Hacia una Cultura Mundial de Paz en
una Nueva Dimensión
ASAMBLEA 2002 -Discurso del Fundador- Reverendo Sun
Myung Moon
15 de
Febrero de 2002- Seúl, Corea del Sur
Honorables líderes de
Estado, distinguidos invitados. Quisiera agradecerles su participación en este Festival Mundial de la
Cultura y el Deporte (WCSF) 2002, en el segundo año de un nuevo milenio de
esperanza, y por colaborar así a que este evento sea un gran éxito.
La humanidad vive una
era en la que grandes cambios están ocurriendo a un ritmo más veloz que nunca.
El mundo siente la necesidad de un diálogo entre las religiones, armonía entre
las razas y comprensión para con otras culturas. Por esa razón, el tema del
WCSF 2002 es “Hacia una Cultura Mundial de Paz en una Nueva Dimensión”.
En esta Asamblea, y como
fundador de la Federación Interreligiosa e Internacional para la Paz Mundial,
quisiera aprovechar esta oportunidad para compartir con ustedes parte de la
filosofía de paz en la que he creído y la cual he practicado y enseñado a lo
largo de mi vida.
Distinguidos invitados.
¿Cuál piensan que es la raíz fundamental de la paz, esa paz que tanto anhelamos
y por la que constantemente clamamos? ¿Dónde debemos buscarla? ¿Qué debemos
hacer para alcanzarla, y cuál es el obstáculo que interrumpe el camino de la
humanidad hacia la paz? ¿Hay alguna esperanza de que podamos traer paz a este
mundo confuso, en donde el individualismo y el egoísmo florecen de manera
galopante?
Para conocer la raíz
fundamental de la paz, debemos examinar el ideal por el cual Dios creó. No
podremos traer paz sin conocer a Dios y al mundo espiritual. La creación de los
cielos y la tierra no es otra cosa que la manifestación del verdadero amor de
Dios. Los seres humanos, creados como los “señores” del mundo, destinados a
establecer el ideal de Dios -el Reino de los Cielos en la Tierra- pasarían
luego al mundo espiritual y establecerían allí el Reino de los Cielos de eterna
paz. A menos que logremos el Reino de los Cielos en la Tierra, que es un mundo
de paz, no podemos pretender vivir en semejante mundo una vez que vayamos al
mundo espiritual. La expresión “Reino de los Cielos” se refiere aquí al lugar
en donde la creación y la humanidad viven el uno para el otro, donde todos los
seres humanos viven los unos para los otros en armoniosa unidad.
Sin embargo, con la
caída de los antepasados de la humanidad, el ideal de Dios fue cruelmente
destrozado, y aun no ha sido cumplido. El ser humano cayó en una ignorancia tal
que incluso nos llevó a desconocer que nuestra relación con Dios es una
relación de padre e hijos. Miren el mundo actual, que es el resultado de esa
caída. La decepción y el divorcio diezman a las familias, hogares de los que
deberían desbordar melodías de felicidad y paz. Los hijos, que deberían abrazar
sueños de futuro y cultivar su ilimitado potencial bajo el cálido resplandor
del amor de sus padres, están corriendo por las calles por culpa de una
sensación de fracaso y decepción. Convirtiéndose en esclavos del alcohol y las
drogas, e incluso abandonando sus cuerpos al sexo libre. Esta es la absurda
realidad que presenciamos. ¿Qué es lo que vemos cuando miramos a los líderes de
las naciones, quienes deberían ser responsables por los ciudadanos, y deberían
guiar sus naciones en la dirección de la bondad? Muchos de ellos están más
interesados en conservar el poder que en el futuro de la nación o en la
felicidad de sus ciudadanos. También entre las naciones... ¿no es acaso nuestra
realidad diaria la desarmonía y los conflictos, con guerras en aumento, en
donde debería haber entendimiento y paz? El camino de la humanidad hacia la paz
está bloqueado.
Es por eso que a Dios no
le queda otra opción que llevar a cabo Su Providencia de Salvación, mediante la
cual El establecerá el ideal de amor verdadero y paz que originalmente planeó.
La providencia de Dios tiene como finalidad recuperar la condición original; es
decir, es una Providencia de Restauración. Por causa de esta Providencia de
Restauración, Dios instauró en diferentes eras de la historia cierta religión,
tradición y cultura como medios para expandir los dominios de la bondad.
