lunes, 9 de enero de 2017

El país y el mundo pacífico que Dios y la Humanidad procuran

Corea, Octubre- Noviembre  2001
El país y el mundo pacífico que Dios y la Humanidad procuran
Reverendo Sun Myung Moon

¡Respetables (¿distinguidos?) líderes (literal: de diferentes estratos de la  sociedad)!

En este histórico punto de inflexión, nos hemos reunido hoy en este lugar diferentes líderes preocupados por la unificación de Corea y la paz mundial.

Las tragedias que el pasado 11 de septiembre sacudieron Nueva York y Washington, han producido un tremendo impacto en el mundo entero. Junto con una tremenda preocupación en cuanto a la paz y la seguridad, han levantado nuevamente serias y fundamentales dudas con respecto a la civilización moderna y el futuro de la humanidad.

Justamente desde el 19 al 22 de octubre próximo pasado realizamos en Nueva York un congreso internacional muy significativo.

Con el auspicio conjunto de la Federación Interreligiosa en Internacional para la Paz Mundial, y AMONG (Asociación mundial de Organizaciones No Gubernamentales), federaciones ambas fundadas por quien les habla,  y contando con la presencia de 400 participantes de 101 naciones, incluyendo jefes de estado en ejercicio y retirados, así como también importantes líderes de las principales religiones, como el Confucianismo, el Cristianismo, el Budismo, el Islamismo, personalidades de círculos académicos y representantes de ONG de diferentes países, se reunieron a discutir honesta y seriamente propuestas adecuadas (literal: esquemas, planes) para resolver pacíficamente la crisis que enfrenta el mundo de hoy.

Juntamente con la región del Medio Oriente, nuestra patria, la Península de Corea, es una de las regiones más observadas de la Tierra, siendo una nación que permanece dividida de una forma exclusiva.

En el discurso inicial ya les fueron transmitidos cuáles son mis conceptos respecto de la cristalización de una paz mundial permanente y fundamental. Ahora quiero  compartir con ustedes parte de mi visión. El discurso de hoy se titula:

 El País y el Mundo de Paz que Dios y la Humanidad procuran”

La humanidad ha ansiado constantemente, a lo largo de la historia, un mundo de paz. Pero ese sueño nunca se cumplió. Mirando atrás recordaremos que ni bien terminó la guerra fría, durante la cual la confrontación política y militar fue muy intensa, mucha gente tenía la expectativa de que, sobre las bases de una civilización científica avanzada, llegaría una nueva era de paz y estabilidad, esa era que la humanidad tanto había anhelado.

Pero desde que los conflictos, el odio y una ambición egoísta, viven intactos en nuestro interior, estamos viviendo en carne propia que éstos han creado otra forma, mayor (¿superior, peor?, de calamidades. Es evidente que los actos de violencia sobre gente inocente son un crimen, y que este tipo de actos deben, indefectiblemente, terminarse.

Pero, ¿cuál será la solución que elimine desde sus raíces semejantes conflictos y odio? ¿Dónde fue sembrada la semilla del odio, los conflictos y las luchas? Esa semilla fue sembrada en la primer familia humana, y a partir de esa raíz, los conflictos y las luchas se han sucedido generación tras generación.

¿Dónde debemos, entonces, buscar el camino para diluir (resolver)los conflictos y las disputas, y lograr la paz?  Hasta ahora, el camino para superar esos conflictos y disputas, y llegar a la paz, se ha intentado encontrar por medio del poder político, por esfuerzos diplomáticos, e incluso por medio del poder económico y/ o militar.

Pero estos métodos no fueron ( no resultaron ser, no llegaron a ser, no pudieron  convertirse en)la solución fundamental. El método (la manera) único y fundamental es recuperar la primera familia humana; es decir, restaurar la familia ideal de Dios. Me refiero a una familia en la cual se tenga (y se atienda) a Dios como su centro, una familia que perfeccione vertical y horizontalmente el amor verdadero.

