielos del ideal original.
La era de la
indemnización ya se ha terminado, e ingresando en la era del asentamiento por
medio del registro en el reino, el reinado nacional, es más, el reinado del
mundo son conectados.
Por esa razón el
año pasado, en ocasión de la celebración del Día de los Hijos en la Federación
de Familias para la Paz y la Unificación Mundial, proclamé que los Padres de
los Cielos y la Tierra reinarían ahora como reyes de la familia, y que
ingresábamos en la era en la que, comenzando por las familias registradas, por
primera vez se podía atender como Rey al Padre Celestial.
En consecuencia,
todas las familias bendecidas tienen que darse cuenta que son familias que
deben establecer la tradición ejemplar de servir al Rey de los Cielos y la
Tierra. Por eso terminó la era de la Iglesia de Unificación y comienza la era
de la Federación de Familias
Así como el
universo entero es un cuerpo conectado centralizado en un núcleo, las
familias de ustedes deben tomar la posición (ponerse en el lugar)
de ese núcleo y amar a todas las formas de la creación. Todo lo que
existe fue creado por Dios con amor y, en calidad de dueños (señores de la
creación), debemos amar las cosas que tomamos para nuestro consumo personal.
Ante Dios, sus
familias deben ser un solo cuerpo unido en amor, y tienen que sentir que son
una familia que es como un modelo estándar, un asentamiento, una piedra
fundamental en atender al Rey de los Cielos y la Tierra. De esa manera deben
convertirse en una familia que herede la (esfera de la??)
victoria.
¡Honorables
líderes!
Es hora que la
humanidad se auto reproche por la hipocresía, la ignorancia, el egoísmo y el
odio; llegó a un punto en el que humildemente debe inclinar su cabeza ante Dios
y vivir de acuerdo a las leyes del Cielo.
A temprana edad
recibí el llamado de Dios y desde entonces he dedicado mi vida a la realización
del mundo de paz que Dios y la humanidad anhelan en común. Hoy quiero mencionar
varios puntos importantes para dirigirnos hacia la paz.
En primer lugar,
tenemos que vivir por el bien de los demás. Una vida egoísta no sólo incomoda a
los demás sino que va en contra de las leyes del Cielo. Una vida que se vive
por los demás es precisamente la puesta en práctica de nuestra semejanza con
Dios.
Heredar el
verdadero amor de Dios y amar la familia y la sociedad, la nación y el mundo,
es vivir en concordancia con el orden fundamental del Universo. Únicamente la
puesta en práctica del amor verdadero nos hará verdaderas personas, verdaderos
padres, verdaderos maestros y verdaderos dueños que perfeccionan su
personalidad. De esa manera seremos, sí, los sujetos (protagonistas)
de la paz.
Una vida vivida
en beneficio de los demás es la primera puerta hacia la paz. En relación a esto
quiero decirles en conclusión que el camino que lleva a la paz debe ir de la mano del Hananimismo, la
ideología Tu-ik (literalmente: ideología del ala de cabeza). Esta
es una ideología (doctrina, enseñanza) que puede reconciliar y
abrazar todos los factores de conflicto, las consecuencias y las ideologías de
este mundo que tienen como origen el conflicto Caín-Abel.
¿Con qué podemos
quebrar la cadena de odios y conflictos? Responder al odio con un odio mayor
solamente atraerá un odio y una destrucción más temible aun. Ese no puede ser
el camino hacia la paz. Los factores de conflicto entre lados en confrontación
y desarmonía únicamente pueden ser reformados, educados (corregidos)
y abrazados por el amor verdadero.
El amor
verdadero, cuyo centro es Dios, es supranacional; no halla impedimentos en las
fronteras. El amor verdadero es también interreligioso e interracial, ya que
trasciende las encumbradas barreras de la religión y la discriminación racial.
Solamente por el
poder reformador y vital del amor verdadero, que se debe a los demás
centralizado en el ideal de Dios, pueden ser superados todos los diversos
conflictos y factores de confrontación de este Globo, entre izquierda y
derecha, anterior y posterior, superior e inferior, interior y exterior, y
puede cristalizarse el mundo ideal de eterna paz.
En segundo
lugar, es formar una verdadera familia, unidad fundamental para construir una
nación y un mundo pacífico. Como hemos mencionado previamente, la raíz de las
confrontaciones y conflictos está en la primera familia humana., por lo que,
mientras no surja una familia ideal de verdaderos padres, no puede tener origen
un mundo de paz.
En relación a
esto, la Bendición de Matrimonios Internacionales que yo he venido
desarrollando mundialmente no es simplemente una ceremonia de casamiento de un
determinado grupo religioso, sino que es un movimiento (campaña)
para la salvación de la nación y el mundo, que establece la tradición del amor
de Dios. Urgimos a los adolescentes a practicar campañas de abstinencia antes
del matrimonio.
Es una campaña
(movimiento) para que, una vez adultos, reciban la bendición en matrimonio bajo
un compromiso de absoluta confianza y fidelidad conyugal, centralizados en el
amor verdadero de Dios. En un movimiento sagrado (noble, excelso,
sublime???), para que formemos verdaderas familias, seamos verdaderos
padres de verdadero amor.
Las familias que
celebren su matrimonio bajo estos ideales y esta educación no tendrán motivos
para sentirse amenazadas por el SIDA; para ellas, prevenir el SIDA será más
fácil que prevenir un resfrío.