A temprana edad de mi
vida, recibí el llamado del Cielo a dedicarme a la causa de la salvación. Desde
aquel instante y a lo largo de mi vida tuve que superar persecuciones y
sufrimientos hasta llegar finalmente al 13 de enero de 2001, cuando pude
ofrecer al Cielo la “Ceremonia de Coronación del Reinado de Dios”. He liberado
el corazón de Dios y le he retornado su posición de reinado a Dios, que había
estado esperando ese momento por miles de años desde la caída. Sobre el
fundamento de ese evento, el mundo ha ingresado en una era en la que el mundo
espiritual y el mundo físico pueden acercarse y unirse, y comunicarse mutua y
libremente. El mundo espiritual está respirando en armonía con la gente del
mundo físico. Los doce discípulos de Jesús y los cuatro grandes santos, han
enviado mensajes dando testimonio de mí como el Padre Verdadero de la humanidad
y Mesías. De esta manera, las barreras que han dividido completamente los dos
mundos han sido completamente derribadas. Declaro hoy ante ustedes que nos
acercamos a la era en la que nadie podrá vivir sino siguiendo los caminos del
Cielo.
La humanidad debe ahora
edificar verdaderas familias que atiendan a Dios como Padre de nuestra primera
generación. Además de eso, y a fin de formar la esfera de la segunda
generación, los esposos deben estar en la posición de Adán y Eva y así procrear
para perfeccionar la esfera de la tercera generación. Unicamente por este
camino podremos crear un mundo libre de pecado y lleno de libertad, paz y
felicidad, y asegurarnos así de que el linaje directo de Dios prosperará en la
Tierra, generación tras generación, por toda la eternidad. De esta manera,
cuando conocemos a Dios y al mundo espiritual con seguridad, vemos el camino
para traer la paz.
¿Qué significa “paz”? En
las relaciones humanas, paz significa que sujeto y objeto se unen en un plano
horizontal. Se refiere a un estado de balance y armonía total, donde no existe
el menor disturbio. En caracteres chinos, la palabra para expresar paz
consiste de dos caracteres: uno significa plano, nivel u horizontal y el otro
significa armonía o reconciliación. Así, la paz no es algo solitario formado
por una sola persona. Nadie, por más que lo intente, puede ser feliz por sí
solo. La verdadera paz viene únicamente cuando hay armonía entre todas las
relaciones: jefes y subalternos, derecha e izquierda, anterior y posterior, y
cuando no hay una inclinación hacia uno u otro lado y todas las relaciones
están en armonía. Un mundo de paz es el mundo en el cual se establecen ejes en
las direcciones: vertical, anterior - posterior y horizontal, donde todas las
cosas están en absoluta resonancia mutua. Cuando se combinan los siete colores
del arco iris, forman el color blanco, símbolo de armonía y paz.
Asimismo, la paz es como
un color blanco puro dentro del cual todas las condiciones y circunstancias se
funden y armonizan en un solo lugar. Cuando todas las direcciones forman una
completa armonía en un único punto, trascienden automáticamente el plano
bidimensional e ingresan en la tercera dimensión, adquiriendo una naturaleza
eterna. Así es como una paz permanente para la humanidad puede ser establecida.
La paz no existe aislada
en sí misma, sino que tiene sus raíces en el amor verdadero. Así como la
libertad y la felicidad tienen sus raíces en el amor verdadero, una verdadera
paz no puede ser alcanzada a menos que primero haya amor verdadero. ¿Qué tipo
de amor es el amor verdadero? Es un amor que brinda y olvida que ha dado, es
decir, un amor que da incondicionalmente. Es un amor sacrificado. De la misma
manera en que los padres no le añaden condiciones al amor por el cual dan a luz
y crían a sus hijos, así también el amor verdadero es un amor que se brinda
incondicionalmente. Es un amor que incluso practica el perdonar y el dar a su
enemigo. Es un amor que una vez que comienza a dar no deja de hacerlo. Dado que
brinda sin condiciones, el amor verdadero ni recuerda el hecho de haber dado.
Es un amor de dar en forma ilimitada. Ese es el tipo de amor con el cual Dios
dotó al hombre cuando nos creó. Por eso es que el origen del amor verdadero
reside en Dios. Cuando la paz sea establecida sobre la base de tal amor
verdadero, será entonces una verdadera paz que vendrá incluso acompañada de
libertad y de felicidad.