Dios existe como esencia del amor verdadero, y es el verdadero padre invisible de la humanidad. El amor no puede alcanzarse por uno mismo, sino que indefectiblemente fructifica por medio de un objeto (ser correspondiente). El hombre es hijo de Dios, creado como objeto sustancial del verdadero amor divino.

Dios, en su primera bendición al hombre, le dijo “¡Fructificad!”. Esa primera bendición significaba que el hombre debía llegar a ser un objeto perfecto de su amor verdadero, es decir, que debía convertirse en una verdadera persona. Dios desea que su objeto de amor sea mejor que Él mismo.

Dios, con respecto al hombre como Su objeto de amor verdadero, es un verdadero Padre, que quiere darse infinitamente: dar y olvidar, y volver a dar y volver a olvidar...El punto de partida del amor está en el darse (deberse) infinitamente al otro.

En su segunda bendición al hombre, Dios le dijo: “¡Multiplicaos!”.  Así, los antepasados del ser humano debían crecer y perfeccionarse como hijos de Dios, y formar un matrimonio verdadero bajo la esfera de un corazón unido a Dios. Además, se convertirían en sustanciales padres verdaderos, transmitiéndole a sus hijos el amor, la vida y el linaje verdaderos heredados de Dios.

De esta manera, el ideal divino de la creación se realizaría alcanzando, vertical y horizontalmente,  la perfección del amor verdadero a partir de la primera familia (humana).

Así como el amor de Dios es absoluto, único, incambiable y eterno, una familia que atiende a Dios  se convierte en una familia absoluta, única, incambiable y eterna, centralizada en el (de) amor verdadero.

Allí el hombre encarna la unidad en mente y cuerpo con Dios. En ese momento el ser humano se hace el Señor de amor verdadero de la Creación, siendo bienvenido por todo el universo.

Esta es la tercera bendición dada por Dios al hombre, mediante la cual el ser humano, ejerciendo su dominio sobre la creación, obtiene las condiciones para una vida feliz. Esto incluye también la responsabilidad de gerente, de tener que preservar, en la posición de verdadero dueño, el ecosistema y la naturaleza.

Pero los antepasados del hombre no llegaron a formar una familia de amor verdadero bajo la bendición de Dios; no llegaron a ser personas verdaderas, ni matrimonios verdaderos, ni padres verdadero de verdadero amor.

Habiéndose rebelado contra Dios y caído, y una vez expulsados del paraíso, formaron una pareja de amor falso, sin tener ninguna relación con la bendición de Dios; luego tuvieron hijos, y a la postre terminó constituyéndose el mundo humano de hoy.

Desde los albores de la historia al presente, nadie ha nacido en un esfera de amor verdadero en servicio a Dios, y hemos vivido albergando una contradicción conflictiva entre nuestra mente y nuestro cuerpo. Este conflicto nos está mostrando que dentro de la primera familia humana se manifestó como una tragedia de odio entre hermanos y fratricidio. Es la desdichada (miserable) imagen real de una familia alejada de Dios.

El tipo de familia centralizada en el hombre, basada únicamente en las relaciones humanas, no es el tipo de familia ideal. El ideal de la familia original es una familia centralizada en una verdadera persona, ligada en un eje perpendicular con Dios. Las relaciones perfectamente armoniosas se logran recién entre hermanos que poseen en común un eje vertical bajo verdaderos padres y verdadero amor.

El amor verdadero se aprende por experiencia y fructifica en una familia ideal. La familia es la única escuela de amor. El amor verdadero no puede extraerse, jamás,  ni a base de poder, ni a base de conocimiento ni a base de fuerza.

¡Distinguidos líderes!

¿Qué sienten ustedes al contemplar el aspecto de la sociedad actual, o al tratar con adolescentes? ¿Perciben únicamente un futuro brillante de esperanza?