Si los jóvenes
del mundo fuesen formados en esta visión y la practicasen, la epidemia del sida
sería completamente erradicada. Familias de verdadero amor impiden el
desmoronamiento de la institución familiar, colocando la piedra angular para la
paz del país y del mundo.
Principalmente
si personas de naciones que han guardado política e históricamente una relación
de animosidad, establecen una relación familiar mediante un casamiento de amor
verdadero, superando esas elevadas barreras, los alcances de la reconciliación
trascenderán la nación y las diferencias raciales.
La suprema
fórmula hacia una auténtica paz es la bendición en matrimonio entre hijos de
familias que han vivido una relación de desarmonía y enemistad; es más, entre
hijos de naciones enemigas, materializando una esfera de bendición de perfectas
verdaderas familias de amor verdadero, tan esperadas tanto por el Cielo como
por la Tierra. A partir de aquí se originaría el mundo de eterna paz que tanto
Dios como la humanidad anhelan.
En tercer lugar,
la reconciliación y la cooperación interreligiosas son condiciones esenciales
para un mundo pacífico. Durante los últimos cincuenta años he trabajado como un
campeón de los movimientos para la armonía y el diálogo interreligioso. Hemos
desplegado ese movimiento destinando muchísimo más presupuesto a ello que al
desarrollo de nuestra propia institución.
¿Les parece que
habrá sido fácil esa práctica incambiable del amor? No fue para nada fácil,
pero no podemos esperar un mundo de paz sin que haya reconciliación y
cooperación interreligiosa. Los líderes religiosos y la gente de fe deben ser
los guías hacia el ideal de Dios: un mundo pacífico.
Si las
religiones enfatizaren únicamente un sectarismo intolerante, fallando en
enseñar un verdadero amor universal, la humanidad nunca se libraría del horror
de los conflictos y las guerras. Ante una crisis global los líderes religiosos
deben poner en práctica el amor verdadero, yendo mano de la mano entre
religiones, y deben seguir humildemente la volunta de Dios.
Con el poder
reformador de la religión se puede formar personas de carácter pacífico y se
puede cultivar en ellas el poder del autocontrol, que digiriendo (absorbiendo,
asimilando) el odio y la ira traigan una paz y una seguridad
auténticas. Si las diferentes religiones pusieran en un plano secundario sus
doctrinas y sus ritos, y le mostraren al mundo amor, cooperación y servicio
mutuos bajo el más elevado ideal de Dios, el mundo podría cambiar
drásticamente.
En cuarto
lugar, quiero enfatizar una vez más un
correcto desempeño de las Naciones Unidas, a fin de construir (cimentar)
un mundo pacífico.
En calidad de
organismo para la paz mundial, las Naciones Unidas han aportado numerosas
contribuciones, pero para resolver los problemas de un globo terráqueo que se
ha pluralizado y cuyas circunstancias difieren mucho de las del tiempo en el
que las Naciones Unidas fueron fundadas, el año pasado propuse mis ideas a las
Naciones Unidas. Una de ellas es reforzar la organización, dentro de la
organización, con un organismo especial, una especie de cámara alta, que
considere en profundidad los problemas mundiales desde una dimensión religiosa,
espiritual y moral.
Las Naciones
Unidas deben trascender la dimensión de administrada por el poder político y
diplomático basado en el beneficio de sus propias naciones, y deben llegar a
ser un organismo regido por un concepto más global bajo el encumbrado ideal de
Dios. Es la única manera de proteger los intereses de todos los pueblos del
mundo y avanzar en la construcción de un mundo pacífico.
No sólo en las
Naciones Unidas sino también en el orden mundial venidero, es difícil que la
soberanía política asegure el interés
público y la paz actuando separado de los valores morales y espirituales.
Hoy se requiere
un liderazgo de alto nivel moral-espiritual, basado en el ideal de Dios, en
concordancia con las leyes universales. Ni el poder político, ni fuerza alguna,
pueden estar por sobre Dios y las leyes del Cielo.
Además, las
Naciones Unidas deberán converger en gran medida con la óptica de las
Organizaciones No Gubernamentales. Esa es una de las razones por las que fundé
AMONG (en inglés WANGO), sigla de la Asociación Mundial de
Organizaciones No Gubernamentales. La totalidad de las ONG deberán mantener
mayor diálogo y cooperación, sin perder el espíritu con el que fueron fundadas.
Les pido que continúen sirviendo al mundo de la manera más correcta, y se
esfuercen por no volverse egoístas e intolerantes.
¡Estimados
líderes!
Hablar de paz
sin ponerla en práctica uno mismo, escapa al deber moral de un verdadero líder.
No vivimos tampoco en circunstancias con margen suficiente como para esperar
sentados que llegue la paz.
Los embajadores
de la paz, y por supuesto todos nosotros, debemos ser los protagonistas de un
movimiento de paz y construir, por todos los medios, la paz mundial. Espero que
todos los organismos internacionales, incluidas las Naciones Unidas-
centralizados en las Embajadas de (por??) la Paz-
colaboren y apoyen activamente esta campaña (este movimiento???)
por ese histórico y tan acariciado sueño de una nación ideal y de la paz
mundial.
Sean uno en mente y cuerpo, construyan y
practiquen el ideal de una familia de amor verdadero por medio de una vida en
beneficio de otros y seamos pioneros de la paz, recibiendo la protección
divina. Seamos los artífices de una patria unificada y de la construcción de un
mundo ideal de paz.
¡Dios bendiga
sus hogares!
Muchas gracias
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