¿Cuáles son, entonces,
las condiciones que debemos cumplir para alcanzar una verdadera paz? En primer
lugar, reflexionen sobre la relación entre su mente y su cuerpo. Según las
leyes celestiales, el cuerpo físico está en la posición de objeto con respecto
a la mente que está en posición de sujeto, a la que debe seguir todo el tiempo,
en un cien por cien. Independientemente del momento, del lugar y de las
circunstancias, el cuerpo debe comportarse ante la mente como un objeto
absoluto, y actuar en unidad con ésta. Ese es el camino celestial. La persona
cuya mente y cuerpo han logrado completa unidad, es un ser humano perfecto. Es
precisamente eso, personas verdaderas, lo que Dios ha anhelado fervientemente
desde un principio. Tales personas son capaces de atender a Dios como un Padre
sustancial, y compartir con El todas sus emociones y sentimientos.
No es necesario examinar
tan profundamente nuestras vidas para darnos cuenta lo lejos que estamos de
cumplir con ese modelo de personas verdaderas. Somos conscientes que nuestra
condición es tal que nos da vergüenza escucharnos a nosotros mismos llamarnos
hijos e hijas de Dios. Muchas veces la mente tiene la actitud correcta, pero el
cuerpo no le responde; hay momentos en los que nos permitimos ser esclavos de
nuestros cuerpos, violando nuestra conciencia y cometiendo así, eventualmente,
errores impensados.
Por mucho que nos
cueste, debemos unir la mente y el cuerpo, encarnar el verdadero amor y
elevarnos así a un nivel de perfección. Cada uno de nosotros debería ser una
persona verdadera, capaz de decir “¡Dios, Padre mío!” sin la mínima vergüenza
ni la menor sombra de dudas. Si logramos hacerlo, seremos cuerpos eternamente
luminosos que irradiarán la luz de la verdad y el amor de nuestro Padre
Celestial. Cuando completemos nuestra vida terrenal, viviremos eternamente en
el mundo espiritual como hijos del Cielo, del linaje directo de Dios.
En segundo lugar, y como
miembros de una comunidad, como la sociedad o la nación, debemos vivir una vida
por el bien de los demás, y así respetar mutuamente los derechos humanos. En
ninguna circunstancia deberíamos cometer el error de violar los derechos
humanos de otra persona. La gente de todas las razas nace con el mismo valor.
En cuanto a las razas, Dios es ciego a los colores. La discriminación racial,
las disputas religiosas y el nacionalismo egoísta provocan situaciones que
terminan en la violación de los derechos humanos. Ya quedó atrás la época en
que la gente era gobernada por la fuerza. El siglo XXI es la era en la que la
gente convivirá trascendiendo la raza, la nación y la religión. Esto significa
que la era del gobierno del amor verdadero ha comenzado.
Distinguidos líderes
mundiales, Jesús dijo que “el hijo del hombre no vino a ser servido sino a
servir y a dar su vida para el rescate de muchos”. El explicó claramente
que el camino para traer un mundo de paz es “vivir por el bien de los demás”,
el cual es el camino celestial. He mencionado que la raíz de la paz está en el
amor verdadero. Por esa razón, todos deberíamos creer en Dios, origen y señor
del verdadero amor, y deberíamos seguir el correcto camino de las leyes
celestiales. La protección divina estará con aquel que así lo hiciere y tal
persona será capaz de alcanzar lo que proponga. Los exhorto sinceramente a cada
uno a lograr la perfección de su carácter mediante la unidad entre su mente y
su cuerpo, a vivir por el bien de los demás y por asegurar una base para la paz
en sus corazones.
Cuando perdonemos a
nuestros enemigos y vivamos también por el bien de ellos, seremos capaces de
construir una cultura de paz en todos los niveles, del individual al mundial.
Por esa razón, el año pasado declaré ante el Cielo y la Tierra el comienzo del “Chun
Il Guk” (Nación de Unidad Cósmica). “Chun Il Guk” significa nación o
mundo basado en la unidad de dos personas como si fuesen una sola. En el nivel
inferior, la mente y el cuerpo de un individuo se deben unir para formar un ser
perfecto. En un nivel superior, marido y
mujer deben formar un solo cuerpo y padres e hijos unirse también, de manera
que la familia forme una unidad que abarque tres generaciones. Entonces toda la
humanidad puede construir un mundo donde toda la gente esté bajo Dios como
hermanos que comparten sus sentimientos. Así es como el “Chun Il Guk”
puede ser establecido en la Tierra. He enviado a más de diez mil Embajadores de
la Paz a lo largo y ancho del mundo. En ese contexto, declaré en las Naciones
Unidas que todas las barreras nacionales deberían ser abolidas. Hice asimismo
un llamado a crear un Consejo, con poder de decisión, constituido por líderes
mundiales de renombre, trascendiendo nacionalidades, razas y religiones, para
liderar el camino a la construcción de un mundo de paz.