El incremento diario del porcentaje de crímenes cometidos por jóvenes, la violencia y el abuso de drogas, la inmoralidad y la perversión, el problema de las madres solteras y la confusión de los valores, etcétera, les habrá presagiado negativamente la sociedad del futuro y los habrá afligido muchas veces. ¿Por qué nuestros jóvenes han llegado a esto?

Por supuesto que una mejor educación escolar y un mejoramiento del sistema y el ambiente podrán convertirse en una solución parcial. Pero la raíz principal no está allí. La causa está en que la humanidad perdió la primera familia de amor verdadero, y al entrar hoy en un período histórico culminante (¿decisivo?), la familia pierde su seguridad (estabilidad) y se desmorona.

Dado que el fenómeno del desmoronamiento de la familia es equivalente a la destrucción de la única escuela de amor, su negativo efecto expansivo es tremendo (considerable). Además de ser la causa principal de varios tipos de inseguridad social, origina concurrentemente numerosos problemas a nivel nacional y mundial.  Provoca inseguridad emocional especialmente en los adolescentes, les hace cambiar las coordenadas de sus vidas y se convierte en la causante directa de una vida de desvíos y de vagabundeo.

Podemos decir que la realidad de la rápida destrucción de las bases de la familia, como los síntomas de evasión del matrimonio o el incremento en el porcentaje de divorcios, etcétera, es la tarea a ser forzosamente resuelta por los líderes que se preocupan por el mañana .

La humanidad, al haberse perdido la primera y la segunda bendición de Dios, desconoce la importancia del perfeccionamiento del individuo en el amor verdadero y de poder compartir el sagrado y eterno amor conyugal.

La mayoría de los adolescentes no recibe una completa educación sobre la importancia de la abstinencia antes del matrimonio, ni (la educación) sobre una personalidad de amor verdadero (¿¿??). Desconocen el valor del verdadero amor, base de la alegría, la felicidad y nuestros ideales.

Sumergida en una tendencia a restarle importancia a la confianza y fidelidad conyugal e ignorar el carácter divino del matrimonio, la sociedad humana ha venido acumulando  internamente tremendas tragedias y calamidades.

Dentro de una cultura secular y en la que para el llamado sexo libre, el amor entre un hombre y una mujer no es más que algo pasajero, carnal y hedonista, el verdadero amor ha perdido su lugar. Con un incremento acelerado del SIDA y de enfermedades transmitidas sexualmente (ETS), la supervivencia misma de la humanidad está siendo amenazada. Se dice que no hay zona de seguridad contra el SIDA.

Significa que está muy cerca de todos nosotros una amenaza más temible que el terrorismo que está haciendo temblar hoy al mundo. ¿Cómo podremos llamarnos a nosotros mismos líderes de esta era, si no podemos resolver esta tremenda calamidad global, que una vez contagiados hay que desistir de toda felicidad, de todo ideal y de toda vida?

Es que ante la tercera bendición de Dios : “Dominad por sobre toda la creación”, el hombre tampoco está cumpliendo su responsabilidad de administrarla con amor verdadero. ¿Qué sucedería si la naturaleza se rebelase y rechazara al hombre por sus maltratos (abusos)? ¿Acaso esos indicios no se están ya manifestando?

Antes que el ecosistema y el ambiente natural castiguen la arrogancia del hombre, éste debe manifestarse ante la creación habiendo restaurado su personalidad de verdadero amor.

¡Distinguidos líderes!

Con el fin de incursionar de una manera más fundamental en los problemas de hoy, pensemos en verdaderas relaciones  entre “yo” y “nosotros”, centralizados en el ideal de la divina creación.

Dado que por culpa de la caída el hombre no pudo encontrar su verdadero “yo”, Dios tampoco pudo utilizar la expresión “nosotros”. Dios mismo no consiguió establecer relaciones como para poder decir “esto es mío” o  “son mis hijos”.

Así, nuestros conceptos del “yo” no guardan ninguna relación con el ideal de la creación divina, por lo que debemos negarnos completamente a nosotros mismos.

Dios obra su Providencia  para encontrar a sus verdaderos hijos, es decir, a un verdadero hombre y una verdadera mujer, a los que pueda incluirse y llamarlos tranquilamentenosotros”.

En la medida en que Dios es el sujeto del amor, de la vida y del linaje, ha venido buscando aquellos verdaderos hijos que puedan pararse en un estándar de unidad eternamente inseparable. En primer lugar tenemos que llegar a la perfección individual, con la unificación de la mente y el cuerpo, y sobre esa base establecer una relación vertical de padre e hijos con Dios.

Pero con la sola relación vertical no se apuntala el término “nosotros”; con ella deben, inevitablemente, lograr una armonía conjunta las relaciones horizontales. Así, el hombre y la mujer, por un verdadero matrimonio bendecido, deben establecer una relación conyugal verdadera, tener hijos, formar una verdadera familia y lograr una base de cuatro posiciones con tres generaciones para que entonces sí, por primera vez, el Cielo pueda llamarlos, como unidad familiar, “nosotros”.

¿Cómo podemos hacer para llegar a esa posición? Dios creó todas las cosas desde una posición en la que su mente y su cuerpo eran completamente uno. Él invistió absolutamente con amor absoluto y con fe absoluta.

Allí no podía haber margen para pensar en su propio beneficio o en sus propias circunstancias. Aquí está precisamente el origen del amor que se debe a los demás, que se da ciento por ciento y se vuelve a dar una y otra vez.

Lo mismo se aplica a nuestra familia. Visto desde la lógica del principio de origen-división-unión, los padres - en la posición de Dios, invistiéndose total y absolutamente- dan a luz hijos y los crían en la posición de origen y tienen que establecer ese  eje vertical denominado “nosotros”.

Y si la pareja, en la posición de división, se une completamente con verdadero  amor estableciendo un eje horizontal, entonces los hijos, en posición de unión, se ajustan automáticamente a los ejes vertical y horizontal, estableciéndose otro eje de relaciones anterior-posterior. En ese momento se desarrolla sustancialmente, por primera vez, el concepto perfecto de “nosotros”,en las direcciones vertical, horizontal, anterior y posterior.

Por eso la familia es tan valiosa. De hecho la familia no puede sino ser el regalo más precioso que nos ha dado el Cielo (Dios). Si no existiese el ambiente familiar, ¿cómo podríamos encontrar nuestro “yo” en tal absoluto estándar? ¿cómo podríamos atrevernos a pensar en un perfecto “nosotros”, tanto vertical como horizontalmente, así como en relaciones anteriores y posteriores?

La familia es efectivamente la cuna del amor, la paz y la felicidad.

¿Dónde podemos encontrar nuestro verdadero “yo”? Eso es posible en una vida de puesta en práctica del verdadero amor; un amor que se debe a otros. Si uno se niega completamente al punto cero y vive debiéndose a su familia, a su país, a la humanidad y a Dios, automáticamente encontrará su verdadero “yo”.

Nadie debería decir “yo” proponiéndose a sí mismo irreflexivamente. Si comprendiésemos un poco el corazón de Dios, quien ha obrado Su providencia, entretejida de amarguras, buscando en los callejones traseros de una larga historia, un hijo verdadero que pueda decir “yo”, no querríamos imponer un “yo” imprudentemente. Dormidos o despiertos, tenemos que vivir para perfeccionar (lograr) una familia ideal.

Si Dios consigue la familia ideal que ha esperado por miles de años, allí será precisamente el lugar de inicio del reino de los cielos terrenal, el mundo de paz original de la divina creación.

¡Señores! Encontremos nuestro verdadero “yo”, de modo que podamos mirar el sol sin sentir ninguna vergüenza, contemplar honrosos las aguas del mar, sin tener nada que esconder ante la creación, y constituyamos una familia a la que Dios llame: “¡nosotros!”.