En tercer lugar, debemos
edificar familias en las que florezca el amor verdadero en toda su grandeza.
Formar una familia demanda a más de una persona. Cuando un hombre y una mujer
perfeccionados en verdadero amor se unen en una relación conyugal y crían
hijos, esa familia se convierte en una verdadera familia. La paz reinará
automáticamente en esa familia, que desbordará de felicidad. Los hijos deberían
mantener su pureza sexual hasta que encuentren la pareja con la que sus padres
los darán en casamiento. Después de contraer matrimonio deberían guardar su
fidelidad, así como la conservaron sus padres. Eso extendería el carácter de la verdadera familia a la segunda generación.
Si ese verdadero linaje compuesto de verdaderas familias se extiende a la
tercera generación, entonces Dios se asentará en esa familia, lográndose el
Reino de los Cielos en la Tierra que la humanidad ha anhelado largamente.
La versión expandida de
tal familia sería el Reino de los Cielos en la Tierra y en el Cielo. Ese es un
mundo de interdependencia y de mutua prosperidad, que comparte los mismos
valores universales, y con amor mutuo. Será un mundo de paz donde todos seremos
hermanos, viviremos juntos, prosperaremos juntos y constituiremos un mundo
justo donde vivamos por el bien de los otros. Por esta razón la familia es tan
importante. La familia es el regalo más precioso que Dios ha otorgado a la
humanidad. La familia es la unidad básica de la paz y la felicidad de la
humanidad, y es también la unidad básica para la construcción del Reino de los
Cielos. Aunque un individuo lograse la perfección, eso no duraría más que una
generación a menos que ese individuo forme una familia y tenga hijos a quienes
trasmitir su verdadero linaje.
Visto desde la
perspectiva del propósito de Dios al crear, la tendencia a la homosexualidad,
creciente como hongos venenosos a lo largo y ancho del mundo actual, puede
solamente ser descrita como un fenómeno que contiene las semillas de la
destrucción de la humanidad. Espero que ustedes nunca olviden este hecho,
porque en calidad de líderes es responsabilidad de ustedes iluminar a la
humanidad y asumir responsabilidad por el mundo. Si ustedes creen en la verdad
dada por el Cielo y la reciben, ¿a qué podrían temerle? Por favor, tomen la
vanguardia de los esfuerzos para quitar del mundo enfermedades tales como el
sexo libre y la homosexualidad, que trabajan para destruir el verdadero linaje
celestial y son no sólo una amenaza a la paz entre seres humanos, sino para la
mismísima existencia humana. Les pido que asuman el papel de pioneros que
trabajen para expandir la cultura de la paz en este mundo enfrascado en luchas
y odios.
En cuarto lugar, y como
líderes de sociedades y naciones, debemos condenar cualquier conducta que
involucre la malversación de fondos y los desfalcos en cualquier circunstancia.
No sólo debemos abstenernos de hacer uso personal de propiedades o fondos
públicos, sino también desarraigar toda conducta que destruya el ambiente que
posibilita nuestras vidas y nos brinda placer. La malversación de fondos
públicos, junto con el dar ese mal ejemplo a nuestros hijos, es un acto más
horrible que alimentarlos con veneno. La
destrucción del medio ambiente a la que aquí me refiero no incluye únicamente
la destrucción del ambiente natural con su consecuente contaminación y
agotamiento de recursos. Incluye también la destrucción del ambiente social,
que nos posibilita la convivencia. Antes de crear a los seres humanos Dios creó
el medio ambiente, con el deseo de que lo administremos de acuerdo a Su
voluntad y gocemos de alegría y felicidad en armonía con el mismo. Debemos
llegar a ser personas verdaderas, capaces de sentir gratitud hacia el Cielo ante
la visión de una simple hoja de césped o una simple nube en el cielo, y
colocarnos a la vanguardia de los esfuerzos por erradicar toda contaminación.
Debemos construir el mundo del ideal original de Dios, y vivir ese ideal con
humildad. Debemos vivir con gratitud no sólo hacia nuestros padres, que nos
dieron la vida, sino hacia todos los que nos rodean. Sintamos gratitud en todo
momento por el hecho de estar vivos.
Espero que durante esta
Asamblea puedan tener debates francos y estudios que contribuyan al avance de
la paz de la humanidad.
Muchas gracias
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