Hay que edificar una verdadera relación de padre e hijo entre Dios y el ser humano. Es más, Dios, el verdadero padre de la humanidad y raíz del amor, la vida y el linaje, es el antepasado de la humanidad y, como Señor de la Creación, es un verdadero rey.
Con la caída de los antepasados humanos, Dios perdió todas esas posiciones en el jardín del Edén.

Conforme a los avances de la Providencia, y sobre el fundamento de haber proclamado la restauración de la esfera del corazón del Cuarto Adán-juntamente con el retorno al océano, el retorno a la tierra y el retorno al cosmos- el pasado 13 de enero realizamos en Corea la histórica Ceremonia de Coronación del Reinado de Dios, la cual recupera para Dios su reino perdido.

En un principio, por ser (de) la primera familia, Adán es el antepasado de la humanidad y el sostén de la familia. Originalmente, el rey de la familia heredaría más adelante la posición de rey nación y, lo que es más, la posición de rey del cosmos. No hay otra manera en la que (la humanidad) pueda conectarse al reino de los cielos del ideal original.

La era de la indemnización ya se ha terminado, e ingresando en la era del asentamiento por medio del registro en el reino, el reinado nacional, es más, el reinado del mundo son conectados.

Por esa razón el año pasado, en ocasión de la celebración del Día de los Hijos en la Federación de Familias para la Paz y la Unificación Mundial, proclamé que los Padres de los Cielos y la Tierra reinarían ahora como reyes de la familia, y que ingresábamos en la era en la que, comenzando por las familias registradas, por primera vez se podía atender como Rey al Padre Celestial.

En consecuencia, todas las familias bendecidas tienen que darse cuenta que son familias que deben establecer la tradición ejemplar de servir al Rey de los Cielos y la Tierra. Por eso terminó la era de la Iglesia de Unificación y comienza la era de la Federación de Familias


Así como el universo entero es un cuerpo conectado centralizado en un núcleo, las familias de ustedes deben tomar la posición (ponerse en el lugar) de ese núcleo y amar a todas las formas de la creación. Todo lo que existe fue creado por Dios con amor y, en calidad de dueños (señores de la creación), debemos amar las cosas que tomamos para nuestro consumo personal.

Ante Dios, sus familias deben ser un solo cuerpo unido en amor, y tienen que sentir que son una familia que es como un modelo estándar, un asentamiento, una piedra fundamental en atender al Rey de los Cielos y la Tierra. De esa manera deben convertirse en una familia que herede la (esfera de la??) victoria.

¡Honorables líderes!

Es hora que la humanidad se auto reproche por la hipocresía, la ignorancia, el egoísmo y el odio; llegó a un punto en el que humildemente debe inclinar su cabeza ante Dios y vivir de acuerdo a las leyes del Cielo.

A temprana edad recibí el llamado de Dios y desde entonces he dedicado mi vida a la realización del mundo de paz que Dios y la humanidad anhelan en común. Hoy quiero mencionar varios puntos importantes para dirigirnos hacia la paz.

En primer lugar, tenemos que vivir por el bien de los demás. Una vida egoísta no sólo incomoda a los demás sino que va en contra de las leyes del Cielo. Una vida que se vive por los demás es precisamente la puesta en práctica de nuestra semejanza con Dios.

Heredar el verdadero amor de Dios y amar la familia y la sociedad, la nación y el mundo, es vivir en concordancia con el orden fundamental del Universo. Únicamente la puesta en práctica del amor verdadero nos hará verdaderas personas, verdaderos padres, verdaderos maestros y verdaderos dueños que perfeccionan su personalidad. De esa manera seremos, sí, los sujetos (protagonistas) de la paz.

Una vida vivida en beneficio de los demás es la primera puerta hacia la paz. En relación a esto quiero decirles en conclusión que el camino que lleva a la paz  debe ir de la mano del Hananimismo, la ideología Tu-ik (literalmente: ideología del ala de cabeza). Esta es una ideología (doctrina, enseñanza) que puede reconciliar y abrazar todos los factores de conflicto, las consecuencias y las ideologías de este mundo que tienen como origen el conflicto Caín-Abel.

¿Con qué podemos quebrar la cadena de odios y conflictos? Responder al odio con un odio mayor solamente atraerá un odio y una destrucción más temible aun. Ese no puede ser el camino hacia la paz. Los factores de conflicto entre lados en confrontación y desarmonía únicamente pueden ser reformados, educados (corregidos) y abrazados por el amor verdadero.

El amor verdadero, cuyo centro es Dios, es supranacional; no halla impedimentos en las fronteras. El amor verdadero es también interreligioso e interracial, ya que trasciende las encumbradas barreras de la religión y la discriminación racial.

Solamente por el poder reformador y vital del amor verdadero, que se debe a los demás centralizado en el ideal de Dios, pueden ser superados todos los diversos conflictos y factores de confrontación de este Globo, entre izquierda y derecha, anterior y posterior, superior e inferior, interior y exterior, y puede cristalizarse el mundo ideal de eterna paz.

En segundo lugar, es formar una verdadera familia, unidad fundamental para construir una nación y un mundo pacífico. Como hemos mencionado previamente, la raíz de las confrontaciones y conflictos está en la primera familia humana., por lo que, mientras no surja una familia ideal de verdaderos padres, no puede tener origen un mundo de paz.

En relación a esto, la Bendición de Matrimonios Internacionales que yo he venido desarrollando mundialmente no es simplemente una ceremonia de casamiento de un determinado grupo religioso, sino que es un movimiento (campaña) para la salvación de la nación y el mundo, que establece la tradición del amor de Dios. Urgimos a los adolescentes a practicar campañas de abstinencia antes del matrimonio.

Es una campaña (movimiento) para que, una vez adultos, reciban la bendición en matrimonio bajo un compromiso de absoluta confianza y fidelidad conyugal, centralizados en el amor verdadero de Dios. En un movimiento sagrado (noble, excelso, sublime???), para que formemos verdaderas familias, seamos verdaderos padres de verdadero amor.

Las familias que celebren su matrimonio bajo estos ideales y esta educación no tendrán motivos para sentirse amenazadas por el SIDA; para ellas, prevenir el SIDA será más fácil que prevenir un resfrío.

Si los jóvenes del mundo fuesen formados en esta visión y la practicasen, la epidemia del sida sería completamente erradicada. Familias de verdadero amor impiden el desmoronamiento de la institución familiar, colocando la piedra angular para la paz del país y del mundo.

Principalmente si personas de naciones que han guardado política e históricamente una relación de animosidad, establecen una relación familiar mediante un casamiento de amor verdadero, superando esas elevadas barreras, los alcances de la reconciliación trascenderán la nación y las diferencias raciales.

La suprema fórmula hacia una auténtica paz es la bendición en matrimonio entre hijos de familias que han vivido una relación de desarmonía y enemistad; es más, entre hijos de naciones enemigas, materializando una esfera de bendición de perfectas verdaderas familias de amor verdadero, tan esperadas tanto por el Cielo como por la Tierra. A partir de aquí se originaría el mundo de eterna paz que tanto Dios como la humanidad anhelan.


En tercer lugar, la reconciliación y la cooperación interreligiosas son condiciones esenciales para un mundo pacífico. Durante los últimos cincuenta años he trabajado como un campeón de los movimientos para la armonía y el diálogo interreligioso. Hemos desplegado ese movimiento destinando muchísimo más presupuesto a ello que al desarrollo de nuestra propia institución.

¿Les parece que habrá sido fácil esa práctica incambiable del amor? No fue para nada fácil, pero no podemos esperar un mundo de paz sin que haya reconciliación y cooperación interreligiosa. Los líderes religiosos y la gente de fe deben ser los guías hacia el ideal de Dios: un mundo pacífico.

Si las religiones enfatizaren únicamente un sectarismo intolerante, fallando en enseñar un verdadero amor universal, la humanidad nunca se libraría del horror de los conflictos y las guerras. Ante una crisis global los líderes religiosos deben poner en práctica el amor verdadero, yendo mano de la mano entre religiones, y deben seguir humildemente la volunta de Dios.

Con el poder reformador de la religión se puede formar personas de carácter pacífico y se puede cultivar en ellas el poder del autocontrol, que digiriendo (absorbiendo, asimilando) el odio y la ira traigan una paz y una seguridad auténticas. Si las diferentes religiones pusieran en un plano secundario sus doctrinas y sus ritos, y le mostraren al mundo amor, cooperación y servicio mutuos bajo el más elevado ideal de Dios, el mundo podría cambiar drásticamente.

En cuarto lugar,  quiero enfatizar una vez más un correcto desempeño de las Naciones Unidas, a fin de construir (cimentar) un mundo pacífico.

En calidad de organismo para la paz mundial, las Naciones Unidas han aportado numerosas contribuciones, pero para resolver los problemas de un globo terráqueo que se ha pluralizado y cuyas circunstancias difieren mucho de las del tiempo en el que las Naciones Unidas fueron fundadas, el año pasado propuse mis ideas a las Naciones Unidas. Una de ellas es reforzar la organización, dentro de la organización, con un organismo especial, una especie de cámara alta, que considere en profundidad los problemas mundiales desde una dimensión religiosa, espiritual y moral.

Las Naciones Unidas deben trascender la dimensión de administrada por el poder político y diplomático basado en el beneficio de sus propias naciones, y deben llegar a ser un organismo regido por un concepto más global bajo el encumbrado ideal de Dios. Es la única manera de proteger los intereses de todos los pueblos del mundo y avanzar en la construcción de un mundo pacífico.

No sólo en las Naciones Unidas sino también en el orden mundial venidero, es difícil que la soberanía política asegure  el interés público y la paz actuando separado de los valores morales y espirituales.

Hoy se requiere un liderazgo de alto nivel moral-espiritual, basado en el ideal de Dios, en concordancia con las leyes universales. Ni el poder político, ni fuerza alguna, pueden estar por sobre Dios y las leyes del Cielo.

Además, las Naciones Unidas deberán converger en gran medida con la óptica de las Organizaciones No Gubernamentales. Esa es una de las razones por las que fundé AMONG (en inglés WANGO), sigla de la Asociación Mundial de Organizaciones No Gubernamentales. La totalidad de las ONG deberán mantener mayor diálogo y cooperación, sin perder el espíritu con el que fueron fundadas. Les pido que continúen sirviendo al mundo de la manera más correcta, y se esfuercen por no volverse egoístas e intolerantes.

¡Estimados líderes!
Hablar de paz sin ponerla en práctica uno mismo, escapa al deber moral de un verdadero líder. No vivimos tampoco en circunstancias con margen suficiente como para esperar sentados que llegue la paz.

Los embajadores de la paz, y por supuesto todos nosotros, debemos ser los protagonistas de un movimiento de paz y construir, por todos los medios, la paz mundial. Espero que todos los organismos internacionales, incluidas las Naciones Unidas- centralizados en las Embajadas de (por??) la Paz- colaboren y apoyen activamente esta campaña (este movimiento???) por ese histórico y tan acariciado sueño de una nación ideal y de la paz mundial.

Sean uno en mente y cuerpo, construyan y practiquen el ideal de una familia de amor verdadero por medio de una vida en beneficio de otros y seamos pioneros de la paz, recibiendo la protección divina. Seamos los artífices de una patria unificada y de la construcción de un mundo ideal de paz.

¡Dios bendiga sus hogares!

Muchas gracias

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